El sabio que venció a la ignorancia
Por Mariagny Taset Aguilar (Granma)
Hubo quienes lo llamaron "el hombre de los mosquitos". Otros "el maníaco". Tales burlas nacían de la envidia e ignorancia de médicos estadounidenses de principios del siglo XX, cuando aludían al eminente científico Carlos J. Finlay, quien con modestos medios descubrió al agente transmisor de la fiebre amarilla.
Cuentan que la idea de que este insecto fuera el vector contaminante le surgió una noche, mientras rezaba el rosario. Un mosquito zumbaba continuamente alrededor del sabio, quien también era católico practicante, y fue entonces cuando se dedicó a estudiarlos. Enunció teorías que inicialmente fueron rechazadas, y luego los resultados evidenciaron su veracidad.
La investigación más importante, referida a la propagación de tan mortal enfermedad por el mosquito Aedes aegypti, fue presentada el 14 de agosto de 1881 en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, de La Habana. Seis meses antes, su idea sobre un posible portador había sido acogida en Washington con frialdad y escepticismo.
En su exposición en Cuba, el doctor señaló las condiciones precisas para la expansión del mal, y mostró un método experimental que comprobaba sus hipótesis. Pero durante más de 20 años estos postulados y experimentos fueron ignorados por varias comisiones americanas. Solo al concluir la guerra contra España volvieron a revisarse. Mientras, millares de personas continuaban muriendo.
Más tarde, una de estas comisiones, encabezada por el doctor Walter Reed, comprobó científicamente los métodos de Finlay, los cuales fueron aplicados en ofensivas contra la pandemia. Permitieron erradicar la enfermedad en Cuba en 1909, y terminar la construcción del Canal de Panamá, tras el saneamiento del istmo. En la magna obra aún figura una placa que reconoce la contribución del sabio camagüeyano a la exitosa culminación del Canal.
A partir de entonces fueron numerosos los intentos de Estados Unidos por anular la autoría de Finlay sobre el descubrimiento, y atribuírsela a Reed. Se exponía la realidad a medias, se les trataba de despojar de seriedad y rigor a los estudios del especialista cubano.
A inicios del siglo XX, en todas las tribunas científicas mundiales sobre la Historia de la Medicina y la Medicina Tropical, se luchó por restablecer la verdad y elevar el honor del gran investigador. Los principales defensores eran los integrantes de la Escuela Cubana de Sanitaristas, creada por él.
No fue hasta 1954, cuando se celebró en Roma el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, que se aprobó la moción de que solo a Carlos J. Finlay le corresponde el descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, y a la aplicación de su doctrina el saneamiento del trópico.
La obra del eminente maestro constituyó un gran aporte al conocimiento científico y a la humanidad.
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