EL TROVADOR QUE FUE UN PAÍS
Santiago Feliú,
autor de piezas imborrables como Para Bárbara, Ansias del alba, Futuro
Inmediato, Sin Julieta y Náuseas de fin de siglo, murió en la madrugada del
miércoles víctima de un infarto cardiaco
Por Michel Hernández (Granma)
![]() |
Foto: Yander Zamora |
La sorpresiva muerte
de Santiago, a los 51 años, es un doloroso golpe para la cultura cubana. Lo es
sobre todo porque nadie como él logró llenar el vacío del camino con esas
canciones creadas con una sensibilidad de extraña belleza, una sensibilidad
nacida de las cicatrices de las guerras internas de un trovador que subía a los
escenarios como si le fuera la vida en ello, como si tuviera plena seguridad de
que ese encuentro entre el público, sus canciones y la noche, era el instante
perfecto para gritarle al mundo que, pese a todo, teníamos el coraje de estar
vivos y que podíamos salvarnos, simplemente, si le tendíamos la mano al que
escuchaba al lado sin importar nada más que eso: el abrazo, la ilusión, y la
seguridad de compartir el mismo destino, el mismo origen, el mismo país, los
mismos conflictos y las mismas esperanzas por ver, más allá de las fuertes
marejadas, un mejor futuro.
Santi, uno de los
cuatro topos junto a Varela, Gerardo, Frank, nunca creyó en los paraísos
artificiales, ni en los diferentes estadios de la fama. Para el trovador,
sencillamente, se trataba de ir por el mundo cargando su guitarra, sus ideales,
y sus pérdidas, para alimentar la ilusión, la moral y las esperanzas de
aquellos empeñados en seguir inventando otro planeta, otro futuro, otras
libertades, otros destinos, en los que valiera la pena realmente vivir como un
ser humano.
Por eso se le podía
ver lo mismo entregando su estrella a los zapatistas en México, a las madres de
la Plaza de Mayo en Argentina, o al público cubano en cualquier parte del
planeta durante conciertos nada complacientes, en los que llamaba por su nombre
a los conflictos de un país en pugna por mantener en pie los ideales con los
que creció la mayoría de sus habitantes, al tiempo que se mostraba tal y como
era: un sobreviviente íntegro, un trovador que encontró, en la verdadera
herencia de la filosofía del rock and roll y la Nueva Trova, su brújula para
continuar creando en medio de la indiferencia de un tiempo que no parece
comulgar con la poesía.
No creo que se puede
hablar cabalmente de Santiago sin haber crecido con sus canciones en la dureza
de los años 90; sin haberlo visto cantando por aquella época con las venas
abiertas como si tuviera la vida sobre el filo de un cuchillo; sin haber
repetido con amigos que ya no están esos temas memorables que reflejaban
aquellas empecinadas utopías que nos ayudaron a mantenernos en pie mientras
nuestros padres se las inventaban de mil maneras en el asfalto para ponernos un
plato a la mesa. Pero no importaba. Porque después de los conciertos, de las
noches, de las largas madrugadas en la Avenida de los Presidentes quedaban los
gastados cassetes con las canciones de Santi que nos recordaban, que si
volviéramos a nacer, sería preciso ser lo mismo.
Santiago sabía que
su público ya no era el mismo. Que muchos de sus seguidores ya no se podían
reconocer en sus conciertos. Pero de todos modos seguía alentando a las nuevas
generaciones a continuar el compromiso con la belleza, con la justicia, con la
verdad, mediante nuevas canciones que retrataban sus obsesiones más
desgarradoras: Cuba y la vida. Cuba y el futuro. Cuba y su gente.
De ahí que no perdía
ni un instante para lanzar su opinión sobre los controvertidos contextos que
jugaban en contra de la expansión de la cultura cubana, contextos que nombró
por su nombre en un diálogo con Granma el pasado mes de agosto. "Siempre
he querido pensar que el futuro tiene que ser mejor que el pasado, solo que el
futuro está detenido y anclado en una prostituida comercialización feroz de la
canción, lejos del arte de hacer canciones. Más que nada los autores componen
directamente para un éxito comercial. Tampoco tienen los jóvenes de hoy líderes
cantores del calibre de aquellos de los sesenta, setenta y ochenta. Esa pasión
militante por la canción poética decayó notablemente, solo espero que sea
cíclico y que se vuelva a continuar creando el futuro".
De nuevo el futuro.
De nuevo otra de las palabras que definen los momentos más desgarradores de su
obra, el clímax de sus canciones, y la intensa calma de las noches en vela que
utilizaba para darle forma a esa colección de temas que hoy, muchos cubanos en
cualquier parte del mundo, volverán a colocar en sus equipos de audio para
desmentir la noticia de la muerte del inolvidable zurdo maravilloso.
0 comentarios:
Publicar un comentario