El hombre más gordo de Cuba pide oportunidades artísticas
Por Norges Martínez Montero (Juventud Rebelde)
Aunque lo veas muchas veces es inevitable asombrarte de su corpulenta figura. Con sus 605 libras está considerado el hombre más gordo de Cuba, y por segunda ocasión en los últimos años regresa a las páginas de este diario.
El 15 de marzo de 2003 Juventud Rebelde publicó un diálogo con Arley. En esa fecha, el entrevistado confesó que le era muy difícil bajar de peso, ya que los médicos no han podido descubrir la causa de su gran obesidad. Cuando tenía 15 años estuvo ingresado casi 15 meses y no le detectaron nada anormal.
Añadió que aunque comía poco diariamente, no conseguía bajar de peso, algo que lo desestimulaba mucho.
Pero lo que más claro dejó Arley en aquella conversación fue su deseo de convertirse en un cantante reconocido, algo con lo que aún sueña todos los días sin conseguirlo; no por falta de talento —considera—, sino de oportunidades para demostrar su potencial artístico.
Este hecho le duele mucho más que la mofa de algunos insensibles, el inevitable cuchicheo que genera su físico, o la imposibilidad de llevar una vida normal.
A casi tres años y medio de aquella publicación, tocamos nuevamente a su puerta, en el capitalino municipio de Regla, para satisfacer inquietudes de varios lectores.
En esta ocasión el entrevistado comenzó recordando que después de publicado el primer escrito, algunas personas le manifestaron sus intenciones de ayudarlo, pero que casi todo quedó en eso.
«Se acercaron ofreciéndome su ayuda y diciéndome que podía contar con ellos para lo que fuera, pero todo quedó ahí. Cuando comenzamos a tocar puertas no encontramos casi ninguna abierta. La gente no aparecía, estaban reunidos, quedaban en llamar y no lo hacían. Casi todos se echaron para atrás».
—¿Solo has sufrido decepciones en estos tres últimos años?
—He tenido muchas desilusiones. Estoy casi igual que cuando nos vimos por vez primera. Sigo pesando más de 600 libras y estoy pasando el mismo trabajo para conseguirlo todo.
—¿En todo este tiempo no has tratado de bajar de peso por tu cuenta, o acudir a especialistas para lograrlo?
—Mi problema principal no es bajar de peso. Parece que con los años me he acostumbrado a cargar con este gran cuerpo y realmente eso ya no me quita el sueño. Además, a pesar de mi gordura, no me duelen ni los callos. Continúo comiendo poco como siempre, aunque no consigo bajar... así es que debo seguir adelante.
«Al médico no he acudido porque en estos tres años no me siento nada y tampoco quiero estar ingresado. Ya pasé por eso cuando era más joven. Ahora no puedo perder ni un minuto en la vida. Yo soy quien principalmente mantiene esta casa, donde vivo con mis padres, dos personas excelentes, pero jubiladas».
—¿Si no es bajar de peso, cuál es tu mayor preocupación?
—Mi gran problema es lograr que la gente deje de mirarme como un bicho raro y me traten como a cualquier persona normal, principalmente quienes tienen la posibilidad de darme un espacio para mostrar mis posibilidades en el canto.
«Mi apariencia ha provocado que en varias ocasiones se me nieguen algunos contratos de trabajo».
—¿Recuerdas alguna institución o persona que te haya cerrado las puertas últimamente?
—Decepciones he tenido varias, y no vale la pena mencionarlas, pero qué diferente hubiera sido todo para mí si muchos directivos artísticos me vieran igual que a otro cantante. Jamás he sido autosuficiente, pero según grandes vocalistas cubanos tengo lo necesario para triunfar en esta profesión.
—Toda persona tiene sueños en la vida, ¿cuáles son los tuyos?
—Tengo cuatro sueños por cumplir: el primero, cantar algún día donde esté el Comandante en Jefe; otro es interpretar al menos una canción con los Van Van; realizar una gira por el país para regalarle mi arte a toda Cuba; y el último, que una disquera me grabara un disco. Soy autor de más de 50 canciones, pero necesito hacerles los arreglos musicales y eso me sale muy caro.
«He tenido el privilegio de vocalizar con grandes agrupaciones y cantantes cubanos, como la vez que Lazarito Valdés, el director de Bamboleo, me invitó a cantar con su orquesta, o cuando lo he hecho junto a José Valladares y otros muchos famosos intérpretes nacionales».
—¿Sigues interpretando boleros solamente?
—¡No, qué va! En eso sí he ganado en estos años. Ahora tengo montados varios números de salsa, rancheras y de otros géneros. Tengo hasta una llanera venezolana que espero cantársela un día a los estudiantes de ese país que se encuentran en Cuba, para ver si les gusta.
—¿Cómo te la sigues arreglando para resolver ropa y zapatos?
—Igual que siempre. Continúo pasando el mismo o más trabajo para conseguirlos. Las camisas y los pantalones me los hace una señora que vive al frente de la casa, después que le entrego la tela. A veces, por el precio, me resulta imposible adquirir toda la que me hace falta.
«Conseguir calzado sí es un problemón mayor. Imagínate que yo uso casi el número 50, y zapatos así no aparecen en ningún lugar. A veces alguien me trae algún par, pero me lo quieren vender carísimo, porque saben que estoy obligado a comprarlo».
—Otras personas con un peso similar apenas se mueven de la cama. ¿Qué te impulsa a hacer ese gran esfuerzo por salir adelante?
—Yo hago lo que el resto de las personas. He estado hasta más de tres horas de pie cantándole al público, como una vez en el Festival Acuático de Punta Alegre, en la provincia de Ciego de Ávila.
«Me esfuerzo mucho porque nunca me gustó ser una carga para nadie y quiero que mis viejos vivan al menos con lo imprescindible el resto de sus vidas».
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