Erase un hombre a un piano pegado
Por José Luis Estrada Betancourt (Juventud Rebelde)
Así sucede a veces, que uno no se percata del modo como se van entretejiendo las cosas en la vida. Y en el caso del notable artista cubano Ulises Hernández no están muy claros en su memoria los motivos que lo acercaron para siempre al piano, aunque recuerda dos hechos fundamentales que tuvieron lugar durante su infancia: «uno, ver a mi tía Juanita, domingo tras domingo, tocando el órgano en la Iglesia Presbiteriana de mi pueblo, Unión de Reyes; y dos, acompañar a mi hermana cuando empezó sus clases de piano (yo tenía 4 años) y mi mamá me dejaba ahí durante el tiempo de las lecciones, hasta que un buen día me dejaron tocar, y toqué de oído algo de lo que mi hermana estudiaba. Desde entonces no me he levantado del piano».
Pasó el tiempo y el muchacho se graduó en 1982 en la Facultad de Música del Instituto Superior de Arte, bajo la dirección del eminente profesor y pianista Frank Fernández. Luego vendrían cursos de maestría y postgrado con Frantisek Rauch, en Praga; con Elianne Richepin en Annecy, Francia; y con Teresita Junco en La Habana, para convertirse en uno de los imprescindibles en la historia de la música cubana. Y es que Hernández no solo es un virtuoso del instrumento, sino uno de los más celosos veladores del patrimonio musical cubano y universal. De ello dan fe dos de sus fonogramas aparecidos bajo el sello Producciones Colibrí, y que están en concurso en el venidero XI Festival Internacional Cubadisco 2007: Cinco conciertos para piano y orquesta Heitor Villa-Lobos, donde comparte protagonismo con Elvira Santiago, Harold López-Nussa, Patricio Malcolm y Roberto Urbay —todos acompañados por la Orquesta Sinfónica Nacional—; y Serenata Cubana, tríptico que no solo le permite el lucimiento a este poseedor de la Orden por la Cultura Nacional, sino también al maestro de maestros, Luis Carbonell.
Mientras que Cinco conciertos... aparece nominado en las categorías de Música Sinfónica, Grabación in situ (Julio Pulido), Documental (René Arencibia) y DVD (Abel Machado); Serenata Cubana irá por el premio también en este último rubro (Lester Hamlet), así como en los apartados de Solista Concertante, Multimedia y Notas Musicológicas (Ana Casanova).
Como si no bastara, en este evento, cuya inauguración oficial tendrá lugar el próximo domingo, a las cinco de la tarde, en la sala Roldán del Teatro Auditórium Amadeo Roldán, que estará dedicado a la música y el cine, Ulises, que ha creado la banda sonora de más de una decena de películas, llega con el álbum La edad de la peseta (ICAIC) que encontrará como contendiente a El Benny, cuya producción y dirección musical corresponden a Juan Manuel Ceruto.
—En tu labor se distingue el empeño por el rescate del patrimonio musical cubano a partir de interpretar y grabar a músicos casi olvidados (Carlos Borbolla, por ejemplo) o composiciones inéditas de Caturla, Cervantes, Lecuona... ¿Qué te ha hecho tomar esa dirección?
—Parto de un sentido de pertenencia. Afortunadamente, este es un país de música y músicos, y esta música espera por la labor del intérprete, que es siempre quien termina la tarea del compositor. Tenemos muchas y buenas obras esperando para ser oídas; ningún alemán, polaco o austriaco lo va a hacer, y yo lo siento como un gran compromiso. Siempre hay que hurgar en los grandes clásicos universales, porque ellos son la escuela —en términos formativos podríamos decir— y es un placer enorme interpretarlos. Yo me comparto un poco entre los clásicos universales y los compositores nuestros, sintiendo la urgencia de dar a conocer lo que se hace en la música cubana.
—En los últimos años has ideado varios megaproyectos (Chopin, Mozart, ahora Villa-Lobos), donde podías quedar como protagonista absoluto; sin embargo involucras a pianistas de diferentes generaciones. ¿Por qué? ¿Te ha sucedido que hayas encontrado resistencia en tus colegas?
—Cuando me refiero a los megaproyectos, como tú bien dices, en lo primero que pienso es en el público, en la necesidad de revelarles algo desconocido y hacerlo de una manera atractiva. Por supuesto, que para un pianista es muy tentador asumir la interpretación total de las obras, porque representaría un gran mérito en el currículo de uno. Pero tratándose de composiciones que ocupan tanto tiempo en su ejecución, el público las recibe mejor cuando otros intérpretes aportan diferentes puntos de vista sobre las obras de un autor, también porque las diferencias generacionales enriquecen los enfoques interpretativos, y se atraen públicos de diferentes gustos y edades. Nunca he tenido ninguna resistencia por parte de los pianistas que han compartido conmigo y creo que la clave es mi desinterés por el protagonismo. Discutimos todo entre todos, sobre la base de la igualdad. Te adelantaría que en el último proyecto que ya se materializó en concierto y estará en DVD próximamente, somos 11 pianistas, es sobre Mozart y lo realizamos en un clima estupendo.
—Generalmente, estas grandes ideas surgen en un santiamén, pero supongo que materializarlas entrañe no pocos problemas...
—Todo tipo de problemas. Los que imaginas y los que no, pero soy muy positivo y trato siempre de rodearme de amigos que generalmente trabajan por amor al arte, a veces hay pagos que realmente son más bien simbólicos, otras veces no, pero no se detiene nada. Es increíble cómo se unen músicos y técnicos cuando los motiva un proyecto; muchos somos los que queremos hacer cosas y hacerlas bien. Lo más complejo de estos proyectos ha sido la participación de otras complejidades técnicas, y en algunos casos con las más sofisticadas tecnologías de punta, ya que, aunque partimos del concierto tradicional, esto se complica después con la creación de un CD, un DVD y hasta una multimedia. Y es que hemos defendido la máxima calidad en el sonido, gracias a lo cual por primera vez logramos que las grabaciones de la música clásica en Cuba se escuchen en 5.1, que es lo más nuevo dentro del mundo sonoro digital, y también que la imagen grabada esté a nivel mundial.
—No es común que instrumentistas muy reconocidos dediquen buena parte de su tiempo a la docencia, sin embargo, tú lo haces...
—Desde que me gradué del ISA estoy dando clases. El pianista como el médico o el deportista, además del entrenamiento diario para estar en forma, necesita de la información más actualizada, conocer cómo se interpretan los clásicos, pues cada vez esto se complejiza más, y debemos saber de cualquier adelanto técnico que se haya descubierto. En mi caso, estar directamente vinculado a la enseñanza ha servido para estar al día. Es cierto que la docencia te lleva mucho tiempo que le quitas al instrumento, y esto puede repercutir en menos proyectos personales, pero quiero decirte que cuando tienes alumnos con talento, vocación y una decisión profunda por la música, no solo te reciclas, sino que los alumnos se convierten en un reto.
—La escuela pianística en Cuba (creo que así se titula un trabajo tuyo) ha ganado un respeto a escala internacional (los no pocos ganadores en concursos así lo demuestran). ¿A qué lo atribuyes?
—Es un ensayo del que solo han salido fragmentos. Yo creo que lo que empieza bien termina bien; es muy interesante ver cómo desde el siglo XIX se fue organizando en este país la enseñanza del piano y esto se hizo con mucha seriedad. Por supuesto que fueron foráneos los precursores: Federico Edelman, de origen francés, y Hubert de Blank, holandés —por citarte dos grandes pilares. Ellos se ocuparon de traer lo más avanzado sobre el piano, su literatura y la manera de enseñarlo de la época. Es muy larga y rica la historia de cómo se desarrolló el piano en Cuba hasta la actualidad.
«En la década de 1960, ya dentro de la Revolución, se organizó la enseñanza de manera más científica con la vasta experiencia de figuras como Cesar Pérez Sentenat, José Ardévol, Nilo Rodríguez, Edgardo Martín, Carmen Valdés, entre otros, quienes se ocuparon de sumar nuestro pasado a las experiencias de otras fuertes escuelas, sobre todo del campo socialista. Hoy recogemos el fruto de todas las semillas sembradas que, como te dije al principio, fueron bien plantadas, por más que en estos últimos años, me gustaría decirte, se ha descuidado mucho el huerto, pero ya este es otro tema del que me gustaría hablarte con más tiempo.
—Este año el Cubadisco está dedicado a la música y el cine, y tú has sido multipremiado por tus creaciones para películas como Sed, La ola, Pon tu pensamiento en mí y ahora La edad de la peseta. ¿Se requiere de un don especial para realizar esta labor? ¿Cuál es la receta de Ulises?
—Como cualquier trabajo que vayas a realizar en el arte, primero tiene que gustarte mucho. Empecé haciendo música para cine en 1986 y La edad de la peseta es la película número 18, y no la última, pues estoy terminando un corto y te diría que lo hago con mucha entrega; soy un cinéfilo empedernido, siempre empiezo leyéndome el guión y no me gusta que nada influya en lo que hago; compongo sin haber estudiado composición, pero con la inspiración y la disciplina ante el trabajo que me caracterizan, y siempre pensando que podría hacerlo mejor. Es muy importante una buena comunicación con el director y con el proyecto.
—Se dice que tuviste que instruir a la gran actriz española Mercedes Sampietro para esa película...
—Su personaje era una abuela que tocaba el piano y por primera vez tuve que hacer unas maquetas de las obras que ella tocaría en la película, además de orientarle dónde y cómo debían estar las manos para que fuera creíble a la hora de filmar. Esto fue un poco difícil por tratarse de alguien que no sabía tocar el instrumento, pero fue salvado por su talento artístico y fácil comprensión. Entre tú y yo, muchos de estos planos filmados no quedaron en la película, tú sabes cómo es eso de la edición final.
—Y hablando del tema, ¿cómo recuerdas la proyección especial del filme Metropoli de hace algunos años? ¿Te gustaría repetir esa experiencia?
—Sigue siendo un recuerdo grandioso, pero la partitura escrita para acompañar este importante filme es una reducción para dos pianos de una súperorquestación hecha para la película, y ha sido unas de las partituras más difíciles que yo he interpretado, además de tener que tocar pendiente cuadro a cuadro de la película, pues todo estaba sincronizado. Fue una empresa de esas en que si lo piensas dos veces no lo haces.
—En algunas ocasiones has sido miembro del Comité del Premio Cubadisco y en otras, como ahora, compites. ¿Qué importancia le concedes a un evento de esta envergadura?
—El disco es la posibilidad de perpetuar un momento de tu carrera; si existe un evento de la magnitud del Cubadisco, donde miembros del Comité del Premio, formado por prestigiosas figuras de la Cultura y la música de Cuba, eligen tu obra como para ser premiada, uno queda muy satisfecho de haber dejado una huella importante en un fonograma, y aunque yo no trabajo para ganarme un premio, reconozco lo gratificante que es cuando esto pasa. Hoy el mundo del disco marca diferentes pautas en la cultura mundial. Yo creo que en la lucha contra la globalización de nuestras culturas, el disco puede jugar un papel fundamental en defensa de los valores auténticos. Y un evento como Cubadisco, defendería entre otras muchas cosas, también eso.
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