SANTA CRUZ DEL SUR: DIA ACIAGO, PERO DE OTRO TIEMPO
Se rememora otra terrible historia de hace 76 años, asociada también a un caprichoso vendaval, el Ciclón del 32
Por Yahily Hernández Porto (Juventud Rebelde)
CAMAGÜEY, Santa Cruz del Sur.— Cuando esté leyendo este diario, este 9 de noviembre, al tanto de las noticias sobre un nuevo huracán, será inevitable recordar otra terrible historia de hace 76 años, asociada también a un caprichoso vendaval.
Mientras escribía estas líneas era impredecible aún la trayectoria exacta del huracán Paloma, pero su peligro potencial amenazaba con repetir el golpe del conocido como el Ciclón del 32.
Son muchos quienes quieren olvidarlo, y no es para menos, pues la suerte de aquel día, coincidentemente también domingo, saltó a la historia como el mayor desastre ocurrido en Cuba, con un saldo cercano a los 3 000 muertos, solamente en el sureño poblado de pescadores de Santa Cruz del Sur.
Y TOCÓ AL SUR
Casi al terminar la temporada ciclónica, procedente del Atlántico, el 31 de octubre de 1932 entró al Caribe un ciclón de gran magnitud, que afectó a varios territorios de las Antillas y Centroamérica.
Exactamente el día 8, a las 7 de la noche, un parte sobre el fenómeno atmosférico daba por sentado que se encontraba a 150 millas al oeste de Jamaica, moviéndose al norte noroeste, una información errónea.
A la inexactitud de los pronósticos de entonces se le sumaba que en Cuba la trayectoria del meteoro era seguida por los observatorios de Belén y el Nacional Laico, los cuales nunca se pusieron de acuerdo en sus pronósticos, al punto de que un día antes de la hecatombe, las opiniones sobre su curso eran muy diferentes, aunque una última precisaba que el peligro para Camagüey aumentaba.
Pocas horas después, el día 9 de noviembre de 1932, el fenómeno tocó tierra por un punto situado aproximadamente a 60 kilómetros al oeste de Santa Cruz del Sur.
ENSAÑAMIENTO
El poblado de pescadores quedó expuesto al embate terrible y combinado del viento y el mar. Refrenda la historia que el Ciclón del 32 se ensañó en la gente de un pequeño pueblo ubicado al sur de Camagüey, y que en las zonas costeras de los territorios vecinos de Ciego de Ávila y Las Tunas el mar llegó a penetrar hasta 20 kilómetros tierra adentro.
El evento traía consigo vientos que sobrepasaban los 250 kilómetros por hora. Los vientos arremetieron desde el mar hacia la tierra, originando olas que alcanzaron alturas entre 22 y 30 pies, las que sumergieron a la localidad, y con ella a todo lo que tuviera vida: personas, animales y plantas desaparecieron dejando rastros desgarradores...
Aunque desde el día 8 de noviembre el deterioro del estado del tiempo dejó entrever que algo realmente aterrador pasaría, los pobladores de la sureña región, confiados en las experiencias anteriores no se resguardaron, y así se convirtió Santa Cruz del Sur en un amasijo de cadáveres, lodo y escombros.
Los testimonios reflejados por escritores de Camagüey en libros y documentos, al entrevistar a varios de los sobrevivientes, cuentan de una tierra bañada en sangre y oscurecida por las tinieblas.
Estremece mirar las hojas de textos como el del jefe de Sanidad de la localidad, Aníbal Piña, quien ordenó quemar todas las palizadas con la gente dentro, vivas, moribundas o muertas, para evitar una epidemia. O quienes al caminar después de la embestida encontraban a su paso mujeres, hombres, niños y ancianos semidesnudos y temblorosos.
Se recoge que los cadáveres llegaron a flotar junto a todo lo que era de madera por días enteros, y durante semanas ardieron fogatas gigantescas con los cuerpos putrefactos de seres humanos y animales. El 70 por ciento de los habitantes quedaron sepultados.
Cientos de personas aún vivas, al bajar la marea, fueron enterradas en el mar, y al paso de los días muchos cuerpos aparecieron enredados en la vegetación de las cayerías. Y, como para aumentar la tragedia, las tripulaciones de dos navíos de guerra, que anclaron en el puerto, saquearon al pueblo, robándole a los muertos sus recuerdos.
DÍAS DESPUÉS...
Después del embate los sobrevientes de la catástrofe quedaron atrapados en la furia del mar y no fue hasta el día 10 que llegó el primer tren de ayuda que los trasladó hacia Camagüey.
El 13 del mismo mes arribó al poblado una representación del Gobierno y de los órganos de prensa nacional y extranjera. Entre ellos viajaba Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, quien relató que, «el área de la población era un amasijo impresionante, en el que se confundían los objetos más disímiles entre sí».
Las causas del desastre podrán atribuirse a muchos factores, pero no cabe duda de que la despreocupación y la falta de previsión de las autoridades del país y de la provincia no podrán ser perdonados ni por la historia, ni por los muertos, algunos de los cuales, como las telefonistas, se convirtieron en mártires por permanecer en sus puestos, pidiendo ayuda.
Podrán entonces Paloma y el Ciclón del 32 coincidir en fecha y quizá en trayectoria, pero nunca en el dolor con el que se lo recuerda hoy en Camagüey.
Baste con mencionar que, al cierre de esta información, las zonas bajas del municipio de Santa Cruz del Sur, proclives a penetraciones del mar, se encontraban evacuadas. Más de 5 000 habitantes se encuentran en albergues camagüeyanos y, justamente concluyendo estas líneas, un tren de pasajeros transportaba desde esa localidad 1 200 personas hacia los centros de evacuación provincial.
Por Yahily Hernández Porto (Juventud Rebelde)
CAMAGÜEY, Santa Cruz del Sur.— Cuando esté leyendo este diario, este 9 de noviembre, al tanto de las noticias sobre un nuevo huracán, será inevitable recordar otra terrible historia de hace 76 años, asociada también a un caprichoso vendaval.
Mientras escribía estas líneas era impredecible aún la trayectoria exacta del huracán Paloma, pero su peligro potencial amenazaba con repetir el golpe del conocido como el Ciclón del 32.
Son muchos quienes quieren olvidarlo, y no es para menos, pues la suerte de aquel día, coincidentemente también domingo, saltó a la historia como el mayor desastre ocurrido en Cuba, con un saldo cercano a los 3 000 muertos, solamente en el sureño poblado de pescadores de Santa Cruz del Sur.
Y TOCÓ AL SUR
Casi al terminar la temporada ciclónica, procedente del Atlántico, el 31 de octubre de 1932 entró al Caribe un ciclón de gran magnitud, que afectó a varios territorios de las Antillas y Centroamérica.
Exactamente el día 8, a las 7 de la noche, un parte sobre el fenómeno atmosférico daba por sentado que se encontraba a 150 millas al oeste de Jamaica, moviéndose al norte noroeste, una información errónea.
A la inexactitud de los pronósticos de entonces se le sumaba que en Cuba la trayectoria del meteoro era seguida por los observatorios de Belén y el Nacional Laico, los cuales nunca se pusieron de acuerdo en sus pronósticos, al punto de que un día antes de la hecatombe, las opiniones sobre su curso eran muy diferentes, aunque una última precisaba que el peligro para Camagüey aumentaba.
Pocas horas después, el día 9 de noviembre de 1932, el fenómeno tocó tierra por un punto situado aproximadamente a 60 kilómetros al oeste de Santa Cruz del Sur.
ENSAÑAMIENTO
El poblado de pescadores quedó expuesto al embate terrible y combinado del viento y el mar. Refrenda la historia que el Ciclón del 32 se ensañó en la gente de un pequeño pueblo ubicado al sur de Camagüey, y que en las zonas costeras de los territorios vecinos de Ciego de Ávila y Las Tunas el mar llegó a penetrar hasta 20 kilómetros tierra adentro.
El evento traía consigo vientos que sobrepasaban los 250 kilómetros por hora. Los vientos arremetieron desde el mar hacia la tierra, originando olas que alcanzaron alturas entre 22 y 30 pies, las que sumergieron a la localidad, y con ella a todo lo que tuviera vida: personas, animales y plantas desaparecieron dejando rastros desgarradores...
Aunque desde el día 8 de noviembre el deterioro del estado del tiempo dejó entrever que algo realmente aterrador pasaría, los pobladores de la sureña región, confiados en las experiencias anteriores no se resguardaron, y así se convirtió Santa Cruz del Sur en un amasijo de cadáveres, lodo y escombros.
Los testimonios reflejados por escritores de Camagüey en libros y documentos, al entrevistar a varios de los sobrevivientes, cuentan de una tierra bañada en sangre y oscurecida por las tinieblas.
Estremece mirar las hojas de textos como el del jefe de Sanidad de la localidad, Aníbal Piña, quien ordenó quemar todas las palizadas con la gente dentro, vivas, moribundas o muertas, para evitar una epidemia. O quienes al caminar después de la embestida encontraban a su paso mujeres, hombres, niños y ancianos semidesnudos y temblorosos.
Se recoge que los cadáveres llegaron a flotar junto a todo lo que era de madera por días enteros, y durante semanas ardieron fogatas gigantescas con los cuerpos putrefactos de seres humanos y animales. El 70 por ciento de los habitantes quedaron sepultados.
Cientos de personas aún vivas, al bajar la marea, fueron enterradas en el mar, y al paso de los días muchos cuerpos aparecieron enredados en la vegetación de las cayerías. Y, como para aumentar la tragedia, las tripulaciones de dos navíos de guerra, que anclaron en el puerto, saquearon al pueblo, robándole a los muertos sus recuerdos.
DÍAS DESPUÉS...
Después del embate los sobrevientes de la catástrofe quedaron atrapados en la furia del mar y no fue hasta el día 10 que llegó el primer tren de ayuda que los trasladó hacia Camagüey.
El 13 del mismo mes arribó al poblado una representación del Gobierno y de los órganos de prensa nacional y extranjera. Entre ellos viajaba Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, quien relató que, «el área de la población era un amasijo impresionante, en el que se confundían los objetos más disímiles entre sí».
Las causas del desastre podrán atribuirse a muchos factores, pero no cabe duda de que la despreocupación y la falta de previsión de las autoridades del país y de la provincia no podrán ser perdonados ni por la historia, ni por los muertos, algunos de los cuales, como las telefonistas, se convirtieron en mártires por permanecer en sus puestos, pidiendo ayuda.
Podrán entonces Paloma y el Ciclón del 32 coincidir en fecha y quizá en trayectoria, pero nunca en el dolor con el que se lo recuerda hoy en Camagüey.
Baste con mencionar que, al cierre de esta información, las zonas bajas del municipio de Santa Cruz del Sur, proclives a penetraciones del mar, se encontraban evacuadas. Más de 5 000 habitantes se encuentran en albergues camagüeyanos y, justamente concluyendo estas líneas, un tren de pasajeros transportaba desde esa localidad 1 200 personas hacia los centros de evacuación provincial.
2 comentarios:
hola
soy noel de http://pescaenourense.blogspot.com/
te queria ofrecer un intercambio de enlaces.
si te interesa responde a este email o comentario
saludos
Camaguey è una cittadina splendida, spero che "paloma" non abbia prodotto danni rilevanti. Un abbraccio da Mario
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