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domingo, noviembre 04, 2007

El secuestro de GARCÍA MÁRQUEZ

Por Reinaldo Cedeño Pineda (la isla y... LA ESPINA)

Repté por entre las piernas de un centenar de personas, empujé con desesperación, hasta que pude alzarme en el estrecho cerco que mis colegas, y los admiradores insospechados, salidos de todas partes, le habían tendido a Gabriel García Márquez.

El Festival del Caribe había concluido su gala inaugural.

Me había dedicado -el oficio manda- a buscar cuanta entrevista hubiese, a hurgar en su etapa periodística, a reinventarme la simbología de varias de sus obras. Recordé la ferviente exposición de una de esas profesoras inolvidables, cuando hablaba del señor de Aracataca… y volví sobre las hojas de Cien años…, El general…, El amor en los tiempos del cólera.

En mi agenda se agolpaban las preguntas sobre cine latinoamericano, el lenguaje y sus “escandalosas” propuestas… y ahora el Nobel estaba frente a mí…

Era el redactor de la sección cultural del periódico Sierra Maestra de Santiago de Cuba, entonces. Había decidido que la entrevista con el Gabo, tomaría toda la página, si era preciso…. No faltaba más.

El Teatro Heredia ardía este 3 de julio de 1996.

El escritor aplaudía la gala inaugural que había incluido al coro Orfeón Santiago con temas de la isla de Mompos. En otras jornadas sabríamos de la autenticidad de una hija de esta ínsula: Toto La Momposina… pero ahora García Márquez por contestar:

-Me siento en Santiago de forma estupenda, con música y palabras familiares. Tenía ya unos días sin venir a Santiago, unos días como unos nueve años…

Clandestino en Santiago

Ser periodista es un asombro. Ya les dije, alcé la pequeña grabadora como pude, pero la competencia de aquel enjambre de buscadores de autógrafos en libros, papeles… y servilletas, hacía de la pregunta un imposible. Apenas se escuchaba.

Di el estirón de mi vida para poder recoger su testimonio, toqué su hombro, casi lo derribo...

Gabriel García Márquez pudiera pasar inadvertido como cualquier mortal, si no fuera quien es. El retrato no salía de lo común: labios carnosos, lentes acomodados sobre un rostro con no sé que de ausencia, la veta de los años quizá. Y un cierto aire, mitad reflexivo, mitad asustadizo.

Todo el mundo preguntaba a la vez, mientras el Premio Nobel giraba la cabeza, desconcertado. Afloraba una risa sosa, displicente… insulsa si se me apura; arma tal vez contra aquel “ataque” que le recibirá por doquiera que vaya.

Luego de lamentables interrogantes, contestadas a medias, por pura cortesía… sobrevino la pregunta sobre Colombia, que al fin y al cabo era el país al que se dedicaba la cita:

-Colombia es Colombia. Nos preciamos de tener playas y mares, tierras en los dos Océanos; pero yo personalmente estoy en el Caribe, y quiero creer que Colombia está en el Caribe, aunque todos los colombianos no lo sientan igual.

La caótica conferencia de prensa parecía tomar el cauce indicado, cuando saltó la pregunta de qué significaba Cuba para el continente, y sobrevino la respuesta medular:

-Cuba... ahora, en estos momentos: la barrera que ha impedido que los Estados Unidos estén en la Patagonia.

La empatía se iba haciendo, la línea caribeña iba entremezclándose y aquello empezaba a tornase la conversación con un viejo amigo. Repasé otras preguntas en mi mente, pero…

En un abrir y cerrar de ojos, alguien abrió una brecha en el gentío, tomó de brazos al escritor, lo empujó –lo juro-, abrió rápidamente la puerta de cristal. Lo introdujo en un coche negro que salió despedido… ¿hacia dónde? Alguien masculló que no quería entrevistas, que después… ¿Después de qué?...

García Márquez había sido secuestrado en nuestras narices.

De nada valieron el estupor y las protestas, cuando el auto maldito y aquel improvisado “guardaespalda”, de cuyo nombre no quiero acordarme, partieron.

Quiero pensar que fue exceso de celos al cuidarlo… pero he maldecido mil veces al señor salido de Macondo. Aquella escena se me quedó clavada cual una foto fija, imposible de retocar, absurda. Mi página completa, se volvió apenas… una crónica de nueve párrafos, mientras los reportes radiales no sobrepasaron el minuto.

Dicen que en la noche, la noche siempre, se paseó de “incógnito” por el centro de la ciudad, que visitó la Casa de la Trova -¿cómo no hacerlo?-… y que nadie pudo arrancarle una entrevista en regla.

Dicen tantas cosas.

Sin embargo, un colega -cuando la nave del rapto lo hubo devuelto- hiló frases dichas por el Nobel al pasar por las calles santiagueras. Dios me perdone, siempre he creído que acabó aplicando la receta a su mismísimo creador, aquel consejo garcíamarquiano de que el secreto del periodismo está… en fabular. Y publicó un reporte… sui géneris.

Santiago de Cuba es la ciudad de las sorpresas y las visitas relámpago, como las de Federico García Lorca en 1930 -tenazmente negada-, o la del ex Beatle, Paul McCartney, en los inicios de este milenio.

Espero que la ciudad le haya asomado a García Márquez, no sus lances macondianos, sino sus luces... ¿será?

Fermina Daza y Florentino Ariza, tejiendo un amor octogenario; el patriarca deshojando su otoño, la Mamá Grande, el laberinto, Aracataca y las tristes putas… todos son parte de nuestra memoria. Y eso, no hay secuestro, no hay abdución que me lo quite.

2 comentarios:

Frank Partisan dijo...

I bought a book by Marquez called "The Autumn of the Patriarch." I will read it soon.



Regards.

Juan García Llera dijo...

Hi Renegade:
Garcia Marquez is an excellent writer with great mastery of the Spanish language. I haven't read any of his books translated into English, but I guess that any translator who embarks in such a great task must master both Spanish and the target language very, very well to do a good job. I'm sure you will enjoy the book.
Greetings from Cuba.