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martes, agosto 28, 2007

Babá

Por Pedro de la Hoz (Granma)

De lejos y en silencio parece un príncipe: nobles ademanes en su alta figura coronada por una frondosa cabellera áspera. Pero cuando habla o canta o escucha el tañido del laúd o el repique de las manos sobre la piel de chivo o el estallido de las semillas en la oquedad de la güira, se desatan en sus arterias el monte y el cimarrón, el huracán y los ríos, el solar y la cañabrava, y todas las voces de los que secularmente no han visto reconocidas sus voces, verdaderos príncipes del reino de este mundo.

A preservar, entender y multiplicar esa herencia, que en Cuba tiene rasgos mestizos como él, ha dedicado su vida entera Rogelio Martínez Furé, un intelectual reyoyo que completa este martes siete décadas de pródigas andanzas.

"Matanzas, donde nací el 28 de agosto de 1937, es mi punto de partida. Estudié Derecho Civil e Internacional en la Universidad de La Habana en tiempos muy convulsos. Pero no tenía sangre para ejercer la abogacía ni para entregarme a las tareas diplomáticas. Había triunfado la Revolución y se avizoraban nuevos tiempos. Me integré al naciente Departamento de Etnología y Folclor del Teatro Nacional en 1960, con el maestro Argeliers León. Poco después, en 1962, participé en la fundación del Conjunto Folclórico Nacional. Desde entonces toda mi pasión ha estado en estudiar los más diversos aspectos de la cultura cubana y su relación con otras culturas".

Dicho así, con sus palabras, da la impresión de apenas un soplo, mas cuánta inteligencia, memoria y ardor en el cúmulo de hallazgos de una obra que se expresa de muy diversas maneras en la creación folclórica —libretos para importantes espectáculos como el de los ciclos congo, yoruba, abakuá, yoruba-iyesá, de música popular y campesina—; el ensayo —Diálogos imaginarios—: la antología —Poesía yoruba, Poesía anónima africana y la impresionante colección que bajo el título genérico de Diwan descubre la tradición y la modernidad de la lírica africana en varias lenguas—; el canto —vocalista del grupo Oru—; la composición —la habanera Mulata—; y la pedagogía, méritos por los que ha recibido el Premio Nacional de Danza y el de Investigación Cultural.

Todo ello vertebrado desde una concepción integradora y dialéctica, que busca los vasos comunicantes que van de una a otra comunidad humana, en una prospección que articula identidad y diversidad como nudo indivisible.

En lengua lucumí, al padre se le dice Babá. Amigos, colegas y discípulos llaman Babá a Rogelio con plena propiedad. Llegue a él un enorme ago (regalo) en nombre de todos los cubanos.

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