ÑICO MEMBIELA: BOLEROS DE VICTROLAS
Por Pedro
de la Hoz (Granma)
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Ñico Membiela (1913–1998). |
Reinó
al final de la era de las victrolas, con su dicción transparente y afinada que
hablaba de ardientes encuentros y amargos desengaños. Los hombres solitarios
acompañaban sus boleros acodados a la barra donde intentaban sobreponerse a los
estropicios del desamor y las mujeres suspiraban ante el encanto de la voz que
les llegaba por la radio.
El
escritor Emilio Comas Paret, que lo conoció muy bien, lo describe "alto,
delgado, siempre de traje y corbata, con entradas y pelo escaso, engominado, al
estilo de los tangueros, una especie de galán otoñal"; mientras Senén
Suárez lo ubica desde los días en que cantó con Cheo Belén Puig y "no pasó
nada", hasta el éxito tardío pero rotundo en 1960, en los tiempos de animar
las noches del mítico Alí Bar.
Así se
presenta en el recuerdo Ñico Membiela. Los viejos cienfuegueros lo tienen como
una gloria local debido a que buena parte de su vida transcurrió allí, y la
gente de Caibarién, por razones familiares, cultiva su memoria. Sin
embargo nació en Zulueta el 3 de diciembre de 1913.
En una
época de triunfo para el bolero en las interpretaciones del inmenso Beny y de
Vicentico Valdés, Blanca Rosa Gil, Rolando Laserie, Fernando Álvarez, Orlando
Vallejo y Orlando Contreras, Membiela consiguió que a lo largo de 1960 nadie
permaneciera ajeno a su combinación Contigo–Besos salvajes, que comenzaba con
"tus besos se llegaron a recrear aquí en mi boca...".
Y así
fue pegando Boxeo de amor, En las tinieblas, En este cabaret y otros ligaditos
como Qué extraño es eso–Tu nombre y Mis besos–Diez años.
Cuentan
que fueron desoladores los momentos finales de Membiela, atado a una silla de
ruedas en un hospicio de Hialeah donde murió a los 84 años de edad, con la idea
fija de que algún día regresaría a Zulueta o volvería a caminar por la Calzada
de Dolores en Cienfuegos, o a sentir el aplauso de sus admiradores en la
habanera Manzana de Gómez. Pero ahí está su manera de cantar boleros, algo que
no debemos olvidar.
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