"Cuba hasta cuando sangra es alegre, y parece que le regala rubíes al mar"
Por Emilio Comas Paret (Cuba Literaria)
La región de Asturias, una de las zonas de España que más migración tuvo hacia Cuba, tiene hoy mucho que ver con nuestro acervo cultural y el entorno social.
Asturias es para nosotros no solo tierra de emigrantes emprendedores, es también Gijón y Oviedo, Villaviciosa y el espichar la sidra, es las fabas y la fabada asturiana, es el bogavante, híbrido entre el cangrejo moro y la langosta, es el bable, es Pelayo el guerrero contra el invasor moro, es la Virgen de Covadonga y su santuario en la intricada montaña.
"Asturias es España y lo demás tierra reconquistada", dicen con acentuada picardía los asturianos, que lloran enternecidos cuando cantan y oyen "Asturias, patria querida [ … ]", compuesta, por cierto, por un cubano.
Asturias es también la solidaridad y los asturianos son entrañables amigos y parientes. Cuba significó tanto en una época para la emigración que todavía hay un refrán popular que dice: "Quién tiene un tío en La Habana, ni tiene tío ni tiene nada", porque Cuba en su momento fue el Jauja, la Tierra Prometida para muchos.
Y Asturias nos legó una figura literaria que nació en Gijón pero se hizo hombre, poeta y periodista en La Habana, hombre que nos hermana como quizás ningún otro ciudadano destacado y que fue además, indiscutiblemente, el precursor de la poesía negra en Cuba. Sin embargo, por razones absolutamente circunstanciales, es un desconocido en las dos orillas.
Me refiero a Alfonso Camín.
En octubre de 1905 y a bordo de la nave Reina María llega a Cuba, ostentando en sus papeles el nombre de José García, porque sólo contaba con quince años de edad, quien luego fuera el conocido poeta y periodista Alfonso Camín, un hombre que, al decir de su amigo cubano José Manuel Carbonell, "era como salido del fondo de una caverna [ … ] desorbitado, huraño y fiero; pero que llevaba sobre la frente una aureola espiritual y en los labios un verbo desafiante, denunciador de una mentalidad rica en imágenes y abundosa de poesía".
Camín, que había nacido en 1890 en Gijón, arriba a nuestra isla en momentos difíciles; eran los primeros años del fin de la guerra y todavía las heridas de la conflagración y el sentimiento antiespañol se hacían evidentes en la vida cotidiana.
Cuatro años después de su llegada y en contacto directo con lo más popular de la población habanera por su situación de pobreza, es internado en la Prisión de Prado No. 1, donde mismo estuvo el Apóstol, al acusársele de la muerte de un hombre en una riña tumultuaria. En prisión conoció a Antonino O'Farrill, ñáñigo matancero, quizás jefe de una potencia abakuá, que le enseñó, al decir del propio Camín, "la gramática ñáñiga", y que posiblemente influyera en su posterior conversión como profundo conocedor de las raíces más hondas del pueblo cubano, al convertirse en un trashumante empedernido por pueblos y ciudades del interior de Cuba, que supo mirar, no con la perspectiva limitada del extranjero, sino asumiéndose como un cubano más, cantarle a lo genuino de la cubanía, lograr un uso auténtico de los giros idiomáticos más creativos y expresar los paisajes y motivos más característicos de la Isla.
De esa época es la décima que les muestro a continuación, donde se pone de manifiesto el conocimiento de regiones y costumbres que ha asumido el poeta y su amor por Cuba, que desde ya compartía con Asturias su cariño patrio.
Cienfuegos y el Damují
ardientes besos sonoros
Caibarién, cangrejos moros
y negra en Camajuaní.
De San Antonio a Maisí
desde el Sur al Septentrión
siempre unida al corazón
te llevé de tal manera
que donde fue mi galera
dijo Cuba su canción.
De su papel como precursor de la poesía negra en Cuba mucho habría que hablar, pero solo quiero recordar dos cosas: cuando José Zacarías Tallet publicaba su poema "La Rumba" en la revista Hatuey en 1928, considerada por muchos como la primera poesía "negrista" que se publica en Cuba, ya Camín había publicado, en Madrid en 1926 y después en el Diario de la Marina habanero, su poema "Dámasajova" – dedicado a una poetisa villaclareña –, que dice en sus primeros versos: "Negra, carbón celeste, carne de tamarindo"; con ello estaba inaugurando una nueva estética en la poesía cubana. Por primera vez un poeta se acercaba al negro, no con los patrones estéticos a la usanza. Dámasajova no "parece blanca", es negra, un carbón celeste, de labios gruesos y anchas caderas y fuego en los ojos y relámpagos en su sonrisa.
Sin embargo, desde 1922, año en que se publicó la primera antología de poetas cubanos titulada Poetas jóvenes cubanos, de Paulino C. Báez, editada por la Casa Editorial Mancci, pasando por el texto Antología de la poesía negra hispanoamericana, publicado por Emilio Ballagas en Madrid en 1935, hasta la antología Cincuenta años de poesía cubana 1902-1952, publicada en 1952, se organizaron seis antologías sobre poetas cubanos; ninguna incluye a Camín y aún le quitan injustamente la condición de precursor de la poesía negra, quizás por su condición de "extranjero".
Recientemente, en el 2005, la escritora e investigadora mexicana Mónica Mansour, publicó Identidades. Poesía negra en América, una antología que considera a Camín dentro de los poetas cubanos "negristas", aunque con la observación de que "sus descripciones son objetivas y exteriores, al contrario de otros poetas negristas – de cualquier raza – que se identifican plenamente con el negro [ … ] Aunque el estilo de Camín no refleja las innovaciones rítmicas y estructurales características del movimiento negrista (personalmente considero discutible esta aseveración de la autora), se le incluye en este por la similitud de temas y la coincidencia de fechas en que aparecieron por primera vez".
En fin, algo es más que nada.
Pero a pesar de todo, ahí están los hechos: aquel "extranjero" que se hizo poeta en Cuba, publicó su primer libro de poemas Adelfas en La Habana en 1913, publicó Carteles, Caney y Maracas, otros tres textos dedicados a la poesía negra cubana y fue, además, capaz de sentir una cubanía sin igual que lo inspiró a escribir también, en décimas, estos versos de raigambre campesina, como los hubiera cantado cualquier montuno de la Sierra de los Órganos. Ahí les va:
Cubana, dulce cubana
dulce cubana y guajira
ve el corazón que suspira
debajo de la ventana.
Cruzo potrero y sabana
por mirarte en el bohío
como el pájaro judío
voy de lamento y lamento
¡y sólo me escucha el viento
del otro lado del río!
Pero si a alguien le quedan dudas de la cubanía de este "extranjero" que de Martí dijo: "no hay lucha por la libertad cuya primera antorcha no la encienda un poeta" y que como profundo conocedor del alma del cubano dijo también la frase que titula este trabajo, les invito a conocer un soneto escrito en los días cubanos de Camín, que tal parece fue concebido ayer y que refleja, a pesar de que eran otras las circunstancias en el momento de su concepción, el estoicismo del pueblo cubano en estos últimos casi cincuenta años y el desafío asumido con firmeza e intransigencia:
El morro en luz
Como en el puerto de La Habana El Morro
que el mar en vano su peñón socava
yo no pido socorro a la mar brava.
Soy el que ofrece sobre el mar socorro.
Firme ante el tiburón panzudo y zorro
que es en la superficie espuma y baba,
sus dientes mella cuando en mí los clava
y hasta la luz con mi desdén me ahorro.
Firme me encontrará quien me provoca,
igual que el mar que ruge contra el muro
y cuando ruge más, más se sofoca.
Cuanto más acosado más seguro,
yo soy El Morro en luz sobre la roca
iluminando el horizonte oscuro.
Les confieso que mi intención con este pequeño acercamiento, es pretender que las nuevas generaciones conozcan a un poeta, más cubano que muchos que nacieron con la luz del trópico en la frente y que los más viejos no olviden a Camín, hombre controvertido en todo, con dos nacionalidades, la asturiana y la cubana y con escaso reconocimiento público en los dos extremos de su cariño.
La región de Asturias, una de las zonas de España que más migración tuvo hacia Cuba, tiene hoy mucho que ver con nuestro acervo cultural y el entorno social.
Asturias es para nosotros no solo tierra de emigrantes emprendedores, es también Gijón y Oviedo, Villaviciosa y el espichar la sidra, es las fabas y la fabada asturiana, es el bogavante, híbrido entre el cangrejo moro y la langosta, es el bable, es Pelayo el guerrero contra el invasor moro, es la Virgen de Covadonga y su santuario en la intricada montaña.
"Asturias es España y lo demás tierra reconquistada", dicen con acentuada picardía los asturianos, que lloran enternecidos cuando cantan y oyen "Asturias, patria querida [ … ]", compuesta, por cierto, por un cubano.
Asturias es también la solidaridad y los asturianos son entrañables amigos y parientes. Cuba significó tanto en una época para la emigración que todavía hay un refrán popular que dice: "Quién tiene un tío en La Habana, ni tiene tío ni tiene nada", porque Cuba en su momento fue el Jauja, la Tierra Prometida para muchos.
Y Asturias nos legó una figura literaria que nació en Gijón pero se hizo hombre, poeta y periodista en La Habana, hombre que nos hermana como quizás ningún otro ciudadano destacado y que fue además, indiscutiblemente, el precursor de la poesía negra en Cuba. Sin embargo, por razones absolutamente circunstanciales, es un desconocido en las dos orillas.
Me refiero a Alfonso Camín.
En octubre de 1905 y a bordo de la nave Reina María llega a Cuba, ostentando en sus papeles el nombre de José García, porque sólo contaba con quince años de edad, quien luego fuera el conocido poeta y periodista Alfonso Camín, un hombre que, al decir de su amigo cubano José Manuel Carbonell, "era como salido del fondo de una caverna [ … ] desorbitado, huraño y fiero; pero que llevaba sobre la frente una aureola espiritual y en los labios un verbo desafiante, denunciador de una mentalidad rica en imágenes y abundosa de poesía".
Camín, que había nacido en 1890 en Gijón, arriba a nuestra isla en momentos difíciles; eran los primeros años del fin de la guerra y todavía las heridas de la conflagración y el sentimiento antiespañol se hacían evidentes en la vida cotidiana.
Cuatro años después de su llegada y en contacto directo con lo más popular de la población habanera por su situación de pobreza, es internado en la Prisión de Prado No. 1, donde mismo estuvo el Apóstol, al acusársele de la muerte de un hombre en una riña tumultuaria. En prisión conoció a Antonino O'Farrill, ñáñigo matancero, quizás jefe de una potencia abakuá, que le enseñó, al decir del propio Camín, "la gramática ñáñiga", y que posiblemente influyera en su posterior conversión como profundo conocedor de las raíces más hondas del pueblo cubano, al convertirse en un trashumante empedernido por pueblos y ciudades del interior de Cuba, que supo mirar, no con la perspectiva limitada del extranjero, sino asumiéndose como un cubano más, cantarle a lo genuino de la cubanía, lograr un uso auténtico de los giros idiomáticos más creativos y expresar los paisajes y motivos más característicos de la Isla.
De esa época es la décima que les muestro a continuación, donde se pone de manifiesto el conocimiento de regiones y costumbres que ha asumido el poeta y su amor por Cuba, que desde ya compartía con Asturias su cariño patrio.
Cienfuegos y el Damují
ardientes besos sonoros
Caibarién, cangrejos moros
y negra en Camajuaní.
De San Antonio a Maisí
desde el Sur al Septentrión
siempre unida al corazón
te llevé de tal manera
que donde fue mi galera
dijo Cuba su canción.
De su papel como precursor de la poesía negra en Cuba mucho habría que hablar, pero solo quiero recordar dos cosas: cuando José Zacarías Tallet publicaba su poema "La Rumba" en la revista Hatuey en 1928, considerada por muchos como la primera poesía "negrista" que se publica en Cuba, ya Camín había publicado, en Madrid en 1926 y después en el Diario de la Marina habanero, su poema "Dámasajova" – dedicado a una poetisa villaclareña –, que dice en sus primeros versos: "Negra, carbón celeste, carne de tamarindo"; con ello estaba inaugurando una nueva estética en la poesía cubana. Por primera vez un poeta se acercaba al negro, no con los patrones estéticos a la usanza. Dámasajova no "parece blanca", es negra, un carbón celeste, de labios gruesos y anchas caderas y fuego en los ojos y relámpagos en su sonrisa.
Sin embargo, desde 1922, año en que se publicó la primera antología de poetas cubanos titulada Poetas jóvenes cubanos, de Paulino C. Báez, editada por la Casa Editorial Mancci, pasando por el texto Antología de la poesía negra hispanoamericana, publicado por Emilio Ballagas en Madrid en 1935, hasta la antología Cincuenta años de poesía cubana 1902-1952, publicada en 1952, se organizaron seis antologías sobre poetas cubanos; ninguna incluye a Camín y aún le quitan injustamente la condición de precursor de la poesía negra, quizás por su condición de "extranjero".
Recientemente, en el 2005, la escritora e investigadora mexicana Mónica Mansour, publicó Identidades. Poesía negra en América, una antología que considera a Camín dentro de los poetas cubanos "negristas", aunque con la observación de que "sus descripciones son objetivas y exteriores, al contrario de otros poetas negristas – de cualquier raza – que se identifican plenamente con el negro [ … ] Aunque el estilo de Camín no refleja las innovaciones rítmicas y estructurales características del movimiento negrista (personalmente considero discutible esta aseveración de la autora), se le incluye en este por la similitud de temas y la coincidencia de fechas en que aparecieron por primera vez".
En fin, algo es más que nada.
Pero a pesar de todo, ahí están los hechos: aquel "extranjero" que se hizo poeta en Cuba, publicó su primer libro de poemas Adelfas en La Habana en 1913, publicó Carteles, Caney y Maracas, otros tres textos dedicados a la poesía negra cubana y fue, además, capaz de sentir una cubanía sin igual que lo inspiró a escribir también, en décimas, estos versos de raigambre campesina, como los hubiera cantado cualquier montuno de la Sierra de los Órganos. Ahí les va:
Cubana, dulce cubana
dulce cubana y guajira
ve el corazón que suspira
debajo de la ventana.
Cruzo potrero y sabana
por mirarte en el bohío
como el pájaro judío
voy de lamento y lamento
¡y sólo me escucha el viento
del otro lado del río!
Pero si a alguien le quedan dudas de la cubanía de este "extranjero" que de Martí dijo: "no hay lucha por la libertad cuya primera antorcha no la encienda un poeta" y que como profundo conocedor del alma del cubano dijo también la frase que titula este trabajo, les invito a conocer un soneto escrito en los días cubanos de Camín, que tal parece fue concebido ayer y que refleja, a pesar de que eran otras las circunstancias en el momento de su concepción, el estoicismo del pueblo cubano en estos últimos casi cincuenta años y el desafío asumido con firmeza e intransigencia:
El morro en luz
Como en el puerto de La Habana El Morro
que el mar en vano su peñón socava
yo no pido socorro a la mar brava.
Soy el que ofrece sobre el mar socorro.
Firme ante el tiburón panzudo y zorro
que es en la superficie espuma y baba,
sus dientes mella cuando en mí los clava
y hasta la luz con mi desdén me ahorro.
Firme me encontrará quien me provoca,
igual que el mar que ruge contra el muro
y cuando ruge más, más se sofoca.
Cuanto más acosado más seguro,
yo soy El Morro en luz sobre la roca
iluminando el horizonte oscuro.
Les confieso que mi intención con este pequeño acercamiento, es pretender que las nuevas generaciones conozcan a un poeta, más cubano que muchos que nacieron con la luz del trópico en la frente y que los más viejos no olviden a Camín, hombre controvertido en todo, con dos nacionalidades, la asturiana y la cubana y con escaso reconocimiento público en los dos extremos de su cariño.
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