GAZAPOS INSTITUCIONALIZADOS
Por María Luisa García (Granma)
El uso del idioma es cuestión que despierta gran preocupación en buena parte de la población cubana y es muy saludable que así sea. Pero no basta con preocuparnos: la lengua que hablamos es expresión de nuestra nacionalidad, de nuestra idiosincrasia, y, como tal, se hace necesario defenderla y cuidarla. Lamentablemente, no siempre, ni siquiera a nivel institucional, le conferimos la prioridad que merece.
Un claro ejemplo es el título de "Ciudad Héroe", que ostenta merecidamente Santiago de Cuba: ese título encierra un error de concordancia producido por una traducción incorrecta, pues en ruso —lengua de la que se tomó—, a diferencia del español, la palabra ciudad está en masculino. Ya es hora de que se rectifique ese error y se cambie el título por "Ciudad Heroína" o "Ciudad Heroica".
En cierta ocasión tuve que mencionar la distinción "Profesor de Mérito", que otorgan nuestras universidades a sus más destacados docentes: la profesora de quien hablaba me explicó que ese era el título, fuera su poseedor hombre o mujer. Lo mismo ocurre con las categorías científicas; "profesor titular", "profesor auxiliar"... ¿Por qué?, si nuestras universidades están llenas de profesores y profesoras.
¿Y qué decir del nombre de los centros en que niños desamparados viven bajo la protección directa del Estado: "Hogares para niños sin amparo filial"? El adjetivo filial significa "de los hijos" y amparo filial, "amparo de los hijos". ¿Acaso hay niños con hijos? Resulta imprescindible sustituir el nombre de estas instituciones por "hogares para niños sin amparo familiar".
Los títulos universitarios expresan que se "[...] expide el presente Diploma de... a favor de... en atención a que el mismo [...]". Amén de la incorrecta mayúscula de diploma, el pronombre mismo aparece en función sustantiva, lo cual también constituye un error, pues esta palabra puede funcionar como adjetivo o como adverbio, pero nunca como sustantivo.
Y hablando de mayúsculas, cuya inadecuada utilización merece un tratado, nunca está de más reiterar que los cargos públicos y grados militares de cualquier nivel se escriben con minúscula; sin embargo, con mucha frecuencia, aparecen escritos con inicial mayúscula en todo tipo de documentos oficiales. En verdad, a veces parece que usamos la mayúscula para destacar la importancia y autoridad de las personas.
En el ámbito militar, efectivos constituye un término común. Este sustantivo colectivo significa "totalidad de las fuerzas militares que se hallan bajo un solo mando o reciben una misión conjunta". Decir, por ejemplo, que "la milicia ascendía a 114 000 efectivos", resulta tan disparatado como expresar que "en el Concierto por la Paz se reunió un millón cien mil pueblos": los colectivos no son contables y, por eso, casi siempre se usan en singular: efectivos no es sinónimo de soldados, reclutas, milicianos... sino que implica la totalidad o conjunto.
En estos tiempos ha aparecido en la red gastronómica una serie de sitios denominados soderías, aunque son lo que toda la vida llamamos cafeterías. El término no está mal formado, pero soda es "bebida de agua gaseosa que contiene ácido carbónico", ¿es eso lo que venden o el término resulta más elegante? No olvidemos que Martí afirmaba: "[...] usaré de lo antiguo cuando sea bueno, y crearé lo nuevo cuando sea necesario [...]". ¿Es necesario ese término?
Entre el personal médico y también en la población en general se emplean endoscopia, laparoscopia, colonoscopia y similares, pronunciándolos como si tuvieran hiato (-ía). Tan extendido está este error que ya "suena rara" la palabra correcta.
Y hablando de Medicina, ¿qué decir de los comunicadores que insisten en hablar de policlínica y no de policlínico? En España y otros lugares de nuestra América, se llama policlínica; pero en Cuba es policlínico. Así aparece recogido en el Breve diccionario de la lengua española, del Instituto de Literatura y Lingüística, y en el Diccionario básico escolar, del Instituto de Lingüística Aplicada, de Santiago de Cuba. Es un problema de variante regional y ya es hora de que aprendamos a defender la nuestra, esté o no recogida en el diccionario académico.
En un interesante artículo referido al uso del idioma y titulado "El castellano en América", nuestro José Martí, afirmó con su bello lenguaje: "Acicalarse en exceso es malo, pero vestir con elegancia, no. El lenguaje ha de ir como el cuerpo, esbelto y libre; pero no se le ha de poner encima palabra que no le pertenezca, como no se pone sombrero de copa una flor [...] ni al traje limpio y bien cortado se le echa de propósito una mancha./ Háblese sin manchas".
El uso correcto del idioma nos prestigia. Procuremos hablar sin manchas.
El uso del idioma es cuestión que despierta gran preocupación en buena parte de la población cubana y es muy saludable que así sea. Pero no basta con preocuparnos: la lengua que hablamos es expresión de nuestra nacionalidad, de nuestra idiosincrasia, y, como tal, se hace necesario defenderla y cuidarla. Lamentablemente, no siempre, ni siquiera a nivel institucional, le conferimos la prioridad que merece.
Un claro ejemplo es el título de "Ciudad Héroe", que ostenta merecidamente Santiago de Cuba: ese título encierra un error de concordancia producido por una traducción incorrecta, pues en ruso —lengua de la que se tomó—, a diferencia del español, la palabra ciudad está en masculino. Ya es hora de que se rectifique ese error y se cambie el título por "Ciudad Heroína" o "Ciudad Heroica".
En cierta ocasión tuve que mencionar la distinción "Profesor de Mérito", que otorgan nuestras universidades a sus más destacados docentes: la profesora de quien hablaba me explicó que ese era el título, fuera su poseedor hombre o mujer. Lo mismo ocurre con las categorías científicas; "profesor titular", "profesor auxiliar"... ¿Por qué?, si nuestras universidades están llenas de profesores y profesoras.
¿Y qué decir del nombre de los centros en que niños desamparados viven bajo la protección directa del Estado: "Hogares para niños sin amparo filial"? El adjetivo filial significa "de los hijos" y amparo filial, "amparo de los hijos". ¿Acaso hay niños con hijos? Resulta imprescindible sustituir el nombre de estas instituciones por "hogares para niños sin amparo familiar".
Los títulos universitarios expresan que se "[...] expide el presente Diploma de... a favor de... en atención a que el mismo [...]". Amén de la incorrecta mayúscula de diploma, el pronombre mismo aparece en función sustantiva, lo cual también constituye un error, pues esta palabra puede funcionar como adjetivo o como adverbio, pero nunca como sustantivo.
Y hablando de mayúsculas, cuya inadecuada utilización merece un tratado, nunca está de más reiterar que los cargos públicos y grados militares de cualquier nivel se escriben con minúscula; sin embargo, con mucha frecuencia, aparecen escritos con inicial mayúscula en todo tipo de documentos oficiales. En verdad, a veces parece que usamos la mayúscula para destacar la importancia y autoridad de las personas.
En el ámbito militar, efectivos constituye un término común. Este sustantivo colectivo significa "totalidad de las fuerzas militares que se hallan bajo un solo mando o reciben una misión conjunta". Decir, por ejemplo, que "la milicia ascendía a 114 000 efectivos", resulta tan disparatado como expresar que "en el Concierto por la Paz se reunió un millón cien mil pueblos": los colectivos no son contables y, por eso, casi siempre se usan en singular: efectivos no es sinónimo de soldados, reclutas, milicianos... sino que implica la totalidad o conjunto.
En estos tiempos ha aparecido en la red gastronómica una serie de sitios denominados soderías, aunque son lo que toda la vida llamamos cafeterías. El término no está mal formado, pero soda es "bebida de agua gaseosa que contiene ácido carbónico", ¿es eso lo que venden o el término resulta más elegante? No olvidemos que Martí afirmaba: "[...] usaré de lo antiguo cuando sea bueno, y crearé lo nuevo cuando sea necesario [...]". ¿Es necesario ese término?
Entre el personal médico y también en la población en general se emplean endoscopia, laparoscopia, colonoscopia y similares, pronunciándolos como si tuvieran hiato (-ía). Tan extendido está este error que ya "suena rara" la palabra correcta.
Y hablando de Medicina, ¿qué decir de los comunicadores que insisten en hablar de policlínica y no de policlínico? En España y otros lugares de nuestra América, se llama policlínica; pero en Cuba es policlínico. Así aparece recogido en el Breve diccionario de la lengua española, del Instituto de Literatura y Lingüística, y en el Diccionario básico escolar, del Instituto de Lingüística Aplicada, de Santiago de Cuba. Es un problema de variante regional y ya es hora de que aprendamos a defender la nuestra, esté o no recogida en el diccionario académico.
En un interesante artículo referido al uso del idioma y titulado "El castellano en América", nuestro José Martí, afirmó con su bello lenguaje: "Acicalarse en exceso es malo, pero vestir con elegancia, no. El lenguaje ha de ir como el cuerpo, esbelto y libre; pero no se le ha de poner encima palabra que no le pertenezca, como no se pone sombrero de copa una flor [...] ni al traje limpio y bien cortado se le echa de propósito una mancha./ Háblese sin manchas".
El uso correcto del idioma nos prestigia. Procuremos hablar sin manchas.
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