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viernes, enero 29, 2016

IFÁ: LAS FÁBULAS SE VUELVEN REALIDAD

Especial para “Desde Cuba”, por Gerardo Frómeta Hernández, babaláwo, M. Sc. en Educación Avanzada, escritor e investigador. 

Amur y Timur
Me encontraba trabajando en el cuarto volumen de la colección El lenguaje oculto de Ifá” y decidí utilizar una historia del Odù Òsá Ìwòrì para ejemplificar una mímica. La historia encajaba perfectamente con la gestualización, pero el final me pareció poco creíble, por lo que la deseché. Decidí no utilizar ese ejemplo porque las narraciones de Ifá son siempre corroboradas por la realidad.  

Una semana después (el 19 de enero 2016), mi buen amigo Wilson Ruz, me hace la visita y me habla de un artículo publicado en el semanario Orbe (Amur y Timur: una amistad peligrosa, del 16 al 22 de enero de 2016), sobre la relación entre un Tigre y un Macho Cabrío. Algo aparentemente insólito. Mi amigo, ferviente admirador de Ifá, me comentó también que en el Odù Òsá Ìwòrì existía una historia donde el Tigre no podía comerse al Chivo, me sonreí y le conté sobre mi investigación de la semana anterior, la cual quiero compartir con los amigos de Desde-Cuba.
 

ODÙ: ÒSÁ ÌWÒRI: LA ADIVINACIÓN PARA EL PERRO Y PARA EL MACHO CABRÍO
 

Òsá ya,

Ìwòrì ya,
 

Hizo adivinación para dos amigos, el Perro y el Macho Cabrío.
 

Él les aconsejó que hicieran el sacrificio para tener éxito en una ventura común sin perder sus vidas.
 

Les exigieron que hicieran el sacrificio con una calabaza rota, granos de pimienta y un gallo.
 

Fue sólo el Macho Cabrío el que hizo el sacrificio.
 

El perro prefirió confiar en su agilidad para sobrevivir cualquier calamidad.  
 

Un día, el perro se encontró con un río lleno de peces. El perro corrió a casa para informar a su amigo, el Macho Cabrío, que había encontrado una fuente de abundante comida. Desconocido para ellos, el río pertenecía al Tigre (En yorubá la palabra Ekùn se utiliza indistintamente para denominar al Tigre y al Leopardo).
 

Al día siguiente, fueron con los cuencos de calabaza para empezar la pesca. No mucho después, se oyó el gruñido inequívoco del Tigre. El Perro sugirió que ellos debían ignorar al Tigre para seguir en su empresa, debido al refrán “el que no se molesta en su negocio tiene éxito en cualquier combate”. El Macho Cabrío replicó que no iba a concentrarse en la pesca porque “es el uso del cerebro de uno el que da lugar al éxito”. Mientras los dos amigos estaban discutiendo, Èsù tomó el cuenco de calabaza de la mano del Macho Cabrío y lo tiró al río. El Macho Cabrío se lanzó al agua para recuperarlo y eso le proporcionó la oportunidad de escapar.
 

Cuando el Tigre vio que el Macho Cabrío había escapado saltó sobre el Perro y lo devoró.
El Macho Cabrío fue a agradecer al sacerdote de Ifá por la manifestación agradable del sacrificio. Sin embargo, el sacerdote de Ifá le dijo que había otro peligro que requería un segundo sacrificio. Esto involucraba servir su cabeza con una  nuez de kola cada día por un período de seis días.  
Al llegar a su casa, compró una nuez de kola y procedió a servir su cabeza, orando de la siguiente manera:  


Iwo on mi, e kun mefa ni won ni ki
Emi fi bo on mi. Sugbon eyo kon so so
Ti mo ti ri niyi.
Jowo jeki mi ri marun ti o ku.

Significado:  
Mi cabeza, me dijeron que lo sirviera con seis nueces de kola.
(Pero él lo pronunció Ekùn, equivocadamente, que significa “Tigre”).
Pero yo he visto hasta ahora sólo uno.
Por favor, permítame encontrar los restantes cinco para servirlo.  
 

Desconocido al Macho Cabrío, el Tigre lo acechaba en la parte de atrás. Cuando el Tigre oyó las oraciones del Macho Cabrío pensó que este era demasiado fuerte y lo tomaría a él para servir su cabeza, por lo que escapó. 
 

Después de esto, Èsù usó su vara de autoridad para ordenar al Tigre que nunca más cazara al Macho Cabrío, proclamando que el día que el Tigre intentara matarlo, él (el Tigre) moriría. Por eso hasta el momento, el Tigre no se atreve a matar al Macho Cabrío. (Citado por OSAMARO IBIE, C.: Ifism the complete work of Orunmila, The odus of Ogunda, Osa, Etura, and Irete, vol. 10, 11, 12, 13, Athelia Henrietta Press Inc. NY, New York, 2001.)

jueves, marzo 05, 2015

REGIRÁ EL HORARIO DE VERANO DESDE EL PRÓXIMO DOMINGO 8 DE MARZO


A las 12:00 de la noche del sábado 7 de marzo deberán adelantarse una hora las manecillas de los relojes, dando fin así al actual Horario Normal, vigente desde el 2 de noviembre de 2014

Tomado de Juventud Rebelde

El cambio al Horario de Verano es una práctica internacional, con una gran incidencia en el ahorro de energía. Este año corresponde hacerlo el domingo 8 de marzo, por lo cual a las 12:00 de la noche del sábado 7 de marzo, deberán adelantarse una hora las manecillas de los relojes, dando fin así al actual Horario Normal, vigente desde el 2 de noviembre de 2014.

Oficina Nacional para el Control del Uso Racional de la Energía (Onure), 
Ministerio de Energía y Minas,
3 de marzo de 2015


jueves, febrero 26, 2015

EL SABIO FELIPE POEY, CUBANO DE CIENCIAS Y LETRAS

Por Marta Denis Valle (Cubaperiodistas)

Sensible a su entorno, a las letras y el buen decir, Felipe Poey obvió el camino de la abogacía para abrazar el magisterio y la vocación naturalista de su niñez, hasta convertirse durante su larga vida en el primer gran científico cubano.

Era Poey un enamorado de la naturaleza cubana desde aquellos años que saco en mano colectaba mariposas y, otras veces, tomaba para observarlos y dibujarlos todo tipo de peces del país; y -en horas de ensueño- escribía sus églogas a Silvia y El Arroyo, el soneto Furor Escolástico y más versos agradables al oído o el fino humor filosófico de El gato pensador.

Despedida de Guanabacoa, una quintilla bien combinada de versos octosílabos, musicalizada por otro autor, llegó a ser una canción popular a mediados del siglo XIX.

Su gusto por estos temas lo llevó, siendo adolescente, a preparar un tomo manuscrito de Fábulas Escogidas (1816), de varios autores, largo tiempo en su poder, que utilizó en un ciclo de clases de lectura en alta voz, en el Liceo de la Habana, en 1858 (se conserva en la Biblioteca Nacional José Martí).

Aquel muchacho de ascendencia franco-cubana unía su firma a las de varios condiscípulos, en el Observador Habanero (1820-1822), un efímero “periódico político, científico y literario”, publicado en la capital a la luz de la libertad de imprenta dictada por las autoridades.

“…era un sabio muy literato, tan amigo de Couvier como de Virgilio”, escribió Enrique José Varona, en 1888, en ocasión de la publicación de sus Obras literarias, y José Martí señaló certero “el ingenio de Poey” (Patria, 1893).

A veces la grandeza de sus aportes científicos deja en un segundo plano la utilidad de sus textos escolares que mostraron a los cubanos el exuberante país donde vivían, las características de su naturaleza y las costumbres de su gente, impregnando a cada palabra un sentimiento de amor patrio.

Existen referencias respeto a la sabiduría, erudición y su encanto para explicar las lecciones, con tanta sencillez y claridad, que cautivaba a los alumnos, intercalando aspectos interesantes de sus viajes y excursiones científicas, y algo de literatura; vestido con ropa de otros tiempos y calzado de botas toscas que hoy llamaríamos ortopédicas artesanales.

Estudiaba concienzudamente un asunto y lo exponía con suma claridad, descendiendo a los más íntimos detalles, según su discípulo Carlos de la Torre Huerta (1858-1950), quien fuera también un notable naturalista, investigador y profesor.

LOS CAMINOS DE POEY

Poco se conoce de su infancia llena de dificultades económicas, separación familiar y quebrantos de salud. A la edad de cinco años viajó con su familia a Pau, Francia, donde falleció el padre poco después; la madre regresó a Cuba y Felipe permaneció en ese país hasta aproximadamente 1815, fin del régimen napoleónico.

Allí sufrió una enfermedad –posiblemente poliomielitis- que le dejó secuelas en las piernas y parálisis en la mano derecha.

Aunque tuvo primos cubanos adinerados y su hermana María de las Mercedes –casada con un potentado-, Felipe Poey Aloy, vivió de sus escasos recursos económicos (sueldo de profesor universitario, algunas casas urbanas de su mujer y el cobro de derecho de autor de libros de texto), de acuerdo con su testamento.

Amante de la investigación, ya en sus años mozos, comenzó la fragua de su pensamiento científico y conciencia cubana en las aulas del Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1818-1821); fue alumno de los presbíteros Félix Varela (Filosofía) y Justo Vélez (cursos de Derecho Patrio y también de Economía Política).

Una tesis del joven Poey, que Vélez estimó con méritos y dispuso publicar en 1820, se pronunció por facilidades a los colonos blancos, el fomento de la pequeña propiedad agraria y el comercio libre.

Hizo el examen final sobre Derecho Patrio, y obtuvo el título de bachiller en leyes (1821); entonces viajó a España para graduarse de abogado, en un momento especial denominado Trienio constitucional (1820-1823).

Todo le indicaba un futuro prometedor en ese campo y se ocupó de su preparación, aunque no constituía su verdadera vocación.

En Madrid asistió a los cursos de Derecho Público Constitucional que impartía en el Ateneo el catedrático español Faustino Rodríguez Monroy y obtuvo certificado de profesor de la Academia Nacional de Jurisprudencia (Derecho Civil y Canónico).

Durante su estancia leyó abundante literatura de autores españoles y también realizó investigaciones en archivos y bibliotecas acerca de la conquista española de Cuba, con el propósito de escribir una historia sobre el descubrimiento; entre otros textos consultó las obras del padre Bartolomé Las Casas y de Pedro Mártir de Anglería.

Según sus biógrafos, Poey fue orador de una Junta Patriótica Constitucional y huyó precavidamente de España al ser restaurada la monarquía absoluta, en 1823, aunque no existían órdenes judiciales en su contra.

Mientras su maestro Varela, diputado a las Cortes (condenado a muerte), escapa de España a Gibraltar, en 1823, y luego arriba a Estados Unidos para siempre, Poey imprime un cambio radical a su vida, a la edad de 25 años.

El 22 de abril de 1824 contrajo matrimonio en La Habana y, en 1826, con la esposa y el primer hijo (Andrés) viajó a Francia –la tierra de sus ancestros- donde permaneció hasta 1833.

En su equipaje llevó 85 dibujos de peces cubanos y un barril de aguardiente que contenía unas 35 especies, fruto de sus observaciones de la naturaleza cubana; a Cuba volvió un Poey más culto en literatura y lenguas con avances en su autoformación como científico.

Allá perfeccionó su francés y estudió las lenguas y literaturas clásicas, en especial el latín, llegó de primera mano a la nueva literatura francesa y, se dice, obtuvo el título francés de abogado, pero no ejerció esta profesión.

Y algo muy importante, conoció a integrantes de la comunidad científica francesa, entre ellos el innovador de las Ciencias Naturales George Cuvier (1769-1832), creador de la anatomía comparada y la paleontología, con quien colaboró en su Historia Natural de los Peces.

Esta experiencia le permitió reanudar sus primitivas tareas, al regresar a Cuba, más preparado para los estudios ictiológicos y dibujar con más inteligencia y corrección, según afirmó años después.

Su vuelta a Cuba ocurrió tras la muerte del monarca absolutista Fernando VII y el inicio de la regencia de su viuda María Cristina de Borbón, ejercida de 1833 a 1840, por minoría de edad de su hija Isabel II, apoyada por sectores liberales burgueses.

Discreto en sus decisiones, sus biógrafos divagan sin informaciones precisas, acerca de su anterior salida y los motivos de su vuelta al país que lo vio nacer y de su permanencia en el mismo, a pesar que el ambiente político no resultó exactamente como lo esperaba.

Pronto Poey tuvo que comparecer ante el nuevo capitán general Miguel Tacón a causa de una caja de libros proscriptos por las autoridades que llegó al puerto habanero, procedente de Paris, y que el destinatario dijo desconocer y no había solicitado.

El mandato de Miguel Tacón (1834-1838), se caracterizó por la relegación a un segundo plano político a la aristocracia criolla y sus voceros, en beneficio de la burguesía peninsular que ascendía por medio de los liberales a un primer plano en España.

Se vio involucrado también en el incidente de la Academia Cubana de Literatura, proyecto aprobado por la Regente el 25 de diciembre de 1833, y rechazado por sectores criollos reaccionarios, lo cual generó una fuerte polémica.

Entre los 27 académicos de número, estarían José de la Luz y Caballero (1800-1862), Felipe Poey y su condiscípulo en San Carlos y defensor ardoroso de la misma, José Antonio Saco (1797-1879), a quien Tacón expulsó de Cuba, en 1834, y prácticamente vivió en el extranjero, casi el resto de su vida.

MAGISTERIO Y OBRAS

Poey enfiló sus pasos por el rumbo definitivo como docente, autor de textos escolares para distintos niveles y de gran repercusión en el desarrollo de la educación, la cultura y las ciencias en Cuba; participante en numerosas tertulias y medios de prensa, hizo también crítica literaria y científica.

Durante esa década inició la publicación de sus trabajos zoológicos y de diversos temas en revistas y periódicos cubanos, junto con su labor docente.

En 1835 integró el claustro del famoso Colegio San Cristóbal de La Habana (conocido como Carraguao), junto con José de La Luz y Caballero, en el cual estudiaron Pedro (Perucho) Figueredo, Antonio y Eusebio Guiteras, y Francisco Vicente Aguilera, entre otros personajes significativos para la historia de Cuba.

Dados sus amplios conocimientos, impartió en la enseñanza primaria las asignaturas de Geografía de Cuba y Geografía Moderna; y en la secundaria, Lengua Francesa y Lengua Latina.

Catedrático de Zoología y Anatomía Comparada, desde 1842, en la Universidad de la Habana; en 1863 pasó a ocupar la de Zoología, Botánica y Mineralogía con nociones de Geología; en 1882, a petición propia, quedó solo a cargo de la disciplina Zoografía de vertebrados vivientes y fósiles, hasta el día de su fallecimiento en plenitud de facultades.

Escribió sus propios textos para las enseñanzas primaria y secundaria y elaboró guías de contenido e índices de la universitaria, así como obras de divulgación, entre otros libros:

-Fue autor de Compendio de geografía de la isla de Cuba (1836) (1), la primera obra de su tipo en el país durante muchos años (19 ediciones hasta 1860), la cual iba mejorando didácticamente y actualizando contenidos, al agotarse cada impresión. La octava edición (1848) incluyó un Atlas de 28 mapas litografiados para las escuelas primarias, el primero de su tipo impreso en Cuba, elaborado por su hijo Andrés Poey Aguirre (1825-1919). La siguiente (1849) apareció con un compendio sobre la geografía antigua, mientras que la número 15 pasa a llamarse Geografía física y política de la Isla de Cuba (2).

-Cartilla Geográfica (1839, 1855) para la enseñanza primaria.

-Compendio de Geografía Moderna para los colegios y escuelas secundarias, 1840. (3)

-Curso de Zoología, 1843.

-Curso elemental de mineralogía, con apéndice Consideraciones ortográficas  (tres ediciones 1872, 1878 y 1883).

Su obra cumbre Ictiología Cubana o Historia natural de los peces de Cuba (manuscrita) contiene el estudio de 758 especies de peces cubanos (125 nuevas para la ciencia), con detallada descripción de cada una de ellas y representadas por mil 300 individuos de todas las edades y otras muestras de escamas, esqueletos completos, medio esqueletos, vísceras completas, cabezas y aletas. (80 páginas de texto y 10 tomos de atlas). Fue enviada en barco a Holanda, el 25 de febrero de 1883.

En homenaje al bicentenario del gran sabio cubano la Editorial Academia publicó Felipe Poey Estudio Biográfico, La Habana, 1999, y la Universidad de la Habana su Ictiología Cubana, en dos volúmenes (mil 502 páginas y 976 páginas) y un atlas con 572 ilustraciones realizadas a mano por Don Felipe Poey y Aloy.

Pertenece a la Colección Clásicos del Pensamiento Cubano realizada por investigadores de la Casa de Altos estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana, incluida también en la Biblioteca Digital Cubana (http://bdigital.bnjm.cu/).

Otras obras:

-Centuria de lepidópteros de la Isla de Cuba (Paris, 1832), primer trabajo sobre las mariposas cubanas, nuevas o poco conocidas.

-Revista zoológica de la Isla de Cuba (El Artista, La Habana, 1849), que introdujo en varios números de esta publicación capitalina.

-Memorias sobre la Historia Natural de la isla de Cuba (Volumen I, 1851 y Vol. II, 1856-1858).

-Repertorio físico-natural de la Isla de Cuba (Tomo I, 1865-1866; Tomo II, 1866-1866), contenía también colaboraciones de científicos de Cuba y el extranjero.

-Obras Literarias, 1888. Compilación de sus trabajos, en prosa y versos, dispersos en periódicos y revistas, que calificó de “un arte de lujo cultivado las más veces por puro pasatiempo”. (4)  Sus primeros versos son de 1824, publicados en 1834 en la Revista Bimestre Cubana.

Al respecto incluimos la siguiente valoración especializada: “Si en los textos científicos de Felipe Poey, especialmente los de geografía e historia natural, se perciben sus dotes artísticas en las descripciones de la naturaleza y costumbres cubanas, en los escritos propiamente literarios, en prosa o verso, se descubre la pupila del científico capaz de captar las variadas cualidades de nuestro paisaje, que plasma con una expresión no despojada de rasgos neoclásicos”. (5)

Notas:

Poey Felipe. Compendio de geografía de la isla de Cuba. Parte I Topografía. Imprenta del Gobierno y Capitanía General de S.M., La Habana, 1836; dedicada al maestro de los maestros, su amigo Luz y Caballero.

Poey Felipe. Geografía física y política de la Isla de Cuba. Imprenta y papelería de Barcina, La Habana, 15ta edn.

Poey Felipe. Compendio de Geografía Moderna para los colegios y escuelas secundarias. Imprenta del Gobierno y Capitanía General de S.M., La Habana, 1840.

Poey Felipe. Obras Literarias. La Propaganda Literaria, La Habana, 1888.

Historia de la literatura cubana. Tomo I (Página 345). Editorial Letras Cubanas, 2005.

FELIPE POEY ALOY (1799-1891)

Profesor de varias disciplinas más de 50 años, eminente naturalista e ictiólogo de fama internacional Felipe Poey nació en La Habana el 26 de mayo de 1799, hijo del francés Juan Andrés Poey Lacase y de la criolla (cubana) María del Rosario Aloy Rivera. Trabajó hasta su fallecimiento, el 28 de enero de 1891, en su casa de la calle Prado, y velado en la Universidad de la Habana donde años después fueron llevados sus restos en una pequeña urna.

Fundó en 1839 el Museo de Historia Natural y dejó una importante obra científica. Era Profesor universitario desde 1842, luego decano de la Facultad de Ciencias y, por sus muchos años de docencia, distinguido como Catedrático de Término.

Su estudio de varias décadas Ictiología cubana, recibió Medalla de Oro y  Diploma de Honor en la Exposición Internacional de Amsterdam, en 1883; depositado el manuscrito en la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Madrid, la obra permaneció más de un siglo inédita; fue publicada íntegramente en Cuba, en el año 2000.

Colaboró como divulgador científico y literario, con traducciones y artículos propios, en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras, entre ellas: El Plantel, el Faro Industrial, El Artista, Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, Revista de La Habana, La Luz, Revista Habanera, Ateneo, La Piragua, Floresta Cubana, El Liceo, Revista de Cuba, Revista Bimestre Cubana, El Fígaro; Anales del Liceo de Historia Natural (Nueva York) y Anales de la Sociedad Española de Historia Natural.

En Cuba fue Miembro fundador de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales (1861) y presidente de la Sociedad Antropológica (1877), también socio de mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País (1838).

Tuvo relaciones con eminentes naturalistas del mundo y perteneció a prestigiosas instituciones científicas extranjeras. Amigo de pescadores cubanos, más de una vez se apoyó en ellos; tuvo en cuenta la sabiduría popular y cuanta fuente científica o literaria consideró útil.


sábado, febrero 21, 2015

CASI BAJO CERO

En la madrugada de este jueves los termómetros marcaron una temperatura mínima de 1,0 grado Celsius en Unión de Reyes. En localidades del interior de gran parte del país —esencialmente del occidente y centro—, los valores fueron inferiores a los diez grados

Por Yuniel Labacena Romero (Juventud Rebelde)
 
Quienes viven en Unión de Reyes, en la provincia de Matanzas, estuvieron en la madrugada de este jueves casi bajo cero. Los termómetros de la estación meteorológica marcaron una temperatura mínima de 1,0 grado Celsius.

Según una nota informativa  del Instituto de Meteorología, lo ocurrido constituye un récord de temperatura mínima para el mes de febrero en la estación meteorológica local (el anterior era de 2,5 grados Celsius y fue reportado el 18 de febrero de 1996) e igualó el récord absoluto, que databa del 21 de enero de 1971.

Pero no solo los matanceros sintieron las bajas temperaturas, en localidades del interior de gran parte del país —esencialmente del occidente y centro—, los valores  fueron inferiores a los diez grados Celsius. En el resto del territorio nacional las temperaturas mínimas estuvieron entre 11 y 15 grados Celsius, superiores en zonas costeras.

En La Habana, según la estación meteorológica de Casablanca, se reportó una temperatura mínima de 14,6 grados Celsius, nada comparable con lo ocurrido, por ejemplo, en Indio Hatuey (Matanzas), Aguada de Pasajeros (Cienfuegos) o Jovellanos (también en Matanzas), donde hubo 3,6; 4,9 y 5,0 grados Celsius, respectivamente.

La razón de tener otra madrugada notablemente «helada» estuvo originada por la fuerte influencia de una masa de aire fría y muy seca de origen ártico, en combinación con la poca nubosidad en zonas del interior de las regiones occidental y central, que favorecieron los procesos de irradiación nocturna.

La madrugada de este sábado se pronosticaba notablemente fría en el interior del occidente y centro, con temperaturas mínimas entre nueve y 13 grados Celsius, y entre 13 y 16 en el resto del país. La evolución debe ser a un aumento de las temperaturas.

miércoles, febrero 18, 2015

METEOROLOGÍA, UN VÍNCULO MUTUAMENTE VENTAJOSO

El hecho de estar amenazados por idén­ticos peligros naturales ha sido clave en el mantenimiento de sistemáticos intercambios entre los meteorólogos de ambos países


Por Orfilio Peláez (Granma)

 Foto: Cortesía del entrevistado
Pese al clima de confrontación predominante entre Cuba y Estados Unidos  por más de cinco décadas (las relaciones diplomáticas las rompió el gobierno norteño en enero de 1961), la meteorología es uno de los campos donde los intercambios bilaterales jamás se interrumpieron, ni siquiera en los momentos de máxima tensión.

Como bien refiere a Granma el doctor José Rubiera, jefe del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, la atmósfera no reconoce fronteras y un huracán que se dirija desde nuestro país hacia el sur de la Florida o la costa norteamericana del golfo de México, no pide visa para entrar allí.

Igual sucede a la inversa cuando un frente frío activo precedido de líneas de tormentas eléctricas severas avanza  desde el continente en dirección a la región occidental de Cuba, aseveró.

“El hecho de estar amenazados por idénticos peligros naturales ha sido clave en el mantenimiento de sistemáticos intercambios entre los meteorólogos de ambos países, incluso en etapas históricas  bastante alejadas de la actual”.

Rubiera mencionó al respecto lo sucedido en septiembre de 1900, cuando un huracán cruzó de oriente a occidente  sobre nosotros, y al salir al mar por el litoral norte, los especialistas cubanos le dijeron a los de la entonces oficina del Weather Bureau en La Habana, que el citado organismo tropical sería un grave peligro  para la costa americana del golfo.

Desafortunadamente, así sucedió y aquel  meteoro cobró celebridad imperecedera, al quedar inscrito para la historia como el huracán de Galveston, que provocó en ese lugar alrededor de 8 000 muertos y constituye hasta hoy la mayor catástrofe natural en la historia de los Estados Unidos.

También recordó las antológicas discusiones de corte científico entre el ingeniero José Carlos Millás, director del Observatorio Nacional de Cuba, y los meteorólogos estadounidenses, referidas al paso por la provincia de Pinar del Río del polémico huracán de los Cinco Días, en octubre de 1910.

Para los norteños, resaltó, los prolongados efectos de aquel notable evento natural obedecieron al cruce seguido de dos ciclones tropicales sobre un mismo lugar, criterio no compartido por Millás, quien finalmente demostró que se debieron a la denominada por él recurva en lazo de un único ciclón tropical (algo enunciado por primera vez), una peculiar y poco frecuente trayectoria descrita por algunos huracanes cuando reciben la influencia de determinados sistemas atmosféricos.

Según precisó Rubiera, buscando en los archivos del Instituto de Meteorología encontró una respetuosa carta del capitán de corbeta Luis Larragoiti Alonso (dirigía en ese momento el Observatorio Nacional), en la cual le comunicaba al jefe de Meteorología Tropical del Weather Bureau de EE.UU. todos los datos relacionados con la afectación del ciclón Flora al oriente del país en octubre de 1963, incluido un mapa con la presunta trayectoria descrita por el meteoro.

“Lo anterior ocurrió apenas un año después de la Crisis de Octubre, cuando estuvimos al borde de un ataque nuclear, y en momentos en que las tensiones con Estados Unidos se encontraban en un punto crítico”.

Esta información resultó de suma utilidad para ellos a la hora de investigar y calcular el verdadero y sinuoso recorrido del fenómeno, que ocasionó en esa parte del territorio nacional alrededor de 1 157 muertos, y destruyó casi en su totalidad la infraestructura de comunicaciones telefónicas y viales.

“Realmente a lo largo de las últimas cinco décadas y más allá de  los conflictos entre los dos países, hemos mantenido una relación cordial, amistosa, y de respeto con los me­teorólogos norteamericanos, dentro del mar­co del Comité de Huracanes de la IV Región de la Organización Meteorológica Mundial (OMM)”, enfatizó el doctor José Rubiera.

“Frente a la amenaza de cualquier huracán u otro evento peligroso, intercambiamos información, hablamos por teléfono y coordinamos las alertas a emitir. Ponemos a la disposición de ellos las observaciones de nuestras estaciones y radares meteorológicos, en tanto el gobierno cubano siempre otorga el permiso requerido para que los aviones cazahuracanes vuelen sobre Cuba, el cual se solicita previamente por los canales correspondientes”. A su vez, para nosotros es sumamente beneficiosa la información recopilada por esos aviones y la referida a los modelos de pronósticos de huracanes que aplican los expertos estadounidenses, destacó.

“En diferentes ocasiones sus especialistas han visitado el Instituto de Meteorología y participado en eventos científicos celebrados aquí, mientras los nuestros asistieron a cursos de capacitación en la sede del Centro Nacional de Huracanes (CNH), de Miami, además de estar presentes en congresos efectuados en EE.UU.”.

Sin embargo, resaltó Rubiera, el mante­nimiento del vigente bloqueo económico, comercial y financiero por más de 50 años ha  impedido la adquisición de piezas y equipos para nuestras estaciones meteorológicas en el mercado norteamericano, y el acceso a tecnologías más modernas en la recepción de imágenes satelitales.

“Algo similar sucedió con la red nacional de radares, cuyo mantenimiento en plenas condiciones operativas durante tantos años y posterior  automatización, solo pudo lograrse gracias a la tenacidad y al ingenio creativo de los especialistas y técnicos del Centro Nacional de Radares, ubicado en la provincia de Camagüey”.

Para Rubiera la voluntad expresada de ambos gobiernos de avanzar hacia una normalización de los vínculos bilaterales, abriría la posibilidad de emprender proyectos conjuntos de investigación en esta disciplina científica, y fortalecer nuestra infraestructura tecnológica.

“De contar Cuba con mejores y más seguros sistemas de comunicación meteorológica, nuestros datos llegarían a ellos de manera más rápida, lo cual beneficiaría la eficiencia y confiabilidad de los pronósticos de huracanes. Como expresé anteriormente, ciclón que impacta el sur de Estados Unidos casi siempre pasa primero por Cuba. Se trata entonces de lograr una mayor seguridad para la preservación de vidas humanas en los dos países y mejorar el trabajo operativo”, afirmó.

Tal punto de vista es compartido igualmente por personalidades vinculadas a la meteorología y al enfrentamiento a desastres naturales en el país norteño. Baste señalar que en declaraciones ofrecidas a Granma por Lixión Ávila, especialista principal del CNH, este dijo que somos naciones vecinas expuestas al acecho de los huracanes, por tanto el flujo mutuo de información garantiza una mayor protección de nuestras poblaciones frente a esas contingencias.

Asimismo, el alto oficial retirado Russel Honoré, quien comandó las acciones de ayuda militar en Nueva Orleans cuando el azote del huracán Katrina en el 2005, ha dicho a medios de prensa de su país que Cuba puede ofrecer lecciones a Estados Unidos en la batalla para enfrentar los ciclones tropicales. “Podríamos aprender de ellos, hacen un excelente trabajo en la prevención y enfrentamiento de los daños causados por los ciclones”.

jueves, noviembre 20, 2014

LEGITIMIDADES Y BICHONES HABANEROS

En 1989 la Federación Cinológica Internacional le retiró a Cuba el patrimonio de su única raza genuina, el Bichón Habanero. Desde entonces sus defensores trabajan por recuperar el reconocimiento perdido. Esos y otros perros serán presentados en la Exposición Internacional Canina Circuito de Otoño, que desde hoy y hasta el domingo se desarrollará en áreas del Parque Metropolitano de La Habana

Por René A. Castaño Salazar (Granma)

Para algunas personas que no están familiarizadas con el ambiente canino los bichones habaneros son unos perros poco conocidos. Los pequeños animales de compañía, que constituyen la única raza oriunda de Cuba, desde las últimas décadas del pasado siglo han sido un tema polémico dentro y fuera del territorio nacional.

Pero narrar esta historia desde el principio implica comenzar por los primeros siglos de la conquista, cuando los colonos españoles y los marineros de medio mundo que pasaban por el puerto de La Habana traían en las bodegas de los barcos no solo mercancías y elementos de cada cultura, sino también sus perros.

Así llegaron los bichones europeos (perros lanudos), los perros de agua españoles, mastines y sabuesos, entre otros. Con el cursar de los años, ya por el siglo XVIII, los efectos del clima, la alimentación, el cruce de razas similares y el interés de la aristocracia criolla por los animales de compañía lograron un nuevo tipo de bichón, más pequeño, de color blanco y pelo sedoso bautizado por los historiadores como el Blanquito de La Habana.

Según narra la escritora Zoila Portuondo en su libro El Bichón Habanero, las primeras evidencias sólidas que existen en Cuba del Blanquito de la Habana (ancestro del actual bichón cubano) datan de finales del siglo XVIII, una de ellas se encuentra en el cuadro Retrato de una joven, de Vicente Escobar, fechado en 1797.

Pero fue en los primeros años del siglo XIX, cuando llegaron a Cuba los franceses que huían de la revolución en Haití, que entraron al territorio nacional sus poodles o caniches, animales que por aquellos tiempos tenían ciertas similitudes con los bichones. Al parecer, los criadores cubanos atraídos por las semejanzas, mezclaron al Blanquito con los recién llegados y del “experimento” surgió un nuevo perro: el actual bichón habanero. Más grande que el Blanquito, de largo pelo ondulado y de cualquier color, aunque algunos especialistas cuentan que los primeros fueron negro y tabaco, de ahí el nombre de Habanés, como también se le nombra en algunas bibliografías.

Con los años el Blanquito se extinguió y la nueva especie se tornó el perro predilecto de la aristocracia nacional hasta los comienzos del siglo XX, cuando las influencias estadounidenses hicieron eco en el país e irrumpieron con fuerza otras razas como el Chihuahua, el spitz o el pequinés, comenta Portuondo en su libro. “Así el Bichón Habanero pasa de las faldas de la burguesía al portal popular”.

UN SIGLO MUY LARGO

Preservado por unas pocas familias y olvidado por muchas ante el empuje foráneo, el bichón fue excluido de los concursos y del ámbito cinológico cubano. Al triunfo de la Revolución en enero de 1959, algunas de las familias que lo conservaban abandonan el país rumbo a Estados Unidos y con ellos llevan a sus perros. Allí algunos criadores retomarían su reproducción pocos años después.

En 1963 la Federación Cinológica Internacional (FCI), de la que Cuba era miembro desde décadas anteriores, aprueba el estándar del Bichón Habanero —descripción en detalle de la constitución física y temperamental representativa de cada raza, información vital para el trabajo de jueces y criadores—, algo que en el país no se conoció por haberse perdido el contacto con dicha Federación.

Es en los años 80, debido al interés de los amantes del mundo canino, cuando surgen los primeros clubes de razas y en 1987 se crea la Federación Cinológica de Cuba (FCC), año en el que también nuestro país es nuevamente aceptado en la FCI.

Debido a que a cada país se le reconoce el origen de sus razas y que desde el nuestro durante muchos años no llegaron noticias acerca del Bichón, en 1989 la FCI le retira a Cuba el patrimonio de su única raza.

En 1991 un grupo de criadores crea el Club del Bichón habanero. Decididos a rescatar la raza localizaron a los ejemplares más típicos existentes en la nación y con ellos establecieron un programa genético para restaurarla y garantizar su futuro desarrollo.

PRESENTE Y FUTURO

Aunque hay bichones diseminados en varias provincias la mayoría están concentrados en la capital. Hoy el Club cuenta con 1 080 perros inscritos en el Libro Genealógico, comenta a Granma Evelio Fernández Hernández, actual Presidente del Club del Bichón Habanero. “De esa cifra hay cierta cantidad que son Campeones Cubanos, Campeón Internacional de Belleza, Gran Campeón Cubano, de España y México, entre otras nacionalidades”.

El Bichón Habanero está diseminado por todo el mundo, es una raza muy popular. En el American Kennel Club está registrado como una raza de origen cubano. La FCI pone a Cuba como país de desarrollo, pero no del origen de la raza, alega Fernández.

Para recuperar el patronato de la raza nos preparamos para el Campeonato Panamericano del 2015. A ese evento vendrían jueces internacionales de reconocido prestigio como el boricua Rafael de Santiago, Presidente de la FCI. Ahí presentaremos un gran volumen de ejemplares así como el material recopilado en los últimos años para demostrar su existencia y procedencia insular.

“Hay un estándar que hizo el club cubano en 1997 (cada país que tiene una raza autóctona hace el suyo), avalado por los ministerios de la Agricultura y Justicia. En la competencia se le entregará dicho documento a cada juez para que los perros sean juzgados según nuestros patrones”.

La devolución a Cuba del patrimonio del Bichón habanero es una asignatura pendiente para la FCC. El trabajo para lograrlo continúa.

domingo, septiembre 14, 2014

ÍCONO DE LAS CIENCIAS NATURALES EN CUBA


El doctor Carlos de la Torre y de la Huerta hizo notables aportes en ese campo y gozó de un amplio reconocimiento internacional, que incluyó ser el primer latinoamericano en recibir un Doctorado honorario de la Universidad de Harvard

Por Orfilio Peláez (Granma)

Nacido en Matanzas el 15 de mayo de 1858, el eminente investigador y profesor universitario Carlos de la Torre y de la Huerta figura dentro de la relación de los más renombrados científicos cubanos de cualquier época.

Tras abandonar su ciudad natal al ser clausurado el centro escolar donde cursaba el bachillerato, continuó los estudios correspondientes al mencionado nivel en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, graduándose en 1874.

Ese año ingresa en el curso preparatorio de Medicina de la Universidad de La Habana, el cual termina con notas sobresalientes. Durante esta etapa conoce al renombrado catedrático de Zoología y Mineralogía, Felipe Poey y Aloy, quien ejercería sobre él una marcada influencia en su vocación por el conocimiento.

Como refleja el libro Cien figuras de la ciencia cubana, escrito por un colectivo de autores encabezado por el Doctor en Ciencias Históricas Rolando García Blanco, pronto realiza las primeras incursiones en lo que a la postre sería su definitiva profesión, la Malacología (el estudio de los moluscos) dejando atrás el propósito inicial de hacerse médico.

Incluso, en 1876 sufre de fiebre palúdica durante una expedición en busca de caracoles terrestres y regresa a Matanzas. Allí trabaja de profesor del Colegio San Carlos, fundado por su padre.

Cuatro años más tarde obtiene por oposición la plaza de Ayudante Preparador de Física y Química y Conservador del Museo de Historia Natural. Luego entra en la Universidad de La Habana a fin de obtener la licenciatura en Ciencias, la que logra con notas sobresalientes, además de alcanzar el premio extraordinario con Matrícula de Honor, para realizar el doctorado en la Universidad Central de Madrid.

En España defiende exitosamente la tesis Distribución geográfica de los moluscos terrestres de la isla de Cuba, en sus relaciones con las tierras vecinas, paso que le hace acreedor del título de Doctor en Ciencias Naturales.

HALLAZGOS NOTABLES

Según aparece en la obra Historia de la Ciencia y la Tecnología en Cuba, uno de los descubrimientos más significativos de Carlos de la Torre fue el haber encontrado en el Valle de Viñales restos petrificados de caracoles de un molusco marino que ya no existe sobre la Tierra, pero fue muy abundante hace unos 150 millones de años.

Así, reseña la publicación, De la Torre pudo demostrar que en el archipiélago cubano se conservaban terrenos de esa etapa (por entonces sumergidos bajo el mar), que tenían por lo menos la citada edad cuando el planeta estaba inmerso en el llamado periodo Jurásico.

Especialistas del tema consultados por Granma coinciden en mencionar dentro de sus notables aportes a las ciencias naturales el hallazgo a principios del siglo XX en áreas próximas a los baños de Ciego Montero, de restos fósiles del Megalocnus rodens, conocido comúnmente como perezoso gigante.

Llegado a las Antillas desde América del Sur hace alrededor de 30 millones de años, se caracterizaba por ser un animal corpulento que se estima podía alcanzar unos 1,5 metros de largo y 200 kilogramos de peso, parecido a un oso pardo adulto. Poseía potentes extremidades, provistas de garras largas y rectas.

Hoy en el mundo solo existen dos esqueletos completos y montados de la mencionada especie ya extinguida, uno de ellos en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, mientras el otro pertenece a los fondos del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba. Recientemente este último fue exhibido en esa propia entidad perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

De la Torre describió también numerosas especies nuevas de moluscos cubanos y dejó una gran colección de caracoles considerada la más completa conocida en el país. En opinión de no pocos expertos fue un verdadero erudito en el campo de la Malacología.

Asimismo, tuvo la iniciativa de fundar en 1913 la Sociedad Cubana de Historia Natural Felipe Poey, de quien fuera su discípulo predilecto. Al acto de constitución asistieron el médico Arístides Mestre Hevia, el botánico Juan Tomás Roig, y el prestigioso galeno y antropólogo Luis Montané Dardé.

Más allá de desempeñar una fructífera labor en el campo de la Geología (hizo importantes observaciones dirigidas a determinar la edad geológica de Cuba), Paleontología, Zoología y otras disciplinas, a Carlos de la Torre se le incluye en la relación de fundadores de la ciencia pedagógica cubana, junto a Alfredo M. Aguayo, Nicolás Heredia y otras personalidades.

Llegó a ser Decano de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana, y rector del alto centro docente en 1921. Su actitud de enfrentamiento a la dictadura de Gerardo Machado y el manifiesto que escribió en 1930 a los graduados de ese recinto incitándolos a enfrentarse al tiránico gobierno, motivaron que se viera obligado a abandonar el país.

Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Ha­bana, en la cual mereció la condición de Socio de Mérito, así como de la Sociedad Española de Historia Natural, la Academia de Ciencias de Filadelfia, la Sociedad de Malacología de Londres, el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, de la Sociedad de Historia Natural de México, la Academia Chilena de Ciencias Naturales. Ocupó igualmente la presidencia de la Unión Americana de Malacología.

Por sus méritos científicos recibió numerosas distinciones, entre ellas el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Harvard en 1912, primer latinoamericano en recibirlo, y de la Universidad Friedrich Schiller, de Alemania, en 1938.

Carlos de la Torre y de la Huerta falleció en La Habana el 19 de febrero de 1950, dejando un valioso legado para las nuevas generaciones de investigadores cubanos. Divulgarlo es honrar su obra.