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domingo, febrero 21, 2010

EL IDIOMA ESPAÑOL ¿ES O NO ALGO SERIO?

Entrevista a la profesora cubana Celima Bernal, una de esas honorables personas que defienden el buen uso de nuestra lengua

Por Roberto Rodríguez Menéndez (Radio Cubana)

Cada año, por los días de abril, para mantener vivo el buen uso del idioma español, marcamos una fecha en el calendario para convocarnos a reflexiones y debates. En realidad, urge salir de un día fijo y celebrarlo cada momento de nuestras vidas. Unos años atrás, el profesor, ensayista e historiador de nuestra literatura y estudioso del idioma español, doctor Salvador Bueno, me comentaba la necesidad de fortalecer el buen uso de vocablos y oraciones que dieran un rumbo lógico a nuestras relaciones humanas.

Según él, el idioma español hablado en Cuba, tenía lagunas necesarias de eliminar y más en una sociedad convocada a una cultura general integral donde el idioma era asunto de sumo interés. Lo años continúan inevitables y uno se sigue preguntando ahora mismo en nuestro país: ¿Se usa bien o se abusa del idioma español en Cuba? ¿Hay en ello ignorancia o morosidad mental?

En tanto, acerco a los ciberlectores a una reciente entrevista a Celima Bernal, una de esas honorables personas que defienden el buen uso del idioma español, nacida en la provincia cubana de Pinar del Río. Graduada de la Escuela Normal de esa bella región y del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Trabajó 36 años en todos los niveles de la educación. Ha sido profesora de Literatura y Español.

Fue Premio Nacional José Martí en 1953, por el mejor trabajo escrito sobre la vida y obra del Maestro, convocado para alumnos de nivel medio. Aprobó tres cursos de verano en la Universidad de Alabama, USA, y numerosos cursos de especialización, entre otros estudios. Durante la etapa insurreccional luchó como miembro del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, y escribió en periódicos clandestinos.

Colaboró durante algún tiempo con el seudónimo de Celia María y el anagrama Camile Lebrán Ragaci, en los periódicos Trabajadores y DDT, y en las revistas Cauce, “Chinchila”, de Pinar del Río; En Julio como en Enero, y en las mexicanas La Crónica, El centavo y Santería. Le han divulgado artículos en Juventud Rebelde, en Trabajadores y en DDT. Formó parte de jurados y del grupo de redacción de libros escolares y orientaciones metodológicas del Ministerio de Educación. Antes había escrito varias unidades que sirvieron como textos en las facultades obrero-campesinas. Ha realizado investigaciones etnológicas.

Actualmente se encuentra jubilada. Es autora de treinta libros, tres de ellos de género testimonio, uno de leyendas, uno de versos, y varios de otras narraciones –cuentos, noveletas. Tiempo de nostalgia, de trece relatos cortos, fue editado por Lugus Libros, de Canadá. La familia del señor y la señora Lechuza y Rafa, el desordenado, vieron la luz recientemente.

Prepara una novela casi autobiográfica, y dos libros de testimonio, uno de ellos, Addé Kolá. Otro: La Habana de Cartucho. Su libro de leyendas afrocubanas Desde la otra orilla, recientemente reeditado, ganó la Distinción Especial del Grupo Niños de Haydée. Había sido premiado en el certamen Los Pinos Nuevos. Obtuvo el Premio Abril 2001 en la categoría juvenil con su libro Él cuida de mí, que también ganó La Rosa Blanca, entre los publicados ese año. En la actualidad tiene una columna semanal en el periódico Juventud Rebelde, y ocupa dos espacios radiales, los miércoles y sábados en el programa Haciendo Radio, de Radio Rebelde, desde hace seis años. Son apenas datos importantes en la vida de esta escritora.

- Le propongo un acercamiento a un tema que tiene aristas difíciles de sortear: libro digitalizado o ese libro de carne y hueso que tocan con pasión las manos de los lectores... ¿de cuál será el futuro?

- La técnica, el desarrollo, se imponen sin dudas; pero para mí, nada pudiera jamás sustituir al libro que llevamos de aquí para allá, a ese que se gastó entre nuestras manos, que envejeció a la par de nosotros, que incluso olvidado por años, lo encontramos un día, empolvado, con varias hojas de menos, quizás, y sentimos la misma emoción de hallarnos, cara a cara, con alguien a quien quisimos mucho una vez, y a quien creíamos olvidado.

- Idioma: Radio y Televisión en Cuba: un comentario nada costumbrista y sí con esa sensación de estar sobre la bola, como dicen en nuestro mundanal ruido (incluya locución, novelas, programación variada, Radio Reloj, las narraciones deportivas, etc.). Se trata, amiga, de lo que usted aprecia en el orden del buen uso y el mal uso del idioma español. En todo caso ¿cómo eliminar el dinamitado idioma en estos medios tan asequibles al cubano? Si se atreve se lo agradezco y claro, los incontables ciberlectores que usted tendrá.

- Lo más preocupante no es que el idioma se maltrate en la calle; lo inconcebible es que algunos de los encargados de dirigirse al público, de servir como ejemplo, no se esfuercen por eliminar las muletillas, por dominar el uso del gerundio, por aprender cuándo utilizar una forma especial de pronombre personal, y no otra. Ignoran en muchas ocasiones lo más elemental, pongamos por caso, el empleo del verbo haber como impersonal. Una piensa que no les preocupa su prestigio, y peor aún, que poco les importa el daño que esa desidia suya pueda causar en tantas personas. Molesta su negligencia. Alguien debiera censurar esos errores. Se repiten incesantemente, y no parecen importar a nadie.

- Se oyen tantas barbaridades y se cae en una pobreza preocupante en cuanto al uso del lenguaje que en verdad asusta...Como profesora de tanta experiencia ¿cómo lograr que desde la Primaria hasta la Universidad se hable correctamente y se aumente el número de nuevas palabras que desarrollen mejor el pensamiento lógico de nuestros alumnos?

- Los padres tienen que entender cuánto bien harían a sus hijos si cuidaran el modo de expresarse. El hogar es fundamental en todo proceso educacional. Sabemos que el niño imita lo que ve, lo que oye. Resulta muy difícil pretender eliminar errores adquiridos y fijados como con goma loca. Los empleados de círculos infantiles, los maestros, sobre todo los de la enseñanza primaria, han de interiorizar que las frases vulgares, que las expresiones chabacanas, no los hacen parecer más simpáticos, sino menos responsables. Es sagrada la misión que se deja en sus manos, y juraría que una mayoría no lo recuerda.

Debieran ofrecérseles cursos de gestualidad, de buenas maneras, de discreción, de ética.

No es cuestión de dominar una lengua, Creo que nadie puede preciarse de ello; pero en la medida en que conozcamos mejor la nuestra, desde temprano, tendremos un arma poderosa para sortear más tarde, con menos dificultad, los escollos de la vida. El lenguaje es importante para comunicarse con más facilidad, para pensar con más profundidad, para organizar mejor las tareas, y para algo que muchos olvidan: para callarse cuando no hay nada interesante que decir.

- ¿Cree que en Cuba se lee lo suficiente y con calidad de lectura o vivimos en una pompa de jabón que enmascara el tema?

- Al menos se compran libros: es evidente. Y pensamos que se lee, solo que leer no es pasar la vista sobre lo escrito; es entender, interpretar el pensamiento del autor; analizar, sacar conclusiones. Una vez dije que había quienes andaban eternamente con un ejemplar bajo el brazo, como si la cultura pudiera penetrar por ósmosis.

Celima Bernal es una persona jovial y muy inteligente en sus razonamientos prácticos y a veces lapidarios. Uno tiene la sensación al escucharle de que estamos ante una persona alejada de ese polvillo vicioso que empaña a tanta gente interesante en este mundo.

Se aprende al escucharle porque ella tiene bien aprendida su parte que es difícil y en ocasiones poco potable de enseñar. Será por lo anterior que tanto me ha agradado que respondiera mis preguntas utilizando ese tiempo multiplicado y silencioso que es una madrugada cualquiera en esta casi ruidosa Habana que tantas veces, a esas horas tan enredadas, baila un flamenco a la manera de un zapateo a la inversa.

Dialogando con esta mujer certera en el idioma de Cervantes me viene a la mente recuerdos de mi vida universitaria donde destaco, entre otros profesores, fuera de serie, como diría ahora alguno de mis alumnos de la Escuela de Instructores de Arte, a dos doctores que me acompañan en el pensamiento emocional de aquellos tiempos venerables y a veces impensables al mismo tiempo: el doctor Ernesto García Alzola, ya fallecido, eminencia en las asignaturas de Literatura Cubana y Española y en la Gramática, destacado escritor de cuentos y especial ensayista en temas martianos, un amigo con el cual compartí momentos definitorios de mi enseñanza personal, y la doctora María Dolores Ortiz, mujer de dulzura especial que une a sus conocimientos impresionantes y vitales. Ambos revolucionarios y hacedores del nuevo magisterio cubano.

- Buenas y malas palabras... ¿qué opina?

- Ante esta pregunta siempre contesto lo mismo. Mi padre, a quien nunca le escuché ninguna, me decía bromeando: "No son malas, no han matado a nadie". Algunos, ¡algunas!, las usan, y abusan de ellas con tal desparpajo, que para sí, han llegado a perder la carga semántica; se han convertido en simples interjecciones. No sé adónde iremos a parar.

Sin que por esto pienses que soy partidaria de esas palabras, quiero recordarte que hay momentos, lugares, en que se han necesitado. El asunto está en saber cuándo, dónde y cómo. La historia recoge anécdotas inolvidables en relación con esto. A veces un vocablo cualquiera, expresado violentamente, en tono destemplado, ofende más. Por supuesto, hay palabras obscenas y palabras obscenas.

- Dígame de libros infaltables en una biblioteca hogareña.

-Un diccionario, las Obras completas de José Martí, y... ¡qué pena!, soy incapaz de decidirme por otro. Lo que sí creo es que no debe haber tres o cuatro libros solamente en una casa.

- Su labor literaria es extensa. ¿Se siente realizada?

- Bueno, no tan extensa como yo quisiera; pero sin que parezca una falsa modestia, he publicado mucho más de lo que merezco. ¿Realizada? Generalmente, la gente contesta a preguntas semejantes a esta con un: "no" rotundo. Yo debo confesarte que la vida me ha dado demasiado. Sería poco agradecida, si te negara que me siento muy, muy realizada.

- ¿Qué escribe por estos días?

- Además de la columna de Juventud Rebelde, de lo que grabo para Haciendo Radio, hay a medias mil cosas. El tiempo no va a alcanzarme: estoy convencida de ello. Uno de mis hijos me aconseja: "Entrégate ya, vieja, te quedan dos apagones". Tengo una noveleta, llevada y traída, y nunca acabada, a la que he agregado vivencias propias, pero no es autobiográfica; sería aburridísima.

- ¿Qué área de la literatura cubana (géneros) encuentra más sólida...?

- La narrativa, sin dudas. Tenemos excelentes narradores. Aquí razono que muchos entrevistados ante esta pregunta hablan de la Poesía. ¿Los tiempos varían en nuestra literatura?… Bueno, sea así o no.

- Vuelvo a la carga con la literatura cubana….en esta ocasión me voy al siglo XX: ¿qué autores y obras le parecen trascendentales?

- Son varios los realmente trascendentales, pero quiero limitarme a mis preferidos: la novelística de Alejo Carpentier, la cuentística de Onelio Jorge Cardoso, y la poesía de Nicolás Guillén. De los vivos no voy a decirte nada; se presta a torcidas interpretaciones.

- Me encanta la última parte de su respuesta, estimada amiga. Y aflojando y apretando el tema le sugiero otra pregunta: ¿Escribirá sus Memorias?

- ¿Para qué?, ¿A quién pudieran interesar?

- A mi me encantarían leerlas. Siempre se ha dicho que aprender no ocupa espacio.

- Vuelvo a repetirte lo mismo, estimado Roberto.

- En ese caso. Mi dulce Celima, le pido que usted misma se haga una pregunta final para cerrar la entrevista… ¿Puede ser?

- Muy bien.

- Adelante…

- De no ser lo que es, ¿qué hubiera querido ser? Una magnífica escritora, de las que gana certámenes internacionales. Varios de mis colegas me han jurado que no les interesan los triunfos. A mí sí. ¿Para qué voy a negarlo? Un premio --dijo alguien-- es una caja de resonancia. Después te publican, te leen, te admiran, y eso, no me niegues que tiene que ser muy gratificante. Escribir y guardar en una gaveta es terrible.

Muy terrible.

Bien terrible.

-¡Y dígalo, señora…y dígalo!

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