Un cuarto de siglo del Interferón cubano
Por Raúl Menchaca (CubAhora)
El primer sorprendido fue el profesor finés Karl Cantell. En apenas un mes y medio, un pequeño grupo de científicos cubanos había logrado la producción de los primeros lotes de Interferón.
Cantell, único en el mundo que hasta esa fecha de inicios de los 80 había conseguido el preparado, sintió sorpresa pero también admiración, pues aquellos precursores habían sido sus adelantados discípulos.
Era mayo de 1981, y el Interferón cubano, logrado "a la carrera" en un laboratorio improvisado también a toda velocidad, se aplicaba con éxito para enfrentar una epidemia de dengue hemorrágico, que tuvo un sospechoso origen y cobró cientos de vidas, entre ellas de muchos niños.
Unos años antes, el Presidente Fidel Castro se había reunido en La Habana con el profesor Random Lee Clark, del Hospital Anderson, en Houston, Texas, quien vino en compañía del congresista afroestadounidense Mickey Lever, ya fallecido.
Fidel Castro, quien estaba al tanto de los últimos avances de las ciencias médicas, intercambió con los visitantes sobre el Interferón y del encuentro salió la idea de que Cuba adquiriera algunas dosis para aplicarlas en la lucha contra el cáncer.
Tras el diálogo entre el Presidente Fidel Castro, Lever y Clark, dos científicos cubanos viajaron a Texas para adquirir el medicamento, pero no pudieron hacerlo por hallarse en fase de ensayo clínico.
Quedó entonces cómo única alternativa aprender a producirlo localmente, pero para eso había que contactar con Cantell, a quien se le pidió cooperación para entrenar a investigadores cubanos, y aunque el profesor finés esperaba solo dos aprendices, aparecieron seis en Helsinki, lo que levantó dudas en el ánimo del investigador europeo.
Después del curso en la capital finesa, los cubanos regresaron a La Habana para producir concentrados leucocitarios a partir de donaciones de sangre y con tal motivo en una semana se habilitó una residencia como laboratorio.
Apenas seis semanas después de comenzar a trabajar en aquel lugar se obtuvo el primer lote para asombro de Cantell, quien lo calificó como un verdadero récord. Sin embargo, como no podían garantizarse las cantidades necesarias de sangre, hubo que recurrir a la ingeniería genética y aumentar el número de científicos dedicados a la producción del Interferón, lo que ahora se considera como el primer paso de la biotecnología en Cuba, cuyo estilo de trabajo está regido por la máxima de que "Cada hora perdida puede costar vidas humanas".
El hoy director de Ensayos Clínicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), Pedro López Saura, fue uno de aquellos seis primeros iniciadores, y recuerda que cuando los cubanos usaron el producto contra el dengue, "era la primera vez que eso ocurría en el planeta.
"El ensayo clínico se aplicó a 300 pacientes y por eso fue el más grande reportado, con resultados que solo se alcanzaron en otras naciones 20 años más tarde", afirma el científico.
En la actualidad, el sistema cubano de salud consume anualmente 350 000 dosis del medicamento, que equivalen a tres millones de unidades de Interferón Alfa, producidos en las modernas instalaciones del habanero CIGB.
Los éxitos más relevantes del Interferón cubano se reportan en el tratamiento de hepatitis B y C, solo o combinado con lamivudina y ribavirina, respectivamente. También en papilomatosis respiratoria, condilomas, conjuntivitis hemorrágica (con el colirio de Inteferón alfa) y otras enfermedades, incluidos 14 tipos de cáncer.
Ese medicamento, con el nombre comercial de Heberón Alfa R, es exportado a 31 países, pero los científicos del CIGB, que investigan con luz larga, consideran como muy atrayentes las perspectivas hasta el 2031, pues trabajan en algunas líneas de desarrollo muy novedosas, como el tratamiento de la esquizofrenia, en el cual está demostrado que reduce la aparición de los brotes en más de 30 días y disminuye la necesidad de aplicar drogas para controlar la enfermedad.
Igualmente trabajan en la búsqueda de fórmulas más efectivas o que permitan resultados con dosis muy bajas como los de vías nasales, orales o tópicas. Además, se emplean en combinaciones y asociaciones que todavía requieren mayores investigaciones y ensayos clínicos y que pueden resultar decisivos en casos de afecciones respiratorias, infecciosas, neoplásicas, alérgicas o fibróticas.
En las investigaciones actuales, los científicos cubanos tienen confianza en el futuro del Interferón Alfa número 8, cuyo mayor efecto anti-proliferativo abre una esperanza en la lucha contra el cáncer. Ellos están confiados en que para ver sus resultados no tendremos que esperar otros 25 años.
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