PALABRAS QUE VAN Y VIENEN
El
hábito no hace al monje
Por Celima Bernal (Juventud Rebelde)
Caricatura: LAZ |
Una
lingüista española habló del como, tan usado en el lenguaje oral, y lo calificó
de atenuador. En nuestro país se escucha con frecuencia; no me refiero, por
supuesto, al «un poco como que» del cual se abusa, sino a casos similares al
siguiente: «Llegó como asustada». Así expresamos tácitamente: «Yo la noté un
poco asustada». No decimos que lo estaba de veras, por evitar el subjetivismo.
Otros ejemplos: Andaba como perdido, se veía como nerviosa.
Al
«quería saber» en lugar del «quiero saber», lo han llamado algunos precaución
oratoria.
Senescente
y senil deben emplearse con propiedad. El primero es el que empieza a
envejecer; el segundo indica a la persona de avanzada edad en la que ya se
advierte su decadencia física.
Hábito
es el vestido o traje que cada uno usa según su estado, ministerio o nación, y
especialmente el de los religiosos y religiosas. También el modo especial de
proceder adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado
por tendencias instintivas. Alguien dijo: «No está acostumbrada, pero no
importa… El hábito no hace al monje». Esa expresión que se le escuchó, se
refería al hábito que vestía, no a la manera de conducirse. Fue un error.
Anclar
se utiliza, en ocasiones, para referirse al ferrocarril. En sentido figurado es
fijar algo firmemente al suelo o a otro lugar. Embarcar (también como
pronominal: embarcarse) es introducir personas, mercancías, etcétera, en una
embarcación, tren o avión.
También
se oye la expresión «abordar el tren», incluso el grito «Todos a bordo». Avisa
a los pasajeros que es inminente la salida del ferrocarril. Sin embargo,
este uso no aparece registrado.
Patentar
es obtener patente para un invento o una marca. Conceder y expedir patentes.
Patentizar, hacer patente (manifiesto, visible, claro) o evidente una cosa.
Al
mismo tiempo —pero no «a la misma vez»— resulta una redundancia. En alguna
ocasión me he referido a esto, pero se oye mucho y me veo en el deber de
repetirlo.
En
español decimos: el señor X, la ciudad X, cuando desconocemos el nombre o
simplemente no queremos expresarlo. Los rusos dicen: el joven N, la
calle N.
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