DEJAME QUE TE CUENTE...
Por Raúl Martínez Rodríguez (La Jiribilla)
Ignacio Jacinto Villa y Fernández, conocido internacionalmente por el nombre de Bola de Nieve, es una de las figuras de mayor significación en la historia de nuestra música, gracias a su rigor artístico y auténtica cubanía.
Nació este pianista, cantante y compositor el 11 de septiembre de 1911 en la calle Máximo Gómez, número 32, esquina a Versalles, en la villa de Guanabacoa, en la ciudad de La Habana.
El padre era cocinero de profesión. A la madre, Inés Fernández, negra cuentera, organizadora de fiestas y capaz de bailar la mejor rumba de cajón o el toque de Yemayá, durante sus laboreos caseros se le podía oír entonando una romanza de zarzuela, sentada a su máquina de coser o frente a la batea de ropa; asimismo, alimentaba amorosamente a sus seis hijos (Juliana, Berta, Domingo, Orlando, Raquel e Ignacio), sobrevivientes de sus trece partos, y con esa misma ternura cuidaba a Pancho, el pavo real de Oshún, monarca y guardiero de la casa.
Inés era hija de Estanislao Bertematti, mayombero y sabio en las yerbas, ñáñigo y capataz en los muelles del puerto de La Habana, quien había criado a su hija Inés entre congos, carabalíes y comparsas de diablitos bailarines y salidas de cabildos en las calles de Guanabacoa en Día de Reyes. En ese mundo de hombres rayados, plantes, babalaos, santería, música y danzas en las fiestas de bembé, iba creciendo y asimilando lo que lo rodeaba el pequeño Ignacito.
Tomasa (Mamaquica), su tía-abuela, fue otro personaje familiar decisivo en la vida y en el aliento de la vocación del niño, pues gracias a ella y a su marido, el español José López Sella, dueño de la Bodeguita de Sella, inició Ignacio las primeras letras en la escuelita particular de la maestra Juanita Benette. Ya por esa época un compañero de clase le había llamado, quizás con un sentido humorístico, Bola de Nieve, apodo que le disgustaba al principio, pero que fue aceptando más tarde a medida que por él se iba dando a conocer en todas partes del mundo.
También alentado por Mamaquica, a los doce años de edad comenzó sus estudios de solfeo y teoría de la música con el notable maestro Gerardo Guanche, en el Callejón Mora o de los Bomberos, esquina a Desamparados, y poco después inició el aprendizaje del piano en el Conservatorio de José Mateu, situado en la calle Adolfo del Castillo, entre Bertematti y Jesús Nazareno, en Guanabacoa. Inicialmente, se pensó que Bola de Nieve estudiaría la flauta o la mandolina, pero al final él se decidió por el piano. “Tenía que ser artista”, aseguraba Mamaquica.
De la casa de la calle Máximo Gómez donde nació Bola, a causa de las vicisitudes económicas que obligaban a la familia Villa y Fernández a mudarse con frecuencia, se trasladaron a otros lugares en Guanabacoa, y así vivió Ignacio junto a su familia en las calles Cadena número 13, Corral Falso y Padilla, Maceo, Palo Blanco números 30 y 52, Candelaria número 28 y 3/4, División número 61 (donde fallecieron en 1953 sus padres Inés y Domingo, con una semana de diferencia luego de cincuenta años de unión), y por último en la calle Librero.
En 1927 matriculó en la Escuela Normal para Maestros. Según el escritor Miguel Barnet, los estudios de Bola de Nieve en este centro docente le sirvieron para dotarlo de una cultura integral y una visión del mundo muy personal, lejos de lo meramente “farandulero”. No pudo iniciar entonces los estudios de Pedagogía en la Universidad de La Habana por motivo de los disturbios estudiantiles y la crisis económica padecida durante la dictadura de Machado, y como joven pobre y además negro tuvo que ganarse el sustento y a la vez ayudar económicamente a su familia laborando como pianista en el cine Carral de su ciudad natal, acompañando películas silentes, y más tarde corno integrante de la Orquesta de Gilberto Valdés en el cabaret La Verbena, de la Avenida 41, en Marianao.
A fines de 1929 y con dieciocho años de edad, Bola de Nieve fue alentado por un grupo de artistas y amigos a presentarse en una imitación del actor y cantante José Borhr en el Teatro Nacional (hoy Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana), lo cual resultó un rotundo fracaso: pero esta fallida presentación como solista no lo desanimó, y prosiguió sus estudios con más ahínco, convencido de que por ese camino llegaría a su estilo único y a su triunfo final.
A principio de los años 30, Ignacio Villa se destacaba como excelente pianista acompañante de varios cantantes que actuaban en la capital, entre ellos la eminente soprano cubana Zoila Gálvez. En ocasión en que se presentaba en el roof garden del hotel Sevilla Biltmore, la genial intérprete Rita Montaner lo escuchó, y la impresión que su técnica pianística le causó fue tan grande, que de inmediato le propuso que fuera su pianista acompañante exclusivo. Luego de aceptar dicha oferta, realizó en 1933 su primer viaje al extranjero, a México, en cuya capital actuó junto a Rita en el teatro Politeama, y por su talento y simpatía personal obtuvo la admiración y la amistad de prestigiosos compositores como María Greever, Agustín Lara y Guty de Cárdenas, entre otros.
Una noche en que la Montaner se encontraba indispuesta, la dirección del teatro le solicitó a Ignacio que sustituyera a la artista en el espectáculo, a lo que en primera instancia se negó rotundamente, pero después de muchos ruegos accedió, y para su asombro fue presentado por primera vez con el sobrenombre artístico de Bola de Nieve, con el que solo era llamado hasta entonces por sus amigos y conocidos. Esa noche, atemorizado, con su voz escasa pero siempre personal, expresiva y musical, interpretó la canción afro Vito Manué, tú no sabe inglé, de Grenet y Guillén; en esta actuación como solista puso a prueba el excepcional poder de comunicación que lo caracterizaría durante toda su carrera, y al final de este debut recibió una ovación de parte de un público integrado por cuatro mil personas que colmaban el teatro, como premio a su depurado y particular estilo, a su entrega artística y sobre todo a su genuina cubanía. Para Bola de Nieve, desde ese momento, el pueblo mexicano tuvo una especial significación: aseguraba que México era su otra patria, porque la noche de su debut había nacido por segunda vez, y entre el artista cubano y los mexicanos se anudaron lazos emocionales que trascendían la simple amistad.
Luego de este rotundo éxito, pasó a actuar en el Lírico de México, y en la radio y cabarets del país azteca. Más adelante inició una gira por los Estados Unidos de Norteamérica, en unión de la propia Rita Montaner y de los destacados cantantes Pedro Vargas, Hermanas Campos, Enriqueta Faubert y Juan Martínez Casado. Cuando volvió a Ciudad México, se unió a Ernesto Lecuona, con quien actuó el 30 de junio de 1934 en el cine Máximo, donde también se presentaban las cantantes Margot Alvariño y Luisa María Morales.
A su regreso a Cuba en 1935, y bajo contrato exclusivo del maestro Ernesto Lecuona, Bola se presentó con este afamado pianista y compositor en el teatro Campoamor, y el 18 de enero en el Teatro Principal de la Comedia; juntos ejecutaron a dos pianos las obras El cabildo de María la O y Como arrullo de palmas, dos obras muy conocidas de Lecuona. También ofrecieron varios conciertos con las notables compositoras Sara Jústiz, Carmelina Delfín y Ernestina Lecuona. Gracias al gran éxito obtenido en estos recitales, Bola de Nieve, en el mes de abril de 1936, efectuó su primer viaje a la Argentina como parte del elenco de la Compañía de Ernesto Lecuona. Junto a la destacada cantante cubana Esther Borja, a Ernestina Lecuona (pianista y compositora), María Cristina Antinea (bailarina) y Mapy Cortez (bailarina, cantante y actriz), actuó con rotundo éxito en teatros, cabarets y en las emisoras Radio Splendid y Radio Mundo, de la capital, y también tomó parte en la filmación de la película Adiós, Buenos Aires, en la que además actuaron Lecuona, Ernestina y Esther. Las visitas de Bola a Argentina se sucederían a partir de entonces, y siempre cosechó grandes triunfos artísticos.
De vuelta a La Habana con un enriquecimiento de su prestigio conquistado en el extranjero, fue invitado el domingo 2 de junio de 1936 por el Grupo Índice, de Matanzas, y ofreció un recital de sus canciones en el exclusivo Liceo Artístico y Literario de dicha ciudad, catalogado por la directiva de esta institución como un acto de alta cubanía que puso de manifiesto los méritos indiscutibles de un verdadero artista, exponente de una nueva música cubana. Sus obras Carlota ta morí y Drumi, mobila, entre las diez que interpretó, fueron juzgadas por la crítica y el público asistentes como dos ejemplos de música de vanguardia.
En 1937 Bola de Nieve hacía mucho tiempo era considerado miembro permanente de la Compañía de Ernesto Lecuona, y después de realizar con esta algunas presentaciones en La Habana, embarcó con su elenco rumbo a Buenos Aires, para un segundo encuentro con el público argentino, ocasión aprovechada por Ignacio para visitar Chile y Perú —en este último país se presentó en el Teatro Municipal de la ciudad de Lima, con una notable aceptación del público y la prensa. Cuando en 1941 fue aplaudido en el teatro Avenida, con la revista de Lecuona La Habana en Buenos Aires, y en 1943 en el Conservatorio Nacional de Buenos Aires, donde ofreció un recital de canciones a los profesores y alumnos, ya Bola era considerado en varios países de la América Latina uno de los artistas cubanos más distinguidos.
Durante los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, Ignacio Villa, al igual que otros artistas, se vio precisado a permanecer en Cuba actuando en la radio, el teatro y el cabaret, solo o con la Compañía de Ernesto Lecuona. En el mes de septiembre de 1947, fue contratado por la Compañía de Conchita Piquer para integrar un espectáculo de variedades y ofrecer recitales en distintos lugares de España; en Madrid se presentó en unión de la famosa cantante española en los teatros Lara, de la Zarzuela y en la Villa Romana; en Valencia en el Teatro Principal, y en Barcelona en el Poliorama. El resultado de su apoteósico triunfo en estas importantes plazas artísticas fue la extensión de la gira hasta Zaragoza, Sevilla, Córdoba y Jerez de la Frontera.
Al llegar Lecuona y su compañía a España en 1948, Bola de Nieve se unió al grupo, encabezado por el barítono René Castelar y la bailarina Rosita Segovia, entre otros, y junto a ellos inició una larga gira por los Estados Unidos de Norteamérica. En la ciudad de Filadelfia se presentó en el Café Society, donde alternaría con los notables cantantes Lena Home, Teddy Wilson, Art Dayton y el famoso bajo norteamericano Paul Robeson, ferviente admirador del cubano; en los teatros Puerto Rico y San Juan, de Nueva York, participó en espectáculos integrados por artistas tan renombrados como la cantante y actriz argentina Libertad Lamarque, Lou Walter, Tony Gary, Eva Garza y Fausta Curbelo. Cuando, el 21 de noviembre de 1948, Bola ofreció un concierto de música cubana en el famoso Carnegie Hall de Nueva York, el periódico The New York Times lo calificó como una verdadera revelación, por su personalidad artística, y el genial cubano fue comparado con el francés Maurice Chevalier y con el norteamericano Nat King Cole. Según Bola de Nieve, esa noche recibió una de las emociones más grandes de su vida, ya que sin haber tocado aún, el público le tributó una ovación cerrada; después de su ejecución, tuvo que salir nueve veces al escenario.
En 1950, a pesar de su intenso trabajo y los constantes viajes al extranjero, mantenía el programa Gran show de Bola de Nieve, que se transmitía todos los lunes a las 9:00 p.m. por las frecuencias de CMQ Radio, espacio en el que además de cantar, dirigía la orquesta e invitaba a figuras cubanas y extranjeras. Cuando se inició la televisión en Cuba en 1950, Bola fue uno de los primeros artistas vistos en los programas estelares de CMQ Canal 6 y en el Canal 2 de Televisión Nacional.
En junio de 1953 intervino junto a Rita Montaner, la pareja de bailes populares Elpidio y Margot, y la bailarina Sonia Calero con el Ballet de Alberto Alonso, en la producción musical Danzón en el cabaret Montmartre. Ya por estos años había tomado parte en varios filmes en la Argentina, entre ellos los titulados Melodías de América con el tenor mexicano José Mojica, y Embrujo, con la actriz Alicia Barrié. También por esta época había salido al mercado su primer disco de larga duración, grabado para la firma RCA Victor mexicana, con canciones propias y de Adolfo Guzmán, María Greever, Vicente Garrido, Eliseo Grenet y Armando Oréfiche, y orquesta bajo la dirección del maestro José Sabré Marroquín.
Entre 1951 y 1958 efectuó varias giras por Francia; fue aclamado en París en la exclusiva boîte Chez Florence en 1951, y en Copenhague en 1953. Asimismo triunfó en Niza, Roma, Venecia y Milán en 1957, y posteriormente en Dinamarca y en España, donde grabó su segundo disco de larga duración para la firma Montilla, conformado por obras de compositores cubanos.
En 1954 había viajado de nuevo a México, y con la aceptación acostumbrada se había presentado en la radio, la televisión y en el club Villa Fontana. En este país Bola de Nieve, por su talento y simpatía personal, se ganó el respeto profesional de personalidades como Pedro Vargas, Toña la Negra, Tata Nacho, Agustín Lara, Vicente Garrido, José Sabré Marroquín, Lucha Reyes, Alberto Domínguez, Silvia Pinal, Luis Pérez Mesa, y otros muchos, lo que confirma una de las características más sobresalientes de Ignacio Villa: ser “un artista de artistas y escritores”. Intelectuales como Pablo Neruda, Jacinto Benavente, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Miguel Barnet, y artistas como Andrés Segovia, Edith Piaf, Paul Robeson, Erich Kleiber, Esther Borja, Luis Carbonell y otros que harían interminable esta lista, veían en Bola de Nieve uno de los intérpretes más sensibles nacidos en Cuba.
Fue invitado en 1956 a la ciudad de Washington, donde ofreció un recital de canciones en el Salón de las Américas de la Unión Panamericana, con el que inauguró los conciertos de la temporada de verano de ese año; la actuación del cubano tuvo tal repercusión, que la Revista Américas, en el mes de octubre de ese mismo año, lo calificaría como “maestro de la canción cubana”. Según palabras del propio artista, la preparación y la ejecución de este recital y sus experiencias significaron un nuevo capítulo en su carrera futura como concertista. De ahí en lo adelante sus actuaciones estarían dirigidas a públicos dispuestos a disfrutar una actividad de concierto, y preparaba sus programas con mucho más rigor musical y artístico. A su regreso a Cuba, y como muestra del respeto que sentía por el arte prodigioso de la bailarina cubana Alicia Alonso, actuó para ella en la emisora Radio Mambí, en un programa de despedida que le hicieron a la artista con motivo del inicio de una extensa gira que la llevaría por toda Europa. Poco después sería Bola de Nieve el reclamado por los países del viejo continente Al retornar a la patria, la televisión le dio la bienvenida presentándolo en el Cabaret Regalías y en Jueves de Partagás, dos de los programas de mayor audiencia de la época.
En 1958 Bola de Nieve contaba cuarenta y siete años; había definido y perfeccionado su estilo de decir una canción de manera universal partiendo de las raíces de su propia nacionalidad, y tanto en su labor de intérprete como en la de compositor, lograba comunicar su mensaje de forma ingeniosa, a la manera de los viejos cuenteros, con gracia y expresividad utilizaba su voz ronca y áspera, que recordaba la de los abuelos negros esclavos, y al cantar a veces contaba antiguas historias, en las que aparecían distintos personajes que incorporaba magistralmente, para lo cual se preparaba como un actor. La improvisación para él no existía: estudiaba y maduraba a diario, y como músico contaría hasta el fin de su vida con el notable profesor Rafael López, quien era su entrenador en el piano. Con su erudición dominaba tanto la canción caricaturesca, la de inalterable elaboración y la de inflexiones folklóricas de cualquier país, y como recursos expresivos utilizaba por igual la melodía, el ritmo y el mensaje de los textos, elementos con los que imprimía fuerza a todo lo que ejecutaba. Según sus propias palabras, de María Cervantes tomó los toques románticos venidos de Manuel Saumell, Ignacio Cervantes y otros compositores cubanos del siglo XIX, pero independientemente de su sólida formación cultural y musical, era un creador autodidacta, muy intuitivo y observador. Amaba el teatro, la danza, la literatura y la pintura, pues desde sus comienzos descubrió que todos los géneros eran beneficiosos para la formación de un artista.
En su personalidad latía una fuerza que lo hacía sobreponerse ante cualquier vicisitud. Para Bola de Nieve no existía público malo sino artistas que no convencen. Si una obra no le gustaba al público, pero él estaba seguro de sus valores, no hacía concesiones, seguía insistiendo y mejorándola hasta que gustara: esa era su verdad.
Aunque sea brevemente, debemos referirnos a su labor como compositor. Jamás se reconoció como tal; sin embargo, dejó un grupo de hermosas canciones, que cuando eran cantadas por él alcanzaban su pleno esplendor. Todas responden en su estructura formal a lo más depurado del cancionero tradicional cubano, conjugado con el buen gusto de los textos. Ejemplo de ello son sus obras Arroyito de mi casa, No dejes que te olvide y Si me pudieras querer. En aquellas compuestas en los finales de su vida, apreciamos a un Bola de Nieve mucho más maduro musicalmente, y dentro de esta línea están Becqueriana y Ay, venga, paloma, venga, esta última con texto de Nicolás Guillén; en ambas el compositor emplea una depurada técnica, con una armonía más contemporánea.
Para Ignacio Villa y Fernández, el triunfo de la Revolución Cubana significaría una seguridad no solo económica, sino, como diría él, espiritual, pues según sus propias palabras, antes nuestros artistas, para poder sostenerse, tenían que vivir con el constante agobio de lograr otro contrato antes de que finalizara el que estuvieran cumpliendo.
Cuando fue creado el Consejo Nacional de Cultura (CNC) en 1961 —actual Ministerio de Cultura—, en su plantilla inicial sería Bola de Nieve uno de los artistas de mayor valor. En el mes de septiembre de 1961, como saludo al Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas Cubanos, participó en los recitales de Música Folklórica Popular y Vernácula, en la sala de Bellas Artes de la ciudad de La Habana. También contaron con su presencia el primer y segundo Festivales de Música Popular Cubana, celebrados en el teatro Amadeo Roldán —precisamente en este escenario, después de 1959, Bola de Nieve hizo costumbre ofrecer un recital de medianoche en espera del 26 de Julio. En febrero de 1962 fue enviado por el Gobierno Revolucionario cubano a efectuar una extensa gira por varios países socialistas, y como todo un embajador de nuestra música, estuvo en Checoslovaquia, República Popular China y Unión Soviética. En la ciudad de Praga visitó distintos centros de trabajo y actuó en el Teatro de la Comedia; obtuvo un éxito sin precedentes en China, donde se presentó en la sala Pekín y fue atendido por relevantes personalidades artísticas y políticas; en la Unión Soviética fue aplaudido en la prestigiosa sala Chaikovski, de Moscú. Ni el idioma ni la distancia de nuestras raíces fueron obstáculos para que el artista cubano pudiera comunicar el mensaje cultural de nuestro pueblo; como siempre, engalanó de impecable etiqueta a la canción cubana y a los cantos y toques de cajones sonados en los distintos barrios habaneros y en su natal Guanabacoa.
En 1964 y 1966, fue contratado para actuar en el restaurante Cardini Internacional de Ciudad México, donde inmediatamente se agotaron los lugares, reservados por sus admiradores y amigos. La televisión de este hermano país lo exhibió en sus espacios Revolución Musical Nescafé y Variedades Gerber Silvia, que centralizaba la cantante y actriz mexicana Silvia Pinal.
En 1965 se remozó el restaurante Monseigneur de las calles 21 y O en El Vedado, y a sugerencia de Bola de Nieve fue convertido en Chez Bola, íntimo lugar en el que el artista, además de cantar y tocar piano, dialogaba, hacía cuentos, chistes, anécdotas y saludaba de mesa en mesa.
Solicitado como de costumbre por artistas y escritores, el lunes 16 enero de 1967 hizo una presentación especial para los invitados al Encuentro Rubén Darío, organizado por la Casa de las Américas en Varadero, Matanzas. Ese mismo año integró la delegación artística que participó en la Expo 67 de Montreal, Canadá, y a su regreso ofreció diversos recitales en toda la isla, grabó dos discos de larga duración para la EGREM e infinidad de programas de televisión. Cuando en 1969 Bola de Nieve realizó una gira por la antigua provincia de Oriente, durante la cual se presentó en las bibliotecas provinciales de Holguín, Bayamo y Santiago de Cuba, ya su salud se estaba quebrantando: la diabetes y el asma, dos viejas dolencias del artista, habían hecho crisis en varias ocasiones, pero a pesar de todo se mostraba animoso y optimista.
El 20 de agosto de 1971 se dejó admirar en el teatro Amadeo Roldán en un homenaje a Rita Montaner: fue su última presentación en público. En la televisión sería en el Álbum de Cuba, junto a su querida amiga Esther Borja. Cuando le informaron de su próxima visita a Perú y que pasaría de tránsito por Ciudad México, no pudo dejar de exteriorizar el regocijo que le producía viajar nuevamente a estos dos países. Antes de partir concedió varias entrevistas para la radio y la prensa escrita cubanas. En México fue invitado a hospedarse en la residencia de sus amigos el ingeniero Luis Medina y su esposa; la noche anterior a su sorpresiva muerte, ocurrida en la madrugada del 2 de octubre de 1971, Bola de Nieve se había retirado temprano a la habitación que ocupaba en aquella casa, y nadie sospechó que ese día sería el último en la vida de Ignacio Villa y Fernández. Trasladado el cadáver a Cuba, su sepelio fue acompañado por un numeroso público y las más altas personalidades artísticas, culturales y políticas. Su deceso causó una verdadera aflicción nacional. Decir adiós a tan eminente artista correspondió al Poeta Nacional Nicolás Guillén, su amigo y admirador de muchos años. Había desaparecido una de las figuras artísticas de raíces más hondas en la historia de la música cubana.
FUENTES DE INFORMACIÓN
Barnet, Miguel. «Bola de Nieve: su universal cubanía». Bohemia (La Habana), 29 de septiembre de 1978.
Campoamor, Fenando G. «Bola de Nieve o la Sinfonía de Guanabacoa». Bohemia (La Habana), 15 de octubre de 1971.
Conte, Antonio. «Bola de Nieve: Déjame que te cuente». Cuba Internacional (La Habana), enero de 1972.
Gómez Sicre, José (Pepe). «Palabras». En: Anales del Grupo índice, marzo de 1935 a marzo de 1936. Matanzas, 1936.
González, Reynaldo. «De Guanabacoa a Venecia, Bola». El Caimán Barbudo (La Habana), año 17, edición 185, mayo de 1983.
Nass, Raúl. «Bola de Nieve, el fabuloso Ignacio Villa, maestro de la canción cubana». Revista Américas (Washington), octubre de 1956.
Rodríguez Sosa, Fernando. «Bola con su sonrisa v su canción». Revolución y Cultura (La Habana), núm. 108, agosto de 1981.
Sarteur, Ramiro. «Una personalidad sorprendente: «Bola de Nieve»». Carteles (La Habana), 28 de agosto de 1949.
Solís, Martha D. «¡Bola era así!». Siempre (México, D.F.). núm. 957, 27 de octubre 1971.
OTRAS FUENTES
Diario de la Marina (La Habana), 22 de enero de 1950, 13 de junio de 1953 (magazine ilustrado) y 5 de julio de 1953.
Excélsior (México, D.F.), 12 de febrero de 1971 y 4 de octubre de 1971.
Siempre (México, D.F.), núm. 955, 13 de octubre de 1971.
El Día (México, D.F.). 4 de octubre de 1971.
Testimonios: Félix Ayón, Raquel Villa y Domingo Villa.
Colaboradores: Domingo y Raquel Villa (hermanos de Bola de Nieve), Pedro Simón, Tomás Fernández Robaina, Mercedes Celia Rodríguez, María Teresa Linares, José Piñeiro Díaz, Maria Antonieta Díaz, Edilia Piñón, Raquel Montejo y Carmelina Muñoz.
Bola de Nieve, Editorial Letras Cubanas, 2004. Selección de textos, anexos y notas de Miguel Ojeda.
MÚSICA DE BOLA DE NIEVE
1.- Saludo
2.- La vie en rose
3.- No puedo ser feliz
4.- Ay amor
5.- La flor de la canela
6.- Si me pudieras querer
7.- Alma mía
8.- Tu no sospechas
9.- Drume negrita
10.- Ay, mama inés
11.- Chivo que rompe tambó
12.- Manisero
13.- Mesié Julián
14.- Despedida
1 comentarios:
Un gran músico que en sus letras refleja gran parte de la cultura cubana.
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