Serenata Cubana: estuche de altos quilates
Por José Luis Estrada Betancourt (Juventud Rebelde)
El maestro Luis Carbonell «traduce» las danzas melopeas interpretadas magistralmente por el pianista Ulises Hernández.
El periodista Luis Ramírez invitó una noche a Ignacio Cervantes a un cumpleaños popular, allá en el Cerro. La dueña de la casa bailaba con el compositor de una manera tan desmedidamente entusiasmada, que la abuela alarmada le decía cada vez que se acercaba: «‘Tate quieta, Dela, y no bailes; ‘tate quieta, Dela, y no bailes; ‘tate quieta, Dela, y no bailes; no bailes más, no bailes más».
Imagínese, querido lector, al acuarelista de la poesía antillana, Luis Carbonell, «traduciendo» No bailes más, del inmenso compositor y músico Ignacio Cervantes como únicamente él sabe hacerlo, mientras el reconocido Ulises Hernández la interpreta al piano, con el virtuosismo y la sensibilidad que lo distinguen, y tendrá una idea cabal del goce indescriptible que para el espíritu, para los sentidos representa ese acto de alta cultura. No bailes más es una de esas danzas llamadas melopeas, aquellas que fueron creadas para hacerse acompañar por un texto hablado.
Quienes hace un tiempo tuvieron la dicha de disfrutar en vivo de la actuación de estos grandes en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, saben que fueron testigos de un hecho de excelencia artística que sus protagonistas no quisieron que quedara guardado solo en la memoria de unos pocos, y lo convirtieron en Serenata Cubana, un tríptico (conformado por un CD, un DVD y un CD-ROM) que, al decir de no pocos entendidos, marca un hito en la cultura cubana, como lo asegura Jesús Gómez Cairo, director del Museo Nacional de la Música (MNM).
«Pienso que este sea uno de los trabajos más completos realizados hasta el presente con el patrimonio musical (si no el que más), de revelación de parte de la música que está en nuestros archivos y que hemos devuelto a la “vida” aplicando técnicas actuales, haciéndose una traslación prácticamente total de esta zona poco conocida de la obra de Cervantes.
«La propuesta abarca, además de la partitura impresa, la partitura en el CD-ROM, el disco de sonido y el DVD o videograma, complementada con una cantidad extraordinaria de información sobre el autor, la época y los estilos. Considero que este material no tiene precedentes. Después de Serenata Cubana habrá que hablar en dos tiempos en la fonografía musical nacional: de un antes y un después».
Serenata Cubana comenzó como una idea mucho más modesta y continuó creciendo y creciendo hasta llegar a lo que es ahora, dice Gómez Cairo. «La cooperación fundamental del MNM consistió, precisamente, en el álbum de partituras. La edición musical de las mismas estuvo a cargo, por supuesto, de Ulises Hernández, que la interpretó después en el fonograma y en videograma, mientras que la musicóloga Clara Díaz Pérez se encargó de la realización. Ella se ocupó de la digitalización. Fue una labor verdaderamente dura para lograr la mayor fidelidad posible con esta música de carácter patrimonial, que el maestro Carlos Fariñas clasificaba como oculta, porque estaban en el ambiente, en el conocimiento de muchos especialistas, pero que no había llegado a todo el mundo.
«No es el caso de las otras danzas de Cervantes, que han tenido una difusión mayor. Las melopeas están quizá por primera vez reflejadas en toda su integridad, tanto en el fonograma de audio como en el DVD. La partitura fue un elemento importante, pues estuvo en la raíz de todo ese proceso que se desencadenó después. Hubo, incluso, que hacer algunas búsquedas, y hasta perseguir la partitura de una de las piezas, que no estaba en Cuba y la encontramos en otro país».
OTRAS IMPRESIONES
La reconocida musicóloga María Teresa Linares no quiere esconder, de ninguna manera, su regocijo con Serenata Cubana. «Soy la persona más feliz del mundo y espero que los cubanos reciban también esta felicidad, porque este es un acontecimiento insólito, que soñé mucho tiempo, desde que revisaba en el Museo aquellas partituras celosamente guardadas. Siempre pensaba que la institución cumplía con la función de conservación, pero que el tesoro que guardaba tenía que estar en manos de los músicos.
«Me decía: “Los jóvenes de hoy no han tocado todavía la obra de grandes compositores nuestros y no conocen en su totalidad la de los músicos que están aquí. Siempre quise tener un sello discográfico del Museo y una pequeña editora. Por suerte, estamos viviendo una época de notable progreso tecnológico que ha abierto muchas posibilidades».
La Linares está entre las protagonistas de este suceso: «En una ocasión, un querido amigo, violinista de la Sinfónica, se apareció con una obra de Cervantes que según él hacía como 130 años que no se tocaba, y llamé a Ulises, que es como un hijo y no se cansa de darme una mano en todas estas cosas. Él fue quien me ayudó cuando el maestro Luis Carbonell me preguntó si en el Museo estaban las melopeas de Cervantes. Se las fotocopié a Luis e invité a Ulises, y preparamos un “conciertico”.
«Luis, estudioso de la poesía y, sobre todo, un gran intérprete de esta y conocedor de la música, hacía perfectamente el ajuste de las sílabas de las palabras con las notas de piano que daba Ulises. Fue un momento de gran intensidad. Y siempre me quedé con la idea de que eso había que grabarlo. Por ello, Serenata Cubana es una ilusión que veo completada ahora. ¿Cómo no sentirme feliz... millonaria?
«Este tríptico, todo un estuche de oro, es uno de los empeños globales más importantes que se han producido en el campo de la música en Cuba. Es el inicio de un camino estupendo de trabajo científico y concienzudo. Me parece que soy yo la que está haciendo esto, la que está empujando desde mi casa».
Para las especialistas de Producciones Colibrí, responsables de la materialización de Serenata Cubana, este proyecto constituyó un reto inmenso. «Tecnológicamente nuestras casas discográficas no están suficientemente dotadas del know how necesario para enfrentar una labor de tamaña envergadura, de tanta complejidad. Sin embargo, se ha hecho una realización cabal», asegura su directora, Gloria Ochoa, quien además informó que este tríptico estará en todas las escuelas de arte del país.
LOS ROLES PRINCIPALES
El gran Luis Carbonell, como ya se ha dicho, tuvo una participación decisiva en Serenata Cubana. Y no solo como artista, sino como estudioso y practicante furibundo de la cubanidad. «Tengo la misma satisfacción de Teté (María Teresa), la misma alegría, el mismo orgullo y la misma vanidad de haber contribuido a hacer realidad una obra como esta. Sin embargo, siempre restituyo todo el mérito a Ulises, que fue quien me abordó y me preguntó si me interesaba este trabajo.
«Conocí las danzas melopeas en Santiago de Cuba, las estudiaba de muchacho, y tengo un recuerdo muy grato de ellas. Yo había escuchado a María Cervantes, la hija del maestro, hacer El velorio y La celosa. Recuerdo que me estudié el texto de su padre, pero sabía cómo lo decía María. Una vez me invitaron a la casa de unos amigos para que hiciera una e interpreté la versión de María de La celosa. Y fue muy simpático, porque era en la casa de un joven matrimonio, y la señora era una mujer exquisita. No sé cómo María lograba poner el texto suyo en el mismo tiempo del original, pero la amiga se aterró al escucharme y dijo casi en un grito: “No, no, no, Cervantes no podía haber dicho eso”. Fue muy simpático.
«Me satisface sobremanera que aquello que comenzó como una curiosidad se convirtiera en un gran trabajo artístico, gracias a la dedicación y tenacidad de Ulises, cualidades que admiro y agradezco».
Por su lado, Clara Díaz señala que para desarrollar su trabajo no solo es suficiente el conocimiento que se posea como musicólogo, encargado de la digitalización, sino el poder dialogar constante con el intérprete que ha seleccionado estas piezas, que las ha estudiado. En este caso, el diálogo fue permanente y sirvió de contrapartida para que todo saliera lo más perfecto posible.
«La digitalización es muy complicada cuando el autor es fallecido y hay que accionar con muchas partituras manuscritas, con evidentes huellas del paso del tiempo, lo cual exige una doble especialización. A veces el musicólogo, para llevar al signo digital lo que está escrito, tiene que reconstruir zonas deterioradas. Es un trabajo de mucho cuidado, exigencia y responsabilidad. En el caso de las de Cervantes, se ha dado luz a un álbum de 23 piezas, y no justamente de las más conocidas. Entre las que están en el libro se incluyen las cinco melopeas, que vienen con los textos. De ese modo es la primera vez que se edita en Cuba. También están las mazurkas, que no se habían llevado a la edición. Ha sido una labor realmente de gran belleza, diríamos que hasta mística, traer a Cervantes hasta la actualidad para que su obra perdure en las generaciones actuales y venideras».
Mientras, Ulises insiste en hacer notar que Serenata Cubana no hubiese sido posible sin la entrega de un amplio y multidisciplinario equipo de trabajo que se le unió en este empeño. Hernández no es nuevo en estas lides y explica las razones: «Uno, como cubano, tiene ese compromiso. Contamos con unos archivos increíbles, pero va pasando el tiempo y desgraciadamente esas hojitas se van poniendo amarillas y las perdemos. Esos archivos tienen una cantidad importante de buena música nuestra, que hay que sacar rápido. Me percaté de eso en 1997 haciendo justamente un trabajo con Cervantes. Desde entonces me lo he tomado muy en serio, pues si bueno es hacer Mozart, Beethoven y Bach, no se puede echar por la borda la obra de los grandes compositores cubanos de los siglos XIX y XX.
«Cuando uno descubre lo que hay en esos archivos se pregunta cómo es posible que la gente no lo conozca. Claro, para desarrollar un proyecto como este hay que encontrar la disquera o las editoras que te apoyen, porque se requiere una inversión grande para lograr que salga adelante. Y vale la pena, porque tan buena música hay que sonarla».
—Evidentemente es un producto muy costoso...
—Mucho. Afortunadamente se ha podido hacer más por entusiasmo que por el dinero. Muchas personas no han cobrado y otros han recibido cifras muy inferiores a la que se merecen. El entusiasmo, las ganas de hacerlo, es lo que salva un proyecto así, y de eso hubo de sobra desde el comienzo. Me alegra ahora dar la noticia de que se ha aprobado que se venda, en ocasiones especiales, en moneda nacional, que ya es una ventaja. Estoy seguro de que el precio va a ser asequible.
—¿Algún otro proyecto?
—Sí, también con Colibrí, todavía más descomunal. No tenemos la responsabilidad con Mozart, pero como somos músicos y él es una gran escuela, queremos hacer un proyecto enorme, con ocho pianistas más de distintas generaciones; de la nueva y de la vieja escuela, que interpretaremos todas las sonatas que compuso. Se denominará Mozart en Cuba y será un estuche de tres DVDs, porque estamos hablando de diez horas de música. Esto me está tomando mucho tiempo, pero no me quejo.
El maestro Luis Carbonell «traduce» las danzas melopeas interpretadas magistralmente por el pianista Ulises Hernández.
El periodista Luis Ramírez invitó una noche a Ignacio Cervantes a un cumpleaños popular, allá en el Cerro. La dueña de la casa bailaba con el compositor de una manera tan desmedidamente entusiasmada, que la abuela alarmada le decía cada vez que se acercaba: «‘Tate quieta, Dela, y no bailes; ‘tate quieta, Dela, y no bailes; ‘tate quieta, Dela, y no bailes; no bailes más, no bailes más».
Imagínese, querido lector, al acuarelista de la poesía antillana, Luis Carbonell, «traduciendo» No bailes más, del inmenso compositor y músico Ignacio Cervantes como únicamente él sabe hacerlo, mientras el reconocido Ulises Hernández la interpreta al piano, con el virtuosismo y la sensibilidad que lo distinguen, y tendrá una idea cabal del goce indescriptible que para el espíritu, para los sentidos representa ese acto de alta cultura. No bailes más es una de esas danzas llamadas melopeas, aquellas que fueron creadas para hacerse acompañar por un texto hablado.
Quienes hace un tiempo tuvieron la dicha de disfrutar en vivo de la actuación de estos grandes en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, saben que fueron testigos de un hecho de excelencia artística que sus protagonistas no quisieron que quedara guardado solo en la memoria de unos pocos, y lo convirtieron en Serenata Cubana, un tríptico (conformado por un CD, un DVD y un CD-ROM) que, al decir de no pocos entendidos, marca un hito en la cultura cubana, como lo asegura Jesús Gómez Cairo, director del Museo Nacional de la Música (MNM).
«Pienso que este sea uno de los trabajos más completos realizados hasta el presente con el patrimonio musical (si no el que más), de revelación de parte de la música que está en nuestros archivos y que hemos devuelto a la “vida” aplicando técnicas actuales, haciéndose una traslación prácticamente total de esta zona poco conocida de la obra de Cervantes.
«La propuesta abarca, además de la partitura impresa, la partitura en el CD-ROM, el disco de sonido y el DVD o videograma, complementada con una cantidad extraordinaria de información sobre el autor, la época y los estilos. Considero que este material no tiene precedentes. Después de Serenata Cubana habrá que hablar en dos tiempos en la fonografía musical nacional: de un antes y un después».
Serenata Cubana comenzó como una idea mucho más modesta y continuó creciendo y creciendo hasta llegar a lo que es ahora, dice Gómez Cairo. «La cooperación fundamental del MNM consistió, precisamente, en el álbum de partituras. La edición musical de las mismas estuvo a cargo, por supuesto, de Ulises Hernández, que la interpretó después en el fonograma y en videograma, mientras que la musicóloga Clara Díaz Pérez se encargó de la realización. Ella se ocupó de la digitalización. Fue una labor verdaderamente dura para lograr la mayor fidelidad posible con esta música de carácter patrimonial, que el maestro Carlos Fariñas clasificaba como oculta, porque estaban en el ambiente, en el conocimiento de muchos especialistas, pero que no había llegado a todo el mundo.
«No es el caso de las otras danzas de Cervantes, que han tenido una difusión mayor. Las melopeas están quizá por primera vez reflejadas en toda su integridad, tanto en el fonograma de audio como en el DVD. La partitura fue un elemento importante, pues estuvo en la raíz de todo ese proceso que se desencadenó después. Hubo, incluso, que hacer algunas búsquedas, y hasta perseguir la partitura de una de las piezas, que no estaba en Cuba y la encontramos en otro país».
OTRAS IMPRESIONES
La reconocida musicóloga María Teresa Linares no quiere esconder, de ninguna manera, su regocijo con Serenata Cubana. «Soy la persona más feliz del mundo y espero que los cubanos reciban también esta felicidad, porque este es un acontecimiento insólito, que soñé mucho tiempo, desde que revisaba en el Museo aquellas partituras celosamente guardadas. Siempre pensaba que la institución cumplía con la función de conservación, pero que el tesoro que guardaba tenía que estar en manos de los músicos.
«Me decía: “Los jóvenes de hoy no han tocado todavía la obra de grandes compositores nuestros y no conocen en su totalidad la de los músicos que están aquí. Siempre quise tener un sello discográfico del Museo y una pequeña editora. Por suerte, estamos viviendo una época de notable progreso tecnológico que ha abierto muchas posibilidades».
La Linares está entre las protagonistas de este suceso: «En una ocasión, un querido amigo, violinista de la Sinfónica, se apareció con una obra de Cervantes que según él hacía como 130 años que no se tocaba, y llamé a Ulises, que es como un hijo y no se cansa de darme una mano en todas estas cosas. Él fue quien me ayudó cuando el maestro Luis Carbonell me preguntó si en el Museo estaban las melopeas de Cervantes. Se las fotocopié a Luis e invité a Ulises, y preparamos un “conciertico”.
«Luis, estudioso de la poesía y, sobre todo, un gran intérprete de esta y conocedor de la música, hacía perfectamente el ajuste de las sílabas de las palabras con las notas de piano que daba Ulises. Fue un momento de gran intensidad. Y siempre me quedé con la idea de que eso había que grabarlo. Por ello, Serenata Cubana es una ilusión que veo completada ahora. ¿Cómo no sentirme feliz... millonaria?
«Este tríptico, todo un estuche de oro, es uno de los empeños globales más importantes que se han producido en el campo de la música en Cuba. Es el inicio de un camino estupendo de trabajo científico y concienzudo. Me parece que soy yo la que está haciendo esto, la que está empujando desde mi casa».
Para las especialistas de Producciones Colibrí, responsables de la materialización de Serenata Cubana, este proyecto constituyó un reto inmenso. «Tecnológicamente nuestras casas discográficas no están suficientemente dotadas del know how necesario para enfrentar una labor de tamaña envergadura, de tanta complejidad. Sin embargo, se ha hecho una realización cabal», asegura su directora, Gloria Ochoa, quien además informó que este tríptico estará en todas las escuelas de arte del país.
LOS ROLES PRINCIPALES
El gran Luis Carbonell, como ya se ha dicho, tuvo una participación decisiva en Serenata Cubana. Y no solo como artista, sino como estudioso y practicante furibundo de la cubanidad. «Tengo la misma satisfacción de Teté (María Teresa), la misma alegría, el mismo orgullo y la misma vanidad de haber contribuido a hacer realidad una obra como esta. Sin embargo, siempre restituyo todo el mérito a Ulises, que fue quien me abordó y me preguntó si me interesaba este trabajo.
«Conocí las danzas melopeas en Santiago de Cuba, las estudiaba de muchacho, y tengo un recuerdo muy grato de ellas. Yo había escuchado a María Cervantes, la hija del maestro, hacer El velorio y La celosa. Recuerdo que me estudié el texto de su padre, pero sabía cómo lo decía María. Una vez me invitaron a la casa de unos amigos para que hiciera una e interpreté la versión de María de La celosa. Y fue muy simpático, porque era en la casa de un joven matrimonio, y la señora era una mujer exquisita. No sé cómo María lograba poner el texto suyo en el mismo tiempo del original, pero la amiga se aterró al escucharme y dijo casi en un grito: “No, no, no, Cervantes no podía haber dicho eso”. Fue muy simpático.
«Me satisface sobremanera que aquello que comenzó como una curiosidad se convirtiera en un gran trabajo artístico, gracias a la dedicación y tenacidad de Ulises, cualidades que admiro y agradezco».
Por su lado, Clara Díaz señala que para desarrollar su trabajo no solo es suficiente el conocimiento que se posea como musicólogo, encargado de la digitalización, sino el poder dialogar constante con el intérprete que ha seleccionado estas piezas, que las ha estudiado. En este caso, el diálogo fue permanente y sirvió de contrapartida para que todo saliera lo más perfecto posible.
«La digitalización es muy complicada cuando el autor es fallecido y hay que accionar con muchas partituras manuscritas, con evidentes huellas del paso del tiempo, lo cual exige una doble especialización. A veces el musicólogo, para llevar al signo digital lo que está escrito, tiene que reconstruir zonas deterioradas. Es un trabajo de mucho cuidado, exigencia y responsabilidad. En el caso de las de Cervantes, se ha dado luz a un álbum de 23 piezas, y no justamente de las más conocidas. Entre las que están en el libro se incluyen las cinco melopeas, que vienen con los textos. De ese modo es la primera vez que se edita en Cuba. También están las mazurkas, que no se habían llevado a la edición. Ha sido una labor realmente de gran belleza, diríamos que hasta mística, traer a Cervantes hasta la actualidad para que su obra perdure en las generaciones actuales y venideras».
Mientras, Ulises insiste en hacer notar que Serenata Cubana no hubiese sido posible sin la entrega de un amplio y multidisciplinario equipo de trabajo que se le unió en este empeño. Hernández no es nuevo en estas lides y explica las razones: «Uno, como cubano, tiene ese compromiso. Contamos con unos archivos increíbles, pero va pasando el tiempo y desgraciadamente esas hojitas se van poniendo amarillas y las perdemos. Esos archivos tienen una cantidad importante de buena música nuestra, que hay que sacar rápido. Me percaté de eso en 1997 haciendo justamente un trabajo con Cervantes. Desde entonces me lo he tomado muy en serio, pues si bueno es hacer Mozart, Beethoven y Bach, no se puede echar por la borda la obra de los grandes compositores cubanos de los siglos XIX y XX.
«Cuando uno descubre lo que hay en esos archivos se pregunta cómo es posible que la gente no lo conozca. Claro, para desarrollar un proyecto como este hay que encontrar la disquera o las editoras que te apoyen, porque se requiere una inversión grande para lograr que salga adelante. Y vale la pena, porque tan buena música hay que sonarla».
—Evidentemente es un producto muy costoso...
—Mucho. Afortunadamente se ha podido hacer más por entusiasmo que por el dinero. Muchas personas no han cobrado y otros han recibido cifras muy inferiores a la que se merecen. El entusiasmo, las ganas de hacerlo, es lo que salva un proyecto así, y de eso hubo de sobra desde el comienzo. Me alegra ahora dar la noticia de que se ha aprobado que se venda, en ocasiones especiales, en moneda nacional, que ya es una ventaja. Estoy seguro de que el precio va a ser asequible.
—¿Algún otro proyecto?
—Sí, también con Colibrí, todavía más descomunal. No tenemos la responsabilidad con Mozart, pero como somos músicos y él es una gran escuela, queremos hacer un proyecto enorme, con ocho pianistas más de distintas generaciones; de la nueva y de la vieja escuela, que interpretaremos todas las sonatas que compuso. Se denominará Mozart en Cuba y será un estuche de tres DVDs, porque estamos hablando de diez horas de música. Esto me está tomando mucho tiempo, pero no me quejo.
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