Un hombre esencialmente ético
Por Armando Hart Dávalos (Granma)
Este 7 de junio se cumplen cien años del nacimiento de Rafael García Bárcenas, poeta, filósofo, revolucionario. Junto a Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras, Pablo de la Torriente Brau, Raúl Roa y tantos otros, fue una de las figuras clave que emergió a la vida política e intelectual cubana entre la tercera y la cuarta décadas del siglo pasado y allanó el camino a los combatientes del Moncada, la Sierra y la clandestinidad hacia la victoria de enero de 1959.
Como aquellos hombres, García Bárcenas se atuvo a un principio cardinal: la ética heredada de la mejor tradición de Varela, Luz y Caballero y Martí, válida hasta nuestros días y útil para encontrar los caminos del socialismo del siglo XXI. Esa tradición sirvió de fundamento a un radical antimperialismo y a la vocación universal de nuestro pueblo, presentes en la identidad nacional cubana y que Martí sintetizó en el concepto Patria es Humanidad.
Miembro activo del Directorio Estudiantil en los días en que la juventud se enfrentaba a la tiranía machadista, García Bárcenas, natural de Güines, se había doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, y alternó tempranamente la producción ensayística y la escritura de poemas con el activismo político y social. Alerta ante la descomposición de los gobiernos que sucedieron a Machado, se adscribió al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), liderado por Eduardo Chibás.
En esa etapa se dedicó al estudio y análisis del pensamiento filosófico cubano. Haríamos bien en investigar ese pensamiento para descubrir las esencias más profundas de los antecedentes de la Revolución socialista.
En el orden religioso, García Bárcenas sostuvo ideas muy similares a las que después promovió la Teología de la Liberación. Léase su libro El redescubrimiento de Dios y se encontrará a un precursor de esa corriente comprometida con una ética participativa y el cambio social.
Luego del golpe de estado del 10 de marzo, que borró de una vez la precaria y ficticia democracia republicana y hundió al país en un baño de sangre, García Bárcenas fundó el Movimiento Nacionalista Revolucionario y organizó una conspiración que debía estallar el 5 de abril de 1953 con el asalto al campamento militar de Columbia. El movimiento fracasó y su líder fue apresado.
Tuve el inmenso honor de defender a García Bárcenas en el proceso judicial que se siguió contra él. Entonces dije en el Tribunal de Urgencias: "Señores magistrados, para mí en estos momentos, más allá de la Ley Penal, están la devoción a una doctrina, la amistad y la admiración a un hombre y el cariño a un maestro." Este es el juicio de mayor significación histórica desde el 10 de marzo (obviamente, meses después vendría el Moncada y el extraordinario alegato de Fidel, La historia me absolverá) cuando, al desplomarse el régimen de derecho, vino a entronizarse el atropello, las violencias y las torturas contra los hombres de decoro. Y lo decimos no por sentido de la teatralidad, sino por el hondo dramatismo derivado de los acontecimientos del 5 de abril".
Y proseguí: "No es ante la opinión pública actual sino ante la propia historia de Cuba, ante la que este tribunal deberá responder de su fallo". Afirmé entonces categóricamente que todo el pensamiento político cubano giraba en torno a la tesis de que, en virtud de determinadas leyes sociológicas, se produciría, tarde o temprano, la lucha por el poder. Evoqué los orígenes de la nacionalidad, la pugna de criterios políticos durante la segunda mitad del siglo XIX, la "guerra necesaria" predicada por Martí en oposición al autonomismo conformista de Montoto. Enfaticé que García Bárcenas había escogido la tesis de Martí. Al condenarlo se estaría condenando, en cierto modo, el pensamiento político del Apóstol.
Después realicé una síntesis biográfica de García Bárcenas: el revolucionario, el catedrático, el filósofo, el poeta. Señalé que aquel era el hombre para quien el Ministerio Público había solicitado la aplicación de los preceptos contenidos en la ley contra los gángsteres y recordé al fiscal cómo tiempo atrás había pedido la absolución de uno de los más connotados pandilleros de la época.
Un momento emocionante en la vista aconteció cuando mostré un ejemplar de la revista Bohemia de julio de 1951 en la cual García Bárcenas, con suficiente antelación, denunció los trajines conspirativos de Batista para dar el cuartelazo.
Quiero destacar cómo varios de los jóvenes que fuimos discípulos del profesor o nos adscribimos a su movimiento, crecimos revolucionariamente a las órdenes de Fidel como miembros del Movimiento 26 de Julio.
Al cumplirse cien años del natalicio de Rafael García Bárcenas honramos en él su rectitud ética, su pasión patriótica y su vocación de servicio. La mejor manera de tenerlo vigente entre no-sotros está en renovar y profundizar nuestro compromiso para avanzar en la obra redentora de la Revolución victoriosa comandada por Fidel.
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