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martes, junio 20, 2006

Cartas para Tolstoi desde Guanajay

Por Luis Hernández Serrano (Juventud Rebelde)

El escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) sostuvo correspondencia con una joven de Guanajay a principios del siglo pasado, siete años antes de morir.

Mundialmente conocido por sus grandes novelas La Guerra y la Paz (1869) y Ana Karenina (1876), intercambió cartas con la joven guanajayense Manuela Inda Rodríguez, como lo prueba una tarjeta que le envió con su firma en 1903.

La noticia dejó de ser inédita cuando salió publicada en la sección Bazar, a cargo de Gilda Guimeras, de la revista Guanajay, dirigida por Pablo Noa Noa y dedicada al 350 aniversario de la fundación de esa ciudad, la segunda más antigua de la actual provincia de La Habana y la decimoctava del país.

Con el subtítulo Tolstoi en Guanajay, el colega Orlando Ruiz brinda la curiosa información en la página 27 de la revista. El hecho aparece consignado en un viejo número de la Gaceta de Cuba.

Manuela Inda poseía una gran predilección por lo ignoto, lo cual la llevó a cartearse con numerosas celebridades de la cultura cubana y mundial.

Juan Marinello dio cuenta en una ocasión de que Tolstoi recibió 15 misivas de cubanos con tarjetas que el escritor nunca firmó, pero la enviada por Manuela regresó a sus manos con la rúbrica del extraordinario escritor.

En la propia publicación se habla de la visita a Guanajay del cineasta de origen húngaro Lazlo Benedek, director de filmes como La muerte de un viajante o El salvaje y que dirigió la película Árbol de fiebre, una de cuyas escenas fue filmada en el parque de la localidad, en agosto de 1956.

También por allí estuvo un descendiente de Cristóbal Colón, José María Gómez-Colón, quien trabajó como Teniente Gobernador en Guanajay a fines del siglo antepasado.

Además, sin tener aeropuerto ni estar cerca de alguno de ellos, la ciudad recuerda dos accidentes aéreos, uno en 1932, en el que murieron Roberto Bello, estudiante de Medicina y el piloto, teniente José Manuel (Tuto) Vázquez, al sobrevolar sus predios en un aeroplano Pittinger que se precipitó a tierra.

El otro siniestro le ocurrió al español Ramón Boluda, en una avioneta de la empresa Crusellas, que cayó en la finca San Francisco, a principios de 1920.

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