PALABRAS QUE VAN Y VIENEN
Las
locas no son felices
Por Celima Bernal (Juventud Rebelde)
A veces
empleamos comparaciones consabidas, pero indudablemente raras: «Dormí como un
caballo» (¿Será que dormí de pie?). «Anoche estudié como un salvaje» (¿Estudian
los salvajes?). «En esa época yo era feliz como loca» (Desgraciadamente, las
locas no son felices).
Con los
años una corre el riesgo de volverse reiterativa, pero creo que aún no les he
contado esta anécdota: Mi abuelo paterno, que luchó en los gloriosos días de la
invasión mambisa bajo las órdenes de Antonio Maceo, odiaba los disparates. Un teniente
le dijo: Coronel, en mis ratos de «ocío» voy a estudiar italiano. Se alzó de
repente, colérico, el viejo, dio un golpe sobre la mesa y rugió amenazador: En
los de ocio; aprenda español. Y a pesar de que ni en las cargas al machete
decía palabras mayores, agregó una de las más duras.
Una
noticia: «El aparato chocó con una montaña no registrada en las cartas de
navegación, debido al mal tiempo». Lo correcto sería: Debido al mal tiempo, el
aparato chocó contra una montaña no registrada en las cartas de navegación. En
el primer caso, pudiera entenderse que la elevación no aparecía en las cartas a
causa de la tormenta. Eso se llama en redacción: anfibología u oscuridad.
Una vez
oí: «El Presidente de esta isla que está en el Pacífico desde 1962». Es otro
ejemplo de oscuridad; cualquiera hubiera pensado que la isla había surgido de
las aguas del océano en fecha tan reciente.
Cuando
contamos una anécdota debemos tener presente que el interés se diluye si
abandonamos constantemente el hilo de la narración. Es peligroso ese vicio de
irse por las ramas, trepando por ellas como monos capuchinos e, incluso,
quedándonos colgados. Seamos directos.
No:
«Esas personas a quien quiero tanto». Digamos: a quienes. Fijémonos en que
«personas», en plural, no puede concordar con «quien» en singular.
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