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lunes, julio 10, 2006

Hasta que el divorcio…

Por Reynier Pupo Soriano, estudiante de Periodismo, (Juventud Rebelde)

El amor de José Antonio y Graciela ha sido bendecido. Ellos son dos ancianos que se han amado toda la vida. Con solo mirarlos sentados en los balances de la sala de su casa, cogidos de las manos, siempre con una sonrisa, un beso o una caricia para ofrecer al otro, se ablandaría el más fuerte de los corazones.

La ternura y el respeto ha sido todo lo que han necesitado para ser felices. En pocos meses celebrarán sus 65 años de casados, pero todavía la pasión los acoge.

Graciela es muy bella todavía, al menos eso asegura José, y aunque ella no lo pueda ver desde hace algunos años, porque sufrió una enfermedad que le arrebató la vista, le devuelve el piropo, pues dice verlo igual de hermoso que el primer día, incluso lo encuentra más apuesto, porque lo mira con los ojos del corazón. Este es un amor que se ha burlado del tiempo, del dolor, de la vida...

La existencia de parejas como estas tienen casi un valor patrimonial, digno de exhibir en este archipiélago. En Cuba el tiempo promedio de duración de los matrimonios es aproximadamente de 10 a 14 años, aunque anualmente miles de cubanos casados o unidos sin vínculo legal acuden a la separación. En ocasiones todavía están enamorados y con un poco de interés se puede salvar la relación, mientras otras veces el divorcio es una salida feliz para un problema extremo, porque el amor ha muerto o lo ha vencido la costumbre.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas, el 35 por ciento de la población cubana es casada, aunque existe un alto índice de uniones consensuales. La edad promedio al contraer nupcias es de 20 a 24 años y al separarse es de 30 a 35 años.

Esta tendencia al rompimiento legal de la relación es mayor en la zona occidental del país, con la excepción de Pinar del Río, mientras que en el oriente los índices son más bajos, principalmente en las provincias de Guantánamo y Las Tunas.

«Desde el año 2000 la tasa de divorcio fluctúa entre 3 y 3,4 por cada mil habitantes, y no existe tendencia al aumento; el índice es alto, pero estable», aseguró Enrique González, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas.

En nuestro país la separación legal es fácil y poco costosa. Incluso si es por consenso mutuo basta una declaración ante un notario público.

La mayoría de quienes se han encargado de estudiar estas tendencias del rompimiento en las parejas coinciden en que en reiteradas ocasiones en este conflicto incide la inadecuada selección, pues frecuentemente las personas eligen el matrimonio casi sin conocerse, y poco después llega el arrepentimiento y la tristeza, o frustración, al conocer de verdad a la otra parte y descubrir que esa persona con la que decidieron compartir la vida no es aquella que soñaron.

También señalan que propician el deterioro y posterior rompimiento de la relación los casamientos entre adolescentes y jóvenes. Estos muchas veces tienen que afrontar problemas económicos, dejar los estudios y compartir el cuidado de los hijos, en caso de tenerlos. A ello se le suma el problema de que la mayoría tienen que vivir con los padres de uno de los cónyuges, y esto casi siempre origina conflictos.

Alguien dijo «el matrimonio es la tumba del amor», y generalmente se cree que en esta etapa ya pasaron los momentos bellos, los instantes románticos, las flores y los besos desbordantes de pasión; se piensa que la convivencia diaria mata al amor.

Si se entienden estos primeros momentos de cortejos, detalles y poemas románticos como fase de enamoramiento, seguramente la cotidianidad va a acabar con eso, pero si se aprende a encontrar amor en compartir la vida, hacer que cada día sea inolvidable, disfrutar las cosas comunes y sobrellevar las dificultades y aprender de estas, no se acabará. Y si aun así son capaces de decirse cada día cuánto se aman, entonces el matrimonio no matará al amor, aseguran la mayoría de los especialistas.

Y agregan que uno de los requisitos que debe tener la pareja es la sinceridad, la capacidad para escucharse mutuamente, decirse lo que piensan con honestidad, y el poder entender al otro y saber ponerse en su lugar.

Otros prefieren la libertad de no verse atados a una relación y deciden mantener un eterno noviazgo, que algunas veces alcanza características de comprensión mutua y estabilidad que muchos matrimonios podrían envidiar.

ROMPER, ¿POR QUÉ?

Lourdes Fernández, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana y orientadora de la familia, sostiene que en la vida muchas veces hay que enfrentar conflictos y la solución no es la pasividad, ni el darse por vencidos sin hacer el intento de luchar; el secreto del triunfo está en mantenerse unidos y apoyarse mutuamente en los buenos y malos momentos.

Aunque la pareja debe estar unida y lograr la compenetración, se debe respetar la libertad individual del otro, pues en ocasiones se necesita un momento de soledad.

«Se debe pensar muy bien la decisión del divorcio y tomar conciencia de lo que esté pasando, e intentar la búsqueda de posibles razones para reavivar el amor, o si por el contrario piensan que el rompimiento es la mejor solución lo deben asumir con responsabilidad», opina.

Mas, lo que ocurre en Cuba con las parejas es parte de una tendencia universal. Sonia Catasus, profesora titular del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, plantea que el divorcio es una problemática de la sociedad moderna, y aunque las tasas en Cuba están moderadamente altas, esta no es una tendencia alarmante, compleja o anómala con relación a otros países, pues este es un proceso que persiste a nivel internacional.

UNA MADRE QUE NO PENSÓ…

Nancy está arrepentida de haberse separado. Aunque era muy joven cuando se casó, tuvo una niña, y ahí empezaron los problemas a sabotear su matrimonio. Poco después tomó una decisión algo precipitada: el divorcio. Ella argumenta la separación con razones como la incompatibilidad de caracteres, la diferencia de intereses y que su compañero era celoso, machista y tenía como ley principal la subordinación de la mujer al hombre.

El resultado fue tener que criar sola a su hija, aunque reconoce que los hijos requieren de ambos padres. «Necesitan el calor de la madre y la orientación del padre. A pesar de los años, cuando hay hijos siempre queda un vacío en la vida de ellos; mi pequeñita siempre tuvo la ilusión de que me reconciliara con su padre. Si hubiéramos tenido más madurez habríamos tratado de superar la situación, pero solo pensamos en nosotros, no en la niña».

Según la forma en la que manejen los padres la ruptura matrimonial, así será el daño que recibirán los hijos, pues al irse uno de los papás de casa, el niño siente que pierde seguridad y protección.

La doctora en Ciencias Psicológicas y Clínica infantil, Aurora García, afirma al respecto que «la separación se convierte en una solución infeliz cuando existen escenas de violencia delante de los pequeños. El niño necesita tener claridad en cuanto a las razones por las que sus padres decidieron separarse, porque a menudo se siente culpable y piensa que ellos se pelearon porque él hizo alguna mala acción. «La pareja con hijos debe entender que el niño pierde a un miembro importante de su vida».

UNA DECISIÓN MUY SERIA

El primer paso firme que se dio para instalar el divorcio vincular en Cuba fue en el año 1903, cuando se presentó un proyecto de divorcio a la Cámara de Representantes, pero la imposibilidad de disolver el vínculo matrimonial seguiría viva, aunque después sufriría nuevos ataques. Ya para el año 1918 se logra establecer la ruptura marital, incluso fue reconocida por la Constitución de 1940, en el quinto párrafo del artículo 43.

En algunos países de América Latina no existen leyes de divorcio. Cuba es un país de avanzada en el tema, no solo por la antigüedad de la legislación en el ámbito de la desunión legal, sino también por los índices de rupturas matrimoniales que presenta, los que pueden ser comparados incluso con los de países desarrollados como Francia y Estados Unidos.

La disolución legal del matrimonio es un logro importante, porque hace que una pareja no tenga que vivir junta si no lo desea, pero hay que tener conciencia del alto grado de responsabilidad que implica casarse y separarse, por lo que se necesita actuar con madurez para lograr una cultura amorosa.

Ahí está para demostrarlo, y no como un anacronismo, el amor de Graciela y José, tan fuerte que derrotó la costumbre.

El empeño para que cada día fuera diferente vivía en ellos. Sus gustos se mezclaron de tal manera que hoy la música campesina y la pelota forman parte de sus vidas. Incluso las situaciones difíciles los unían más, porque las enfrentaban juntos. Los dos trabajaron duro para mantener a sus pequeños hijos y salir adelante, y estos problemas, lejos de afectarlos, los hicieron más fuertes.

El divorcio nunca pasó por sus mentes, aunque hubo momentos difíciles, pues él en su vida laboral trabajaba de zafra en zafra en lugares lejanos, pero siempre su primer pensamiento, su primera idea de amor, fue para ella.

El respeto mutuo, la tolerancia y la comunicación los hizo un matrimonio feliz. Todavía él dice que «ella es una mujer sensible, tierna e irremediablemente hermosa. Cuando no está conmigo me ataca la impaciencia más terrible del mundo». Y ella siente una inmensa satisfacción por haberle entregado su vida, y asegura que «nos amamos hoy como el primer día, y no solo somos esposos, sino un amor eterno».

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