DOSSIER (Primera parte)
Tomado de La Joven
Cuba
El 18 de septiembre
de 2013, en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba, se desarrolló el espacio
Dialogar, dialogar, que auspicia la AHS los penúltimos miércoles de cada mes a
las 4:00pm. En esa ocasión el tema debatido fue: Economía Cubana: ¿nuevas
reglas de juego?, y contó como invitados a los doctores en ciencias económicas
Juan Triana Cordoví y Oscar Fernández Estrada, acompañados por el periodista,
especialista en temas económicos, Ariel Terrero. El panel fue moderado por el
historiador Elier Ramírez. En este dossier presentamos la trascripción íntegra
de las intervenciones de los invitados, corregidas y revisadas por los propios
autores, e incluimos un interesante trabajo del también Doctor en Ciencias
Económicas, ex ministro de Economía, José Luis Rodríguez. Esperamos que estos
materiales sean de interés de los lectores.
La agenda del
desarrollo
Dr.C. Juan Triana
Los temas los voy a
tratar en forma de pequeños mensajes. Son dos grandes temas: El proceso de
actualización, su evolución y su dinámica —de ahí no voy a decir nada, porque
de eso va a hablar Ariel Terrero—, solo voy a decir algo bien reducido. Y el
segundo tema son los problemas no resueltos de este proceso de transformación
de la economía cubana, que hemos llamado proceso de actualización.
Comienzo por el
primero de los temas. Quisiera subrayar que, desde mi perspectiva, este proceso
de transformación que tiene en esta fase de actualización su etapa actual, en
realidad su historia no comenzó en el 2010, comenzó mucho antes: en 1990. Por
tanto si queremos entender lo que está ocurriendo hoy, tenemos que de alguna
manera hacer historia, no la voy a hacer hoy aquí, pero definitivamente ha sido
un proceso largo de transformaciones que ha acompañado una crisis de la cual
nuestro país no ha salido. Llevamos más de 20 años en crisis, administrando una
crisis —lo dijo Raúl— y es algo que en algún momento tiene que terminar
definitivamente. Por eso estos temas del desarrollo son tan relevantes a la
hora de mirar a nuestro país actualmente y pensar qué es lo que debemos hacer.
Lo otro es que, como
todo proceso, es un proceso vivo, es un proceso complejo, un proceso que
involucra a toda la sociedad y a todos sus sectores y evidentemente hay un tema
que está permanente arriba de la mesa, que es esa relación entre las ideas y la
realidad y quiénes ponen los límites en esa relación. Es muy difícil en
realidad, creo que es un proceso constantemente innovador por las propias
características que tiene, por las propias características de nuestro país, por
esa triple condición de ser un país subdesarrollado, pobre y bloqueado.
Entonces esto hace que seamos innovadores.
Hasta ahí lo que yo
quería decir del proceso en general.
En cuanto a los
problemas no resueltos. Creo que hay un grupo de problemas importantes no resueltos.
Desde mi perspectiva, se puede explicar perfectamente por qué algunos de ellos
no están resueltos.
Creo que el primero
de esos problemas es la relación entre la política económica de actualización
—como lo entendemos hoy— y la economía política de la transición socialista,
este es un tema no resuelto, ahí hay un grupo de asuntos de los cuales se puede
estar hablando días, hay cursos de posgrado sobre este tema que pueden durar 6
meses. Por ejemplo el primero: ¿Cuales son los rasgos que definirán al
socialismo cubano? Si alguien lo sabe que levante la mano y nos lo diga, para
resolver un problema, ¿no? No lo sabemos con precisión.
Siempre he sostenido
que nosotros nos aproximamos más al socialismo por la negación que por la
afirmación. Ya sabemos qué cosa no es el socialismo o sabemos que cosa queremos
que no sea nuestro socialismo, pero no sabemos bien, estamos en una situación
de medio incertidumbre en cuanto a qué es lo que queremos que sea de una manera
total, no como un esbozo grande sino ya como una fotografía con todos sus
detalles; lo cual me parece además lógico (o sea, que sea un esbozo en vez de
una foto de alta definición), por este mismo asunto de que es un proceso muy
innovador y muy vivo.
El segundo asunto de
este tema de las políticas económicas, de la actualización y la economía
política, es: ¿qué entender por medios de producción fundamentales? No debemos
caer en la trampa de decir que el socialismo es la propiedad del estado sobre
los medios de producción fundamentales, sino que, en algún momento, eso tenemos
que concretarlo y decir: los medios de producción fundamentales para el
socialismo que queremos son estos y estos no son medios de producción
fundamentales. Y por lo tanto, sobre esa base ya concreta se pueden definir
políticas y acciones concretas sobre este asunto.
Por ejemplo: ¿es
Coppelia un medio de producción fundamental, o no es Coppelia un medio de
producción fundamental para el socialismo que queremos? Parece una cosa baladí,
pero Coppelia es un centro de riquezas, ¿pero es fundamental o no es
fundamental para el socialismo? ¿Es una fábrica de zapatos fundamental para el
socialismo o no es fundamental? Porque al final hay que definir políticas
concretas, porque la economía se construye ladrillo a ladrillo.
Lo tercero: ¿cómo
ejercer de forma efectiva la propiedad social sobre los medios de producción
que están en manos del estado? Una pregunta rapidita, para incentivar la
inteligencia: ¿Son las OSDE —esta institución supraempresarial que hemos creado
ahora para manejar las empresas— las que van a resolver ese problema? ¿Y si no
son las OSDE, qué tipo de institución es la que va a permitir ejercer la
propiedad social sobre los medios de producción desde el estado?
Lo cuarto: ¿Cuáles
son los límites entre lo social y lo estatal, lo colectivo y lo privado? ¿Dónde
están? ¿Quién los pone? Durante mucho tiempo la prensa manejó la idea de que un
dirigente de la Revolución dijo que el 50 % del empleo, el 40 % de la
producción o algo así... ¿Es ese el límite? ¿Alguien lo sabe en realidad? ¿Eso
es lo que nos conviene para el socialismo que queremos cuando definamos qué
cosa es el socialismo que queremos? Esos son asuntos de la economía política
que no están resueltos aún. Yo creo que en mucho y con mucha razón no pueden
estar resueltos hoy, no está escrito cómo hacer el socialismo cubano en 10
minutos, nadie lo ha escrito todavía.
Un segundo aspecto
que tiene que ver con los problemas no resueltos es el de la agenda de
desarrollo, que fue por lo que más me convocaron aquí.
Yo voy a preguntar
algunas cosas:
1. ¿Es posible el
socialismo sin el desarrollo? De hecho, lo que se nos enseñó durante mucho
tiempo en la economía política era que sí, que era posible el socialismo en un
país subdesarrollado. Después la vida demostró que parece que no es así. De
hecho los países que sí han alcanzado el desarrollo en los últimos 25 años lo
han hecho desde el capitalismo, no desde el socialismo, y para colmo de males,
aquellos que eran socialistas y de pronto nacieron al capitalismo, se vieron
más atrasados que muchos de los países que habían sido capitalistas durante
mucho tiempo. Por lo tanto eso le plantea a nuestra ciencia y a nuestro
esfuerzo una cuota alta en términos de solución teórica.
2. ¿Es posible
desarrollarse sin crecer? También durante mucho tiempo en Cuba se esparció la
idea de que era posible el desarrollo sin el crecimiento económico. Hoy parece
que la vida ha demostrado, si somos marxistas y materialistas dialécticos, que
no es posible alcanzar el desarrollo sin el crecimiento. Los países que han
sido exitosos —eso está ahí documentado, hay pruebas, es la realidad— en este
esfuerzo de desarrollo, han logrado tasas de crecimiento mayores casi siempre
del 6% durante períodos de 20- 25 años. Ahí hay un grupo de alrededor de 18
países que lo han hecho, y han pasado de un status de país muy pobre a país
emergente en desarrollo.
3. ¿Qué hace falta
para crecer? Una pregunta importante en un país que crece a una tasa del 3%, o
sea estamos a la mitad de esa tasa deseada. ¿Qué nos hace falta para crecer?
Hay un grupo de ideas sobre eso: nos hace falta ahorrar, nos hace falta
inversión extranjera; pero nos hacen falta también un grupo de condiciones
macroeconómicas que garanticen que el crecimiento sea estable, y sin esas no
podemos crecer. Hoy Cuba tiene grandes distorsiones macroeconómicas todavía no
resueltas, que algunas de ellas no nacieron en el año 90. Siempre hablamos de
la doble circulación monetaria, de la sobrevaluación de la tasa oficial de
cambio en Cuba, pero la sobrevaluación de la tasa oficial del peso cubano viene
desde 1959, exactamente desde 1958, que era cuando Cuba tenía que haber
devaluado su moneda. Desde entonces lo hemos arrastrado y realmente ha sido
desde la fiscalidad desde donde se han asumido una parte importante de los
problemas monetarios. Esa es una de ellas. La otra es que esto influye además
en otros problemas como el de los precios relativos; y lo otro es que
evidentemente esos precios tienen que estar influenciados por las condiciones
internacionales, cosa que durante mucho tiempo nuestra economía evitó.
Yo sé que todavía
hoy hay muchos compañeros, y eso se ve mucho sobre todo en el noticiero, que
aspiran a que el boniato se pueda vender de nuevo a 20 centavos y le echan la
culpa a la oferta y la demanda, pues quitémonos esa aspiración, nunca se
volverá a vender el boniato en Cuba a 20 centavos, a menos que nos estemos
muriendo absolutamente todos de hambre, porque sencillamente los costos de
producción del boniato han aumentado. Cuando el boniato se vendía 20 centavos
los guajiros compraban el petróleo en la bolsa negra a 2.00 pesos el litro, hoy
tiene que pagar 10 pesos; si el precio del petróleo se ha multiplicado por 5,
nadie puede pretender que el precio del boniato no se multiplique por 5, por 6
o por 8.
Por lo tanto, más
allá de la oferta y la demanda, que a veces juegan algún papel, hay que
entender que los costos de producción también juegan un papel. Cuando el
guajiro tiene que pagarle a un jornalero 50 pesos diarios por trabajar de 7:00
de la mañana a 2:00 de la tarde, no se puede pretender que el boniato se vuelva
a vender a 20 centavos en los agros. Habría que pretender poder comprarlo con
un salario adecuado, pero no al revés. Cosas como esa tenemos que entenderlas
en el tema del desarrollo; o sea, las condiciones macroeconómicas son
fundamentales porque si no alteran las señales de la economía y se asignan
recursos a aquello que no es eficiente y se desperdician recursos.
Lo otro que, con
relación al desarrollo, tenemos que preguntarnos es: ¿quiénes deben ser los
agentes del desarrollo? Durante mucho tiempo en Cuba, por la manera en que
asumimos la economía, fue el estado el principal responsable como agente del
desarrollo, pero hoy nuestra economía es mucho más diversa, en aquellos tiempos
el estado era el 90 % de la economía, la propiedad estatal abarcaba
prácticamente toda la economía, con excepción de algunas islas en la
agricultura y en flete, en la transportación por camiones. Hoy no es así.
Entonces, si hoy hay
una diversidad de formas productivas, una de las cosas que tenemos que entender
es que todas esas formas productivas deben ser o pueden ser agentes del
desarrollo. La pregunta es cómo incorporarla de manera proactiva a ese proceso
de desarrollo y eso no está resuelto y no está resuelto porque muchas veces
nuestra propia cultura, esa que todavía tenemos y que nos hala hacia atrás, nos
impide ver las oportunidades que esas diversas formas dan a nuestra economía y
de hecho eso después se plasma en instituciones, regulaciones que existen y que
muchas veces impiden que esas formas participen.
Lo más notorio que
tiene que ver con la discrecionalidad que era algo que iba a decir después,
pero lo puedo decir ahora, es lo que divulgó hace muy poco el periódico y la
gaceta oficial ampliando la participación en las ventas de los hoteles a los
campesinos privados. Nos demoramos dos años para aprender que los campesinos
privados también podían venderles a los hoteles pero ahora que lo ampliamos le
dijimos a los campesinos que podía vender huevos de gallina y de codorniz, de
pato no. Por lo tanto el guajiro que tenga una cría de patos cerca de un hotel
no podrá venderle los huevos de pato al hotel. Eso es discrecionalidad
positiva, que es una de las cosas peores que puede pasar en la economía, que es
cuando a uno le norman qué puede hacer y todo lo que no está normado que se
puede hacer, está prohibido hacer. Y por lo tanto le van pasando por delante
oportunidades de negocio una detrás de otra, que no se pueden aprovechar.
Eso pasó con el
objeto social que creo que anda por ahí cerca su funeral. Le decíamos a una
empresa hasta en la moneda que tenían que comerciar y si tenía un negocio
fabuloso en otra moneda, no lo podía hacer y lo perdía sencillamente. Nadie ha
sacado la cuenta de cuánto cuesta eso, nadie jamás ha sacado la cuenta de
cuánto dinero el país tuvo que gastar en importaciones porque los campesino
privados no podían venderle a los hoteles. Son de las cosas que cuestan en el
desarrollo. Eso me lleva al tema de las instituciones y el desarrollo, o sea,
evidentemente este es un proceso donde se actualizan muchas cosas pero donde se
crean muchas cosas nuevas.
La economía hoy en
nuestra sociedad es tan nueva, pero tan nueva, que hay muchas cosas que no se
pueden actualizar porque antes no existían, han sido creadas y habrá que crear
otras. Por ejemplo la expansión de las relaciones de mercado lleva a crear
instituciones para que el mercado funciones bien. Ahí no hay que actualizar
nada, no existían.
En Cuba no hay un
organismo que regule la competencia, no lo hay, ¿por qué? Porque durante
décadas no aceptamos la competencia. Bueno pues ahora hay que aceptarla, porque
hoy un cuentapropista, una cooperativa puede hacer lo mismo que una empresa
estatal y mejor, pero si yo le doy el monopolio a la empresa estatal, pues
entonces nunca el cuentapropista o la cooperativa, podrá competir con ella y
entonces asignaremos recursos de manera errónea a una empresa estatal que los
desperdicia, que los usa ineficientemente porque no podemos contratar a un
cuentapropista.
El ejemplo de las
cooperativas no agrícolas es especial ¿Quién decide qué cooperativa se
aprueba?: el organismo de referencia, que es juez y es parte. Ha ido
funcionando, pero deberá cambiar. Tenemos que ir aprendiendo en ese proceso.
Estamos en los primeros pasos, imagino que después esto se abra, que sea mucho
más fluido, que la gente por vocación propia se una para montar un negocio
cooperativo y no tenga que esperar a que lo apruebe el ministerio de cualquier
cosa, porque si no el proceso se tarda mucho.
Evidentemente a
nosotros nos hacen faltan reglas para sustituir la discrecionalidad positiva y
nos hace falta que funcionen mejor un grupo de instituciones que ya existen y
que sí hay que actualizar, entre ellas la planificación —solo lo voy a
enunciar—; porque con el estilo de planificación que tiene Cuba hoy, no es
posible avanzar en lo que queremos: no es suficientemente dinámica, no es
suficientemente flexible, para manejar tantas formas de propiedad diferentes.
Con esto voy terminando.
Lo que me queda con
relación al desarrollo es que tenemos que definir qué país queremos. Yo creo
que el presidente Raúl ha avanzado en esa definición, todos desfilamos el 1ro
de mayo bajo una consigna de lo más impresionante: “Queremos un país socialista
próspero y sostenible.” El asunto está en quién le pone el cascabel al gato.
Alguien me puede
responder ahora, ¿qué es ser próspero en Cuba?, o mejor aún, ¿qué es ser
próspero en La Habana y qué es ser próspero en Mayarí Arriba?
El tema de la
prosperidad no es tan fácil. Yo creo que es muy útil decir que el socialismo
está asociado a la prosperidad de las personas, pero en Cuba la varilla de la
prosperidad está muy alta. Mientras que en Bolivia una familia se considera
próspera si su hijo puede matricular en una escuela, en Cuba eso lo resolvió la
Revolución hace 40 años —40, no 10, no 20, hace 40. Y mientras que en un país
como El Salvador una familia se considera próspera si de los 3 niños que nacen
uno o dos llegan a la edad de adultos, en Cuba prácticamente llegan todos,
porque nuestra tasa de mortalidad es de menos de 5 por mil nacidos vivos. Eso
lo resolvió la Revolución hace 30 años. Entonces cuando ustedes cogen los
índices de bienestar que usa Naciones Unidas, ya Cuba pasó esa varilla, estamos
en el nivel alto, por lo tanto la varilla de la prosperidad en Cuba es muy alta
y muy distinta a otros países y mucho más compleja, pero necesariamente tenemos
que ser un país próspero y aunque parezca contradictorio, las personas no se
perciben a sí mismas como prósperas, por disfrutar de esas condiciones que
acabo de mencionar.
Para mi ser próspero
es que el P12 (el ómnibus que me trae y me devuelve todos los días) pase cada
tres minutos por frente a mi casa, por ejemplo; pero en Mayarí Arriba ser
próspero es lograr que un camión serrano pueda sacarlo a uno una vez al día
hasta la carretera. Son dos tipos de prosperidad totalmente diferentes y en ese
sentido es complejo y lo subrayo porque la meta del desarrollo no es una meta
simple, es una meta compleja.
Yo quería terminar
además, porque creo que he hablado mucho, con una frase de Martí que he dicho
muchas veces, la repito cada vez que puedo, porque no es una frase, es mucho
más que eso y casi siempre los cubanos llegamos a un Martí cercenado; alguien,
de una manera u otra, nos lo corta en pedazos y nos lo sirve en el aderezo que
más convenga. Esta es una frase que el profesor Lázaro del Departamento de
Desarrollo de la facultad de Economía me hizo ver una vez y yo creo que es una
frase magnífica, dice: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es
el único modo de ser libre —es la frase famosa que todos conocemos: “ser culto
para ser libre—, pero en lo común de la naturaleza humana se necesita ser
próspero para ser bueno”. De eso se trata, de lograr una sociedad buena, pero
para lograr una sociedad buena tenemos que ser una sociedad próspera, de no ser
así no lo vamos a lograr. De la miseria salen miserables y de vez en cuando
algún virtuoso; pero las revoluciones no se hicieron desde la miseria, no es la
miseria lo que las provoca, las provoca la desigualdad.
Los miserables, los
que apenas tienen para comer prácticamente no tienen tiempo para pensar en
revoluciones, tienen que dedicar el tiempo a pensar en buscar un pedazo de pan.
Es por esto que casi siempre las revoluciones la lideran aquellos sectores de
la sociedad que están por encima de esas necesidades básicas: los sectores
medios de la sociedad. Esa es la historia de la Revolución Cubana, desde
Céspedes hasta hoy. Por eso hace falta ser próspero para además poder pensar en
el futuro. Si solo tenemos que pensar en el presente, en lo cotidiano, en las
necesidades vitales, no podemos proyectar el futuro.
Muchas gracias
(Aplausos).
Intervención durante
el debate
Creo que lo primero
que hay que preguntarse es si realmente existe un ambiente tal que permita que
haya nuevos actores con nuevas maneras de pensar, creo que ese es el asunto.
Lo segundo que
quiero decir es que yo aprecio que desde el liderazgo político del país,
especialmente desde Raúl Castro, una actitud muy abierta hacia la discrepancia,
lo ha dicho muchas veces. El Presidente ha intentado introducir la cultura de
la discrepancia en un país intolerante, definitivamente intolerante. Esa es
nuestra realidad, podemos tomarla y pintarla del color que queramos, pero hemos
sido intolerantes. Todos los que estamos aquí y tenemos más de 20 años hemos
sido intolerantes en algún momento de nuestra vida, y nos criamos sobre la base
de la intolerancia. Y esa es una cultura difícil de desarraigar, especialmente
cuando los funcionarios públicos muchas veces se atribuyen el papel de Dios y
no el de ser servidores públicos, que es lo que son, ahí hay una inversión
total de roles: un funcionario público es un servidor público, no es al revés;
pero muchas veces se convierten en interpretadores de Dios o, como dice Silvio,
en aquella antológica canción “Resumen de Noticias”, se convierten en
“perseguidores de nacimientos”. Sobre esa base habría que hacer el análisis.
Creo que hoy hay más
espacio, definitivamente hay muchas más oportunidades que hace diez años. Pero
nos queda mucho por andar en ese camino, muchísimo por andar.
A mí me cuesta mucho
trabajo pensar que desde los funcionarios que han trabajado por 20 años en una
misma institución se pueda hacer una transformación realmente revolucionaria de
la misma, mucho trabajo me cuesta pensarlo, muchísimo. Generalmente existe la
tendencia a crear el futuro proyectando el pasado, y el futuro no se construye
proyectando el pasado. El futuro en sí mismo es algo diferente al pasado,
aunque lo contenga, pero diferente al pasado.
Lo otro que quiero
decir, con relación a este asunto, es que los procesos revolucionarios
necesitan de la juventud, como el cuerpo necesita de la sangre. Y yo si estoy
convencido de que si la Revolución no la hubieran llevado a cabo y no hubiera
triunfado la guerrilla de Fidel Castro, con jóvenes de menos de 40 años en su
liderazgo, en su inmensa mayoría, esta no fuera la Revolución que tuviéramos. Y
eso sí es generacional, netamente generacional. Nosotros, los que tenemos más
de 55 nos podremos esforzar en ser muy revolucionarios, pero no somos ni
fisiológica ni mentalmente capaces de llevarlo a cabo con la consecuencia que
hace falta. La Revolución fue un parte aguas, un cataclismo social, económico,
ideológico, político – en el sentido en que removió los cimientos de nuestro
país- y eso solo se podía enfrentar desde la fortaleza de la juventud sin
compromisos, lo digo clarito, no me gusta dejar dudas en lo que pienso. Si
Fidel Castro, en vez de tener 33 años, hubiera tenido 63, no hubiera hecho la
Revolución que hizo, estoy convencido de eso, absolutamente convencido. Por eso
la juventud sí hace falta y hace falta que lidere esos procesos y hace falta
que sea una juventud que le podamos limar algunos lóbulos cerebrales, algunas
circunvalaciones ahí, pues también ha sido condicionada por nuestras maneras de
apreciar y enfrentar los nuevos retos y ponerle otras definitivamente.
Lo otro que quiero
decir es que, evidentemente, no solo hacen falta nuevos actores asumiendo
nuevos roles, sino definitivamente, hace falta identificar cuáles son los roles
que nos hacen falta de esos actores. Esa es mi idea sobre eso (Aplausos).
Mire, yo entiendo
perfectamente la pasión con que usted habló; creo que usted no fue el único que
lloró, hubo muchos que lloramos, a muchos nos costó más que llanto, hubo varios
que, al menos desde su ámbito discutieron todo lo que pudieron discutir. Lo voy
a decir igual, desembozadamente, como siempre lo he dicho: para mí fue un
error, o fue el clímax de los errores cometidos con la producción azucarera.
Sé que una vez, en
una conferencia que yo hice en biotecnología, algunos biotecnólogos se pusieron
bravos porque dije que si la biotecnología existía en Cuba y el turismo, se lo
podían agradecer a la caña de azúcar, y que la estatua que tenía que estar en el
Polo Científico era la de un machetero, no la de un científico, porque esos
dineros salieron de allí, de la producción azucarera que, en las peores
condiciones del mundo y de la economía mundial, siempre dio dinero; cuando el
azúcar se vendía a un centavo la libra, daba negocio.
Porque, además, el
azúcar es como un banco, usted puede dejar de cortarla este año y cortarla el
año que viene, si los precios están buenos, porque además es una fuente
inagotable de otros productos de los cuales el azúcar es uno.
Cuba logró un gran
desarrollo en el estudio de todas las potencialidades de la producción
azucarera, desde alimento animal, pasando por energía hasta la sucroquímica, o
sea, hasta la química y la alcoquímica y hasta la producción de alcoholes, no
solo para divertirnos tomando aguardiente que hace falta —también la vida hay
que adornarla de vez en cuando—, sino para producir polímeros, esas
investigaciones están en el CENIC, yacen todavía ahí, a mí me las pasó el
compañero que las hizo, con los estudios de factibilidad hasta la propia puesta
en marcha de la fábrica, eso está ahí.
Es cierto además
que, en un momento determinado la coyuntura de precios del azúcar nos fue muy
mala, pero el mercado es sobre todo malo, cuando no estamos preparados para
enfrentarlo. Eso nos pasa ahora con el níquel. No sé si hemos creado un fondo
de estabilización del níquel cuando los precios tenían picos de 52 000, no sé
qué se ha hecho, si las autoridades en algún momento crearon un fondo de
estabilización para mantener la industria funcionando. Porque lo que está claro
es que la industria del níquel no se debe parar, ahora, para no pararla hay que
asumir, en un momento determinado, los ciclos de baja de la producción.
Algunos países como
Chile, que tienen una tradición minera, han lograr crear un fondo de
estabilización que solo puede ser utilizado si el Congreso en pleno lo
autoriza, y eso facilita —estoy hablando del Chile neoliberal, para que nos
entendamos— que cuando los precios bajen haya un recurso para mantener la producción,
para que las fábricas no se cierren.
Con el azúcar nunca
se hizo, el azúcar fue la vaca lechera que nunca alimentamos bien, de la cual
lo sacamos todo y nunca le dimos nada. Y, lógicamente, llegamos a esa decisión
en el momento en que, realmente, los precios del azúcar comenzaban a subir; el
azúcar comenzó a subir los precios a finales del 2004 y logró tener precios
siempre estables al alza hasta hace unos meses.
Si sacamos la cuenta
del dinero que Cuba dejó de ingresar solo por la exportación de azúcar,
suponiendo que hubiéramos logrado exportar unos 2 millones, 2 millones y medio
de toneladas de azúcar por año, estamos hablando del precio de 500, 600, 700
dólares la tonelada en algunos picos de precio, o sea, 27 centavos la libra de
azúcar. Ese era el precio que nos pagaba la Unión Soviética a nosotros, con eso
se hizo este país, a ese precio en aquellos tiempos se hizo este país; con eso
se hicieron las secundarias, los hospitales, las universidades, los centros de
investigación, esta cultura fabulosa que tenemos, estos músicos agradables que
tenemos hoy, se hizo con azúcar, no fue con otra cosa, fue con azúcar que es lo
que Cuba ha exportado toda su vida. Nosotros somos una azucarera, no más que
eso; a veces ahora somos un pedacito de playa, pero somos sobre todo una
azucarera y eso lo olvidamos.
Olvidamos otra cosa
de la historia que es triste que la hayamos olvidado, y es que el sector
azucarero cubano fue el alma máter del proletariado, en un país con chinchales,
las grandes industrias eran las grandes industrias del azúcar; donde el
proletariado se podía organizar de mejor manera era en la industria azucarera y
donde surgieron nuestros principales líderes obreros fue en la industria
azucarera, y eso también lo olvidamos.
Realmente hay un
grupo de errores importantes cometidos. Yo le voy a dar datos: en 1963, después
de haber perdido el mercado norteamericano, la producción de azúcar bajó a 3
millones de toneladas. En 1964 se firmó el acuerdo con la Unión Soviética para
producir 22 millones y medio de toneladas hasta 1970, y en 1966 ya Cuba volvió
a producir 6 millones de toneladas; o sea, en tres años, sin cortadoras
brasileñas, a golpe de mocha, Cuba recuperó en tres años la producción
azucarera y la volvió a montar en 6 millones de toneladas, en tres años subió 3
millones de toneladas.
Nosotros llevamos 5
años tratando de alcanzar 2 millones de toneladas y no lo hemos logrado, a
pesar de AZCUBA; yo respeto a todos los compañeros que trabajan allí, porque
bueno muchos de ellos tienen mi edad y han trabajado abnegadamente en el
sector. Mi generación tiene una relación de amor y odio por el azúcar, porque
nos pasamos tres, cuatro, cinco años de nuestra vida cortando caña seis, siete
meses, después hacíamos el curso en dos y tres meses más o menos; eso fue así,
incluso tenemos esa relación. Pero yo lo entiendo perfectamente, creo que
realmente es una de las grandes riquezas que Cuba hoy no está aprovechando al
máximo, entre otras cosas, por temas tecnológicos, por ejemplo. Debemos tener
un atraso tecnológico en la industria azucarera total y absoluto, y la tristeza
es que hoy vengan los brasileños a enseñarnos a producir azúcar, eso creo que
es la parte más triste, la parte trágica de este asunto, la más trágica de
todas, es que tengamos que recibir brasileños para que nos enseñen a producir
azúcar, siendo nosotros quizás el país con más tradición en producción
azucarera del mundo. Es lo que les puedo decir. Creo que, al menos hoy, existe
la idea clara de que es una industria que hay que recuperar, y eso es bueno,
podremos discutir después la manera de recuperarla, porque para todo hay que
aprender. Y, definidamente, cuando uno desarticula un sistema productivo, le
cuesta mucho trabajo volver a rearticularlo. Es una de las experiencias más
interesantes que hay. Por eso los países se cuidan mucho de desarticular los
sistemas productivos.
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