Estrellas sin polvo: Pedro “Natilla” Jiménez
Por Pausides Cabrera (Tribuna de La Habana)
Un pantagruélico banquete de natilla a inicios de los años 30, bautizó a escondidas al corpulento locomotorista de Jaruco, Isidro Jiménez, y por herencia a su hijo Pedro, futbolista y jugador de golf, llamado a convertirse en uno de los peloteros más grandes del beisbol cubano.
Dueño de excelente control y de una “curva de barril”, con la cual llegó a ponchar al mismísimo Juan Ealo cuando estaba “afilado al bate”, Pedro “Natilla” Jiménez comenzó a tejer leyendas desde sus inicios con el Hershey Sport Club.
Junto a figuras del calibre de Roberto Estalella, Andrés Fleitas, “Quilla” Valdés, Roberto y Oliverio Ortiz, “Loco” Ruiz, Felo Suárez, Tomás de la Cruz y Joaquín Viego, entre otras, el joven mecánico ferroviario fue alcanzando rango en el equipo y condujo al Hershey al banderín en 1937, 1938 y 1939. Ya para 1938 se codeaba con Conrado Marrero, Isidoro León, Julio Moreno, Daniel Parra, Ángel Catayo González y Antonio Estrella, lo mejor del pitcheo en la Isla. Ese propio año, el 23 de septiembre, se encaramó en el box y tiró “no hit no run” ante el Cárdenas, en pleito de la Liga Nacional de Beisbol Amateur.
Y no solo en el montículo llegó a ser respetado. Bateador de fuerza y tacto, lanzara o no, era utilizado como cuarto bate y jardinero, y hasta de toletero emergente en Series Mundiales. Precisamente en la de 1943, en La Habana, con su equipo en apuros empuñó por Chito Quicutis en el cuarto turno y enderezó rumbo al center right un envío del zurdo Pat Scantlebury, para dejar al campo a los panameños.
En 1938, “Natilla” defendió los colores de Cuba en los Centroamericanos de Panamá, y en 1939 integraba la nómina criolla en la Serie Mundial Amateur celebrada en La Habana. Así, se convirtió en el primer lanzador que otorgaba a Cuba un campeonato mundial. Y más: fue baluarte en las series de 1940, 1941 y en la ya mencionada de 1943, cuando fue proclamado héroe del evento.
Su tránsito por el profesionalismo abarcó temporadas en México, Venezuela y Estados Unidos, hasta que un lamentable accidente le obliga a abandonar como atleta los diamantes.
Pero si activa y fructífera resultó su vida como jugador, fecunda fue su trayectoria de casi 20 años como director y pedagogo del pasatiempo nacional, hasta su muerte acaecida el 23 de febrero de 1979.
Glorias como Laffita, Ramón Hechavarría y Don Miguel Cuevas, además de Roldán Guillén, Alarcón y Telemaco, y Vicente Díaz, Verdura, Aquino Abreu, José Antonio Huelga y Antonio Muñoz, entre otros muchos, se nutrieron con las experiencias del “Viejo”: siempre paternal y considerado por todos – en buen cubano – “hombre y amigo”.
Y no solo en fronteras. No obstante lidiar con su crónica insuficiencia renal, “Natilla” llevó sus conocimientos beisboleros hasta China, Indonesia y la entonces Unión Soviética, donde ayudó a sembrar el gusto por las bolas y los strikes.
Cuando algún día se haga realidad ese clamor de tantas voces, y al fin podamos contar con un Hall de la Fama para nuestro beisbol, allí, grande entre grandes por derecho propio, figurará el nombre de Pedro “Natilla” Jiménez.
*Tribuna agradece la amable colaboración ofrecida por Pedro “Natilla” Jiménez junior para la realización de este trabajo.
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