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martes, agosto 26, 2008

DONDE SE HABLA DE TORTUGAS Y MAR

Voluntarios en Guanahacabibes para integrarse al Proyecto de estudio y conservación de tortugas marinas

Por Leslie Salgado (Trabajadores)
Foto: René Pérez Massola

Llevamos rumbo oeste. A nuestro paso aparecen pueblos y asombros. Rostros que pudieran pertenecer a cualquier lugar de Cuba. Pero por estos lares las casas de tabaco, diseminadas cual semillas, hacen la diferencia.

“Llegaron los tortugueros”, oímos a nuestro paso. La frase podría horrorizar a un especialista, pero de Sandino a La Bajada todos conocen de los muchachos que vienen a encontrarse con la soledad, el mar y las tortugas.

Durante 15 días, la península de Guanahacabibes será el hogar de alrededor de 30 voluntarios, que se diseminarán por siete de sus playas.

Formamos parte del proyecto universitario de estudio y conservación de tortugas marinas, auspiciado por la Universidad de La Habana y liderado por la Doctora María Elena Ibarra, directora del Centro de Investigaciones Marinas (CIM).

PLAYA ANTONIO O EL PARAÍSO

Para el primer grupo el viaje termina a unos 25 km de la entrada a la península.

Son alrededor de las 10 de la mañana y un cartel anuncia que hemos llegado a Playa Antonio, la primera de las ocupadas por el Proyecto. Bajamos de la guagua con una mezcla de excitación y nerviosismo.

“¡Que no se quede nada! ¿Quién cogió las casas de campaña? ¡Que no se olviden los pomos de agua!”

Un camino de filoso dienteperro nos conduce hasta el borde del farallón.

“No te entretengas, muchacha, que si te caes aquí...”, me advierte René. La travesía con las espaldas cargadas se hace difícil. Justo donde termina el camino de navajas comienza el paraíso.

En el campamento rústico: un bohío de guano y horcones de palma junto a la playa, nos esperan los voluntarios que debemos relevar. Encontramos caras repletas de felicidad, mezcladas con sol y múltiples picadas.

“Los viejos” nos dan el primer tour por la playa. Entregan las planillas con los resultados de la temporada; comentan sus experiencias y también ofrecen una mano para seguir bajando bultos y más bultos. Ahora, queda tiempo para un tema esencial.

“¿Cómo estuvieron los jejenes?” Si el “ventilador” (se refieren a la brisa marina) no se detiene, los jejenes se esfuman y los mosquitos son apenas una leve molestia, nos comentan.

Lo contrario supone que las horas nocturnas se hagan eternas. La plaga de insectos obliga a cubrir cada centímetro del cuerpo para salir a “playear”.

Solo un hecho puede sustraernos de la molestia infernal: la llegada de una tortuga.

Nos quedamos con las explicaciones; “la mano” la devolvemos cuando los ayudamos a llevar su “campamento” hasta la carretera. Durante los 15 días siguientes vigilaremos cada noche a la espera de nuestras singulares visitantes.

DE PLAYAS Y NOCTURNIDAD

A las 10 de la noche comienza la vigilia y cada 45 minutos recorremos la playa hasta el amanecer. Sin el favor de la luna se puede hacer muy difícil no confundir una roca o la vegetación con una tortuga, solo su rastro fresco sobre la arena es exclusivo. Aprenderlo requiere observar con cuidado.

Olivia Escotado, una bióloga llegada de Tenerife, Islas Canarias, y René, cuyas fotos acompañan este relato, son los novatos de la temporada. Para ellos es aún demasiado pronto... “¿Eso es una piedra o una tortuga?”, “Yo creo que sí, mira, mira, mira se está moviendo, caballeros despacio...!” Se trataba apenas de una enorme piedra. La segunda noche nos traería mejor suerte.

Sobre las 12 de la madrugada siguiente, el campamento está en plena actividad. Dos tortugas verdes (Cheloniamydas), las más frecuentes de julio a septiembre, decidieron “subir” casi a la vez. “Tienen que estar atentos —nos habían dicho durante la conferencia preparatoria en el Centro de Investigaciones Marinas (CIM) — solo cuando termine de hacer la ‘cama’ ustedes comienzan a trabajar.

“...Lo más recomendable para contar los huevos es poner la mano debajo de la cloaca de la tortuga. Van a sentir una sustancia gelatinosa, pero no deben parar...

“Noventa y dos, noventa y tres, noventa...”, y sigue la cuenta. ¡Las tortugas verdes ponen de 70 a 140 huevos aproximadamente! Mientras, Joicye Hernández (el coordinador de la temporada) mide la tortuga, la revisa en busca de filopapilomas u otras anomalías; chequea la existencia de la marca (una presilla colocada en la aleta derecha que la reconoce como una tortuga de las que anidan en estas costas).

Dos tortugas en una noche suponen mucho trabajo, pero también que las horas se vayan volando. El amanecer llega urgente. Aquí, donde se pone el sol en Cuba, “suele despertar muy guapo”, como diría Olivia.

Después de una madrugada tan agitada nos merecemos un buen desayuno.

René batalla con el carbón. Aunque la zona es una productora por excelencia de este combustible parece que no hemos tenido suerte. O no sabemos prenderlo. Los hombres nunca admiten no saber algo. “A ver, déjenme a mí”, lo aliento. Minutos después la llama constante del carbón es una invitación perfecta para el té.

Quien piense en mañanas de total aletargamiento se equivoca. Cada dos horas debemos tomar las temperaturas de algunos nidos, parte imprescindible de un estudio realizado por la investigadora Julia Arranza, del CIM. Hoy corresponde además “señalizar” los nuevos con algunos datos: número de nido, especie de la tortuga, cantidad de huevos y fecha van dentro de un pomo o botella amarrado a un palo, que a través de una guía conduce directo al nido. Así aprovechamos los desechos que el mar devuelve al hombre: diariamente recalan sobre estas costas sogas, botellas, pomos plásticos (la más inimaginable evidencia de inmundicia humana).

Mantener la playa limpia forma parte de la labor de los voluntarios. “No se hace como parte de un plan”, aclara Joicye, quienes vienen aquí tienen por lo general una elevada conciencia ambiental.

Enterramos los desechos; los papeles y cajas van al fuego. Al final cada equipo debe llevarse los desperdicios acumulados durante la temporada.

En medio de tanto quehacer siempre queda algún tiempo para leer y extasiarse un poquito. Pero ya vemos venir una nueva “misión”. Por las fechas de los nidos uno y dos, pronto tendremos nacimientos.

DONDE COMIENZAN LA SOLEDAD Y LA VIDA

¡Hay que cercar bien los nidos! Cualquier cosa sirve, desde elementos naturales hasta restos de cajas. Lo importante es no dejar espacio para que las tortuguitas al nacer queden a la merced del voraz apetito de cangrejos y aves.

Los nidos uno y dos, marcados a finales de junio, son ahora el centro de atención. Después de cercarlos, velamos, pasamos, relevamos, descansamos... hasta que un grito nos hace volar.

“¡Vengan que están saliendo!” Juro no haber visto algo más naturalmente hermoso que esas cabecitas asomándose a la vida.

Con delicadeza, revisamos sus diminutas anatomías, tomamos notas de las malformaciones (si existen) y de sus medidas. Tan pronto como podemos las dejamos libres. No importan dónde estén, la brújula genética les enseña el camino a su mundo. Estremece el espectáculo de las pequeñas contra las olas, mar adentro, como quien tiene prisa por crecer. Quedamos solos otra vez. En el nido hay algunos huevos infértiles y otros infestados que también contamos.

Las tortuguitas se convierten en pequeños puntos sobre las olas. Ahora, solo se escuchan viento y mar.

1 comentarios:

Raúl dijo...

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