BAJO EL PESO DE LAS CANAS
Una interesante investigación publicada en la revista Bohemia revela las tensiones que enfrenta el sistema de salud cubano ante una población que envejece aceleradamente. Los servicios médicos están urgidos de una mejor organización de sus recursos materiales y humanos, fundamentalmente en la atención primaria al adulto mayor. Pero también la familia, la comunidad y los propios ancianos deben aprender a vivir con más años a cuestas
Por Dixie Edith y Helen H. Hormilla (Cubaprofunda)
Cuatro historias clínicas y una extensa lista de medicamentos tenía Mario Terán la primera vez que se sentó en la consulta del Equipo Multidisciplinario de Atención Gerontológica (EMAG), del Policlínico docente Manuel Díaz Legrán, en la ciudad de Holguín. Con 76 años, jubilado y vuelto a contratar “porque siempre hay que estar haciendo algo”, Mario padece hipertensión, osteoartritis degenerativa y una cardiopatía isquémica.
“Llegó a tomar hasta tres medicamentos para controlarse la presión arterial, antiinflamatorios y analgésicos múltiples, pero ahora lo mantenemos solo con vitaminas inyectables y lo esencial para la hipertensión y la cardiopatía”, ilustra la doctora Lídice Ricardo Martínez, especialista en Medicina General Integral (MGI), diplomada en Gerontología Comunitaria.
“Con estas bellezas y el trato que me dan, uno se cura enseguida”, bromea el abuelo, mientras dedica una sonrisa a dos de las mujeres del equipo: la propia Lídice y María Cristina Piedrahita, técnica en trabajo social.
Los EMAG llegaron para quedarse en el Sistema de Salud cubano, en 2006, de la mano de un proceso de envejecimiento poblacional cada vez más acelerado. “Están constituidos por un médico especialista, una licenciada en enfermería, un trabajador social y un licenciado en psicología, los cuales reciben diplomados en Gerontología Comunitaria”, detalla el doctor Alberto Fernández Seco, director nacional de Atención al Adulto Mayor, del Ministerio de Salud Pública (Minsap).
Ya una década atrás, en 1996, vistas las estadísticas demográficas, el Minsap había decidido que el Programa de Atención al Adulto Mayor fuera uno de los cuatro priorizados del sector, junto al Materno Infantil y a los de Control de Enfermedades Trasmisibles y No Trasmisibles.
La situación no dejaba lugar a las dudas. El panorama de salud en Cuba transitó en pocos años de la presencia de enfermedades infecciosas y problemas materno-infantiles a la prevalencia, cada vez mayor, de pacientes con padecimientos crónicos y múltiples que generan fragilidad, discapacidad y dependencia.
Según estimaciones realizadas por la dirección de Atención al Adulto Mayor del ministerio, a partir de los resultados del estudio Salud, Bienestar y Envejecimiento en América Latina y el Caribe (SABE), para fecha tan temprana como el próximo año, por cada 600 habitantes, el llamado equipo básico de salud —médico y enfermera de la familia— atenderá, dentro de su población habitual, un promedio de 96 niños hasta los 14 años y apenas siete nacimientos anuales frente a 118 adultos mayores de 60 años; 32 mayores de 75 y nueve ancianos sin amparo filial.
“El equipo básico es la línea de fuego, es al que le toca convivir con los adultos mayores y conocer sus necesidades y sus problemas”, asegura el geriatra Mario Enrique Sánchez Benítez, jefe del departamento de Asistencia Social, en la dirección provincial de salud de la provincia de Villa Clara.
Pero justo la atención primaria ha sido el espacio del sistema de salud sujeto a mayores y más reiterados ajustes en años recientes.
DE VISITA EN EL CONSULTORIO
En trabajos publicados en 2007 y 2008, BOHEMIA alertaba sobre la frágil organización de los servicios de salud, sobre todo en los predios de la atención primaria. La necesaria salida de médicos hacia varios países del mundo acelerada a partir de 2004 desordenó el ritmo de trabajo del sector. Desde entonces, el Minsap ha enfrentado varios procesos de reorganización y quizás el más radical fue el seguido en los últimos tres años, con la mira puesta en vincular toda la población del país a algún consultorio y que estos se mantuvieran abiertos ocho horas cada día.
El reordenamiento apuntaba más lejos: hacia la recuperación de funciones cardinales del médico de la familia que se habían perdido o deteriorado por la inestabilidad del personal, como la dispensarización y la prevención, imprescindibles para una población aquejada esencialmente de enfermedades crónicas no transmisibles y con altos niveles de envejecimiento.
A juicio del doctor Alberto Fernández, el reordenamiento empieza a rendir frutos: “Hoy la permanencia del médico en el consultorio no es un problema, pero hay que avanzar en la calidad de la atención. Evidentemente no es lo mismo cuando un médico atendía 600 habitantes que ahora que atiende mil 200”.
Si ya en reportajes anteriores el experto doctor Francisco Rojas Ochoa, Premio de la OPS en Administración de Salud, admitía como debilidad para la eficacia de un médico de familia, la cantidad de pacientes que debía atender en una jornada laboral, la situación adquiere tintes oscuros cuando de canas se trata.
La mayoría de los geriatras consultados por estas reporteras coincide en que atender a un anciano les toma mucho más tiempo que si se tratara de otro tipo de consulta, entre los reconocimientos necesarios y una entrevista que suele estar plagada de reiteraciones y omisiones, obra y gracia de los años y las trampas de la memoria del paciente.
“El tiempo promedio de una consulta de este tipo oscila entre 45 y 60 minutos, sobre todo si se trata de la primera vez que se ve a ese paciente. Esa valoración coincide, incluso, con resultados de recientes investigaciones internacionales”, confirmó el doctor José R. Rodríguez Rodríguez, especialista de III grado de Geriatría y Gerontología y jefe de ese servicio en la provincia de Ciudad de La Habana.
“Está establecido que el médico de la familia vea a cada adulto mayor de su área como mínimo una vez al año y le realice el Examen Geriátrico de Evaluación Funcional (EGEF). Luego debe tomar decisiones como enviarlo al EMAG, en caso de necesidad. Pero eso no ocurre de manera estable en todas las provincias del país”, advierte el doctor Alberto Fernández.
Su colega villaclareño, el geriatra Mario Enrique, lo tiene bien claro. “Estamos enfrascados —reconoce— en incrementar el número de adultos mayores que son evaluados integralmente en el sistema de salud. Hoy ya alcanzamos un 60 por ciento, pero consideramos que es una cobertura baja pues cuando termine el año deberían estar evaluados todos los ancianos.”
Incluso en una provincia como Holguín, que mantiene resultados reconocidos en la atención a los más viejos de casa, la doctora Lídice admite que los pacientes no siempre llegan al EMAG remitidos desde los consultorios.
“Vienen por vías diversas y siempre los atendemos, pero les decimos que deben acudir al consultorio para que sean evaluados porque es allí donde los conocen y pueden darnos más elementos para una evaluación integral”, explica.
Para Lídice también es importante independizar el EMAG de otros equipos especializados. En el momento de la entrevista, ella simultaneaba responsabilidades entre la atención geriátrica y el seguimiento de las consultas de salud mental.
En la provincia de Sancti Spíritus también hay ajustes por hacer. “Tenemos 19 EMAG incompletos porque le falta un miembro o hay otro que trabaja a tiempo parcial. Generalmente faltan médicos y sicólogos. En general, tenemos poca cobertura de especialistas en medicina general integral”, refiere el doctor Alexis Ihanes Soto, jefe del Programa del Adulto Mayor y asistencia social en esa provincia.
“La geriatría no es muy popular entre los médicos porque es compleja”, opina además Lídice.
Pero geriatras o médicos generales integrales con conocimientos sólidos para atender a los más viejos no solo son necesarios en los policlínicos. Hospitales, hogares de ancianos y casas del abuelo también precisan de los servicios de estos profesionales que pronto podrían estar, como los bandidos de las películas del oeste, en carteles con el letrero de “se busca”. Formarlos también es un reto del sistema.
FRENTE AL PIZARRÓN
Entrevistado en un trabajo anterior por esta revista, el geriatra cubano Enrique Vega García, actualmente asesor de Envejecimiento y Salud de la Organización Panamericana de la Salud, argumentaba esa urgente necesidad de la Isla.
“El 90 por ciento de todas las especialidades médicas tendrá desde hoy mismo un 80 ó 90 por ciento de pacientes mayores de 60 años, y todos esos médicos van a tener que practicar la llamada medicina del envejecimiento. Pero todavía seguimos educando al médico de acuerdo al concepto de hace años. (...) En la farmacología, por ejemplo, falta prepararse en los efectos de la polifarmacia; de las reacciones medicamentosas en un organismo envejecido. Hay que ocuparse también de enseñar al médico a explicar al anciano de 70 u 80 años, que vive solo, cómo diferenciar una pastilla de otra, cómo hacer un tratamiento.”
La preocupación de Vega es compartida por no pocos de sus colegas.
Hoy se prepara en diplomados en Gerontología o Longevidad Satisfactoria a todos los integrantes de los EMAG, pero el resto de los galenos sigue careciendo de conocimientos suficientes para lidiar con quienes serán, cada vez más, mayoría entre sus pacientes.
“En la enseñanza de pregrado hay muy poco contenido sobre el tema geriátrico”, confirma Mario Enrique Sánchez.
Tal déficit llevó, en Sancti Spíritus, a añadir en la rotación del tercer año de los futuros especialistas en MGI, una semana en la sala de geriatría del hospital provincial, explica la doctora Tamara Álvarez Gómez, geriatra y profesora del Hospital Provincial Camilo Cienfuegos, en ese territorio.
En Villa Clara también han asumido fórmulas propias. “Conjuntamente con los profesores y autoridades docentes de la Facultad de Ciencias Médicas, hemos introducido temas como la evaluación geriátrica, los elementos fundamentales del tratamiento a los adultos mayores, el manejo de los medicamentos, de las dosis, las diferentes manifestaciones clínicas de enfermedades en el adulto mayor. Sin embargo, no es suficiente”, alerta el doctor Mario.
Para él, estamos en tiempos de soluciones urgentes: “El envejecimiento nos sorprendió, nos pasó como con algunos ciclones, pero no se puede seguir viendo como un fenómeno a largo plazo porque ya está ahí”.
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