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sábado, marzo 22, 2008

JARDIN BOTANICO NACIONAL: UN SUEÑO INCONCLUSO

Por Lisanka González Suárez (Granma)

El Jardín Botánico Nacional (JBN) de Cuba se abrió 17 años después de iniciada su construcción, cuando crecieron los árboles plantados y fructificaron las semillas traídas desde todas partes de la Isla y de muchos países de varios continentes. Por eso a su directora, doctora Ángela Leiva Sánchez, no le falta razón cuando sentencia: " Es una obra muy a largo plazo que nos trasciende a todos".

Al triunfar la Revolución en 1959 solo existían, en la capital cubana, el Jardín Botánico de Carlos III y en la central ciudad de Cienfuegos el Jardín Botánico Atkins, manejado por la Universidad estadounidense de Harvard, para uso exclusivo de estudiantes y profesores norteamericanos.

En 1967, de los contactos sostenidos entre Fidel Castro y el doctor Johannes Bisse —un joven botánico alemán que desde 1966 se convirtió en gran conocedor de la flora cubana— surgió la idea de crear un jardín botánico de proyección nacional, con una extensión de unas 500 hectáreas.

SOLDADO DE LA NATURALEZA

Cuando a la joven bióloga Ángela Teresita Leiva Sánchez le comunicaron que dirigiría el Jardín Botánico Nacional, no solo se sorprendió, sino que con el desenfado característico de sus 24 años, soltó un ¡pero ustedes están locos!, que debe haber escandalizado a los profesores universitarios responsables de tal selección. "Para mí fue una decisión aplastante, pues solo hacía 24 meses que me había graduado". Desde entonces, unida a un colectivo que la ha acompañado en las buenas y en las malas, ha visto nacer, crecer y extinguirse a muchos de los primeros árboles plantados hace casi 40 años.

Una parte del Jardín Botánico Nacional está sobre lo que fuera una hacienda ganadera plagada de rocas y marabú, propiedad de un individuo muy vinculado al presidente Carlos Prío. Especialistas, dirigentes, trabajadores y estudiantes laboraron duramente en su acondicionamento y finalmente se abría al público el 24 de marzo de 1984.

Ampliado hoy a 600 hectáreas extendidas a lo largo y ancho del municipio habanero de Boyeros, en el JBN están representadas la mayoría de las más importantes formaciones vegetales y la diversidad de paisajes de la Isla, así como ejemplares de la flora tropical y subtropical de América, África, Asia, Australia y Oceanía, muchos de los cuales se lograron gracias al intercambio de semillas con más de 500 instituciones internacionales. Al aire libre o bajo techo, pueden observarse alrededor de 4 000 especies de plantas, de ellas entre 800 y 900 de la flora cubana. En su entorno han sido sembradas colecciones especiales como la de palmas y el bosque arcaico. En los pabellones se exhiben diferentes tipos de vegetación de zonas desérticas y semidesérticas y de bosques tropicales.

Más de 361 personas, 141 mujeres y 220 hombres trabajan aquí como especialistas, técnicos, jardineros, guías, gastronómicos, operarios, en todas aquellas tareas que requiere un centro de este tipo. Varios de sus más de 30 profesionales se desempeñan como profesores en la enseñanza de nivel superior y en la investigación científica.

Acerca de los visitantes extranjeros, se están recibiendo muy pocos. Antes del periodo especial hubo años en que alcanzaron la cifra de 20 mil, pero en el 2007 no llegaron a 3 mil. En lo que va de 2008 han visitado el Jardín 706. Al centro no le resulta fácil competir con importantes polos turísticos del país."El turismo que prima en esta Isla caribeña, afirma su directora, es básicamente de playa y sol. Para atraer a los segmentos de personas de la tercera edad y a naturalistas, hay que hacer un trabajo que todavía no hemos hecho".

Sobre las visitas de la población cubana, la situación del transporte nacional ha incidido en su afluencia. En este momento solo están acudiendo unas 250 personas diarias, cifra que se eleva durante los recesos escolares o en la temporada de verano, pudiendo llegar a 1 000.

INSTALACIONES PROVISIONALES CASI 40 AÑOS DESPUÉS

Pero con todo y lo que tiene en su haber, el JBN nunca ha podido terminarse y en cierta medida en la actualidad es un reflejo de las difíciles circunstancias enfrentadas por Cuba desde finales de la década del ochenta, cuando la Isla de vio obligada a vivir en una situación que los cubanos denominamos periodo especial. De esta etapa, aún inconclusa pero atenuada, se derivaron problemas como los que aquí se aprecian: instalaciones sin terminar o que nunca pudieron emprenderse, el herbario entre ellas, donde cientos de miles de tipos de plantas están en peligro de contaminarse por falta del equipamiento necesario; deterioro de los pabellones de exhibición, lamentable estado del transporte que mueve a los visitantes en el recinto y del que traslada a los trabajadores, baches en sus calles interiores, etc.

A los problemas que se fueron acumulando por las dificultades económicas, en el 2004 se añadieron los estragos causados por el huracán Charlie, que de un zarpazo derribó 400 árboles. Apenas eliminados los destrozos se presentó un segundo ciclón, cuyos vientos segaron la vida de algunos valiosos ejemplares. No obstante es hermoso y conserva verdaderos tesoros naturales.

"Muchos proyectos se vieron interrumpidos durante esta etapa, reflexiona la doctora Leiva, entre ellos el centro científico y todas esas construcciones que quedaron sin hacer, también porque teníamos unas instalaciones provisionales que daban la talla, pero esa provisionalidad ya casi tiene 40 años, como el herbario, base fundamental para el estudio actual de la flora del país, donde no caben más muestras. Ese es un sueño que fue frustrado. También nos hemos visto limitados en las expediciones de colectas de plantas y semillas".

Todavía la institución tiene por delante muchos problemas, entre ellos un refuerzo de botánicos y de jardineros con mayor calificación, aunque se han tomado medidas para resolver esta última situación y elevar la baja estima que tienen los jardineros, quienes aquí son, según Ángela Leiva para decirlo en buen cubano, el "pollo del arroz con pollo".

"Otro problema, continua diciendo, es la modernización tanto del transporte como de la maquinaria agrícola de que disponemos. El primero se ha deteriorado y la segunda ha envejecido muchísimo. Ese es un reto enorme, sin eso tampoco hay jardín, independientemente de que el mantenimiento no es óptimo, además hay que reparar y pintar las calles, colocar todas las señales, pero sabemos que el país tiene que priorizar otros apremiantes problemas.

LA MANO LARGA DEL BLOQUEO EN EL JARDÍN

Sin pretender achacarle el peso de las dificultades al bloqueo impuesto por Estados Unidos, no es menos cierto que su recrudecimiento ha afectado el intercambio de experiencias, financiamiento de proyectos y otras actividades. "La flora de la Isla siempre fue estudiada por norteamericanos, observa la doctora Leiva. Las restricciones actuales no les permiten hacer eso. Inclusive se han interrumpido totalmente las relaciones con algunos jardines, como el Jardín Botánico Tropical de Fairchild, de Miami."

Pero el rosario de calamidades, dificultades y frustraciones consecuencias de la etapa o de los fenómenos naturales desgranados como un rosario por la Doctora en Ciencias Biológicas, no han sido capaces de apagar su sueño. Como lo percibo no puedo abstenerme de saber si el actual JBN, donde ha dejado 36 años de su vida, es con el que soñó "Sí, afirma, pero con el que soñó, en primer lugar, Fidel."

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