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lunes, febrero 26, 2007

Rehabilitados 3 mil 500 niños nacidos con anomalías cardiacas

Por Marieta Cabrera (Trabajadores)

Llegar al corazón de los seres humano no deja de ser una travesía embarazosa aun para quienes suelen recorrerla con mayor asiduidad. En asuntos de la medicina son los cardiocirujanos y cardiólogos intervencionistas los que más la siguen para aliviar no pocas dolencias. Nadie mejor que ellos saben de ese desafío permanente a la inteligencia y la pericia, que logran sortear amparados en técnicas novedosas y eficaces.

El doctor Juan Carlos Ramiro Novoa, cardiólogo intervencionista del Cardiocentro William Soler, lleva diez años transitando la ruta que busca corregir algunas cardiopatías congénitas en niños. En ese tiempo no han faltado los sobresaltos y las angustias, pero tampoco las alegrías.

“Cada vida salvada nos proporciona una felicidad inmensa, pero también se sufre cuando uno cree que va a resolver totalmente el problema y no ocurre así, o cuando surge cierta complicación. Entonces, la alternativa es estudiar incesantemente, y perfeccionar nuestra labor”.

Ha sido protagonista, junto a otros especialistas, del desarrollo del cateterismo cardiaco, que permite a nuestro país la realización de procedimientos antes patrimonio exclusivo de naciones desarrolladas.

Se trata de una especialidad que aparece en el mundo en la década de los años sesenta del siglo pasado y con el transcurso del tiempo ha demostrado ser un proceder diagnóstico y terapéutico de elección, que puede evitar la cirugía tradicional. El cateterismo cardiaco es como una cirugía cardiovascular de mínimo acceso, en la que se utiliza un catéter, un tubo fino y flexible, que se introduce por una vena periférica y guiado por imágenes ecocardiográficas puede llegar hasta el corazón y cerrar, por ejemplo, un orificio o un vaso.

Esta técnica, que comenzó a emplearse en el Cardiocentro prácticamente desde su inauguración en 1986, se emplea para solucionar varias cardiopatías congénitas como son la coartación de la aorta, la comunicación interauricular y la persistencia del conducto arterioso.

Según explica el doctor Ramiro Novoa, jefe del Laboratorio de Cateterismo Cardiaco, si bien los dispositivos que se emplean en esta especialidad son costosos, es un proceder menos invasivo en comparación con la cirugía.

Por tanto la recuperación del paciente es más rápida y la estadía hospitalaria menor. Esto ofrece mayores beneficios al enfermo y reduce los costos sanitarios.

“Luego de aplicarle esta técnica a una persona, debe permanecer las primeras horas en la unidad de cuidados intensivos y al día siguiente es trasladada a la sala. Se le realizan los exámenes comprobatorios y a las 48 ó 72 horas está de alta, en dependencia de la provincia donde resida.

La supervivencia de los pacientes es elevada. En el actual año, de 100 personas tratadas por esa vía, hubo una fallecida. Tal registro incluye también a los adultos, pues cuando presentan una cardiopatía congénita los atendemos aquí”, agrega el doctor Ramiro.

“En auxilio de esta especialidad, el Cardiocentro avanza en el desarrollo de la ecocardiografía transesofágica, un procedimiento mediante el cual se le hace un ultrasonido al corazón, a través de una sonda introducida dentro del esófago con un transductor ecocardiográfico ultrasónico. Este, al llegar más cerca del órgano vital, logra una mayor resolución que la obtenida con la ecocardiografía transtoráxica”.

Conexión en red

Nada demuestra que al pequeño Lealvis Enrique Romero, de casi dos años de edad, fue preciso realizarle un proceder intervencionista hace menos de 24 horas, debido a que padecía una persistencia del conducto arterioso.

Aunque algo escurridizo ante la cámara fotográfica, no deja de jugar. “Cuando un niño nace, este conducto comienza a desaparecer progresivamente. Si no ocurre así — como fue el caso de Lealvis — es preciso cerrarlo luego cuando sea más conveniente, pues de no hacerlo provoca que la circulación pulmonar esté aumentada, puedan aparecer neumopatías a repetición y a largo plazo hasta hipertensión pulmonar”, explica el doctor Francisco Carballés García, cardiólogo y jefe del Programa Nacional de Rehabilitación Cardiaca del Niño.

Como Lealvis, de Ciego de Ávila, llegan a esta institución pequeños de todas las provincias del país, que son enviados por la red cardiopediátrica nacional, creada hace 20 años. “En cada territorio hay un grupo de especialistas preparados para detectar cualquier cardiopatía congénita, sobre todo las complejas, y remitir al infante de manera inmediata a nuestro centro o valorar el momento ideal en que se le debe realizar la cirugía”.

En el Cardiocentro William Soler son operados todos los menores de 5 años con alguna de estas patologías, además de los portadores de cardiopatías complejas — consideradas el 30% del total —, que deben ser atendidas en el período de recién nacido o lactante.

En los cardiocentros de Villa Clara y Santiago de Cuba se les realiza la cirugía a los mayores de 5 años, con cardiopatías congénitas.

Del total de intervenciones anuales que realiza el centro capitalino, el mayor porcentaje es de recién nacidos, pues “con el fortalecimiento de la red cardiopediátrica y el desarrollo de nuestro propio cardiocentro, el diagnóstico es más precoz y la experiencia es mayor, para determinar qué conducta seguir en cada caso”, precisa el doctor Carballés García.

Sendero hacia la confianza

Gracias al surgimiento de esta red, niños nacidos con anomalías cardiacas en los más recónditos parajes de la Isla, han llegado a ser adultos y tienen una vida activa. Entre estos, Carballés refiere que los hay incluso médicos, que hoy sanan a otros enfermos.

Que estén de vuelta a la sociedad aptos para empeños mayores se debe a la labor de rehabilitación que comienza incluso antes de los muchachos ser llevados al salón. Un programa para lograr que este proceso sea más integral comenzó en el año 1992, y hoy suman 3mil 500 los pacientes rehabilitados.

“El hotelito”, como le llaman al edificio, donde se hospedan los niños con sus padres cuando se decide intervenirlos, posee cuartos con aire acondicionado, y un aula donde los pequeños reciben las clases para mantenerse al día en las distintas asignaturas, durante su permanencia allí.

Un equipo multidisciplinario integrado por cardiólogo, fisiatra, fisioterapeuta, psicólogo y licenciado en cultura física y deporte tiene a cargo prepararlos para enfrentar el acto quirúrgico.
“Muchos de estos niños no han podido llevar una vida activa, con una capacidad funcional normal, y sus músculos no tienen el desarrollo adecuado.

Eso es detectado previamente por el fisiatra y los distintos especialistas comienzan a trabajar con el pequeño para enseñarle cómo debe ser su respiración cuando esté en la terapia postquirúrgica inmediata, donde no tiene con él a sus padres, y así colabore en su recuperación”, apunta el doctor Carballés.

Después — agrega — comienza el tratamiento físico inmediato y cuando se le da el alta recibe un plan de entrenamiento físico en correspondencia con su cardiopatía. “El objetivo es buscar pronóstico de supervivencia y calidad de vida”.

Como una buena estela, este programa de rehabilitación trajo la aparición de dos subprogramas para insertar a estas personas al trabajo, y determinar, en el caso de las mujeres cardiópatas, si pueden tener hijos y en qué momento concebirlos; este último en coordinación con el Hospital Ginecobstétrico Ramón González Coro.

Para quienes esperan el nacimiento de un hijo, el mayor anhelo es saberlo sano. Sin embargo, si viene al mundo con un padecimiento cardiaco, no todo está perdido. Esa esperanza sostiene a la madre de Yaremis M. Serra, sometida a varias cirugías, que hoy la ve progresar.

La existencia del Cardiocentro William Soler y de la red cardiopediátrica es sinónimo de confianza para cualquier cubano.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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