Nicolás Guillén, el periodista
Por Leonardo Depestre Catony (Cuba Literaria)
En sus memorias, léase Páginas Vueltas, contaba Nicolás Guillén el siguiente pasaje: "No solo en la poesías -es decir, como poeta-, sino también como periodista, me favorecía el hecho de haber nacido yo puede decirse que en una imprenta, porque mi padre tenía una, y en ella discurrió mi niñez..."
Y es que la popularidad y trascendencia de la obra poética de don Nicolás -permítasenos llamarlo así, como solo se hace aquí con los patriarcas, ¡y él lo fue de las letras!- suele dejar en el olvido esta otra arista suya en la que también sentó pautas de buen decir, amenidad y tratamiento honesto de los asuntos de la actualidad cubana.
Un libro ya clásico, Prosa de Prisa, en cualesquiera de sus versiones -la más completa, de tres tomos, o la condensada, de solo uno, ambas selecciones a cargo de Ángel Augier- nos da la medida del quehacer de Guillén como periodista a lo largo de medio siglo. Pero a cuanto escribió, que es indispensable leer, vale adscribir algunos datos de su currículum personal. En la década del 20 realiza trabajos de corrector de pruebas y, después, como redactor del periódico El Camagüeyano.
"Tratábase -cuenta Guillén- de un diario perfectamente conservador, con todas las características de la prensa provinciana, pero superadas en cierto modo por una factura técnica que, sin llegar a la de los grandes rotativos habaneros, andaba muy cerca de sus émulos de mayor envergadura".
Si los pinitos literarios transcurren en el natal Camagüey, es en La Habana de 1928 donde comienza a colaborar en el muy selectivo y conservador Diario de La Marina que, no obstante, tiene en su redacción intelectuales preocupados por diversificar el panorama cultural y abre un espacio al talentoso escritor mulato.
En la sección dominical "Ideales de una Raza" se publican los poemas de sus Motivos de Son, pero además otros textos periodísticos. Uno de ellos, "Conversación con Langston Hughes", puede aún consultarse en la edición del Diario de La Marina del 9 de marzo de 1930. Es un artículo antológico e invitamos al lector a valorar por sí mismo la agudeza del estilo: "Parece justamente un mulatico cubano. Uno de esos mulaticos intrascendentes, que estudian una carrera en la Universidad Nacional y se pasan la vida organizando pequeñas fiestas familiares a dos pesos el billete. Sin embargo, detrás alienta uno de los espíritus más sinceramente interesados en las cosas de la raza negra, y un poeta personalísimo, sin más preocupación que la de observar su gente para traducirla, darla a conocer y hacerla amar".
Es de nuevo Guillén quien recuerda, también de 1930, la tan significativa visita de Federico García Lorca. Se vieron solo dos o tres veces, suficiente para una anécdota de la cual participó José Antonio Fernández de Castro. Ocurre ante una botella de ron, en el domicilio de una amiga de este último.
Cuenta Guillén en sus memorias: "Lorca tomó el pequeño vaso en que se sirve esta bebida y durante algún tiempo se mantuvo sin apurarla. Su goce consistía en poner el cristal a la altura de los ojos y mirar a través de la dorada bebida: Esto se llama -decía- ver la vida color de ron..., y se burlaba con mucha gracia y talento del viejo Campoamor".
Si bien le acompaña ya un cierto renombre -hasta don Miguel de Unamuno le escribe en 1932 para decirle que ha escuchado de él en labios de Lorca, al tiempo que le confiesa su beneplácito por Motivos de Son- la estrechez económica no le da tregua.
Colabora en el diario El Mundo, trabaja de redactor en el periódico Información, es jefe de redacción del semanario humorístico El Loco. Como muchos escritores, Guillén escribe para vivir y es a través del periodismo que lo consigue. El quehacer de Nicolás dentro de la esfera periodística es vasto, pues forma parte del equipo editor de la revista Resumen, publicada por el Partido Comunista, y desde su etapa de gestación integra el cuerpo de redacción de Mediodía, revista literaria de orientación marxista, llegando por último a ser su director.
Muy recordada es la colaboración, a partir de 1938, en el periódico Hoy, órgano del Partido Comunista. Allí Guillén ocupa por breve tiempo el cargo de Jefe de Información, en tanto sus trabajos se leen también en el semanario Bohemia e integra el equipo de editores de la revista Gaceta del Caribe.
Es cierto que por la década del 40 figura ya entre las voces más populares y reconocidas por la crítica dentro de la poesía, pero es igualmente un periodista capaz de asumir cualquier tema, aunque con preferencia aquellos de perfil político, de crítica social, de defensa de los derechos de la raza negra y, por supuesto, los culturales.
Para La Última Hora prepara su artículo "La anticultura yanqui en América Latina". El texto, suerte de opúsculo, se publica con fecha 18 de abril de 1952, en momentos de tensión mundial: la guerra fría está en su apogeo, y otra más caliente también, la de Corea. Guillén lanza un alerta contra el hegemonismo cultural que ya entonces se pretende.
"Busquémonos más cada día -propone entonces en palabras que conservan plena vigencia-, que es el mejor modo de encontrarnos. Ello, sin rechazar cuanto coincida limpiamente con nuestra idiosincrasia, con nuestro espíritu, con nuestra cultura, pero oponiendo una muralla de pechos implacables a lo que pueda desnaturalizar la esencia de nuestro ser".
Si el período prerrevolucionario es en Guillén de periodismo combatiente -consúltese su biografía para conocer cuántas veces fue detenido y peligró su vida-, a partir de 1959 pone su pluma al servicio de la prensa revolucionaria. En Hoy reanuda sus colaboraciones.
Deviene Poeta Nacional, es presidente fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde la cual realiza una ingente labor editorial. Transita el espectro completo del quehacer en la prensa: su estreno laboral es como tipógrafo en la imprenta paterna, luego será corrector, redactor, jefe de redacción, editor y director de publicaciones.
Los que ejercemos el oficio conocemos que ese empedrado camino no es nada fácil recorrerlo íntegro y mucho menos llegar airoso hasta el fin. Cuando se otorga por vez primera el Premio Nacional de Literatura en 1983 y el importante galardón recae sobre su persona, se está reconociendo la obra de toda una vida, en la que junto a la poesía ocupa espacio destacado el quehacer periodístico (crónica, artículo, entrevista, comentario, reportaje) de un genuino artesano de las letras.
Prosa de Prisa y Páginas Vueltas (Memorias) son un ejemplo de cuanto hemos expuesto. Quedan, sin embargo, otros muchos trabajos dispersos en revistas y periódicos tanto nacionales como extranjeros -en español y veces traducidos a otras lenguas-, cuya recopilación nos dará una medida más exacta del estilo ameno, conciso y de irrenunciable compromiso social del periodista Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional.
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