Lecuona es un símbolo de la cultura cubana
Por Luis Hernández Serrano (Juventud Rebelde)
Se siente orgulloso de ser el sobrino de Ernesto Lecuona, lo que le dio la oportunidad de ver en su humilde casa no solo al Maestro, sino a sus seguidores y admiradores más allegados. Así conoció a las grandes estrellas que su tío Ernesto descubrió o a cuya formación ayudó.
Asegura que esas mismas estrellas de la música y del teatro cubano lo han reconocido públicamente: desde Esther Borja —la Damisela encantadora, como Lecuona mismo la llamaba—, hasta Benny Moré. También lo han hecho figuras internacionales como Pedro Vargas, quien se inició en La Habana con la Estudiantina del propio Lecuona.
Toda esta actividad artística fue parte esencial de la adolescencia y la formación de Rafael A. Lecuona, con quien tuvimos un diálogo singular por correo electrónico, tras recibir un mensaje suyo desde Estados Unidos después de que leyera en nuestro diario digital una entrevista a Esther Borja donde la artista habló de Ernesto Lecuona.
Rafael se jubiló como Profesor Emérito de la Universidad Internacional de Texas, en ese estado norteamericano, donde reside desde principios de la década de 1950, y desde allí sostuvo este diálogo cibernético con JR, en el que habló de sus investigaciones sobre la familia Lecuona en general, y en particular en torno a sus abuelos Ernesto Lecuona Ramos y Elisa Casado Bernal, y de su famoso tío, cuya historia admira profundamente.
«Recientemente viajé con mi hijo Miguel a Islas Canarias, donde pude continuar investigando y recopilando datos sobre mi abuelo. Mi apellido mismo, Lecuona, era constantemente relacionado con el de mi tío por parte de padre, el mundialmente conocido compositor y pianista, gloria de Cuba, Ernesto Lecuona Casado, conocido sencillamente como Lecuona o el maestro Lecuona».
Su papá, Fernando Lecuona Casado, hermano del célebre músico cubano, era escritor, y colaboró en varias obras teatrales y musicales del maestro Lecuona, con quien trabajaba todos los veranos cuando este presentaba sus famosas temporadas en los teatros habaneros La Comedia y Martí.
A todas ellas asistía Rafael con sus padres y hermanos, al igual que a los conciertos y a las funciones especiales, ofrecidos en el Teatro Nacional por el gran maestro, incluyendo los extraordinarios ballets de Alicia Alonso.
ORGULLOSO DE SER SU SOBRINO
«Tengo que admitir que mis años de estudiante en los Estados Unidos fueron de gran valor, después ejercí mi carrera como profesor y fundador de la que hoy en día se conoce como Texas A&M International University, en Laredo.
«A partir de mi jubilación he dedicado mi vida a escribir y llevar a cabo trabajos de investigación de carácter académico y personal. A finales de 2004, terminé de traducir al Inglés el libro Ernesto Lecuona, su genio y su música, del licenciado José M. Castellanos, de Tenerife, Islas Canarias, y de José Fernández Fernández, historiador cubano. El texto ha sido muy bien acogido en Estados Unidos».
En marzo pasado viajó con su hijo Miguel a Santa Cruz de Tenerife, donde ha estado indagando arduamente por datos y detalles acerca de las huellas dejadas allí por su abuelo paterno, Ernesto Lecuona Ramos, nacido y fallecido en esa tierra española, donde, por fatal coincidencia, murió su genial y admirado tío.
«Hace varias semanas fue muy emocionante para mí escuchar la voz clara y aún cristalina de Esther Borja.
«Al preguntarle si sabía quién le hablaba, cariñosamente me respondió enseguida: “¡Seguro que sé: ¡Rafael, el hijo de Fernando, el hermano de Lecuona!”. No fue remisa en proporcionarme, recordando con amor a los míos, importantes elementos históricos sobre mis familiares y especialmente acerca del maestro Lecuona, a quien tanto quiso y recuerda.
«Espero terminar pronto esta búsqueda en torno a las raíces de los Lecuona de Cuba, que son de origen vasco y canario, para concluir mi propio texto sobre la vida del más famoso compositor y pianista cubano y a la vez acerca de la época de 1895 en que nació y vivió en la Isla sus primeros años: durante la Guerra de Independencia de Cuba».
Toda la actividad artística que disfrutó junto a su tío en Cuba fue para él, según argumenta, parte esencial de su adolescencia. Y desde entonces la música y el teatro fueron cruciales para su formación posterior como gimnasta, al reflejarse en los movimientos o estilos que utilizaba, más europeos que americanos, como enfatiza bien, en la práctica del deporte al que tanto debe en su peregrinar por la vida.
Nuestro entrevistado guarda con amor y nostalgia sus recuerdos de Cuba, donde nació en la calle San Bernardino, en Santos Suárez, La Habana, el 2 de junio de 1928.
«Mamá decía que cuando yo nací la economía de Cuba se vino abajo. Pero nos arreglamos para llevar una vida modesta en Santos Suárez, en Lawton, luego en Luyanó, después en Reina y Rayo —ya en el centro de La Habana— y finalmente en Prado y Colón.
«En resumen, puedo considerar mi niñez como un gran período de aprendizaje y preparación para la vida. Sobre todo porque tuvo lugar durante años de inestabilidad política, que incluía la dictadura de Machado, golpes militares, intervenciones americanas y presidentes títeres, en una sociedad donde la lucha por la vida era una constante del individuo en medio de las vicisitudes de la adolescencia y la juventud. Después entró mi tío en mi vida para siempre, un símbolo de la cultura
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