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jueves, diciembre 05, 2013

HUELLAS DEL CORAZÓN


En las escuelas Dora Alonso y Cheché Alfonso, destinadas a la atención educativa de los niños, adolescentes y jóvenes con trastorno del espectro autista, se respira amor, confianza y sacrificio

Por Lissy Rodríguez Guerrero (Granma)

Foto: Alberto Borrego
Un beso en mi mano izquierda imprimió Geonadad el día que puse delante de él una grabadora para arrancarle algunas palabras. Con él no fue muy difícil, como con otros niños. Me dijo sin miedo que en la escuela estudia, pinta, visita a la logopeda, escucha música, al tiempo que sonríe pícaro antes de plantarme otro beso inclinado hacia delante como si fuera un caballero medieval, que regresó para hacerme sentir una doncella de su tiempo, y despedirse.

Los paneles personales le indican una actividad diferente a realizar. En la medida que responden a la estimulación se disminuyen los niveles de ayuda, hasta que se le quita el color al pictograma, después la imagen y solo queda la palabra.

Él tiene en el rostro la inocencia, calidez y ternura de un niño hermoso, de esos que Martí decía son aseados y buenos. Y como él lo tienen el resto de los niños que encontré en las dos escuelas de La Habana destinadas a la atención educativa de los niños, adolescentes y jóvenes con trastorno del espectro autista. Juguetones, traviesos, alegres, aprendían a trabajar en pictograma, a leer y a escribir, dejándose guiar por sus maestros.

Así encontré a Marla, quien prefiere la Ma-temática antes que las letras; y a Diego Ar-mando, con un apego tan grande por los libros que un día salió disparado y se los arrancó de las manos al vendedor de la calle. Así encontré a estos niños especiales, y también a sus familias y maestros.


DORA ALONSO EN SU JARDÍN

—¿Qué día tú naciste? —pregunta Michel seguro de sí mismo.

—3 de noviembre del 51 —dice el fotógrafo.

—Fue sábado— responde sin pensarlo dos veces.

—¿Qué día tú naciste?—me inquiere ahora.

—27 de enero de 1990.

—Fue sábado también.

Con cada respuesta de Michel estaba la certeza de que estos seres vienen al mundo a proveer felicidad, y que no les falta nunca. Como tampoco falla la genialidad para sacarte una sorpresa de la manga, en el aspecto más insospechado, como puede ser la lógica matemática.

A la escuela Dora Alonso asisten niños entre 2 y 7 años, pero también trabajan los jóvenes Michel, con su talento inusual; y Julio, quien sabe el nombre de todos los meteorólogos, aprendió de memoria las medidas de seguridad a adoptar en la temporada ciclónica, y se encarga de echar agua a las plantas "para que no se mueran, para que la gente no llore".

Y de esas virtudes avezadas sacan también el olfato espiritual con el que descifran el interior y la belleza de la gente. Esta certidumbre la confirma Leidis Marian, madre de dos niñas de la escuela: "Yo digo que ellos miran con el corazón y ven la esencia puntual de las personas, si tú les caes bien, y no eres agresivo y les transmites tranquilidad y confianza ellos son muy amigables, cariñosos y afectivos".

Actualmente un total de 45 infantes llegan cada mañana a la Dora Alonso. La escuela brinda una atención educativa especializada, multidisciplinaria, a partir de un equipo de trabajo conformado por especialistas para cada una de las áreas que atienden, explica Ángela Rosado, psicoterapeuta de la institución.

Madres y padres entrevistados admiten que al llegar sienten mucha incertidumbre y temor. "La familia llega deprimida, atormentada, muy angustiada, y cuando ve las posibilidades de aprendizaje que tiene su hijo, cómo va cambiando, pues ella también va cambiando de actitud. Porque el docente transmite optimismo, tranquilidad, paciencia. Le da a la familia el lugar que merece, donde las relaciones son de coordinación no de subordinación", comenta la doctora Imilla Campo Valdés, directora de la institución.

Todos se refirieron a la mejoría que experimentaron sus hijos al poco tiempo de estar en la institución: "Cuando comenzamos el curso pasado él venía con una manera de comer un poco desajustada, metía las manos en la comida, se paraba, con mucha hiperactividad, tenía escaso contacto visual y conductas de imposición, y no respondía por el nombre. Entró a la escuela y a la semana decíamos ‘pero mira las cosas que está haciendo’. Veíamos día a día el cambio, porque ellos tienen esa habilidad para saber llegar al corazón de estos niños", afirma la mamá de Diego Manuel.

En la Dora Alonso hay dos proyectos de inserción de la familia que han llegado a cada hogar de una forma peculiar, una iniciativa para hacer más llevadera la vida de padres y madres. Una de ellas concierne a los hermanos, los terceros jueves de cada mes y cada dos meses con los abuelos, porque la propia vida les ha demostrado que para ellos es doblemente difícil, porque sufren por sus hijos y nietos, y a veces les resulta más complejo aceptarlo.

Sobre este trabajo Ángela Rosado insiste: "La escuela está buscando el nivel de preparación para ganar en esa red de apoyo que la familia necesita, porque es muy agotador enfrentar la vida y la cotidianidad de tener un niño con autismo."

EL RECURSO DEL AMOR

¿Una palabra para definirlos? Amor —respondió la profesora Mecci antes de explicar que el trabajo en la Cheché Alfonso requiere de la constante superación de sus profesores. "Tuve un alumno que todos los días me hablaba de la historia griega, y me hacía preguntas. Yo tenía que decirle ‘vamos a dejarlo de tarea’, y estudiar".

A Mecci Couré Rodríguez se le ve acariciando el pelo largo y encrespado de Gabriela. Ella solo lleva un año trabajando con estos niños y siente que fue una decisión muy acertada ir a trabajar allí cuando se lo propusieron. De esa forma sucede con la mayor parte de los profesores de este centro, creado el 22 de octubre del 2012, para dar respuesta al crecimiento de infantes con diagnóstico de autismo que había en la ciudad.

En una pequeña aula conocí a Marla, quien junto a Jorgito y Geonadad, el caballero medieval, estudian las asignaturas del currículo del tercer grado. Lauden Cruz Camejo, directora del centro, explica que a la escuela, con una matrícula de 48 alumnos, asisten niños, adolescentes y jóvenes entre 8 y 22 años. "Se reciben las clases del primero, segundo y tercer gra-do; y en grupos donde están los alumnos ma-yores de 14, se trabaja en las áreas encaminadas a la preparación para la vida: Educación Se-xual, Educación Laboral, autovalidismo, y las acti-vi-da-des en los diferentes talleres."

Pero además a los alumnos de la Cheché se les puede encontrar en el taller de carpintería, realizando acciones domésticas, aprendiendo de jardinería, confecciones, manualidades. Pueden estar en la biblioteca, el laboratorio de Computación, trabajando con sus logopedas, recibiendo clases de Música, Fisioterapia o Educación Física.

En el segundo piso de la institución la doctora Elsa Escalona Basulto, psicopedagoga de la institución, indicaba actividades con las manos a Teddy y Esther. Desde allí nos explicó cómo inició este proyecto en La Habana hace ya 21 años, en el mismo lugar donde nos encontrábamos.

"En Cuba desde que empezó la Enseñanza Especial se atendía el autismo clínicamente. Pero en su momento ubicaban a los pequeños en cualquier escuela, no se sentaban con ellos, no hacían actividades con las manos. En cuanto a autismo nos habíamos quedado atrás. Aquí empezamos entonces con dos aulas en un proyecto que duró 10 años con 19 o 20 alumnos. Hicimos investigaciones científicas, maestrías, doctorados. Creamos un contexto favorable y fuimos creciendo poco a poco, siempre asesorados por el Ministerio de Educación".

¿A DÓNDE VAN LOS NIÑOS?

Como parte de las actividades socioeducativas de la escuela están concebidos los viajes a distintos sitios de la ciudad. Tanto en la Dora Alonso como en la Cheché esto sucede una vez a la semana y vincula a todos los niños de la institución. El Zoológico, el Acuario y el Parque Lenin, son algunos de los lugares comunes a donde asisten.

"En este tipo de actividades les enseñan las normas de conducta, a esperar, sentarse correc--tamente, y eso los ayuda también para relacionarse con otras personas", comenta satisfecha Yailenit Fajardo, madre de un alumno.

Las salidas de la escuela permiten marcar el pulso de la sensibilidad de las personas en la calle, aspecto en el cual algunos padres no se sienten muy satisfechos: Hay que luchar para que la sociedad acepte las diferencias, señala la madre Leidis Marian.

Una especie de códigos mágicos establecen los infantes para comunicarse con sus padres y maestros. El mismo lenguaje que hizo a Geonadad plantarme un beso sin siquiera conocerme y a Marla sonreír cuando hacía las preguntas. El lenguaje que hace únicos a estos niños, el que los enaltece allí, en el jardín de los pequeños detalles, en las dos escuelas de La Habana.

EL AUTISMO Y SU TRATAMIENTO EDUCACIONAL EN CUBA

“El autismo es un trastorno global del neurodesarrollo que se presenta en los niños y se puede diagnosticar antes de los tres años. Todavía no tiene una causa única identificada, se considera que es multifactorial, y se caracteriza porque los niños a partir del primer año aproximadamente presentan alteraciones en la comunicación, la conducta, y tienen un patrón de comportamiento repetitivo, estereotipado, restringido”. (Mabel Whilby, psiquiatra infanto juvenil, jefa del Grupo Provincial de Psiquiatría Infantil) La escuela Dora Alonso se inauguró el 4 de enero del 2002 por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, a propósito del aniversario 40 de la Educación Especial. El centro tiene carácter provincial y atiende a niños de los 15 municipios de la capital. Como ella, existen en las provincias de Santiago de Cuba, Pinar del Río, Cienfuegos y Granma.

 

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