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miércoles, noviembre 05, 2008

MAGDALENA MENASSES, LA RUSA DE BARACOA

Alejo Carpentier se inspiró en ella para crear un personaje de su novela La consagración de la primavera

Por Jesús Risquet Bueno (Trabajadores)

Magdalena Menasses Rovenskaya fue el nombre de la extraña bella y enigmática rusa que enriqueció la cultura y el nombre de la Villa de Baracoa.

En una reluciente casa anaranjada situada frente al mar, vivió Magdalena Menasses Rovenskaya, la artista rusa que llegó un día y se radicó en Baracoa después de mucho vagar por países y ciudades. De ella siempre se habla en la primada ciudad porque quedó en la memoria de sus pobladores tanto así que cuenta a modo de leyenda que durante la lucha y la clandestinidad, Fidel y el Che se sentaban en el hotel de La Rusa a hacer planes sobre el futuro de Cuba.

Alejo Carpentier se inspiró en la historia de La Rusa para crear uno de los personajes centrales de su novela La consagración de la primavera. El personaje se llama Vera.

Magdalena Menasses fue definida por alguien como "una cosa parada entre el sueño y la vida". Su extraordinaria belleza y el misterio de su estadía en el poblado, hicieron que a su alrededor se tejieran leyendas a las que la rusa nunca dio importancia.

Ella, Magdalena Menasses era hija de un militar zarista ajusticiado en la Revolución de Octubre. A partir de entonces, acompañada de su madre primero y luego de su esposo, con quien se había casado en 1924, siendo este un diplomático ruso en Turquía, inició un largo peregrinar por el mundo buscando un lugar para asentarse, hasta llegar a Baracoa, donde fue tomada indistintamente por una artista y una espía.

En realidad llegó a Cuba en mil novecientos veintinueve con el propósito de hacerse cargo de los negocios que dejó al morir un pariente de su esposo; pues Baracoa experimentaba entonces un gran auge económico debido a la producción bananera de principios del Siglo XX. El matrimonio, con el transcurrir del tiempo, se hizo dueño de un café, una tenería y una pequeña propiedad agraria, negocios que no continuaron en los años cincuenta, cuando, robándoles el espacio a las tunas y uvas caletas de la costa, construyeron el hotel Miramar, terminado en 1953, frente al malecón de Baracoa, llamado desde entonces por el sobrenombre de La Rusa, como aún se le conoce. Baracoa ejerció su especial embrujo sobre esta elegante mujer y a la vez la atractiva rubia hechizó a sus pobladores.

El hotel centraba la vida de la ciudad: pues a él llegaban muchos comerciantes, negociantes norteamericanos asentados en la base naval de Guantánamo y Nicaro, y se dice que hasta el actor Errol Flyn fue uno de sus huéspedes.

Magdalena Menasses, quien fuera una mujer muy culta y refinada, adoptó en mil novecientos cuarenta y cuatro la ciudadanía cubana y desde su llegada jamás volvió a salir de Cuba, aunque sí viajó intensamente por el interior de la Isla, acompañada de su esposo y de su hijo. En su juventud poseyó una hermosa voz. París le abrió las puertas donde como Mima Rovenskaya, exhibió sus dotes de bailarina y pianista. Su educada voz de soprano, cuyo lirismo le ganó importantes espacios: el Gran Teatro de la Opera en Francia; la Opera de Milán, en Italia; Las Palmas de Canaria y Madrid, España... Su amplia cultura abarcó el conocimiento de varios idiomas: ruso, alemán, francés, italiano, portugués, inglés y español.

En La Habana La Rusa conoció la Acera del Louvre y la intelectualidad cubana de la época, además de ofrecer exitosos conciertos

La prosperidad individual no la enajenó, y sufría mucho por la abandonada población que la rodeaba y se identificó con los jóvenes que combatían a la tiranía de Fulgencio Batista desde 1953. Los ayudó con dinero, medicinas y así terminó involucrada en un proceso revolucionario que tiene el mismo sello del que tanto huyó desde principios del siglo XX en Rusia.

Su esposo Albert falleció en 1956, mientras cantaba un aria para ella en la habitación de un hotel en Santiago de Cuba.

En el registro de alojamiento del hotel La Rusa aparecen los nombres de Fidel, Celia y Antonio Núñez Jiménez fechados el 29 de enero de 1960; también están las firmas de Ernesto Che Guevara, Raúl Castro, Vilma Espín y Aleida Guevara, el 25 de mayo de 1961.

La rusa sólo vivió 13 años en Rusia, pasó unos seis años viajando y el resto del tiempo vivió en la Isla, principalmente en Baracoa, a cuya tierra dedicó más de las dos terceras partes de su existencia.

Con el triunfo de la Revolución Cubana, la rusa se incorporó al proceso como una cubana más. Magdalena fue miliciana, federada, cederista; donó sus valiosas joyas, oro, plata, 25 mil dólares y el hotel que hoy, como sus fortalezas, distingue y marca una etapa de la historia de la Primera Villa de la Isla de Cuba, en la que inscribió su nombre como una de las más universales mujeres de Baracoa.

Murió la Rusa el 5 de septiembre de 1978, pero para entonces, como un epitafio, había declarado según una revista de la época: “Yo no sé la edad que llevo porque a mí el tiempo no me importa; lo único que sé es que voy perdiendo la belleza; la vida es ganar y perder, y muchas veces se pierde para ganar. Yo he perdido mucho; el otro día quise decir florero en mi idioma y no hallé la palabra rusa, pero gané una Revolución hermosísima”.

1 comentarios:

pumario dijo...

Post bellissimo! Sempre molto interessanti le storie che pubblicate, questo è un blog che trasuda cultura democratica. Mario