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sábado, junio 24, 2006

Cubano de tres siglos

Por Ortelio González Martínez —especial para Granma Internacional

ABOGAN, con su alma de peregrino solitario, respiró profundo, bostezó y decidió emprender su primer y último viaje.

Somín, su mamá, y Negritá, su papá, estuvieron de acuerdo y le ayudaron a hacerse a la mar en busca de la buenaventura, sin saber que su hijo lo hacía para no regresar.

Recuerda ahora que “aquel balco” salió de Haití y llegó a un lugar, impreciso para él, de la antigua provincia de Oriente, a finales de la década del 10: “e posible sea e año 1919”, dice, mientras posa el dedo índice cerca del ojo derecho.

Mala suerte la de Abogán (su apellido), quien desde que llegó a Cuba cambió el nombre por otro, como era costumbre en los emigrados de la época: “Aquí cuban pone pa’ mí Benito Maltine”.

Ni Somín, ni Negritá, imaginaron que desde el otro país a su vástago le sería casi imposible contribuir a la economía familiar, la principal razón por la que emprendió el viaje. La Cuba de aquellos tiempos era la de una época difunta.

“Mala suelte”, repite una y otra vez. Y no le falta razón. Entre 1917 y 1921 gobernó, por segunda ocasión, el General Mario García-Menocal y Deop. Su mandato, al igual que el primero, se caracterizó por la corrupción, el fraude, la violencia y las coacciones.

Pasó poco tiempo y el cambio de gobierno esperanzó al joven, pequeño y fuerte como un roble, listo para abrir sus manos y poner los brazos en función del sustento añorado. Pero nada de la riqueza imaginada. El doctor Alfredo Zayas y Alfonso, en el poder, desde el 20 de mayo de 1921 hasta el año 1925, tampoco dio oportunidades, en tanto durante su gobierno ocurre un conjunto de hechos que tuvieron que ver con la crisis económica mundial, de efectos destructores en la postguerra. El crack bancario de octubre de 1920, y la crisis del tesoro del ’21 y el ’22 derivan, a su vez, en crisis de la soberanía y la nacionalidad.

Como era de esperar, Benito, pobre y negro, no recibió ningún beneficio. Vivió y sufrió los desmanes de todos los presidentes de la Cuba prerrevolucionaria, hasta que llegó el Primero de Enero de 1959, cuando unos barbudos, al mando de Fidel Castro, trajeron la esperanza.

LA LARGA VIDA DE UN HOMBRE

Benito Martínez Abogán, más conocido por Avión, desde el año 1925 se sentía a sus anchas en la humilde vivienda, muy cercana a la carretera central, en la provincia de Ciego de Avila, a unos 420 kilómetros al Este de Ciudad de La Habana.

A la vera de la comunidad de Vila, permanecía en silencio, hasta que el refugio de Avión (bautizado así por los vecinos del lugar por lo rápido que desempeñaba sus labores en el campo) fue invadido en 1999 por los periodistas Moisés González Yero, del semanario Invasor, y por este redactor, para acabar con la paz del emprendedor hombre, nacido, según aparece en el carné de extranjero residente en Cuba, el 19 de junio de 1880.

Aquel día guataqueaba un yucal con la energía de sus años mozos. “Yo sel Benito Maltinez. ¿Utede quelel mango? Adéntlesen”, dijo, y nos mandó a sentar a la sombra de un árbol de ese fruto.

Hace unas horas, en el nuevo hogar construido por la Revolución, en sustitución del bohío de tablas y guano, Benito recordó haber llegado a Cuba siendo adulto: “Yo viene homble, homble”.

Y habla de su largo peregrinar por los campos cañeros del Oriente del país. Tiene celosamente bien guardada en la memoria su estancia en las propiedades de Angel Castro, padre de Fidel.

Aprovecha y se refiere al cariño que le tiene al máximo líder de la Revolución Cubana: “Cada vez que yo encendé alguna vela, pide pa’él lo mejol del mundo”.

Porque, según afirma, sus ojos vieron muchas injusticias antes de saber de Fidel. El mismo fue víctima de ellas, cuando sudó por unos centavos en el corte o cuando trabajó en la construcción de la Carretera Central, abriendo zanjas de un metro de profundidad, a pico y pala. De la obra, memoriza con clara transparencia el tramo desde el aeropuerto Cloroberto Echemendía hasta los elevados de la ciudad.

Pese a tanto trabajo forzoso, los ojos de Benito han visto muchas veces aparecer el sol. Es, presumiblemente, el hombre más viejo del mundo. Ha vivido en tres siglos y sus 125 años llenan de curiosidad a personas y a especialistas de la Medicina.

Sin embargo, para Avión el sencillo secreto de vivir está en comer boniato asado, viandas y tomar mucha sopa de pollo; dormir poco, levantarse temprano, tener muchos amigos, ver las peleas de gallo y hacer el bien a todo el mundo.

Ni ojos mustios, ni rostro cuarteado para su edad, sólo algunos dolores en la cintura y, cuando aparecen, es como si el diablo se apoderara de su cuerpo: “Yo no querel tené doló. Benito está fuelte to’avía”.

Se pone de pie y mueve el bastón sobre su cabeza, como para demostrar que vivir y andar en tres siglos, más que una suerte, es un privilegio, sólo de él y de nadie más.

Poco después de aquel día en que reporteros atrevidos lo “descubrieron”, el nonagenario Francisco Cabrera Domínguez, Montoro, residente en la cercana comunidad de Vila, declaró a la prensa: “Me mudé para acá cuando tenía unos 10 ó 12 años y Avión llegó al poco tiempo, siendo una persona adulta, que cortaba caña con otros haitianos. De aquella generación de inmigrantes quedaba uno en la zona. Le llamaban Míster Man y no sé si todavía respira.

Maribel del Castillo García, directora del Centro Gerontológico Camilo Cienfuegos, de Ciego de Avila, afirma que en los últimos años el superlongevo ha estado la mayor parte del tiempo en el reposado ambiente del Centro.

“De su cumpleaños anterior al actual, permaneció dos veces allí para recibir tratamiento médico, debido a la aparición de un padecimiento de insuficiencia cardíaca, al que respondió enseguida, pero después prefirió permanecer en la institución. El tiene su cama aquí, aun cuando en su casa dispone de refrigerador, televisor, radio, y de una asistente social, quien lo atiende en las tareas domésticas, Benito se viste y come sin el auxilio de otra persona, conserva su agudeza auditiva, buena vista (jamás ha usado espejuelos), es ágil de mente y desde hace un año camina apoyado en un bastón.

“Su avanzada edad y la excelente calidad de vida —precisa Maribel— le propician una existencia cada vez más placentera. En lo que va del presente año participó en el Congreso Internacional de Centenarios, efectuado en Ciudad de La Habana y recibió la visita de importantes medios de prensa, como la BBC, de Londres; los norteamericanos CNN y Chicago Tribune, Televisión Alemana, entre otros, y como si fuera poco bailó en las recién terminadas fiestas carnavalescas”.

Aun cuando la provincia de Ciego de Avila no está entre las cinco más envejecidas, el territorio cuenta con 77 personas mayores de 100 años, según testifica el doctor Antonio Reboredo Rodríguez, jefe del departamento de Atención al Programa del Adulto Mayor y Asistencia Social, en el sectorial de salud.

El aumento de la longevidad, como en el resto del país, también obedece a la preocupación constante del Gobierno y el Estado por las personas mayores. Los expertos se asombran de que, en los hospitales cubanos, por ejemplo, los esfuerzos no sean para encontrarle un acompañante a los enfermos, sino para evitar la cantidad de gente que quiere estar allí todo el tiempo, al cuidado de los suyos.

A la vez, gana mayor solidez la atención a las personas mayores con la creación de los círculos de abuelos, el movimiento de jubilados y pensionados de la Central de Trabajadores de Cuba, y la creación de la Universidad de la Tercera Edad.

Si las personas envejecen según viven, Avión va a durar muchos años más. Por ahora se ríe de ese concepto, místico en su pensamiento. Si bien pasó mucho trabajo y nunca fumó ni ingirió bebidas alcohólicas, se burla de la llamada carga alostática, consistente en los daños acumulados por el organismo; aquellos que lo van deteriorando: desgaste físico, malnutrición, traumas, golpes…

Sin haber asistido jamás a una escuela, en la puerta de la casa, cada tarde, luce su fabulosa imagen, tranquilo y sin remordimientos, con dignidad apacible. Allí vivirá, quién sabe por cuánto tiempo, Benito Martínez Abogán, el cubano de tres siglos.

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