Leonardo Padura vs Leonardo Padura
Por Adalys Pérez Suárez (CMBF)
El narrador cubano Leonardo Padura es considerado actualmente el novelista más popular entre el público lector de la Isla. Un reconocimiento digno de tener en cuenta en una nación donde, en términos artísticos, sólo se hacen acompañar de tal adjetivo los músicos, ciertos actores de las telenovelas y algún que otro presentador de la pequeña pantalla.
La serie de seis novelas policíacas escritas entre 1991 y 2005 con el personaje protagónico del investigador Mario Conde le ha valido a Padura tal preferencia, que ya venía cultivando desde su anterior labor como periodista en las páginas de Juventud Rebelde y El Caimán Barbudo.
Por estos días, el escritor da los toques finales a su próximo libro, de más de 600 páginas que tiene como tema central el asesinato del político ruso León Trotsky, acontecido en Coyoacán, México, el 20 de agosto de 1940.
El hombre que amaba los perros es el título de la obra con que Padura regresa al tema histórico, luego de La novela de mi vida (2002), basada en el poeta cubano José María Heredia, la cual según confiesa, le sirvió un tanto de entrenamiento para enfrentar esta otra más compleja, que lo rondaba desde hace casi veinte años.
Son personajes históricos, muy dramáticos, aunque muy diferentes en cuanto a su proyección política e histórica. En los dos casos son protagonistas que tienen una historia que de alguna manera se organiza como una tragedia. A Trotsky no le gustaba que le hablaran de su tragedia personal, a Heredia sí, él sí le gustaba hablar de su propia tragedia. Heredia era poeta; Trotsky era político. Trotsky era ucraniano, ruso; Heredia afortunadamente fue cubano, y sabes que los cubanos tenemos un poco esa tendencia a lo hiperbólico, a lo exagerado. Pero en la tragedia individual de estos dos personajes evidentemente yo creo que hay un vínculo.
Organizado en tres líneas argumentales, el volumen dedica un capítulo a León Trotsky, desde el inicio de su exilio hasta su muerte en México; otro a quien lo asesina, el español Ramón Mercader y un tercero que contextualiza a la novela en la década de los años 90 en Cuba, donde Mercader murió en 1978 bajo los nombres de Ramón y Jaime López.
Tanto Trotsky, como Mercader o el joven veterinario cubano que centra el tercer capítulo de la narración, amaban los perros.
El título es ambiguo con toda intención y un poco lo que estoy tratando de decir es que incluso las personas que a veces pueden provocarnos más repulsión por determinados hechos que cometieron, o que nos pueden parecer más alejados por los hechos que protagonizaron, son también personas; y como tales pueden compartir contigo y conmigo determinados gustos, pasiones, aficiones; a pesar de que a veces esto o nos complazca o nos horrorice. Pero como personas, al fin y al cabo, pueden tener esos mismos gustos; esas mismas intenciones con determinadas cosas en la vida.
Heredia, Trotsky, seres con un destino trágico, desgraciado que, según el decir del propio escritor, siempre pueden originar una mirada literaria.
Hay muchos. Hay muchos que me van pasando por delante y digo: este personaje puede ser interesante. Lo que ocurre es que siempre enfrentarse a una investigación histórica es un reto muy grande y escribir la historia me está llevando cuatro años de trabajo. Es mucho tiempo. Es un tiempo en el que prácticamente tengo que vivir de lo que me permitieron ganar los libros anteriores, porque yo trabajo en la novela de lunes a domingo, cinco o seis horas diarias, y no puedo hacer más nada. Entonces, hasta a nivel económico es complicado. Pero sí, espero que mi literatura en los próximos años se mueva entre Mario Conde, que no voy a abandonar porque continúa siendo mi mejor manera de acercarme a la realidad cubana contemporánea, algo que me interesa mucho; y este mundo de la historia, en el cual trato de encontrar razones para entender cómo somos y por qué somos.
Como en ocasiones anteriores Padura propondrá su novela, en primera instancia, a la Editorial UNIÓN, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), encargada en los últimos años de propiciar el contacto entre el escritor y su cada vez más numeroso público.
La comunicación para mí es fundamental. Desde mi época de periodista, yo siempre escribo para los lectores. Escribo para que me lea la mayor cantidad posible de personas, pero a la vez, mi carrera como escritor me va exigiendo mucho más, buscar temas que tengan más profundidad, que me reten más como escritor a nivel estilístico, de construcción de personajes, de investigación y estructura. Y esta es una novela muy compleja en todos los sentidos, más que todas las que yo he escrito anteriormente. Pienso que posiblemente la otra que haga después, también sea más compleja. No puedo conformarme con haber logrado un nivel de comunicación y que por ello sacrifique un espíritu de búsqueda, una necesidad de superación. Yo creo, como decía William Faulkner, que el escritor no tiene por qué competir con otros escritores, ni vivos ni muertos: creo que tiene que competir consigo mismo. En la competencia conmigo mismo, yo trato de superarme en cada libro que escribo.
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