LAS DISCULPAS DE LABIOFAM Y LAS "CULPAS" DE LA PRENSA
Una disculpa que
inculpa no es disculpa. No se expía un yerro inculpando a otros
Por Omar George
Carpi (Cubaperiodistas)
Con una mezcla de
irritación y desencanto he leído la carta de disculpa del Grupo Empresarial Labiofam por el
incidente suscitado a raíz de la presentación de dos perfumes que llevarían como marcas los
nombres de sendos próceres entrañablemente queridos por los cubanos y los
revolucionarios de todo el mundo.
La misiva está
dirigida a los familiares del Comandante Hugo Chávez Frías y está firmada por
el Doctor José A. Praga Castro, director de Labiofam. Me decepciona una
respuesta tan justificativa.
Que tanto envases
como etiquetas tuvieran “carácter provisional” no quiere decir que no
estuvieran en trance de convertirse en definitivos; ni que no se hubiera
realizado aún “ninguna acción de registro ni mucho menos de comercialización
para una red de ventas” no deja claro si se haría en un futuro.
Es más, en el
supuesto de que todo fuera tan experimental como quiere sugerir la carta, el
hecho de mezclar nombres tan venerados, aún para mostrar el resultado de una
investigación, es lo suficientemente irreverente como para provocar reacciones
tan adversas por parte de muchos de los que estuvieron al tanto del suceso.
Hasta aquí lo que me
decepciona. Pero lo que me irrita es que se le haga pagar a la prensa los
platos rotos de este incidente. Ni siquiera importa que la impugnada periodista
sea de aquí o de acullá. Lo que molesta es cómo se trata de buscar en los
medios el chivo expiatorio para un torpe proceder.
No, la periodista de
AP no hizo un show mediático, ni alimentó con su ejercicio profesional “la
voraz campaña de desinformación a la que someten a nuestra nación y al mundo”.
Si bien este axioma esgrimido ahora, es parte de un contexto de agresión real,
no viene al caso.
El show se promovió
mucho antes, cuando en un congreso, al que por cierto tuvo acceso la prensa
internacional, se inició una acción de marketing cuyos fines no podían ser
otros que los de llevar ambos productos al mercado. Una presunta “falta
de previsión”, esgrimida como disculpa de por qué la noticia le dio la vuelta
al mundo no se achaca a los promotores de la iniciativa ni a la propia
naturaleza de esta. De ninguna manera. Lo que falto prever, según Labiofam, fue
la actuación de una periodista “mal intencionada”.
La colega no inventó
nada cuando puso en boca del investigador Mario Valdés Rodríguez, autor también
de la propuesta de los nombres, la aseveración de que tal paso se había dado
con el consentimiento de los familiares del Che y de Hugo Chávez. Semejante
afirmación entraña una responsabilidad fuera de todo cuestionamiento.
Tampoco fue
invención de la periodista lo que declararon Isbel González, vicepresidente de
investigación y desarrollo y otros especialistas y funcionarios del Grupo
Empresarial, entusiasmados no sólo con los resultados del experimento, sino
también con sus perspectivas. Al menos ninguno ha desmentido sus declaraciones.
Una idea puede
crecer “desde un sentimiento hermano y solidario”, pero puede torcerse en el
camino. Y no precisamente por “los mezquinos intereses de una prensa que miente
y ataca”. ¿En qué se mintió? ¿A quién se atacó?
No dudo que la
estrategia, más allá del horizonte comercial, pretendiera un fin noble. Es más,
abogo por que las anunciadas medidas
disciplinarias que se tomarán contra los responsables, tengan un carácter
más aleccionador que punitivo.
Entonces, vale la disculpa.
Pero no así. No se expía un yerro inculpando a otros. Y al menos en este caso,
no creo que la “maldita” culpa sea de la prensa.
0 comentarios:
Publicar un comentario