Susto en la encrucijada
Por Ariel Terrero (Bohemia)
Una carpeta para virtudes y otra para riesgos trae bajo el brazo la centralización que ha vuelto a la economía cubana desde el año 2004. Aplicada en el terreno financiero y del comercio exterior, busca, y lo logra ya, emplear con más puntería los recursos del país en objetivos estratégicos, algunos urgentes y de impacto visible en la vida cotidiana. La multimillonaria inversión en grupos electrógenos y en la renovación del sistema eléctrico, por ejemplo, apuntala una columna fundamental en cualquier economía, la energía, y pone a raya a los torturantes apagones.
A la par, sin embargo, la centralización del gasto en divisas sembró confusión y amenazó uno de los cambios definidos por el Gobierno –y lo creo- como más trascendentales de la economía cubana en el período especial: el perfeccionamiento empresarial. ¿Cómo conciliar la mayor autonomía en la toma de decisiones de una empresa, a que aspira tal proceso, con una política que arbitra a escala de ministerio sobre determinado monto de inversiones de cualquier entidad?
El clima de incertidumbre pudo desanimar a muchos directivos de empresa –y me temo que a escala de ministerios también- y amortiguó el ritmo de incorporaciones al perfeccionamiento. Tras promediar 168 empresas sumadas anualmente al nuevo sistema de 2002 a 2004, la cifra cayó a 67 en 2005 y a 55 el año pasado.
En oportuno auxilio llegó una reunión del Grupo de Trabajo del Buró Político del Partido, en febrero de 2006. Además de evaluar la marcha del perfeccionamiento, orientó a los organismos del Estado, a los consejos de la administración provincial y a las entidades nacionales adoptar medidas para garantizar el avance continuo de su implantación en todas las empresas con los requisitos exigidos y consolidarlo donde ya lo están aplicando.
La primera señal de reactivación es que al cierre de abril del actual año, 34 empresas más se habían incorporado y a ese paso podrían aproximarse de nuevo a la cifra de años anteriores.
¿Cuál es el apuro? Ninguno, repite una y otra vez Armando Pérez Betancourt, el hombre que lleva las riendas del Grupo Gubernamental de Perfeccionamiento Empresarial. Más que la cantidad – ha insistido- lo importante es el rigor y la calidad para aprobar a la empresa aspirante.
Desde ese punto de vista tiene toda la razón. El corre corre, el afán por cumplir planes sin sostén fundado y mostrar cifras bonitas suelen ser desastrosos.
Pero urge, a la vez, que el proceso se extienda. Las empresas son el núcleo de cualquier economía: de la riqueza que sean capaces de generar –más que del sueño de un yacimiento de petróleo gigante- depende la riqueza de que pueda disponer la sociedad. De ahí, la necesidad de que todas, o la mayoría, funcionen con una eficiencia comparable a las entidades que ya cruzaron las puertas del perfeccionamiento. Estas últimas, 845 al cierre del primer trimestre, el 30,9 por ciento del total de empresas existentes en Cuba, cargan con el 70 por ciento de todos los aportes en divisas, el 52,5 por ciento de las ventas en moneda dura y el 45,4 por ciento de las utilidades empresariales del país, y tienen una productividad de un 40 por ciento superior a la media cubana.
A pesar de los beneficios contantes y sonantes que rinden, las entidades en perfeccionamiento suelen tropezar con trabas internas y externas. Puertas adentro, un factor esencial, la participación colectiva en la toma de decisiones, no avanza en todas por igual. En algunos casos, los trabajadores, en lugar de sujetos, siguen siendo piezas del juego de ajedrez de la administración.
En el entorno asoman también obstáculos. Es difícil bogar en un medio donde la mayoría de las entidades continúa inmersa en un sistema de dirección anquilosado. Ahora, se agregan las nuevas reglas de la centralización; que pueden ser necesarias para empresas incapaces de maniobrar con eficiencia, pero tienden a demorar, en cambio, la asignación de recursos a las que ya están en perfeccionamiento. Y hasta reviven en algunos la malsana costumbre de mirar hacia arriba para adoptar cualquier decisión.
La encrucijada se presenta enredada por la misma diversidad de fórmulas empresariales en vigor, pero algo me dice –lo veo- que podrían conquistar esa vital autonomía aquellas empresas que en los resultados, y no solo los informes, prueben que saben utilizarla con sabiduría.
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