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viernes, marzo 14, 2008

MARGARITA DIAZ, LA VOZ DE ORO DEL CARIBE

Por Antonieta César (Trabajadores)

Margarita Díaz González, la extraordinaria cantante que paseó el arte y la gracia cubana por el mundo, acaba de fallecer el día 30 de diciembre del 2007 a los 90 años de edad. La escueta nota no puede opacar el paso de alguien que llegó a ser tan sobresaliente, descubierta por Ernesto Lecuona, mimada por reinas e idolatrada por públicos de conocedoras plazas en numerosos países.

Nacida el 3 de febrero de 1917 en Guanajay, municipio entonces de la provincia de Pinar del Río; allí realizó sus primeros estudios de teoría, solfeo y piano. Llegó a ser afamada soprano lírica, y sus comienzos están comprobados a los 14 años, en el Teatro Vicente Mora de su localidad natal. En ese debut interpretó la Serenata de Schubert, Estrellita; de Ponce, la Serenata Rimpianto, y Mírame así, de Eduardo Sánchez de Fuentes.

Aunque no olvidó a sus profesores guanajayenses Eduardo Goicochea y César Cuenca, tuvo muy presente que las técnicas de canto se las impartieron los italianos Tina Farelli y Alberto Bovi, en el Vedado. También dio clases con Juan González Rubiera en el Conservatorio de La Habana, y con el gran cantante clásico Rentería, director de la capilla de la Catedral capitalina.

UNA BELLA MUJER DE TEZ MESTIZA

Esta bella mujer de tez mestiza – prima de otra grande del canto, Zoila Gálvez – viajó por más de 20 países, buena parte de ellos en América, toda Europa, el Oriente Medio y África. Siempre estuvo orgullosa de su terruño y, aunque fijó residencia en Barcelona, Amberes y Atenas, su casa en nuestra capital radicó en la popular barriada del Cerro.

Se preciaba de haber sido amiga personal de Rita Montaner y del maestro Lecuona, quien al oírla cantar le prometió invitarla a uno de sus conciertos, y se cumplió el 4 de abril de 1937 en el Teatro Alcázar; así lo hacían: resaltaban las notas al programa al destacar el hecho de ser ella el último descubrimiento del genial músico y compositor.

DESDE ÓPERAS HASTA PREGONES

Margarita cantó de todo, desde óperas hasta pregones. Un día oyó decir en México que El Manisero era una obra veracruzana y saltó para dejar claro el origen cubano de la composición, nada menos que de Moisés Simons.

En entrevista al colega Luis Hernández Serrano publicada en Juventud Rebelde el 9 de septiembre del 2001, confesó que le encantaban los boleros, “que son una marca de lo cubano”. Admitió igualmente su “predilección por lo que hace Juan Almeida Bosque, desde La Lupe para acá todo”.

Quiso mucho a Vicentico Valdés, Dámaso Pérez Prado, Benny Moré e Ignacio Villa (Bola de Nieve) y no olvidaba a los compositores del filin.

MARGARITA EN ATENAS

Había cantado en Barcelona en el Cabaret Rosaleda y el Teatro Talía y después en Roma, como integrante de un homenaje a Maurice Chevalier cuando la contrataron para trabajar en Atenas. Admitió no saber qué la convirtió en una de las artistas más famosas de Grecia por aquellos días, si el color de su piel, la pasión que ponía en sus actuaciones o por ser la única cantante extranjera que interpretó en el propio idioma de ese país sus más gustados números folclóricos; pero lo cierto es que la reina Federica le tomó aprecio, e igualmente su hija, la actual reina de España, Sofía, y ambas la distinguieron sobremanera.

UNA CINEASTA GRIEGA

El conocimiento de este afectuoso tratamiento motivó a Evi Karamptsou, egresada de la Escuela de Cine existente en San Antonio de los Baños, provincia de La Habana, la realización de un documental titulado Margot sobre la vida de la artista, estrenado en coincidencia con su cumpleaños número 84, el 19 de febrero del 2001 en la Sala Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Llegada a Cuba con ese propósito, la cineasta donó los derechos del filme a la Televisión Cubana, y el embajador de Grecia en Cuba le obsequió a la artista una valiosa joya: un pasador de oro puro constituido por ramas de olivo entrelazadas, como el trofeo que se entregaba a los ganadores de las primeras olimpiadas.

LA ÚLTIMA PRESENTACIÓN EN PÚBLICO

A la gran amiga y también cantante Sara Vicente cupo organizar el último homenaje que recibiera en vida Margarita. Recuerdo esa tarde en la Sala Villena de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) el 23 de febrero del 2007, en ocasión de cumplir la estrella 90 años.

El maestro Huberal Herrera abrió la presentación con algo que integra permanentemente su repertorio: las inolvidables páginas de Lecuona; después intervino Luis Carbonell, quien dio paso a los líricos Lucy Provedo, Mario Travieso y Bernardo Lichelin, con el acompañamiento al piano de Juan Espinosa.

La cantante Ela Calvo y una nueva versión del Cuarteto las de Aida cerraron el programa, que fue calurosamente acogido por los presentes, entre los cuales ofrecía su inefable sonrisa agradecida la cantante dueña del sobrenombre La Voz de Oro del Caribe, en medio de innumerables agasajos y reconocimientos.

Era la misma mujer orgullosa de ser cubana que se paseó por el orbe y regresó a su Patria, cuando tras un malentendido en Alemania fue bajada de un tren y quedó sola en la vía férrea con su maleta y su perro San Bernardo.

Más tarde se aclaró el asunto y pretendieron que permaneciera en Europa, que abandonara a Cuba; pero se negó y comentó acerca del incidente: ¿Cómo voy a dejar para siempre el caribeño suelo de Martí y Maceo, si mi padre mambí fue coronel a sus órdenes?

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