ORFILIO PELÁEZ MOLINA EN LA MEMORIA
Por José
A. de la Osa (Granma)
Este 17
de noviembre cumpliría 90 años de edad el científico cubano Orfilio Peláez
Molina, fallecido en La Habana el 17 de enero del 2001. Apoyado en los apuntes
de una entrevista que me concedió casi al final de su vida, pretendo esbozar en
su memoria algunos rasgos característicos de este afamado oftalmólogo, quien
con voluntad sostenida desde su graduación como médico se dedicó en cuerpo y
alma al estudio de la retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa y de
curso progresivo que daña la retina.
Ese
afán investigativo, me lo confesó entonces, nació en él por sentirse
"indirectamente culpable" del suicidio de un entrañable amigo cuando
cursaba el quinto año de la carrera de Medicina.
"Mi
amigo padecía de retinosis pigmentaria. Como todo paciente aquejado de una
afección incurable, presentaba desde el punto de vista psicológico variadas
manifestaciones, que transitaban desde la negación de la enfermedad hasta la
aceptación y la depresión.
"No
quería acudir al médico; le producía rechazo. Conversé mucho con él sobre la
necesidad de atenderse con el profesor que impartía la docencia en la
especialidad de Oftalmología. Al fin accedió. El profesor, desafortunadamente,
le señaló de forma tajante que para su mal no existían remedios; le dijo que
pasados unos pocos años se quedaría ciego y, por tanto, le sugería abandonar la
carrera de Medicina.
"Mi
amigo, sintiendo que no le quedaba un rayo de esperanza, salió literalmente
deprimido de la consulta y, al llegar a su casa, se lanzó por el balcón".
A esa
visión desgarradora el profesor Peláez sumó otras con el decursar. Durante los
años de la carrera observaba cómo los pacientes con retinosis pigmentaria
"molestaban" en las consultas y prácticamente a todos se les aplicaba
la "terapéutica del hombro": dos palmaditas en señal de resignación.
Por
ello, desde su graduación sintió la necesidad científica de estudiar esa
enfermedad y fue que cada día adentrándose más en las investigaciones de la
retinosis pigmentaria, comenzando por ofrecerles a los pacientes, con una alta
sensibilidad, el apoyo científico, emocional y humano que requerían.
El
profesor Peláez cursó estudios de posgrado en institutos de renombre
internacional, enseñó e investigó también en quemaduras, epidemiología de los
traumatismos oculares y realizó un aporte fundamental a la ciencia en el
diagnóstico y tratamiento quirúrgico de los cuerpos extraños intraoculares.
Describió por primera vez lo que se conoce hoy como "signo del tatuaje
escleral": la observación en la esclera (membrana blanquecina) de un punto
negro que se corresponde con la ubicación exacta de un cuerpo extraño
intraocular, lo que hace posible practicar la incisión y extracción con toda
seguridad. Asimismo contribuyó al desarrollo en Cuba de la Ergoftalmo-logía
(Oftalmo-logía laboral).
Este
hombre de ciencias, capaz de envolver a su interlocutor en un manto de
afectividad, admiraba sobre todo la modestia, la lealtad y la honestidad, y
rechazaba de plano el egoísmo y la autosuficiencia.
Incluso
viéndose sometido a un sencillo ejercicio de asociación de palabras, trascendía
por su profundo arraigo familiar y su humana visión de la Medicina. Relacionaba
hijo a "corazón", padre a "veneración", amor a
"fidelidad", ambición a "in-diferencia", médico a
"sacrificio". Cuando le mencioné madre, dijo que "es la primera
palabra que viene al recuerdo en momentos difíciles"; y pacientes:
"Los pongo dentro de la familia, y en ella como hermanos".
En
torno a las causas de la retinosis, y su cura definitiva, su mayor pasión
investigativa y de desvelos durante su fructífera vida, no se ha pronunciado
aún la última palabra. Por eso veíamos siempre al profesor Peláez rodeado de un
grupo multidisciplinario de investigadores animado por el secreto afán de que
las nuevas generaciones continuaran los estudios sobre esta enfermedad, a la
que hizo notables aportes, hasta que puedan ser desentrañados los
"misterios" que aún la rodean.
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