FERNANDO ORTIZ, FUNDADOR
Por María Teresa Linares (El Salón de la Música Cubana)
"Tan ancha y honda fue la tarea de Don Fernando que puede cargar, sin pandearse, el título altísimo de tercer descubridor de Cuba, en comprometida secuencia con el genovés temerario y Humboldt, el sabio"
Juan Marinello Vidaurreta, Casa de las Américas, Julio-Agosto de l969. Año X. No.55, p.4
Más de sesenta años descubriendo las entrañas de nuestra cultura le permiten a Ortiz, poner a nuestra disposición a través de su obra todas las disciplinas que abarcó en sus investigaciones. Pero en su incansable bregar debió creer que no alcanzaba a realizar la obra de su vida, y con la mayor modestia expresó: "Viví, leí, escribí, publiqué, siempre apresurado y sin sosiego porque la fronda cubana era muy espesa y casi inexplorada, y yo con mis pocas fuerzas no podía sino abrir alguna trocha e intentar derroteros. Y así ha sido toda mi vida. Nada más."
Esto diría el maestro, con la mayor modestia, en 1955, cuando culminaba su magna obra sobre los Instrumentos de la música cubana, cuando ya tenía discípulos que seguían sus senderos.
En 1938 se había percatado de la necesidad urgente de rescatar toda la historia oral de los pocos africanos que quedaban de los traídos por la trata y sus descendientes más directos. Había recogido algunas historias y textos de rezos y demandaba que todo el que tuviera oportunidad escribiera para la posteridad aquel caudal de la tradición oral africana. Y tuvo respuesta en su amiga Lydia Cabrera, que recogió y editó los Cuentos Negros de Cuba, obra muchas veces estudiada y comentada, a la cual el propio Ortiz le escribió en su prólogo: "Este libro es el primero de una mujer habanera, a quién hace años iniciamos en el gusto del folklore afrocubano". Lydia había penetrado aquella fronda espesa de las leyendas negras, y por ese mismo camino continuaba con Porqué, Anagó, Abakuá, y su obra cumbre El Monte, a las que agregaría estudios etnográficos fundamentales como los que realizara en la Laguna Sagrada de San Joaquín. Ésta, estaba precedida por otra obra, grande y precursora, que es la colección de catorce discos con grabaciones de grupos originales de la extensa zona matancera del tambor bembé. Esta obra, llevada a cabo entre l956 y 57, con la colaboración de María Teresa de Rojas y Josefina Tarafa, fue realizada por técnicos profesionales que trajeron a Cuba los mejores equipos de aquel momento y realizaron la edición en Roma. Está acompañada por un folleto ilustrado con fotos "también tomadas por Josefina Tarafa y Pierre Verger, fotógrafo y etnólogo francés amigo de la autora, y tiene la descripción de las actividades religiosas en las que se realizaron las grabaciones, lo que permite al estudioso enfrentarse a un hecho real, de veracidad histórica y etnográfica.
La información registrada en el folleto se puede completar con la lectura del libro La laguna sagrada de San Joaquín, escrito posteriormente, quizás con materiales anotados en aquellos momentos en que se realizaron las grabaciones in situ. Nos proponemos trabajar con informantes viejos de las zonas citadas para identificar aspectos de las grabaciones que no están debidamente explicados y que para un estudio musicológico son imprescindibles. El mayor mérito de esta impresionante colección radica en ser la primera que de una manera organizada registra la música de una zona abarcando un área específica con la totalidad de los cantos rituales de una ceremonia concreta.
Otra vez aquella mujer habanera recibía el llamado del Maestro: "Todavía está por hacerse una positiva exploración que estudie su estado actual (de la música afrocubana) y es de esperarse que los musicólogos emprendan su estudio con propósito científico, pues su labor, si hecha con seriedad y más allá de simples excursiones pasajeras, habrá de poner en descubierto interesantes hallazgos..." Ortiz, La Africana de la Música Folklórica de Cuba, La Habana, 1950, ps 103-104.
En su interés por el trabajo de recolección, se percataba de las acciones a seguir y recomendaba "una seria y sistemática labor, más allá de la reproducción en discos para la venta comercial "que ya existía, con modificaciones estilísticas" y agregaba "Tendrá que emprender, así de esa música religiosa como de la afrocubana en general, el estudio analítico de sus características, de sus intrincados ritmos, de sus rústicas escalas, de sus formas musicales y estróficas, de sus armonías, de sus instrumentos típicos, así como de los criollos aquí inventados o transformados... en todo lo cual hay materia para el entretenimiento prolongado de varios doctos especialistas..."
A Fernando Ortiz le preocupaba lo difícil que sería a los historiadores cubanos cualquier investigación por la dificultad de encontrar fuentes escritas con informaciones sobre la música de los negros, que como la guajira o campesina, nunca se tomó en cuenta ni se escribió, y consideraba que aún en aquel momento (1950) se conservaban caracteres bien marcados de la música de distintas etnias africanas en sus descendientes.
Ortiz había propuesto este trabajo, abriendo otra brecha a los musicólogos, ya que para él todavía no habían aparecido las grabadoras, y tuvo que valerse de la transcripción al piano que le hiciera el maestro Dr. Gaspar Agüero, aún con las imprecisiones que este método podía tener.
Recomendaba, además el trabajo interdisciplinario que permitiría una labor más abarcadora de todo el panorama económico, social, geográfico e histórico: "El mismo campo etnográfico de Cuba, decía, está por estudiar, en lo geográfico, en lo histórico y en lo cultural. El mapa étnico de Cuba está por hacer, las camadas étnicas producidas por las sucesivas inmigraciones durante varios siglos están por describir..." Consideraba que sólo así, dentro de un panorama general podía realizarse un estudio científico de la música afrocubana, y se percata de la existencia de zonas o áreas culturales con la influencia de los grupos étnicos asentados en ellas. Cuando recomienda "estudiar los intrincados contactos, enlaces y mixturas de las diferentes culturas negras que conservaban su ancestral complejidad" estaba aplicando el fenómeno de la transculturación, aplicado por todos sus seguidores en sus investigaciones.
Sólo un trabajo de equipo interdisciplinario podía realizar el Atlas Etnográfico que recién se ha terminado en el Centro Cultural Juan Marinello y el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias, o el Atlas de los Instrumentos de la Música Cubana, terminado en 1996. Ambos realizados en más de quince años de labor investigativa en todos los ámbitos de la Isla de Cuba.
Don Fernando Ortiz había comenzado una labor de divulgación de la música afrocubana al invitar a grupos originales de la provincia de La Habana a sus conferencias, la primera realizada en 1936 en el Teatro Campoamor. Luego, al iniciarse los Cursos de Verano de la Universidad de La Habana, comenzó a explicar el curso Factores etnográficos del pueblo cubano y se matricularon en él varios jóvenes que seguían sus enseñanzas, como Argeliers León, Isaac Barreal, Salvador Bueno. Luego se creó por el Departamento de Extensión Universitaria el Instituto de Investigaciones Científicas y Argeliers obtuvo una beca, desde donde realizó su segunda etapa de estudios con Ortiz y se incorporó a las investigaciones de campo con grupos de alrededor de La Habana. Con una pequeña cámara Kodak y una grabadora, obtuvo informaciones básicas que le sirvieron para los trabajos de curso que le solicitaba el maestro. Después matriculó el curso de Música Folklórica con María Muñoz de Quevedo, realizando con ella trabajos de análisis morfológico de obras musicales cubanas, estudios de caso e investigaciones de campo. Cuando María enfermó le pidió que continuara los cursos de la Escuela de Verano, en 1946 hasta 1957. Durante ese tiempo continuó su amistad con Don Fernando quién con la mayor deferencia le permitió trabajar con él en su casa y recibió el producto de sus investigaciones, fotos, ensayos, y materiales primarios, de los cuales el maestro hizo observaciones críticas.
Argeliers fue un continuador de las orientaciones de Ortiz. Con mi colaboración como su esposa y alumna, realizamos trabajos de campo en varias provincias grabando música en toques y fiestas, en canturías campesinas, en fiestas de rumbas y de bailes populares. Otro trabajo fue el análisis morfológico de música grabada en discos antiguos que coleccionamos, para publicar un libro con el estudio de los géneros musicales cubanos incluyendo el texto de las conferencias ofrecidas en la Escuela de Verano sobre música campesina, rumbas, y toques de tambor yuka.
Después de largos años compartiendo el trabajo docente con el de investigación, luego de un trabajo previo en el Departamento de Folklore del Teatro Nacional de Cuba, en el que con otros profesores se ofreció un Seminario de Folklore para jóvenes que ya tuvieran un nivel previo. Allí asistieron Miguel Barnet y Rogelio Martínez Furé, quienes colaboraron en el trabajo de investigación de grupos originales para presentar cantos y danzas afrocubanos procedentes de varias étnias, informaciones que pasaron luego a formar parte del fondo de datos del Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias. Fernando Ortiz fue el Presidente de Honor de aquel Instituto, y muchos de los trabajos realizados se le enviaron a su casa. Miguel Barnet se entrevistó muchas veces con él, en entrevistas que eran clases magistrales, y el maestro pudo conocer cómo se seguían sus orientaciones sembradas en sus clases y conferencias.
Como resultado de aquel trabajo se formaron otros investigadores, se realizaron investigaciones de campo, encuestas sobre fiestas populares, se editó la revista Etnología y Folklore, se editó el primer trabajo de estudio de caso que resultó la primera novela testimonio: El Cimarrón, de Miguel Barnet, se editaron los discos Viejos Cantos Afrocubanos y Cancionero Hispanocubano con grabaciones de campo a grupos de antigua procedencia africana y española, editados y prologados por María Teresa Linares, se editó también Olorum, de Teodoro Díaz Fabelo y la Revista Etnología y Folklore, y quedaron los archivos repletos de fichas de contenido, grabaciones y trabajos sin publicar. Desde la Empresa de Grabaciones EGREM, María Teresa abordó la Antología de la Música Afrocubana, en la que incluía como primer volumen Viejos Cantos... y continuaba con Toques de tambores batá en un Oro de Igbodú, los tambores Iyesá de Matanzas, una fiesta de Bembé original, Toques de tambor Yuka de Pinar del Rio y una fiesta de Tumba Francesa grabada por un equipo interdisciplinario de investigadores adiestrados por Argeliers León, con la presencia de Olavo Alén, investigador que realizó su tesis doctoral con aquel grupo, y con Danilo Orozco en la producción in situ. Esta colección continuaba la de Lydia Cabrera en Matanzas, y cada disco constituía un estudio monográfico del hecho musicológico en un área concreta. Alumnos de Musicología del Isa colaboraron con sus notas descriptivas.
Al fundarse el Instituto Superior de Arte en 1976, varios de los alumnos de Argeliers en clases de Musicología de Nivel Superior, que impartía en el Instituto de Etnología, y otros que asistían a su Cátedra de Culturas Negras en Cuba, de la Universidad de La Habana, fueron a doctorarse a la República Democrática Alemana y a Moscú, en convenios de intercambio cultural. Olavo Alén, Jesús Guanche, Jesús Gómez Cairo, a su regreso, comenzaron a colaborar en distintas instituciones y a dirigir y realizar planes de investigación. El Dr. Olavo Alén asumió la dirección del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música y desde allí, con alumnos y graduados de Musicología del ISA, organizó el equipo multidisciplinario que llevó a cabo el Atlas de los Instrumentos de la Música Cubana, la obra monumental en dos tomos y una carpeta de mapas, inspirada en Los instrumentos de la Música Afrocubana de Fernando Ortiz. Esta obra, para la cual se realizó previamente un estudio profundo de los cinco tomos de Los Instrumentos..., se ofrecieron cursos y conferencias de organología, se estudiaron los métodos y clasificaciones de Hornbostel y Sachs, y las adaptaciones que realizara el propio Ortiz, se llevó a cabo primero como estudio de gabinete de los textos, y luego en investigaciones de campo con un abarcador rastreo en todos los lugares de la Isla de Cuba donde se tuviera noticia de la existencia de distintas manifestaciones de la música tradicional y folklórica.
"Tan ancha y honda fue la tarea de Don Fernando que puede cargar, sin pandearse, el título altísimo de tercer descubridor de Cuba, en comprometida secuencia con el genovés temerario y Humboldt, el sabio"
Juan Marinello Vidaurreta, Casa de las Américas, Julio-Agosto de l969. Año X. No.55, p.4
Más de sesenta años descubriendo las entrañas de nuestra cultura le permiten a Ortiz, poner a nuestra disposición a través de su obra todas las disciplinas que abarcó en sus investigaciones. Pero en su incansable bregar debió creer que no alcanzaba a realizar la obra de su vida, y con la mayor modestia expresó: "Viví, leí, escribí, publiqué, siempre apresurado y sin sosiego porque la fronda cubana era muy espesa y casi inexplorada, y yo con mis pocas fuerzas no podía sino abrir alguna trocha e intentar derroteros. Y así ha sido toda mi vida. Nada más."
Esto diría el maestro, con la mayor modestia, en 1955, cuando culminaba su magna obra sobre los Instrumentos de la música cubana, cuando ya tenía discípulos que seguían sus senderos.
En 1938 se había percatado de la necesidad urgente de rescatar toda la historia oral de los pocos africanos que quedaban de los traídos por la trata y sus descendientes más directos. Había recogido algunas historias y textos de rezos y demandaba que todo el que tuviera oportunidad escribiera para la posteridad aquel caudal de la tradición oral africana. Y tuvo respuesta en su amiga Lydia Cabrera, que recogió y editó los Cuentos Negros de Cuba, obra muchas veces estudiada y comentada, a la cual el propio Ortiz le escribió en su prólogo: "Este libro es el primero de una mujer habanera, a quién hace años iniciamos en el gusto del folklore afrocubano". Lydia había penetrado aquella fronda espesa de las leyendas negras, y por ese mismo camino continuaba con Porqué, Anagó, Abakuá, y su obra cumbre El Monte, a las que agregaría estudios etnográficos fundamentales como los que realizara en la Laguna Sagrada de San Joaquín. Ésta, estaba precedida por otra obra, grande y precursora, que es la colección de catorce discos con grabaciones de grupos originales de la extensa zona matancera del tambor bembé. Esta obra, llevada a cabo entre l956 y 57, con la colaboración de María Teresa de Rojas y Josefina Tarafa, fue realizada por técnicos profesionales que trajeron a Cuba los mejores equipos de aquel momento y realizaron la edición en Roma. Está acompañada por un folleto ilustrado con fotos "también tomadas por Josefina Tarafa y Pierre Verger, fotógrafo y etnólogo francés amigo de la autora, y tiene la descripción de las actividades religiosas en las que se realizaron las grabaciones, lo que permite al estudioso enfrentarse a un hecho real, de veracidad histórica y etnográfica.
La información registrada en el folleto se puede completar con la lectura del libro La laguna sagrada de San Joaquín, escrito posteriormente, quizás con materiales anotados en aquellos momentos en que se realizaron las grabaciones in situ. Nos proponemos trabajar con informantes viejos de las zonas citadas para identificar aspectos de las grabaciones que no están debidamente explicados y que para un estudio musicológico son imprescindibles. El mayor mérito de esta impresionante colección radica en ser la primera que de una manera organizada registra la música de una zona abarcando un área específica con la totalidad de los cantos rituales de una ceremonia concreta.
Otra vez aquella mujer habanera recibía el llamado del Maestro: "Todavía está por hacerse una positiva exploración que estudie su estado actual (de la música afrocubana) y es de esperarse que los musicólogos emprendan su estudio con propósito científico, pues su labor, si hecha con seriedad y más allá de simples excursiones pasajeras, habrá de poner en descubierto interesantes hallazgos..." Ortiz, La Africana de la Música Folklórica de Cuba, La Habana, 1950, ps 103-104.
En su interés por el trabajo de recolección, se percataba de las acciones a seguir y recomendaba "una seria y sistemática labor, más allá de la reproducción en discos para la venta comercial "que ya existía, con modificaciones estilísticas" y agregaba "Tendrá que emprender, así de esa música religiosa como de la afrocubana en general, el estudio analítico de sus características, de sus intrincados ritmos, de sus rústicas escalas, de sus formas musicales y estróficas, de sus armonías, de sus instrumentos típicos, así como de los criollos aquí inventados o transformados... en todo lo cual hay materia para el entretenimiento prolongado de varios doctos especialistas..."
A Fernando Ortiz le preocupaba lo difícil que sería a los historiadores cubanos cualquier investigación por la dificultad de encontrar fuentes escritas con informaciones sobre la música de los negros, que como la guajira o campesina, nunca se tomó en cuenta ni se escribió, y consideraba que aún en aquel momento (1950) se conservaban caracteres bien marcados de la música de distintas etnias africanas en sus descendientes.
Ortiz había propuesto este trabajo, abriendo otra brecha a los musicólogos, ya que para él todavía no habían aparecido las grabadoras, y tuvo que valerse de la transcripción al piano que le hiciera el maestro Dr. Gaspar Agüero, aún con las imprecisiones que este método podía tener.
Recomendaba, además el trabajo interdisciplinario que permitiría una labor más abarcadora de todo el panorama económico, social, geográfico e histórico: "El mismo campo etnográfico de Cuba, decía, está por estudiar, en lo geográfico, en lo histórico y en lo cultural. El mapa étnico de Cuba está por hacer, las camadas étnicas producidas por las sucesivas inmigraciones durante varios siglos están por describir..." Consideraba que sólo así, dentro de un panorama general podía realizarse un estudio científico de la música afrocubana, y se percata de la existencia de zonas o áreas culturales con la influencia de los grupos étnicos asentados en ellas. Cuando recomienda "estudiar los intrincados contactos, enlaces y mixturas de las diferentes culturas negras que conservaban su ancestral complejidad" estaba aplicando el fenómeno de la transculturación, aplicado por todos sus seguidores en sus investigaciones.
Sólo un trabajo de equipo interdisciplinario podía realizar el Atlas Etnográfico que recién se ha terminado en el Centro Cultural Juan Marinello y el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias, o el Atlas de los Instrumentos de la Música Cubana, terminado en 1996. Ambos realizados en más de quince años de labor investigativa en todos los ámbitos de la Isla de Cuba.
Don Fernando Ortiz había comenzado una labor de divulgación de la música afrocubana al invitar a grupos originales de la provincia de La Habana a sus conferencias, la primera realizada en 1936 en el Teatro Campoamor. Luego, al iniciarse los Cursos de Verano de la Universidad de La Habana, comenzó a explicar el curso Factores etnográficos del pueblo cubano y se matricularon en él varios jóvenes que seguían sus enseñanzas, como Argeliers León, Isaac Barreal, Salvador Bueno. Luego se creó por el Departamento de Extensión Universitaria el Instituto de Investigaciones Científicas y Argeliers obtuvo una beca, desde donde realizó su segunda etapa de estudios con Ortiz y se incorporó a las investigaciones de campo con grupos de alrededor de La Habana. Con una pequeña cámara Kodak y una grabadora, obtuvo informaciones básicas que le sirvieron para los trabajos de curso que le solicitaba el maestro. Después matriculó el curso de Música Folklórica con María Muñoz de Quevedo, realizando con ella trabajos de análisis morfológico de obras musicales cubanas, estudios de caso e investigaciones de campo. Cuando María enfermó le pidió que continuara los cursos de la Escuela de Verano, en 1946 hasta 1957. Durante ese tiempo continuó su amistad con Don Fernando quién con la mayor deferencia le permitió trabajar con él en su casa y recibió el producto de sus investigaciones, fotos, ensayos, y materiales primarios, de los cuales el maestro hizo observaciones críticas.
Argeliers fue un continuador de las orientaciones de Ortiz. Con mi colaboración como su esposa y alumna, realizamos trabajos de campo en varias provincias grabando música en toques y fiestas, en canturías campesinas, en fiestas de rumbas y de bailes populares. Otro trabajo fue el análisis morfológico de música grabada en discos antiguos que coleccionamos, para publicar un libro con el estudio de los géneros musicales cubanos incluyendo el texto de las conferencias ofrecidas en la Escuela de Verano sobre música campesina, rumbas, y toques de tambor yuka.
Después de largos años compartiendo el trabajo docente con el de investigación, luego de un trabajo previo en el Departamento de Folklore del Teatro Nacional de Cuba, en el que con otros profesores se ofreció un Seminario de Folklore para jóvenes que ya tuvieran un nivel previo. Allí asistieron Miguel Barnet y Rogelio Martínez Furé, quienes colaboraron en el trabajo de investigación de grupos originales para presentar cantos y danzas afrocubanos procedentes de varias étnias, informaciones que pasaron luego a formar parte del fondo de datos del Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias. Fernando Ortiz fue el Presidente de Honor de aquel Instituto, y muchos de los trabajos realizados se le enviaron a su casa. Miguel Barnet se entrevistó muchas veces con él, en entrevistas que eran clases magistrales, y el maestro pudo conocer cómo se seguían sus orientaciones sembradas en sus clases y conferencias.
Como resultado de aquel trabajo se formaron otros investigadores, se realizaron investigaciones de campo, encuestas sobre fiestas populares, se editó la revista Etnología y Folklore, se editó el primer trabajo de estudio de caso que resultó la primera novela testimonio: El Cimarrón, de Miguel Barnet, se editaron los discos Viejos Cantos Afrocubanos y Cancionero Hispanocubano con grabaciones de campo a grupos de antigua procedencia africana y española, editados y prologados por María Teresa Linares, se editó también Olorum, de Teodoro Díaz Fabelo y la Revista Etnología y Folklore, y quedaron los archivos repletos de fichas de contenido, grabaciones y trabajos sin publicar. Desde la Empresa de Grabaciones EGREM, María Teresa abordó la Antología de la Música Afrocubana, en la que incluía como primer volumen Viejos Cantos... y continuaba con Toques de tambores batá en un Oro de Igbodú, los tambores Iyesá de Matanzas, una fiesta de Bembé original, Toques de tambor Yuka de Pinar del Rio y una fiesta de Tumba Francesa grabada por un equipo interdisciplinario de investigadores adiestrados por Argeliers León, con la presencia de Olavo Alén, investigador que realizó su tesis doctoral con aquel grupo, y con Danilo Orozco en la producción in situ. Esta colección continuaba la de Lydia Cabrera en Matanzas, y cada disco constituía un estudio monográfico del hecho musicológico en un área concreta. Alumnos de Musicología del Isa colaboraron con sus notas descriptivas.
Al fundarse el Instituto Superior de Arte en 1976, varios de los alumnos de Argeliers en clases de Musicología de Nivel Superior, que impartía en el Instituto de Etnología, y otros que asistían a su Cátedra de Culturas Negras en Cuba, de la Universidad de La Habana, fueron a doctorarse a la República Democrática Alemana y a Moscú, en convenios de intercambio cultural. Olavo Alén, Jesús Guanche, Jesús Gómez Cairo, a su regreso, comenzaron a colaborar en distintas instituciones y a dirigir y realizar planes de investigación. El Dr. Olavo Alén asumió la dirección del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música y desde allí, con alumnos y graduados de Musicología del ISA, organizó el equipo multidisciplinario que llevó a cabo el Atlas de los Instrumentos de la Música Cubana, la obra monumental en dos tomos y una carpeta de mapas, inspirada en Los instrumentos de la Música Afrocubana de Fernando Ortiz. Esta obra, para la cual se realizó previamente un estudio profundo de los cinco tomos de Los Instrumentos..., se ofrecieron cursos y conferencias de organología, se estudiaron los métodos y clasificaciones de Hornbostel y Sachs, y las adaptaciones que realizara el propio Ortiz, se llevó a cabo primero como estudio de gabinete de los textos, y luego en investigaciones de campo con un abarcador rastreo en todos los lugares de la Isla de Cuba donde se tuviera noticia de la existencia de distintas manifestaciones de la música tradicional y folklórica.
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