Más de 450 esculturas en Zoológico de Piedra de Yateras
Por Pablo Soroa Fernández (Granma)
A más de 450 ascienden las figuras del Zoológico de Piedra de Yateras, inaugurado en 1977 en Boquerón, un antiguo cafetal de ese municipio de la provincia de Guantánamo por el escultor autodidacto Ángel Iñigo Blanco de Anaya.
El hasta entonces anónimo campesino asombró a Cuba ese año cuando hizo pública su obra, modelada con cincel, hacha, barreta y martillo, y el cineasta Santiago Villafuerte, se encargó de divulgarla por el resto del mundo, con su premiado documental Cultivando la piedra.
Durante el homenaje que se le rindió durante la Fiesta a la Guantanamera, que concluye hoy, Iñigo se negó a respaldar con su habitual modestia, el criterio generalizado de que "donde único existe una obra similar en el mundo es en la finca de Boquerón".
"Lo único que puedo asegurar es que mis animales están saludables y no necesitan comida ", bromeó.
Dijo también que ha pensado en la posibilidad de trasladar de sitio su hermosa obra, porque las severas lluvias de los últimos años la están dañando.
Auxiliado por su hijo y sucesor Ángel Iñigo Pérez, el septuagenario ha tallado, en total, un millar de esculturas de diferente formato, y entre sus preferidas sobresale la que refleja el desigual combate de un aborigen y un toro bravío.
El conjunto integra la representación de una comunidad primitiva pétrea en proyecto, y persigue ilustrar a los visitantes sobre los peligros que debieron afrontar para la supervivencia los primeros pobladores de la Isla.
Entre las efigies logradas con rústicos instrumentos por ambos artífices de la selva más silenciosa del planeta, descuellan las de una serpiente boa inmersa en la tarea de devorar a un búfalo colosal, y un descomunal elefante.
Cuando su compañero de tarea era todavía niño, el egregio paquidermo fue la primera pieza forjada por Iñigo Blanco, a la cual le siguieron leopardos, leones y otras especies de las praderas africanas, alternadas con figuras humanas como la del General José Maceo y otros patriotas.
Agazapada en una colina, casi inadvertida entre centenares de figuras del parque, aguarda al turismo la del canguro, el animal que en la lejana Australia forma parte del escudo nacional y es sagrado para la mayoría de sus habitantes.
Pero como declaró en junio de 2002, al firmar la reforma constitucional sometida a consulta popular ese año, hoy reitera a la AIN que no es ninguna de su Zoológico de Piedra, sino la Revolución Cubana, la mejor de las "esculturas" de la humanidad.
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2 comentarios:
La novela de Ángel ÍÑIGO BLANC0
Por Víctor HUGO Purón Fonseca
vhgato@yahoo.com
Este texto en su versión original fue escrito y publicado hace 20 años. La siguiente es una adaptación retocada en ocasión del Coloquio 30 años del Zoológico de Piedras, organizado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Guantánamo, CUBA, del 15 al 18 de julio de 2008. El tema y las ideas centrales son las mismas tratadas en ocasión del primer abordaje, a los 10 años del Zoológico de Piedra, y permanecen vigentes, aunque se añaden algunos nuevos datos.
Gabriel García Márquez ha contado en una de sus crónicas que conoció en Roma a un andino que parecía un personaje de novela en busca de autor. (1) El hombre llevaba, hacía años y desde el otro lado del mar, el cuerpo difunto pero inexplicablemente incorrupto de su hija, tratando en vano de ser recibido por el Papa para que hiciera santa a su niña muerta, pues estaba absolutamente convencido de que lo merecía debido a la tenacidad de su carne.
Nuestro Premio Nobel no dice si su encuentro casual con el extraordinario paisano determinará su ascensión al otro mundo de la narrativa garciamarquiana, pero le deja la puerta abierta para que pase, y quizá algún día habite las páginas de una novela que está por escribirse. Entonces este andino peregrino con una historia de final imprevisible será definitivamente canonizado por la literatura.
Un hecho de apariencia similar, pero al revés, hizo creer engañosamente a muchos (no a quien esto escribe) que el escultor campesino Ángel Íñigo Blanco de Anaya (1935) había traspuesto el umbral de esa puerta (que da paso de la realidad a la literatura).
En siete páginas de la novela El recurso del método, publicada en 1974, Alejo Carpentier describe al personaje de Miguel Estatua: "Maestro barrenero, buen conocedor de la dinamita cuyos cartuchos llevaba casi siempre en la boca cuando iba a volar algún trozo de cantera, el negro se había hecho famoso en todo el país, de meses a esta parte, por su descubrimiento de que podían sacarse animales de las piedras". (2)
Tres años después, a fines de 1977, empezó a nacer el Zoológico de piedra de Íñigo en Yateras, pero en 1987 la revista UNIÓN (3) publicó que un investigador, ensayista y crítico literario, considera "concebible que el gran escritor (es decir, Carpentier) recibiera alguna noticia del escultor cubano mucho antes de escribir y publicar El recurso del método en 1974". (4)
Nada tiene que ver esto con la verdad verdadera, como puede probarse. Mejor como lo imaginó el profesor universitario santiaguero Guillermo Orozco: nos dijo que tal parece como si el escritor hubiera sido capaz de “inventar” para la novela a Íñigo y su descubrimiento, antes de que existiera y se propagara el prestigio del escultor yaterano y sus animales de piedra.
Muchos indicios favorecían la sospecha. En sus actuaciones respectivas, Íñigo y Miguel Estatua aparentaban copiarse mutuamente (no para mí), al contar la noticia de su afición. La letra impresa y el discurso oral que describían hasta hoy mismo al Zoológico de piedra desde Boquerón de Yateras para el mundo, parecían brotar de las esencias mismas de la circunstancia novelada.
Carpentier escribe en El recurso…: "Pero un día, allá arriba, en la loma aquella, se había encontrado con una piedra gorda, que tenía como dos ojos y un asomo de narices con esbozo de boca. -'Sácame de aquí'- parecía decirle. Y Miguel, tomando su barrena y su martillo, había comenzado a rebajar ahí, desbastar allá liberando patas delanteras, patas traseras, un lomo con ligero acunado al medio, hallándose ante una enorme rana, a sus manos debida, que parecía darle las gracias". (5)
Sin embargo, hay una realidad anterior cuyas relaciones con Miguel Estatua pocos se han detenido a tratar de fijar: la del escultor brasileño de santos Aleijadinho (Antonio Francisco Lisboa), que vivió y talló piedras en algún momento y lugar remotos de su gigantesco país.
(Nota ulterior: Carpentier le contestó a Ramón Chao acerca del personaje del picapedrero en esta novela: “Ahora bien, en lo referente a mi personaje, te diré que tomé como modelo a aquel gran escultor espontáneo, sorprendente, del siglo XVII brasileño –sic- -en realidad, su obra está a caballo entre fines del siglo XVIII y principios del XIX- que fue Aleijadinho, a quien debemos los apóstoles barrocos que se hallan en el pórtico de la iglesia de Ouro Preto en Brasil”.) (6)
(Nota ulterior: Antonio Francisco Lisboa nació el 29 de agosto de 1730 en Vila Rica, actual Ouro Preto, en el estado de Minas Gerais, y falleció en la misma ciudad, el 18 de noviembre de 1814. Fue hijo natural del arquitecto y maestro de obras portugués Manuel Francisco Lisboa y de una de sus esclavas; de su padre recibió las primeras nociones de dibujo, arquitectura y escultura. Después de cumplir 40 años y plenamente dedicado a su profesión de escultor, arquitecto y tallador, contrajo una enfermedad deformante y atrofiante que afectó su cuerpo anulando progresivamente el movimiento de los dedos de manos y pies, por la cual se le apodó O Aleijadinho -el lisiadito, en español-, mote con el que se le conoció, y es hoy valorado como el más importante artista brasileño del periodo colonial. Su dolencia no le impidió continuar dedicándose a su actividad artística. Sus esclavos le ataban los instrumentos a sus manos y lo cargaban hasta los sitios de trabajo. En su obra, sobre todo de imaginería católica, destacan los proyectos de las iglesias de São Francisco de Assis [San Francisco de Asís], en Ouro Preto y en São João del Rei, Minas Gerais; las 66 imágenes de los Pasos de la Pasión talladas en madera de cedro y los 12 profetas de piedra blanda o jabón azulado (esteatita), para el Santuário do Senhor Bom Jesus de Matozinhos [Santuario del Señor Buen Jesús de Matozinhos], en Congonhas do Campo, Minas Gerais, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.)
El día que Florencio Gelabert, uno de los patriarcas de la escultura en Cuba y de los más ilustres admiradores de Íñigo, visitó el Zoológico de piedra, recordó a Aleijadinho, uno de los más notables exponentes del barroco americano, como otro que en cualquier lugar y momento del mundo conocido podía tener alguna semejanza con el guantanamero cultivador de piedras.
(Nota ulterior: En realidad, mencionó a uno más: el polaco-usamericano Korczack Ziolkowski, escultor y dinamitero, quien falleció el 20 de octubre de 1982, a los 74 años, al pie de su obra, iniciada en 1948: el Crazy Horse Memorial, en honor a los nativos norteamericanos, estatua ecuestre del bravo jefe guerrero oglala lakota Tasuka Witko –conocido por Crazy Horse-Caballo Loco-, el monumento de montaña más grande del mundo -170 metros de altura por 195 de longitud- aún en ejecución y esculpido en el granito de las Colinas Negras de Dakota del Sur; sólo se terminó hasta ahora la cabeza, en 1998.).
El parecido entre la personalidad histórica de Aleijadinho y el personaje literario de Miguel Estatua es sumamente coincidente: ambos son negros, hacen santos de piedra y la escultura los compele a transformar las rocas de su entorno en objetos de maravilla. Por otra parte, Miguel Estatua recuerda a Ziolkowski por lo de la dinamita.
Entonces es fácil entender cómo pudo el Miguel Estatua de la ficción preceder tres años en El recurso… al Iñigo de la realidad, quien comenzó a esculpir su primera pieza fija en la montaña de Boquerón de Yateras el 21 de diciembre de 1977, mientras deambulaba en el tiempo el fantasma del ouropretense Aleijadinho. La obra del escultor campesino de Boquerón de Yateras –que hoy cuenta con 425 piezas- está declarada Patrimonio Cultural de Cuba, por la Resolución 1/85 de 26 de junio de 1985. (Nota ulterior: El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura seleccionó en 1987 a Ángel Íñigo Blanco Vanguardia Nacional, según publicó el periódico VENCEREMOS, Guantánamo, martes 5 de abril de 1988, página 1).
Cualquier conclusión de parentesco probado en este caso entre los escultores de la realidad y la imaginación, tiene una explicación tan sencilla como, a la vez, sorprendente: una vez más estamos ante esa realidad maravillosa americana que nos hizo descubrir Carpentier. Él nos lo había advertido: "En América Latina basta abrir los ojos, abrir los oídos del entendimiento, observar una cantidad de cosas nunca vistas, nunca descritas que hay en torno nuestro, y ahí está todo el mundo surrealista, al estado natural, normal, que es lo que yo he llamado lo real maravilloso". (7)
De la misma forma me explico no sólo la pista triple Aleijadinho-Miguel Estatua-Ángel Iñigo Blanco, entrecruzada de insólitas metáforas espontáneas, sino incluso la feliz coincidencia de que Iñigo y Carpentier cumplan años de nacimiento los días sucesivos del 25 y 26 de diciembre, respectivamente.
El hallazgo de esa “razón de ser” no resuelve completamente el problema, pues de cualquier forma Íñigo sigue siendo, esencialmente, además de la personalidad artística que es, un verdadero personaje de novela todavía sin autor, como para que cualquier narrador se sienta tentado a dejarse encontrar por él.
Sin la menor noción académica sobre escultura, golpeando ciclópeas calizas a fuerza de solitaria voluntad, con hacha, barreta, pico y cincel, hizo nacer – como escribió un periodista- gorilas, elefantes, lobos, osos y otros cientos de bestias depredadoras “en plena acción natural y dentro de un paisaje de exuberancia amazónica, otrora tierra de cultivo de café intramontano, a unos 750 metros sobre el nivel del mar”. (Nota ulterior: Una reseña biográfica completa del artista yaterano Ángel Íñigo Blanco de Anaya puede leerse en http://www.gtmo.cult.cu/municipios/yateras/index.php?option=com_content&task=view&id=22&Itemid=32)
De momento ya estamos asistiendo al significativo hecho de que su vida, su persona y su obra inspiren poemas, canciones y asociaciones como ésta misma, todas con la pretensión de revelar el significado más profundo de esta realidad única en su tipo en el mundo. Todavía Iñigo y sus animales de piedra permanecen como un reto al don de los escritores de saber ver y descubrir para todos las relaciones maravillosas de esta realidad con la fantasía.
Cuando llegue el momento de esa solución literaria habrá que comparar todo lo dicho y por decir con la circunstancia de que Íñigo celebra sus 72 años y 30 su (nuestro) Zoológico de piedra, en una fiesta que incluye a todos los que le queremos y admiramos. En Boquerón de Yateras, Guantánamo, Cuba. Ángel Íñigo Blanco sigue, firme y feliz con sus animales de piedra, ante las puertas de par en par abiertas del arte y la creación.
Guantánamo, 25 de diciembre de 1987 y 15 de julio de 2008.
NOTAS
(1) García Márquez, Gabriel: La larga vida feliz de Margarito Duarte. (De una fotocopia de un impreso sin más datos de referencia que alguien me hizo llegar).
(2) Carpentier, Alejo. El recurso del método. Editorial Arte y Literatura. La Habana, 1974, p. 90.
(3) UNION, revista de la Unión de escritores y Artistas de Cuba, Número 2, 1986.
(4) Vargas Bosch. Alberto. Razón de ser de Miguel Estatua. En: UNIÓN, revista de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Número 2, 1986, p. 30.
(5) Carpentier. A. Op. cít. (2).
(6) Chao, Ramón. Palabras en el tiempo de Alejo Carpentier. IX El recurso del método. Editorial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana. 1985, p. 91.
(7) Carpentier, A. Conferencia-debate (ofrecida en la Universidad de Amberes, Bélgica, en 1977). En: Carpentier, Alejo. Conferencias. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 1987, p. 159.
Hola:
Gracias por tan excelente contribucion a Desde Cuba. Muy interesante el articulo.
Saludos,
Juan
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