JUANA BACALLAO SIGUE ACTUANDO PASADOS LOS 90 AÑOS
Tomado de Cubadebate
No importa que tenga más edad que Matusalén o que muchos de sus colegas sean ya parte del pasado: como lo hizo a lo largo de casi todo el siglo XX, Juana Bacallao se vistió de lentejuelas, se maquilló y salió como cada semana al escenario donde su figura menuda se transmutó en la de una volcánica diva que sacude a su público.
“Yo me retiro cuando venga la muerte”, dice bajando la voz, casi en susurro. “Agarro un tambor y me pongo a cantar y sigo siendo Juana Bacallao”, expresó en entrevista con The Associated Press.
La artista no quiso decir exactamente cuántos años tiene, pero algunos conocidos comentaron que este 26 de mayo cumplió 93 y en un arrugado artículo del periódico local Juventud Rebelde fechado en el 2000 se atribuía entonces 75: de ser así serían 85 ahora.
“La vida del arte es una vida dura de mucha lucha… Juana se hizo sola”, exclamó. “No tengo edad. Soy una mujer que se mantiene”, bromeó Bacallao con ojos entornados y un gesto picaresco, el mismo que la convirtió desde siempre en un personaje polémico que rompía esquemas -y hasta hacía sonrojar a más de uno- con su mezcla de chistes picantes y parodias.
Todavía hoy, cuando sale a escena cada viernes sin falta -aunque “llueva o truene’”- pasada la medianoche en el Cabaret “El Gato Tuerto” de la capital cubana, jóvenes y viejos, cubanos y extranjeros, se levantan para aplaudirla. Ella canta con su gruesa voz, baila, se contonea y habla con el público con una energía fuera de lo común durante casi dos horas.
En su espectáculo se desgranan guarachas, salsas, sones y boleros, algunos temas compuestos por ella o interpretaciones de clásicos que la hicieron famosa como “Juana la cubana” o “Yo soy Juana Bacallao”, pero sobre todo se intercalan sus palabras que pueden ir dirigidas a un señor canoso, a una jovencita flaca o a una pareja de europeos que no siempre entienden bien de qué se trata la broma pero distinguen su sabor.
A quien le pregunta sobre el “secreto” de su fuerza o sus ganas prefiere no contestarle y en cambio atribuye un papel fundamental a la genética y a las buenas intenciones.
“Yo no uso cremas, tengo mi cutis divino y vivo feliz, porque lo que tú más tienes para la salud es que aquí… no cabe la maldad”, expresó mientras señalaba el corazón con sus uñas pintadas de rojo fuego.
Aunque su vida privada es un misterio que ella cultiva con esmero, se sabe que nació en el seno de una familia humilde en la populosa barriada de Cayo Hueso, en La Habana y que su papá fue trabajador del muelle. Hija única, quedó huérfana de ambos progenitores como a los seis años y fue a parar a la escuela de monjas de las Hermanas Oblatas.
Seguramente era un tiempo difícil para una niña negra sin padres.
“Conozco la vida, la pobreza y la riqueza. Nada me asusta”, manifestó mientras usaba sus ojos negros llenos de vida para mirar fijamente hacia los de su interlocutor.
La historia de su lanzamiento como artista es tan increíble como muchas de las estrafalarias anécdotas que se cuentan de ella.
Corría algún momento a finales de la década de los 30 o comienzo de los 40 y la entonces jovencísima muchacha que era conocida con su nombre legal de Neri Amelia Martínez Salazar trabajaba como empleada doméstica en casas de la rica Habana.
Ella misma lo relató así: “Estaba limpiando la escalera y pasó el distinguido Obdulio Morales (productor musical y director de orquesta)… y me oyó cantar”.
Para ella, Morales montó el número que la hizo famosa y le dio una identidad artística: “Él me explica ‘tu vas a ser Juana Bacallao’ y yo le digo ‘que nombre más feo ‘ y él, ’sí pero te va a traer suerte”’, rememoró la artista.
A lo largo de su carrera se presentó junto a personalidades de la talla de Nat King Cole, Bola de Nieve, Celeste Mendoza, Ninon Sevilla, Cantinflas, Rosita Fornés, Omara Portuondo, Rafaela Carrá, Benny Moré, Chano Pozo y Elena Burque; Conoció Estados Unidos, Francia, México, Venezuela, República Dominicana y España.
Ella se negó una y otra vez a hablar de su vida privada y aunque reconoce que le gustan los niños no tuvo hijos. Sin embargo sintió de cerca el influjo del amor. “Mi romance fue un doctor. Pero no le gustaba el ambiente (artístico), mi vida… nos distanciamos”.
A diferencia de la cantante Celia Cruz o algunas otras estrellas de la noche de la isla, Bacallao no abandonó Cuba al triunfo de la Revolución y tampoco ocultó su simpatía por la victoria de los rebeldes.
La entrada de Fidel Castro a La Habana, para ella, fue “lo más grande de la vida” y un momento “de alegría, algo que todo el pueblo esperaba”.
Para los especialistas, Juana Bacallao y su talento merecen respeto y algunas reflexiones.
“Ella ocupa un lugar muy singular en un lugar un poco oculto”. Su historia “esta en el reino de la noche, en un entramado cultural en que lo que se hacía por la noche no era importante, era parte del ocio, del entretenimiento y del pecado. Era el del cabaret”, expresó a la AP el ensayista y crítico cultural Roberto Zurbano.
Zurbano lamentó que no hubiera una discografía de la diva a la par que reconoció que el ambiente de la revista musical y de las variedades había sufrido un duro revés en los 70, cuando al calor de los prejuicios ideológicos se cerraron muchos clubes que habían hecho historia en la noche cubana de antes de la Revolución.
“Juana hizo maravillas en ese mundo”, comentó Zurbano, quien también se desempeña como director del Fondo Editorial de la Casa de las Américas.
“Ella convirtió el cabaret en su propia casa, a veces terminaba de maquillarse en el escenario, a veces se quitaba y se ponía la peluca, inventaba una canción, ninguna otra estrella se permitía hacer eso. Ella corría el riesgo de inventarse un personaje y ya el personaje y la persona son la misma cosa”, consideró.
Como para corroborar la carga de energía que aún le queda a la Bacallao, su representante -también miembro de su orquesta “Tiemblatierra”- indicó que la artista ya firmó convenios para presentarse en Estados Unidos este verano.
(Con información de la AP)
No importa que tenga más edad que Matusalén o que muchos de sus colegas sean ya parte del pasado: como lo hizo a lo largo de casi todo el siglo XX, Juana Bacallao se vistió de lentejuelas, se maquilló y salió como cada semana al escenario donde su figura menuda se transmutó en la de una volcánica diva que sacude a su público.
“Yo me retiro cuando venga la muerte”, dice bajando la voz, casi en susurro. “Agarro un tambor y me pongo a cantar y sigo siendo Juana Bacallao”, expresó en entrevista con The Associated Press.
La artista no quiso decir exactamente cuántos años tiene, pero algunos conocidos comentaron que este 26 de mayo cumplió 93 y en un arrugado artículo del periódico local Juventud Rebelde fechado en el 2000 se atribuía entonces 75: de ser así serían 85 ahora.
“La vida del arte es una vida dura de mucha lucha… Juana se hizo sola”, exclamó. “No tengo edad. Soy una mujer que se mantiene”, bromeó Bacallao con ojos entornados y un gesto picaresco, el mismo que la convirtió desde siempre en un personaje polémico que rompía esquemas -y hasta hacía sonrojar a más de uno- con su mezcla de chistes picantes y parodias.
Todavía hoy, cuando sale a escena cada viernes sin falta -aunque “llueva o truene’”- pasada la medianoche en el Cabaret “El Gato Tuerto” de la capital cubana, jóvenes y viejos, cubanos y extranjeros, se levantan para aplaudirla. Ella canta con su gruesa voz, baila, se contonea y habla con el público con una energía fuera de lo común durante casi dos horas.
En su espectáculo se desgranan guarachas, salsas, sones y boleros, algunos temas compuestos por ella o interpretaciones de clásicos que la hicieron famosa como “Juana la cubana” o “Yo soy Juana Bacallao”, pero sobre todo se intercalan sus palabras que pueden ir dirigidas a un señor canoso, a una jovencita flaca o a una pareja de europeos que no siempre entienden bien de qué se trata la broma pero distinguen su sabor.
A quien le pregunta sobre el “secreto” de su fuerza o sus ganas prefiere no contestarle y en cambio atribuye un papel fundamental a la genética y a las buenas intenciones.
“Yo no uso cremas, tengo mi cutis divino y vivo feliz, porque lo que tú más tienes para la salud es que aquí… no cabe la maldad”, expresó mientras señalaba el corazón con sus uñas pintadas de rojo fuego.
Aunque su vida privada es un misterio que ella cultiva con esmero, se sabe que nació en el seno de una familia humilde en la populosa barriada de Cayo Hueso, en La Habana y que su papá fue trabajador del muelle. Hija única, quedó huérfana de ambos progenitores como a los seis años y fue a parar a la escuela de monjas de las Hermanas Oblatas.
Seguramente era un tiempo difícil para una niña negra sin padres.
“Conozco la vida, la pobreza y la riqueza. Nada me asusta”, manifestó mientras usaba sus ojos negros llenos de vida para mirar fijamente hacia los de su interlocutor.
La historia de su lanzamiento como artista es tan increíble como muchas de las estrafalarias anécdotas que se cuentan de ella.
Corría algún momento a finales de la década de los 30 o comienzo de los 40 y la entonces jovencísima muchacha que era conocida con su nombre legal de Neri Amelia Martínez Salazar trabajaba como empleada doméstica en casas de la rica Habana.
Ella misma lo relató así: “Estaba limpiando la escalera y pasó el distinguido Obdulio Morales (productor musical y director de orquesta)… y me oyó cantar”.
Para ella, Morales montó el número que la hizo famosa y le dio una identidad artística: “Él me explica ‘tu vas a ser Juana Bacallao’ y yo le digo ‘que nombre más feo ‘ y él, ’sí pero te va a traer suerte”’, rememoró la artista.
A lo largo de su carrera se presentó junto a personalidades de la talla de Nat King Cole, Bola de Nieve, Celeste Mendoza, Ninon Sevilla, Cantinflas, Rosita Fornés, Omara Portuondo, Rafaela Carrá, Benny Moré, Chano Pozo y Elena Burque; Conoció Estados Unidos, Francia, México, Venezuela, República Dominicana y España.
Ella se negó una y otra vez a hablar de su vida privada y aunque reconoce que le gustan los niños no tuvo hijos. Sin embargo sintió de cerca el influjo del amor. “Mi romance fue un doctor. Pero no le gustaba el ambiente (artístico), mi vida… nos distanciamos”.
A diferencia de la cantante Celia Cruz o algunas otras estrellas de la noche de la isla, Bacallao no abandonó Cuba al triunfo de la Revolución y tampoco ocultó su simpatía por la victoria de los rebeldes.
La entrada de Fidel Castro a La Habana, para ella, fue “lo más grande de la vida” y un momento “de alegría, algo que todo el pueblo esperaba”.
Para los especialistas, Juana Bacallao y su talento merecen respeto y algunas reflexiones.
“Ella ocupa un lugar muy singular en un lugar un poco oculto”. Su historia “esta en el reino de la noche, en un entramado cultural en que lo que se hacía por la noche no era importante, era parte del ocio, del entretenimiento y del pecado. Era el del cabaret”, expresó a la AP el ensayista y crítico cultural Roberto Zurbano.
Zurbano lamentó que no hubiera una discografía de la diva a la par que reconoció que el ambiente de la revista musical y de las variedades había sufrido un duro revés en los 70, cuando al calor de los prejuicios ideológicos se cerraron muchos clubes que habían hecho historia en la noche cubana de antes de la Revolución.
“Juana hizo maravillas en ese mundo”, comentó Zurbano, quien también se desempeña como director del Fondo Editorial de la Casa de las Américas.
“Ella convirtió el cabaret en su propia casa, a veces terminaba de maquillarse en el escenario, a veces se quitaba y se ponía la peluca, inventaba una canción, ninguna otra estrella se permitía hacer eso. Ella corría el riesgo de inventarse un personaje y ya el personaje y la persona son la misma cosa”, consideró.
Como para corroborar la carga de energía que aún le queda a la Bacallao, su representante -también miembro de su orquesta “Tiemblatierra”- indicó que la artista ya firmó convenios para presentarse en Estados Unidos este verano.
(Con información de la AP)
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