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jueves, enero 17, 2008

JUGAR CON EL CORAZON

Su debut en esta Serie Nacional ha sido excelente como bateador. Por sus jugadas se ha convertido en un hombre espectacular. Carlos Tabares, gimnasta del béisbol.

Por Ana Margarita González (Trabajadores)
Foto: Alex Castro

Confieso que comencé a fijarme en él por el fanatismo de mi hijo; la sala le quedaba chiquita cuando aparecía en la pantalla del televisor: “Mi pelotero preferido, el mejor center field de Cuba, ¡tremendo estilo!, ¡como cogió esa pelota!, ¡qué deslizamiento!, yo quisiera jugar como él”, eran algunos de sus elogios.

Con el tiempo he sabido que además de sus potencialidades como bateador, Carlos Alberto Tabares Padilla merece el título del gimnasta del béisbol.

Un día lo encontré en la playa, estábamos muy alejados entonces de nuestros oficios, pero no pude contenerme. Con su enorme sonrisa y afabilidad conversó conmigo cual viejos amigos y sellamos este partido: sería en las gradas del Changa Mederos y no se aplicarían reglas: le haría swing a todos mis lanzamientos, durante cualquier cantidad de innings.

II

Jugar con el corazón es su mérito; la espectacularidad no es para él un fin, sino el resultado de muchos años de entrenamiento, del rigor, la disciplina, de aplicar la psicología a cada movimiento, a cada detalle.

Tabares practica en el terreno, en la playa, en la arena…, “esas tiradas, romper caída, todos no las entrenan; disfruto tirarme, y aunque me he dado golpes, me he partido clavículas y tobillos deslizándome, sigo sin miedo. Las jugadas salen. Como jardinero central, debo ser un hombre espectacular, pero si me tiro por alarde, no cojo la bola o me queda mal.

“Mis mejores desplazamientos, los más aplaudidos han sido casi todos en los play off, algunos en el extranjero. Recuerdo el del 13 de agosto del 2003, durante los Panamericanos en República Dominicana en la final contra Estados Unidos: fue un rompe caídas, la vuelta de carnera y ganamos tres por una”.

III

Carlos Tabares nació en La Habana —hijo de padres habaneros—, el 6 de julio de 1974. Creció en una familia de deportistas, y a los seis años comenzó a practicar gimnasia artística, más a fuerza de seguir a su hermano, que se ejercitaba en este deporte, y a su hermana que lo hacía en gimnasia rítmica, que por vocación.

“Estaba en el gimnasio de Ciudad Libertad, pero al poco tiempo el profesor le dijo a mi hermano que yo tendía a ser un hombre corpulento y no iba a encajar en esa disciplina. Di algunas volteretas, me di golpes, y les dije a mis hermanos: ¡Qué va, me voy!, y me fui para esgrima.

“A los siete u ocho años jugaba mucha pelota callejera, entonces pasó un entrenador y me dijo: ‘¿Tú quieres jugar pelota?’ Le respondí que sí, y me llevó para un área especial.

“Cuando inicié el tercer grado en la escuela Domingo Murillo, fui al área del polígono de Ciudad Libertad con Venancio Perdigón, mi primer entrenador, ya fallecido, y Domingo Perdomo, que aún vive; me hicieron una prueba y me pusieron en el center field.

“Mi papá era pelotero. Todos los días me llevaba a las prácticas, mi mamá estaba contenta, parecía que iba a dar… Desde los ocho años estoy en la misma posición; mi papá me hacía los cuentos de cuando él jugaba —fue receptor y jardinero central—, era como una cadena, luego seguí mucho el estilo de Víctor Mesa y de Javier Méndez, y me dije: yo también tengo que ser un buen center field. Empecé en los escolares y seguí todos los escalones.

“Siempre me gustaron las distancias largas; en el cuadro, dos o tres veces la pelota se me levantó y me dio en la cara, le cogí un poco de miedo y fui a los jardines donde me sentía más cómodo. Tenía mucho desplazamiento, porque siempre corrí…

“Desde mi primer entrenador, todos me ponían a correr y a fildear. Lo de batear fue con el tiempo, lo fui aprendiendo; hay quienes nacen con ese don, pero hay otros como yo, que tienen que entrenar para poder batear.

“Mi estatura nunca ha sido impedimento para jugar pelota; hay otras cosas que se hacen en el terreno que te hacen grande, las personas bajitas tenemos que trabajar con la inteligencia”.

IV

“A los 17 años estaba en el equipo Constructores de la liga de desarrollo, y antes de finalizar esta me llamaron de Industriales. Fue el 28 de diciembre de 1992; no era regular, me fueron dando oportunidades, en esa primera serie fui 27 veces al bate y conecté nueve hits.

“En la temporada siguiente me gané el puesto de regular en un juego frente a Santiago de Cuba, en el Guillermón Moncada. William Rodríguez era el left field, se tiró de cabeza y se fracturó la muñeca; ahí empecé yo, y salieron las cosas…

“En esa primera etapa enfrenté a pitchers de la talla de Faustino Corrales, Omar Ajete, José Luis Alemán; imagínate, novato al fin, quería hacerlo bien… Y ese momento no es de miedo, pero es muy tenso; te presionas, tienes que respirar profundo para batear…

“Entonces, ves el estadio más grande que nunca, sientes temblores, nerviosismo y alegría por tener la oportunidad de jugar con Industriales, el equipo que siempre soñaste.

“En 1996 jugué por primera vez en el extranjero, fue con el Cuba B, en los torneos de puertos en Holanda y fui campeón de bateo. Esa categoría la gané nuevamente allí mismo en el 98; era el primer bate de un equipo que formaban Pacheco, Linares, Kindelán. Después fuimos a Italia y estuve entre los primeros jonroneros; y me río, porque ellos me decían ‘estás dando jonrones como los nuestros’, a lo que respondía: es que ustedes me están enseñando mucho. Fue una etapa muy buena, que terminó con los Centroamericanos de Maracaibo.

“En 1999, aunque tuve una buena serie, no integré la preselección nacional; perdimos el play off con Santiago de Cuba —se introdujo el bate de madera—. En el 2000 pasé la peor etapa de mi carrera deportiva, aunque fue el año en el que mejor me preparé; después tuve una lesión en el brazo de lanzar…

“En el 2001 ya había otros peloteros con brillo en la selección nacional, me iba a costar trabajo entrar, pero tuve un año buenísimo, con 340 de average y el brazo recuperado, mas no me llevaron a la selección de ese año ni a la siguiente. En el 2003 volví a integrar el equipo nacional y participé en todos los eventos hasta el año pasado.

“En nuestro país existe la creencia de que a los 30 años ya eres un pelotero viejo, y en muchos casos es cuando mejor estás, porque en el béisbol las jugadas son de fracciones de segundo; a algunos jóvenes les pones una situación de juego y no te pueden responder al momento.

“Cuando veo que estoy dando en el terreno, que les enseño a los jóvenes talentos las jugadas técnicas, batear con hombres en base, no sólo el average —han educado al pueblo en que el pelotero bueno es el que batea 350-360, y no ven la integralidad—, y no miran eso, creo que ya no soy de interés para eventos de gran envergadura.

“Me considero mejor fildeador; como bateador sólo he sido oportuno, porque en las nueve entradas estoy pensando cómo hacerle daño al contrario, y aunque enfrente a hombres que son muy amigos míos, en el juego somos contrarios.

“Es un poco difícil convivir con la fama. Es bonito: transmites experiencias, anécdotas, pero es triste, porque siempre tienes que tratar de estar bien y uno no es un robot, eso a veces no lo entienden los aficionados, y cuando no puedes hacer lo que haces normalmente, te gritan, te dicen cosas en la calle…

“Pero lo que más sucede es que cuando estás delante de algunas personas te piden que les firmes un autógrafo, que les des un beso. He visitado círculos de ancianos que me siguen, hospitales con niños enfermos de cáncer, e impartido conferencias en museos; me relaciono con el público y a quienes más admiro es a los niños”.

V

“El momento más difícil de mi vida fue cuando perdí a mi padre el 27 de marzo del 2003, antes de volver a las filas del Cuba. Ese año hice el equipo nacional, y no me vio reaparecer; él iba a todos los lugares donde yo jugaba y se habría sentido muy orgulloso de que su hijo hubiera cosechado ese triunfo.

“Mi relevo está en cualquier equipo. Giorvis Duvergel, el center field de Guantánamo, está muy bien, y Yoennis Céspedes, de Granma, viene en ascenso. Nunca he sentido celos por ningún pelotero, al contrario, he tratado de buscar todas las partes positivas del bueno; pregunto, pregunto y pregunto sobre sus técnicas para aprender.

“A Javier Méndez lo seguía por su personalidad; Germán Mesa fue uno de los que más me ayudó, a él le debo gran parte de todo lo que hago, me dio muchos consejos; a Víctor Mesa, por su forma de jugar, por sus travesuras; qué decir de Pacheco, Linares, Kindelán, que han sido ejemplos de atletas y merecen mucho respeto.

“Tuve bastantes problemas con los árbitros, tenía un temperamento muy impulsivo, pero he cambiado. Me han botado dos o tres veces del juego en los 15 años que llevo en la carrera, casi siempre en jugadas de apreciación. Me dio más rabia la vez que apenas protesté y me sacaron: fue en primera, el árbitro cantó out y todo el mundo vio que fue quieto, me viré, salí caminando, hice un gesto con el brazo como diciendo eres un malo, y me botaron. Otra fue cuando me partieron el dedo, cantó foul y el dedo soltando sangre. Pero como tiré el casco, y eso no se puede hacer en el terreno, me botaron. Llegué el martes con el dedo enyesado.

“Para ser un gran pelotero se necesita consagración, preparación y disciplina dentro y fuera del terreno; a quienes están empezando en el béisbol les recomiendo que estudien, que sean licenciados para que puedan impartir clases. Quienes no estudian no pueden jugar en la serie nacional, es una condición y lo veo muy bien”.

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