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domingo, diciembre 02, 2007

Tiempos de Camerata

Por Pedro Quiroga Jiménez (Granma Internacional)
Foto: Ismael Francisco

Zenaida Castro Romeu es una mujer de privilegios. Hábil con la mano izquierda (de nacimiento), a los 15 años ya se había graduado en teoría, solfeo y armonía, amén de ejercer, poco después, la dirección coral y tocar —desde pequeña— el piano como ejercicio cotidiano.

Es la primera graduada en la especialidad de dirección orquestal en la isla y se enorgullece de pertenecer a una saga de emblemáticos músicos: su tío-abuelo, Antonio María Romeu, fue pianista improvisador, compositor de danzones, pedagogo y primer cultivador de la charanga en el país, formato orquestal que aún mantiene vigencia por el sello de cubanía en su sonoridad. Su abuelo, Armando, también se desempeñó como director de orquestas charangas, compuso numerosos y populares danzones, se destacó, además, en la enseñanza de instrumentos de viento y llegó a ocupar el cargo de Capitán músico de la banda de la Marina de Guerra de Cuba, en la década de 1930.

De los nueve hijos de este último, ocho de ellos se dedicaron a la música. La mayor de todos —la madre de Zenaida— era pianista repertorista, pedagoga, manejaba la ópera y la zarzuela a la perfección, conocía muy bien la lírica cubana y trabajó en Radio Cadena Azul, emisora donde surgió una pléyade de famosos artistas con quienes siempre mantuvo estrecha amistad.

Zenaidita —como popularmente se le conoce— pertenece a esa estirpe de creadores que enaltecen, lustran, ponderan y dignifican la cultura nacional. Será ella la que, a partir de ahora, nos revele otros detalles de su prolifera carrera artística.

LA CAMERATA: UN CONCEPTO SONORO SUPERIOR

"Yo quería tener mi propia orquesta, no había estudiado tanto para esperar por una invitación. Existía, además, un criterio peyorativo de la mujer cubana y me di a la tarea de cambiar esa falsa imagen, de modo que sobre tal plataforma surgió la Camerata, en pleno Período Especial (1993), bajo el auspicio de la extinta Fundación Pablo Milanés.

Un año más tarde, Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, nos propuso como sede permanente la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, que abría sus puertas por primera vez como sala de conciertos. Fue entonces cuando decidí hacer algo para atraer a la juventud.

Lo primero fue romper con las barreras visuales: vestir a las muchachas con saya corta y tacones, tratando de lograr una identificación generacional. La otra idea fue quitar los atriles y tocar de memoria para crear complicidad entre el público y los músicos. Muchos no se imaginan el esfuerzo que implica tocar de memoria y pocos se arriesgan a hacerlo, pero de alguna manera la gente lo asimila y agradece.

La Camerata se renueva constantemente y se ha ampliado en busca de esa sonoridad distinta que ya necesito. No descarto la posibilidad de crear muy pronto una orquesta sinfónica porque tenemos suficientes instrumentistas de viento, ha habido una avanzada de la mujer en la música.

Percibo, incluso, una influencia de la imagen de la Camerata cuando veo a las muchachas de otras agrupaciones con un vestuario similar al nuestro, algo hasta hace poco impensable en la música de concierto".

BATUTA EN MANO

"La dirección de orquesta es difícil. En la academia te dicen cómo demostrar visualmente lo que tú piensas —hacer una reversión plástica de una imagen abstracta—, pero no te explican la problemática viva del concierto, que es casuístico.

Soy una mujer muy exigente, pero también soy muy humana, implicada en los avatares de cada una de mis músicos. Es algo que tampoco te enseña la academia, porque el director de orquesta tiene que ser consejero, sacerdote, y en mi caso madre, enfermera, psicóloga, administradora, publicista, esteta y estilista.

Prefiero la batuta porque economiza movimientos, es algo así como la prolongación de un brazo, puedes hacer un gesto minúsculo con una precisión visual muy clara.

Por supuesto, hay diferencias a la hora de dirigir la música coral y la sinfónica. Los movimientos de las manos son similares, pero hay cosas específicas: el lenguaje es visual y silencioso, lleva toda la información del contenido de la música, tanto organizativo como expresivo.

Sin embargo, en la dirección de orquesta una mano organiza y la otra expresa, y en la dirección coral ambas manos se utilizan indistintamente, con técnicas para las consonantes porque hay señales precisas para la respiración y la colocación de la voz.

Quien escucha la Camerata, escucha una orquesta, porque tocamos con fuerza. Siempre les estoy diciendo a mis músicos que tienen que tocar como hombres; no puedo utilizar la femineidad para debilitar un discurso. Si fuera así, me hubiera dedicado a otra cosa.

Sé que el drama de la vida termina invariablemente en la muerte, pero quisiera tener una vida productiva, para la música y para mi familia. En el momento que deje de serlo, prefiero cerrar mis ojos para siempre".

Los discos

Zenaida Castro Romeu (La Habana, 4 de diciembre de 1952), con su Camerata ha grabado una decena de discos, entre los que sobresalen La bella cubana, Cuba mía —título de un documental homónimo rodado por la PBS en el mundo—, Sueños de ida y vuelta (con el español Victor Monge Serranito, nominado al premio Grammy Latino 2003), Danza de las brujas y Tampa-Habana-Oslo. En proceso de edición cuenta con otros dos fonogramas: un monográfico con la música del pianista y compositor brasileño, Egberto Gismonti, y otro monográfico con la obra del cubano Roberto Valera.

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