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sábado, abril 23, 2011

EL IDIOMA COMO BANDERA

Por María Luisa García Moreno (Granma)


El español —¿quién no lo sabe?— es el idioma que nos trajeron los conquistadores y que impusieron a sangre y fuego. Por ello, en nuestra tierra no quedaron rastros significativos de las lenguas aborígenes, de modo que mientras que en otros países del área americana luchan por el rescate y preservación de las lenguas autóctonas, nosotros, que no tenemos una lengua originaria que defender, hemos de cuidar la variante cubana del español.

Los comunicadores estamos situados en la primera línea de la batalla por la defensa del idioma, de la variante cubana, de nuestro español, y para ello, debemos mantener un nivel constante de actualización al respecto, y de observación, sin olvidar que ningún diccionario lo contiene todo y que las palabras ingresan a los diccionarios, y muy especialmente a los diccionarios académicos, cuando han sido santificadas por el uso.

Pero si bien a los comunicadores —y a los docentes— toca una importante cuota de responsabilidad en este empeño, a cada cubano corresponde su pedacito en el afán de defender el idioma de todos.

¿Que cómo hablamos los cubanos de hoy? Esa es una pregunta que muchos se hacen. Pues ni mejor ni peor que el resto de los hispanohablantes. Eso sí, la calidad de nuestra expresión está en dependencia no solo de nuestra instrucción, también de nuestra educación. Por tanto, entre nosotros hay quienes hablan muy bien y quienes hacen uso de un lenguaje sumamente vulgar.

No siempre se tiene claro que no tenemos que asumir como modelo el español que se habla en España. Recuerdo que en cierta ocasión, iba a editar un tabloide de Universidad para Todos y noté que se reiteraba el uso del término desertización. Cuando conversé con el autor, le pregunté por qué desertización y no desertificación, como decimos todos; me respondió que era el vocablo que aparecía en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE); por suerte pude convencerlo de que no hay diccionario capaz de recoger todas las palabras que existen en el idioma y determinamos emplear en el tabloide la que correspondía a la variante cubana: desertificación. No mucho después el término en cuestión fue incorporado al lexicón académico.

En otra oportunidad, otro escritor me insistió en usar liderar —todos en Cuba decimos liderear— y cedí, simplemente no tuve las armas necesarias para convencerlo. ¡Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que en el Léxico Mayor de Cuba, de la autoría de Esteban Rodríguez Herrera, aparecía liderear! Este texto fue publicado en el año 1959 y está considerado hasta hoy el más completo estudio publicado del uso del español en Cuba.

Continuamente trato en El español nuestro el tema de la excesiva presencia de extranjerismos en la realización del idioma y hablo de "excesiva presencia", porque, en verdad, la pureza lingüística no existe y todas las lenguas se influyen entre sí y cambian constantemente.

En un artículo titulado Nuevo diccionario del español. ¿Hablar en espanglish?, el reconocido intelectual cubano Lisandro Otero escribió al respecto: "Los idiomas se hacen con enriquecimientos y añadidos. Ningún idioma ha permanecido jamás en estado puro y las transfusiones de vocablos de otras lenguas son frecuentes [...]". Y añadió: "Pero también es necesario velar por cierta pureza [...] El español, por ejemplo, se ha visto sometido a un bombardeo del inglés [...] La cultura dominante del país hegemónico, donde se efectúan la mayor parte de los avances técnicos y los descubrimientos científicos, puede conducirnos a una servidumbre ilimitada".

Una vez más, están puestas sobre el tapete tres palabras que se interrelacionan profundamente: idioma, cultura e identidad.

Entre las causas de la "presencia excesiva" del inglés en el español está la influencia de las nuevas tecnologías, con términos como software, hardware, hacker, back-up, resetear, formatear, clickear, escanear... y otros tantos, que son parte de ese bombardeo. Sin embargo, reflexionemos ¿por qué decimos mother board y no tarjeta madre, chatear y no conversar, e-mail y no correo electrónico, página web y no ciberpágina? Desde luego, es nuestra elección, pero también nuestra responsabilidad.

Y, ¡claro! no todos los préstamos proceden del campo de las nuevas tecnologías. Del mundo del espectáculo, la música y la literatura, tenemos cassette, copy right, compact disk, look, show... De la moda y el vestuario: lycra, jean, blúmer, blazer... Y del deporte... ¿por qué comunicadores y aficionados insisten en emplear voces como coach —en vez de entrenador o preparador—, line-up —en lugar de alineación— y amateur —por aficionado?

Hoy el sufijo -ing, que no forma parte de los recursos del español, se extiende por diferentes campos: pensemos en shopping, casting, dancing, making, marketing...

La lengua que hablamos nos define como nación y, por ello, debemos protegerla con la misma pasión con que defendemos nuestra patria. No se trata de impedir la entrada de extranjerismos, no olvidemos que nuestro José Martí, ese excelente maestro de la lengua, afirmaba "[...] crearé lo nuevo cuando sea necesario; no hay por qué [...] cejar en la tarea de dar palabras nuevas a ideas nuevas [...]"; se trata de escoger lo necesario, lo útil, lo que enriquece nuestra lengua, porque el idioma es identidad y es esencia: es una bandera.

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