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jueves, noviembre 29, 2007

Ramón Fonst Segundo: Ni el aire lo tocaba

Por Víctor Joaquín Ortega (CubAhora)

Un dejo de tristeza había en aquel decir de Ramón Fonst Segundo, durante una entrevista realizada por la revista Bohemia, meses antes de la muerte (1959), ocurrida en su Habana tan querida por él: "Reté a duelo a más de cien adversarios y sólo pude batirme una vez".

A la pregunta, ¿por cuales razones? ¿sentimentales acaso?, respondía: "Por lo que fuera. Claro está, siempre tuve la razón. Sin razón no sería capaz de batirme con nadie. Mis victorias despertaron envidias en algunos semejantes, y hablaron mal de mí, quisieron hacerme daño. Yo contestaba con un reto".

La voz más fuerte aún al decir: "le mandé los padrinos a personalidades de Francia, Inglaterra, España, Estados Unidos, Bélgica y, desde luego, Cuba. Cuando me veía precisado a lanzar una nota –esto ocurría con frecuencia– porque me obligaban a defender mi dignidad; mis detractores respondían, pero retractándose, y me daban las más cumplidas satisfacciones."

Al ser seleccionado para actuar en la magna cita de San Luis (1904) "... algunos dijeron y publicaron conceptos que no me gustaron. No habían podido entrar en el equipo y me censuraban injustamente. Antes de partir, reté en una carta pública a aquellos resentidos y declaré que a mi regreso me batiría con cada uno de ellos. Gané varios premios en el certamen y regresé dispuesto a realizar lo prometido".

Pasó lo que temía: "Otra vez los muchachos se rajaron. Todos me enviaron excusas y hasta felicitaciones por los triunfos. Y me quedé de nuevo con la espada en la mano".

En 1935, durante los Juegos Centroamericanos de El Salvador, un periodista lo ofendió mediante artículo editado en una publicación de la capital del citado país. Salió a buscarlo.

"No pude hallarlo y el reto se quedó en el aire... Pero una mañana supe que el tal Fray Nano se encontraba en Cuba, en la bahía, a bordo del buque Orizaba, y le mandé mis padrinos". Tampoco pudo batirse: el reportero jamás apareció.

Con el tirador francés Adolfo Kerchoffer ocurrió peor. "Tuvimos diferencias en Francia; él llega a La Habana. Aproveché la ocasión para exigirle explicaciones o para que me acompañara al campo del honor".

El retado pidió disculpas en acta suscrita por el representante del as. Mas varios días después, "...el señor Kerchoffer murmuró contra mí; me enteré, envíe de nuevo el reto con mis amigos. Le encontraron en el vestíbulo del hotel Louvre; en cuanto le plantearon el reto, el hombre optó por ganar las escaleras. Y se esfumó".

¿La única vez que pudo batirse?

"Con el maestro Rivas. Tuvimos una dificultad, y él contestó mi reto. Cuando comenzábamos el encuentro, los jueces estimaron conveniente suspender el lance. No hubo vencedor ni vencido. Me alegré después de todo, era una buena persona, aunque ¿no es una tragedia que de cien retos solamente haya aceptado una persona y el duelo se convirtiera en frustración?"

GENIO SOBRE LA PLATAFORMA

A pesar de la edad (nació el 31 de julio de 1883), el periodista lo calificó así: "Pertenece a una época preferentemente caballerosa. Alto, fornido, de brazos largos como ramas de almendro, su figura no se parece a otra en toda su dimensión".

Ante su hoja de servicio, se comprende que era un genio de la esgrima; para muchos, el mejor de todos los tiempos. No me agrada ser tan absoluto: está entre los grandes y es uno de los inmortales del deporte. Campeón de florete de Francia a los once años de edad, primer latinoamericano conquistador de medallas en los Juegos Olímpicos, al imponerse en espada y lograr el segundo puesto en la prueba profesional en París, 1900. Declaró mucho tiempo después de este éxito a la prensa:

"Cuando gané el campeonato olímpico, en el año 1900, contaba sólo 17 años, y a pesar de la franca y potente hostilidad de los jueces, que no sólo veían en mí a un extranjero, a un latinoamericano, a un intruso, sino a un muchacho que debía únicamente estar estudiando en liceo y no derrotando a ídolos consagrados".

Sigamos con su hazañas: encabezó la representación de su patria a los III Juegos Olímpicos, San Luis, 1904. Allí, el conjunto venció; sin embargo, debe decirse que hubo extranjeros en sus filas y a la justa no fueron todos los más brillantes astros (la mayoría de Europa), por la lejanía de la sede, de acuerdo al desarrollo del transporte de la etapa. Eso sí, compitió una estrella, con luz propia y más potente de ese tiempo: Fonst, en espada y florete individuales y en florete por equipos. Todavía es el latinoamericano con mayor cantidad de galardones olímpicos.

No se cansó de acumular victorias: titular centroamericano de sable, florete y espada (1926); repitió en las dos últimas armas en el certamen de 1930 (La Habana), sin siquiera un toque en contra, en diez asaltos de florete y once en espada. Una lesión en el pie le obligó a retirarse de la batalla en la restante especialidad: llevaba cinco asaltos ganados sin derrota alguna. Edad: 46 años.

Puso a vibrar la prosa magnífica de Pablo de la Torriente Brau, quien expresó en las Olimpiadas Centroamericanas (Revista de La Habana, Vol 2, 1930):

Artagnan, Cyrano y Lagardere en las gradas.

El anunciador, después de un asalto:

Resultado: Vencedor, Fonst, de Cuba, cinco por cero.

Al cuarto de hora:

Resultado: Vencedor, Fonst, de Cuba, cinco por cero

Al cuarto de hora:

Resultado: Vencedor, Fonst, de Cuba, cinco por cero.

Artagnan, con mucha finura a Cyrano y a Lagardere:

¿Compañeros, no les parece que aquí estamos de más?

Sí, vámonos, para no hacer el ridículo. A ese hombre no lo toca ni el aire...

Sobresalió también en tiro, boxeo francés y ciclismo, contiendas en las que obtuvo decenas de galardones.

Como ven, no era fácil enfrentar a este hombre y menos en un duelo de verdad. Murió en La Habana el 9 de septiembre de 1959.

PARA TODOS

¿Cómo arribó Fonst al pináculo? ¿Por qué tanta gloria?

Era un conocedor. Con sus condiciones excepcionales y su consagración, saltó las vallas de la difícil fase. Zurdo, muy alto, gran alcance de brazos, fuerza y resistencia extraordinarias, vivió la infancia, la adolescencia y buena parte de la juventud en Francia, donde tuvo descollantes profesores de esgrima. Jamás herido por la miseria resultó el clásico fuera de serie, excepción que reafirmó la regla en un país marcado gravemente por el subdesarrollo y el neocolonialismo, donde era casi imposible soñar con el deporte, con el olimpismo, y aun llenarse de ensoñaciones.

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