El tres pone la sal en el son
Por Ricardo Alonso Venereo (El Habanero)
"Tú no eres de Bejucal, tú eres de Inglaterra", me dijo Francisco (Pancho) Amat, y me invitó a pasar, justo a las 10:00 de la mañana, como habíamos acordado. Nuestra conversación tendría lugar en su propia casa; por eso, tan rápido como habla y toca el tres, acercó su sillón al mío y, en un santiamén, ya estábamos entre recuerdos y hablando de amigos comunes.
"Yo soy de Güira de Melena. Desde muchacho tenía afición por la música, y no había nadie en mi familia que tuviera esa inclinación. Cuando en casa ponían la radio, trataba de reproducir los diferentes sonidos, hacía mis ritmitos con unas cucharas, en una cazuela, en lo que encontrara.
"Parece que los viejos se dieron cuenta y, para que no los molestara, empezaron a estimularme; recuerdo que me regalaron un tamborsito y, después, una marímbula, todo de juguete.
"Pero quién te dice a ti que un día se me aparece el viejo con una guitarra que resultó ser un tres. Se la habían dado como pago de un saco de carbón; el viejo era carbonero. Así empecé, a los ocho años, a tomarme en serio lo de la música. Un poeta que vivía cerca fue el primero en afinármelo, y lo hizo con la afinación del punto cubano; sin embargo, yo toco son. Muchas personas han querido cambiármela, pero yo me niego, para ser más auténticamente güireño.
"Aprendí viendo tocar a otros, en especial a Ramón Camejo. Este hombre tocaba de todo: tangos, canciones de la trova, melodías americanas y ponía tantos acordes que para mí era alucinante. Yo iba a la Casa de Cultura y, dondequiera que había música en Güira de Melena, ahí estaba yo."
Nacido en 1950, Pancho tuvo una formación autodidacta hasta que en 1971 funda el grupo Manguaré y, entonces, empieza a estudiar Música. Graduado en la especialidad de Pedagogía en la Universidad de La Habana, nunca llegó a ejercer, y si la educación perdió a un buen maestro, la música cubana ganó a un gran tresero.
Los primeros estudios los realiza en el Conservatorio Ignacio Cervantes, donde se graduó en la especialidad de Guitarra Clásica. Ha hecho cursos de post-grado en Armonía, Contrapunto, Orquestación y Morfología.
Realizó estudios en Chile con los grupos Inti-Illimani y Quilapayún, Isabel Parra y Víctor Jara; junto a este hizo múltiples grabaciones para el Canal 7 de la TV chilena, y le transmitió sus conocimientos de actuación y proyección escénica.
"Manguaré significó mucho para mí, llegué a ser músico profesional. Atrás quedó la etapa juvenil en mi pueblo. Estaba en todo: en la escuela teníamos un cuarteto vocal al estilo de Los Zafiros o Los Meme.
"Me vinculé a tocadores de música afrocubana, toqué con un conjunto de guaguancó que en los carnavales se desdoblaba en una conga -allí lo mismo estaba en la tumbadora, que en el bombo- , estuve en un grupo de son, otro de música campesina, y eso, creo, fue lo que me ayudó, muchos años después, a ver la música sin prejuicios. Independientemente de que mi trabajo gire alrededor del son y del tres, no pienso que sean el ombligo del mundo, ni el de la música cubana; hay, también otros géneros importantes.
"Entre las cosas que aprendí a tocar en Chile está el charango. Con Manguaré, visité más de 30 países durante los 17 años que permanecí entre ellos; pero un día un amigo me llamó la atención sobre cómo yo tocaba el tres, por el ritmo que yo le sacaba. Ese amigo me dijo: 'tú sabes que si te dedicaras a tocar el tres, ganaríamos un buen tresero'. Me recomendó ver a algunas personas y, mira, aquí estoy."
Conocido como El Rápido de Güira de Melena, también como Pancho Manguaré, es reconocido por la crítica especializada, y por la elite de los músicos latinos, como el más virtuoso de los treseros, no solo de Cuba, sino del mundo.
Intérprete, compositor, orquestador, productor discográfico, es capaz de poner su talento en función de cualquier formato de la música cubana, desde una orquesta de son, un grupo tradicional, pequeñas agrupaciones de cámara, conjunto típico, charanga, agrupación folclórica, tríos, cuartetos, hasta una orquesta sinfónica.
Su participación como solista en los festivales internacionales de Guitarra de La Habana, y en otros, le han permitido demostrar su virtuosismo en el tres, instrumento que elevó a categoría de concertante, desarrollando conceptos y técnicas provenientes de los clásicos del jazz y de la canción trovadoresca.
"Si quería llegar a dominar el tres, tenía que dedicarme a él en cuerpo y alma. Primero fui a los clásicos: Arsenio Rodríguez, con esa manera vigorosa de tocar, donde el instrumento se destacaba por su identidad propia: corría por otro raíl que no era normalmente el del conjunto.
"Déjame decirte que si tengo que copiarlo al pie de la letra, no me daría pena, a veces lo hago; no todo el mundo puede copiar a Arsenio, El Niño Rivera, a quien conocí y con quien llegué a tocar; fue un excelente tresero y orquestador. Un día me dijo: '¿Tú has visto tocar a Isaac Oviedo? Ve a verlo porque, de todos los treseros, es el que más se mueve en el diapasón.' Fui y lo vi.
"¿Tú sabes lo que me gusta del tres? Su gaguera, su tartamudez, la tartamudez es lo que le da ese saborsito especial, ningún otro instrumento puede hacerlo. El tres pone sal en el son. Hay instrumentos que tratan de imitarlo, pero no es igual, por ejemplo el piano. Los pianistas oyen los tumbaos que hace el tres y, a partir de ahí, elaboran
"¿Qué hago yo? Cojo esas elaboraciones y, poniéndole lo mío, se lo paso al tres, lo hago también con el laúd, así he ido logrando un nivel de elaboración diferente con la incorporación de estos, incluso de la guitarra del rock and roll, del blue, de la guitarra clásica, de relacionarme con músicos del feeling, el jazz, de la música afrocubana.
"A veces -te confieso- , no me interesan tanto las notas y sí el sentido rítmico de lo que estoy haciendo, juego con el ritmo. ¿Qué tiempo me falta para seguir estudiando y perfeccionando el instrumento? Te diría que toda la vida."
La experiencia profesional acumulada por Pancho Amat le hace ser un músico que ha podido compartir con grandes figuras, desde Miguelito Cuní, Tata Güines, Chappotín, Lili Martínez, Pablo y Silvio, Compay Segundo, Leo Brower, Omara, Oscar D'León, Papo Lucas, Joaquín Sabina, Cesarea Évora, Ry Cooder, Andy Montañez, The Chieftains, Yomo Toro, John Parsons, Rosana, Dave Valentín y Santiago Auserón.
Desarrolla una carrera como solista en diferentes agrupaciones y países: en Estados Unidos con Cubanísimo; en España con Bárbaro Torres; en Japón con Noche Tropical; Francia, Alemania, Suiza y Holanda con Adalberto y su Son.
"He sido siempre muy ecléptico, lo que decía Martí de incorporar el mundo a mi cultura. Cuando me llamaron gente del latin jazz, no falté. Conocí a Santiago Auserón y me dije: '¿El tres en el rock? Allá voy', y me fui a España.
"Ahora estoy promoviendo mi CD De San Antonio a Maisí, con mi grupo, El Cabildo del Son. Se debe al sello español Resistencia, vivísima música tropical, donde conviven sones de principio de siglo con composiciones recientes.
"Hay canciones como Flor de Pantano, un bolero tradicional de Graciano Gómez; La Cocainómana, un son casi desconocido de Miguel Matamoros, de 1932, pero que sigue vigente (por lo de la lucha contra las drogas). ¡Ah!, y hasta una composición mía que debe su título a una ocurrencia de Tata Güines, quien un día jocosamente llamó a mi esposa masa limpia, que es como decir categoría superior.
"El próximo me gustaría que se llamara Parque Almendares, como recuerdo de aquel anfiteatro habanero donde se reunía el núcleo de la Nueva Trova, y actuábamos hermanados, allá por los años '70. Ahora entiendo que queríamos patentizar que la vieja y la nueva trova eran una sola."
En 1995, Pancho grabó en solitario el disco Son por Tres, premio nacional de la crítica especializada en el CUBADISCO de ese año. Con El Cabildo..., ha encontrado un pretexto para tocar son, para llevar a cabo los consejos que aprendió de Víctor Jara sobre qué se debe hacer, o no, en escena y, por encima de todo, un pretexto para que el tres reine completamente.
"El grupo es el resultado de una reflexión posterior al disco Son por Tres, donde los textos se separaban bastante de lo que se usaba en esencia en la música bailable. Sin tratar de ser elitista ni seudointelectual, donde el cuerpo me pedía poner una metáfora, la ponía; donde me exigía un lenguaje popular, callejero, lo utilizaba; pero puro y decente; ahora, porque yo pase por la esquina y le oiga decir una barbaridad a uno, no quiere decir que eso sea lenguaje callejero, popular, yo me refiero al cubaneo, válido para un son. Sin embargo, ese disco no le dejaba espacio al tres.
"Al ser una orquesta grande, el que más se traducía era el Pancho orquestador, o el compositor, pero la gente quería oír al Pancho tresero. Llegué a la conclusión de que tenía que hacer un grupo con un concepto más minimalista, donde no quedara más remedio que escribir para el tres, dejar traducir su sonoridad.
"El nombre me lo sugirió un amigo babalao de San Antonio de los Baños, quien me invitó en una ocasión a una de sus fiestas, llamadas precisamente Cabildo, donde mantienen la tradición, la unidad de la familia, su lenguaje; por eso le puse este nombre, un grupo que hace son con proyección de futuro, un lente por el cual se va a proyectar la cultura cubana, un medio para demostrar que la música cubana vive en todas las generaciones."
A la vida -dice Pancho Amat- , le tiene que agradecer todo cuanto es en la actualidad. Y, entre todos sus caminos, a sus padres, que lo estimularon siempre; a su paciente y comprensiva esposa, María Eugenia; a Manguaré, a Miguelito Cuní, quien un día, en una selección de músicos en un Festival del Son, lo propuso para que tocara el tres; a Lili Martínez, a Víctor Jara, nunca ausente de su corazón; a Arsenio, El Ciego Maravilloso y a El Niño Rivera, y a tantos otros que, de una forma u otra, le han animado, enseñado y mostrado cada rayo de luz.
Del Pancho que hacía música "hasta en los guardafangos de los carros", allá en su Güira natal, al Pancho Amat de hoy, han pasado tantas historias que se necesitarían cientos de cuartillas para escribirlas. A mí me permitió acercarme a algunas de ellas, rápido como con su tres, me las contó. Quizás yo no las he podido transcribir con el mismo virtuosismo de sus manos; pero, al menos, lo intenté y, como un son, pretendo que las escuchen de San Antonio a Maisí.
1 comentarios:
Pancho, además de ser un gran artista es un ser humano excepcional, con virtudes que lo hacen digno de respeto y admiración por parte de todos los que lo conocemos.
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