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miércoles, junio 24, 2009

LOS ILUSTRES APELLIDOS NEGROS DE LA HABANA COLONIAL

Por Graziella Pogolotti* (Prensa Latina)

La Habana (PL).- Dentro de la abundante y, a veces desigual, producción historiográfica cubana, María del Carmen Barcia ha abierto vías de indagación hasta ahora poco exploradas. Su estudio sobre La otra familia, Premio Casa de las Américas, reveló claves fundamentales para la comprensión del complejo universo de relaciones de los negros, esclavos y libertos en la Cuba colonial. Mostraba la existencia de una sociedad mucho más compleja de lo que pudiera concebirse a partir de un acercamiento superficial al problema. Los ilustres apellidos negros en la Habana colonial, publicado por Ediciones Boloña, amplía el espectro social respecto a su obra precedente.

Al igual que La otra familia, Los ilustres apellidos se sustenta en una minuciosa investigación de documentos de archivos. Por debajo de la escritura farragosa de actas, testamentos y otros textos de similar sabor notarial, fluye una información reveladora de bienes acumulados, transacciones, operaciones financieras, estructuras organizativas que constituyen testimonio de la vida real y concreta de la sociedad. Es un entramado que se remite, en última instancia, a las clases sociales sin borrar la compleja maraña que los compone. Elude una visión reduccionista, limitada a los estratos de negros esclavos y libertos de origen africano y mestizos criollos. De repente, ese universo estático adquiere sorprendente movilidad, animada por diversas modalidades de inserción social. La historiadora penetra en esa apretada urdimbre a través de un hilo conductor, el de las diversas formas de socialización. De esa manera, advierte las distintas redes que se establecieron para garantizar la supervivencia, las prácticas solidarias, el desplazamiento de los espacios de poder y el acceso al reconocimiento social. Su instrumental teórico procede de la historiografía, de la sociología y de la antropología para iluminar desde perspectivas diversas su objeto de estudio.

Todos estos espacios de sociabilidad se inscribían en una peculiar dialéctica de la negociación entre el poder colonial y los grupos excluidos. Para el primero, se trataba de establecer mecanismos de control. Para los segundos, se trataba de ganar minúsculos territorios de influencia, de legitimación social y, en última instancia, de prestigio. El conflicto y las contradicciones derivadas se evidencian en los batallones de pardos y morenos, dado el papel político y la proyección pública que, inevitablemente, alcanzaron. Surgidos por la necesidad de defender la isla, involucrada siempre por su posición estratégica, en las guerras entre las potencias europeas participaron en las acciones de la toma de La Habana por los ingleses y recibieron entrenamiento militar en tiempos del conde de Ricla, bajo el mando de Alejandro O'Reilly. Con uniforme propio, grados militares y distinciones reales por méritos adquiridos, fueron utilizados por España en expediciones por el entorno geográfico caribeño, hasta Pensacola y San Agustín en la Florida, lo que contribuyó a abrirles horizontes más amplios. Sus experiencias, unidas a las consecuencias de la revolución haitiana, alimentaron el imaginario popular de los habaneros.

El análisis de este último aspecto constituye, a no dudarlo, una contribución fundamental de la obra de María del Carmen Barcia. Revela aspectos pocos divulgados de las razones de la resonancia de los acontecimientos en la isla vecina entre nosotros. España intentó beneficiarse del conflicto haitiano con la recuperación de la parte de Santo Domingo, antes ocupada por los franceses. Alianzas sucesivas la implicaron en la zona de conflicto. La más comprometedora de todas se produjo con los insurrectos, quienes habían obtenido grados militares y gozaban de estilos de vida inimaginables para los integrantes de los batallones de pardos y morenos. Colocados bajo la protección de sus aliados circunstanciales, numerosos oficiales haitianos fueron traídos a la Habana. Ante el temor de un posible contagio del espíritu rebelde, se impidió su desembarco. Pero la imagen de los generales negros con uniformes rutilantes y séquito numeroso dejó una impronta. Aponte, conviene recordarlo, procedía de una familia de oficiales de los batallones de pardos y morenos. La información compendiada abre el camino a estudios en esta misma línea.

Interesante por el contenido informativo situado en visibilidad preeminente, el abordaje del imaginario, el enfoque del tema resulta de la mayor importancia para comprender los procesos históricos de la nación cubana, válido para el estudio del pasado y el análisis del presente. La razón última del acontecerse remite a las llamadas causas objetivas, mediadas por su tránsito a través de la conciencia de los hombres, manifiesta en sus valores culturales. Descuidada por la historiografía tradicional, esta dimensión ofrece claves para discernir fuerzas impulsoras de la conducta de los grupos sociales. Intangibles, estas motivaciones son, sin embargo, poderosas. Ocurre que, a pesar de las indiscutibles desigualdades económicas y de las fronteras insalvables para el acceso a los cotos privilegiados en rango y poder se reitera entre los excluidos el modelo de estratificación impuesto por la sociedad en su conjunto, tanto como la asunción de determinadas imágenes simbólicas. Así, entre pardos y morenos pudo existir una capa consolidada a través de redes familiares que no renunció a la tenencia de esclavos y no escatimó recursos para obtener ganancias concretas en términos de honores y prestigio, otra vertiente necesaria de la ansiada igualdad. En tiempos propicios al escepticismo, el libro de María del Carmen Barcia reafirma la irrenunciable búsqueda de la verdad, tan difícil de apresar. Para acorralarla, hay que apelar a las vías tradicionales de indagación en archivos y otras fuentes documentales. Se requieren también instrumentos procedentes de otras ciencias sociales, entre ellas, la antropología, puente necesario para la integración de la cultura al conocimiento de los procesos históricos.

En los últimos años, la historiografía cubana se ha abierto a corrientes renovadoras. La obra de María del Carmen Barcia y su magisterio personal han ejercido una decisiva influencia en la exploración de la impostergable historia de las mentalidades.

*Prestigiosa ensayista cubana. Premio Nacional de Literatura 2005.

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