Vi la cara de la muerte, pero no tuve tiempo de pensar en ella
Por Yuris Nórido (Trabajadores)
Cincuenta años después del asalto al Palacio Presidencial, Ángel Eros Sánchez evoca las emociones de aquella jornada intensa:
Se respiraba tensión en aquel apartamento. Imagínese, veintitantos hombres esperando la hora de ir a asaltar nada más y nada menos que Palacio; una cantidad similar de compañeros aguardaba en otro apartamento hasta totalizar los cincuenta hombres del comando; uno sabía que se la iba a jugar, que era muy probable que quedara en el camino, que dejara atrás familia, amigos, la vida. Casi todos estábamos nerviosos, aunque unos lo demostraran más que otros. Algunos contaban chistes, hablaban de cosas más o menos sin importancia, quizás para no pensar demasiado en los seres queridos, en el peligro que se acercaba…
Yo le escribí una carta a mi esposa, que el día 12 cumplía años. Pensaba en ella y en los muchachos, en lo que estarían haciendo allá en Guanajay. Me había despedido muy rápido, apenas me dieron la orden de venir para acá a acuartelarnos. Fui al correo donde ella trabajaba como telegrafista y le dije que tenía que esconderme un tiempo, pues iba a pasar algo grande en La Habana y como yo estaba señalado por los militares no convenía que me vieran.
No sé si la convencí del todo, pero traté de dejarla tranquila. Ya yo sabía que lo que venía era grande y no podía —ni quería— echarme para atrás. Me dolió dejarla sola, con los niños, más sabiendo que estaba embarazada, pero yo tenía que cumplir con mi deber.
Ya en La Habana, en el apartamento, Ormani Arenado, un muchacho de Pinar del Río, más joven que yo, me dijo que si él moría iba a dejar solos a sus padres, pues era hijo único. Yo le dije que mi caso era peor, pues además de ser hijo único estaba casado, tenía dos hijos y mi mujer estaba esperando otro. Bueno, compadre, comparado con lo suyo lo mío es una bobería, me dijo sonriendo y seguimos hablando de otra cosa.
Recuerdo que la noche antes del asalto dormí bien, tranquilo, a pesar del nerviosismo y de la incomodidad por las colchonetas tiradas en el piso.
Cuando llegó la hora comenzamos a salir de dos en dos, tratando de no llamar la atención de los vecinos del edificio; el camión estaba parqueado debajo, cerca del acceso del garaje. Fui uno de los últimos en montar. Cuando subieron los últimos, cerraron la puerta de atrás, que no tenía cerradura, con una soga, no fuera a ser que con el corre corre del asalto aquello se trabara.
Íbamos todos dentro de aquel camión, tensos en medio de la oscuridad, expectantes. Recuerdo que había una ranura en la puerta y yo podía ver a la gente en la calle. Qué se iba a imaginar la gente que dentro de aquel camión iban cuarenta hombres armados para asaltar el Palacio Presidencial… Machadito se dio cuenta de que íbamos a pasar por delante de la casa de su novia y efectivamente, al rato pasamos por allí y la vimos recostada en una reja de la ventana de los bajos, como si nada: Mira mi mulata, dijo.
Yo no sé cuánto tiempo duró el trayecto, yo sé que cada minuto que pasaba la tensión crecía.
Se escucharon los primeros tiros, delante del camión iba el carro de Carlos Gutiérrez Menoyo y el de Faure Chomón atrás, ellos fueron los primeros en atacar. El camión, que ya había doblado por la calle del fondo del Palacio, trató de acercarse a la acera, pero una guagua se atravesó y casi quedamos en el centro de la vía. Se abrieron las puertas y comenzamos a bajar en medio del tiroteo. Allí mismo cayeron algunos compañeros.
Algunos de nosotros tuvimos que bordear la guagua, para tratar entonces de acercarnos a la puerta de atrás del Palacio. A tiro limpio tuvimos que abrirnos paso. Ya algunos compañeros estaban dentro. Pude entrar por aquella puerta, sorteando no sé ni cómo las balas.
Los tiros venían de todas partes, de los soldados que estaban al frente, de los que estaban en los pisos superiores, aquello era un infierno. Yo tenía en la cabeza una sola idea: avanzar, avanzar hasta donde fuera posible. Me hirieron en la pierna, pero ni lo sentí. En ese momento uno tenía a la muerte delante, pero ni tiempo de pensar en ella.
Pude llegar hasta la gran escalera de la entrada principal que solo se abría en los días de recepción. Algunos de esos disparos que se ven ahora en la pared tienen que haber sido míos. No sé muy bien cuánto tiempo duró aquello, sé que en determinado momento nos dimos cuenta de que la cosa no marchaba bien, que íbamos a tener que retirarnos, que la operación de apoyo no llegaba. Me fui replegando, logré salir por donde mismo había entrado.
El tiroteo no paraba, las balas me pasaban muy cerca, llegué al camión y me metí debajo, perdí la ametralladora, ya sólo me quedaba la pistola.
A duras penas alcancé el parque que estaba donde ahora se encuentra el Memorial del Granma. La calle estaba llena de carros, había tremendo tranque. Aunque parezca increíble, había mucha gente curiosa, mirando todo aquello. En medio de la confusión logré montarme en un carro de alquiler y pistola en mano obligué al chofer a salir.
Dicho así, todo parece bastante simple, pero otra cosa era estar allí. Demasiadas emociones. Yo pensé que no iba a salir vivo de ese lugar. Vi a muchos compañeros caer muertos o heridos a mi lado. Pero, para que veas, en esos momentos no tienes tiempo de pensar en el peligro.
Ángel Eros (Guanajay, 1927) era obrero de la textilera Ariguanabo, dirigente sindical y de la Juventud Ortodoxa en su pueblo natal cuando ingresó en el Directorio Revolucionario. Aunque no participó en las acciones del 26 de julio de 1953, fue procesado junto con los moncadistas y absuelto. Después del asalto a Palacio permaneció un tiempo en el clandestinaje, partió al exilio y salió de Miami en dos oportunidades con intenciones de abrir un frente guerrillero en las montañas de Pinar del Río, pero las dos expediciones se frustraron. Regresó a la patria el mismo día del triunfo de la Revolución y ocupó diversas responsabilidades, entre ellas director provincial del INDER en Pinar del Río y embajador de Cuba en Portugal. Es militante del Partido, está jubilado y es dirigente en la capital de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.
0 comentarios:
Publicar un comentario