Azcuy en la corte de los grequistas
Por Rudens Tembrás Arcia (Trabajadores)
El diálogo fue previsto con exquisita antelación. Por semanas desempolvé archivos, releí crónicas y avivé recuerdos e imágenes algo dormidos en la memoria.
El día del encuentro, Filiberto Azcuy borró de golpe el protocolo: llegó impuntual, ajustado de tiempo y sumido en la vorágine de una jornada intensa. Con extrema impetuosidad estrechó mi mano y casi pareció dispuesto a comenzar un combate decisivo.
“Venga, pregunte sin pena”, dijo liberándose de sus juveniles gafas y de su gorra.
Jamás pretendí evocarle el pasado, pero aun así fue imposible omitir pasajes de su niñez en Esmeralda, y de la relación con el profesor Santiago Morales, el hombre que a los nueve años lo puso sobre un colchón para enseñarle de llaves, tackles y proyecciones.
Azcuy es un camagüeyano típico que presume de su sinceridad y que a los 34 años considera que la vida apenas ha comenzado. Pareciera que la historia acumulada en decenas de triunfos, incluidos dos títulos olímpicos, no colman sus días.
“Dije adiós al deporte en agosto del 2004 y poco después pasé al colectivo de entrenadores del equipo nacional de lucha greco, donde trabajo con los nuevos atletas. Por lo demás, llevo una vida normal, como la mayoría de los cubanos: resolviendo problemas, atendiendo la casa y la familia”.
Esas son las benevolencias del retiro...
“¡Claro! La vida del atleta es muy sacrificada. El mayor tiempo se pasa entrenando bajo un sistema recio de disciplina y rendimiento. Como técnico tienes grandes responsabilidades, pero es diferente. Disfrutas más de los amigos, las fiestas, el hogar... y otras cosas”.
¿Y no extrañas las competencias, los triunfos...?
“Sí, ahora falta eso. Pero se asimila poco a poco”.
Sin embargo, ya retirado te llegó un gran éxito: el ingreso al Hall de la Fama. ¿Qué ha significado?
“Ese premio fue muy emotivo, lo siento como mi tercera medalla de oro olímpica. Tiene un espacio distinguido entre todos mis triunfos porque me llegó ya retirado y como fruto del esfuerzo y el sudor de muchos años. Sin embargo, creo que en Cuba no se le ha dado el valor que tiene. Quizás no pareció trascendental”.
Fuiste el primer cubano en ingresar. ¿Podrán lograrlo otros?
“Ahora mismo están propuestos Raúl Cascaret y Héctor Milián, nuestros primeros campeones mundial y olímpico, respectivamente. Se trata de dos gigantes que pusieron muy en alto el nombre de Cuba. Son dignos de obtener este reconocimiento”.
¿No crees que con la nueva reglamentación te hubieras podido mantener activo algunos años más?
“Mi padre decía siempre que los grandes deportistas se retiran en el momento apropiado. Permanecí activo tras Sydney 2000 porque me sentía en forma, incluso gané oro en el Mundial de Grecia 2001 y bronce en Moscú 2003. Estaba decidido que pasara lo que pasara me despediría tras los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Ya ves, allí debí lograr un buen resultado, pero quedé sin medallas ‘gracias’ a la árbitro francesa que tanto me afectó en el combate que perdí”.
¿Qué opinas del actual sistema de reglas?
“Hay que perfeccionarlo. La suerte influye demasiado. Los mejores cada vez ganan menos, la chapilla le quita lucidez al espectáculo y la pasividad no se evita. Impera más la suerte que la calidad”.
Por tanto, ser doble campeón olímpico será ahora más difícil...
“Sin dudas. Imaginen cuántos nuevos obstáculos pueden presentarse. Solo algunos extraclases conseguirán ese propósito”.
¿Cómo valoras el relevo cubano en esta disciplina?
“Lleno de figuras jóvenes muy prometedoras que solo necesitan tiempo y competencias para madurar.
Sin fogueo será difícil formar un relevo de nivel que mantenga las posiciones de privilegio alcanzadas. La materia prima existe, está en nuestras escuelas”.
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