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lunes, agosto 26, 2013

COMPLACER AL CONSUMIDOR

Por Alfonso Nacianceno (Granma)

Foto: Juvenal Balán Neyra
¿Durante cuánto tiempo deberá reunir dinero un trabajador para comprar un equipo necesario en el hogar, por sencillo que este parezca? Es difícil hallar respuesta a la pregunta, porque juntar determinada cantidad de dinero —si se trata de CUC— va siempre en detrimento de la economía del hogar en CUP; así que al decidir tal erogación es preciso apuntar bien a la diana, para no errar el tiro.

Si usted determina que le hace falta, por ejemplo, una lámpara para el cuarto, la cocina o el baño de la casa, se lanzará a la aventura, primero, de buscar la adecuada al precio que le permite su bolsillo y, al mismo tiempo, elegirá una que se vea fuerte, elegante y eficaz. Recuerdo aquel adagio de décadas atrás, cuando nuestros abuelos buscaban lo bueno, bonito y barato.

¿Lámparas? Dónde hallarlas mejor que en varios puntos de venta de la ciudad, aunque, por cierto, nada baratas: la tienda por departamentos La Puntilla y la Plaza de Carlos III, entre otras dependencias, así como el sitio especializado en estos equipos situado al lado del Trasval de Galiano, se distinguen por sus ofertas.

Al primero de estos lugares llegó una pareja de jóvenes para adquirir una lámpara destinada a la cocina de su casa, y cuál no sería la sorpresa cuando la dependienta le mostró el artículo, muy agradable a la vista, pero le dijo que no podía probársela, que se la llevaran, conservaran el comprobante de pago y, si una vez en su casa no funcionaba, entonces regresaran a la tienda para cambiársela.

Alguien que acompañaba a los muchachos le inquirió a la expendedora que, por favor, buscara un bombillo, pelara los cablecitos de conexión y la probara allí. Otro dependiente, al ver que la atmósfera se estaba cargando con la naciente incomodidad de los posibles compradores, de inmediato le hizo el test al equipo y, por suerte, los jóvenes salieron complacidos, pues hasta les buscaron una caja para resguardarla (algo que debe venir con el producto).

Con anterioridad, en Carlos III, tras el mismo interés de compra, la dependienta del departamento especializado en luminarias había mostrado un aire más agradable al atenderlos; incluso, ofreció una disculpa por no tener condiciones para hacerle la debida comprobación a la lámpara. Pero, la manera de proceder fue similar: llévensela y, si no funciona, regresen para cambiársela.

¿Acaso en ambos lugares pensaron en la molestia que les causarían a los compradores cargando y retornando el aparato si no trabajaba? ¿Por qué ignorar la importancia que tiene el tiempo de cada quien para resolver un asunto? ¿No se sentirían más a gusto esas dependientas sabiendo que los jóvenes se marcharon complacidos?

Cosas así suceden porque nos hemos acostumbrado a aceptar lo que nos vendan, sin defender el derecho a recibir el mejor trato y la calidad de la compra. Si en años precedentes no existía una gama de productos para los diferentes gustos y era menester resolver los diarios y acuciantes problemas a como diera lugar, hoy ya es hora de ir erradicando esa mentalidad de "esto es lo que te toca, y no discutas".

Pago por lo que me agrada y considero con calidad, porque es mi derecho como consumidor; pero si adoptamos una actitud pasiva cuando nos ofrecen algo que no llena nuestras expectativas, puede, incluso, que nos pasen gato por liebre.


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