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martes, junio 16, 2009

LA SAVIA DEL TALENTO

Trascendente, intenso viaje de la familia López-Gavilán Junco por la educación y los lenguajes sonoros

Por Sahily Tabares (Bohemia)
Fotos: Leyva Benítez

Las miradas que intercambian tienen el gozo de múltiples sugerencias. En sus ojos resplandece una historia previa, que los mantiene intensamente unidos. Desde siempre la savia del tronco les aportó claves sonoras, rítmicas, silencios que crecieron pródigos durante un viaje eterno, inquietante.

Vibraciones, colores, matices, acompañan a la familia López-Gavilán Junco, en la perenne conquista de un universo que supera la dimensión del mar, los desafíos de épocas, circunstancias, renovaciones. Entre ellos la obstinada recurrencia por las músicas tiene un anclaje ancestral.


“Mi aprendizaje comenzó sin que tuviera conciencia de ello. Fue algo natural, de cuna, junto a mis padres Evelio y Nela del Rosario, ambos músicos. Los estudios en el conservatorio Amadeo Roldán, donde tuve excelentes maestros, entre ellos, al entonces joven Leo Brouwer, José Ardévol, Edgardo Martín, Manuel Ochoa, en la dirección coral, y Esther Ferrer, en el piano, influyeron en el deseo de saber, que se volvió un espiral. Cada vez más quería ensanchar el círculo del conocimiento”, confiesa el destacado compositor Guido López-Gavilán, una institución en la dirección coral y orquestal en Cuba.

Dicha génesis iluminó el sentido del camino que aún en la actualidad descubre durante acuciosos procesos de creación.

Enlaces sutiles, confrontaciones, hallazgos, diseñaron el intrincado paisaje de lenguajes que cautivó a su estirpe, tanto en sus respectivos instrumentos, como en grabaciones, estudios superiores y en la enseñanza.

Son pasiones que lideran en el espíritu de su compañera, la Doctora en Ciencias sobre Arte Teresita Junco, pianista, maestra de varias generaciones de talentosos instrumentistas reconocidos en los ámbitos nacional e internacional.

“Comparto la expresión de Antón Rubinstein cuando dice que ‘todos pueden tocar, pero no todos pueden interpretar’, comenta la profesora titular y fundadora de la especialidad de piano en el Instituto Superior de Arte (ISA).

“La ejecución del instrumento exige capacidades de carácter complejo, variado. Además de las capacidades de base: oído musical, ritmo y memoria, son imprescindibles otros atributos. Por ejemplo, sensibilidad especial para el arte, estudios sistemáticos, desarrollo de ideas de manera creativa y condiciones pianístico-interpretativas. Estas últimas resultan determinantes para lograr el éxito en la ejecución.”

Los preceptos de ambos sirven de guía a sus hijos: Ilmar, violinista, doctor en Música en la universidad Rockwell, de New Jersey, y Aldo, pianista, graduado del conservatorio Trinity Collage of Music, de Londres, quienes han alcanzado premios codiciados en festivales y concursos nacionales e internacionales y mantienen despierta la curiosidad.

Cada reencuentro familiar motiva nuevas satisfacciones, entre ellas la de repetir piezas difíciles, estremecedoras, que más que del repertorio forman parte del viaje de la vida.

Les place reconocer que en el aprendizaje resultan imprescindibles la información, las experiencias más diversas sin límites entre lo culto y lo popular, una búsqueda perenne de aspectos coincidentes o discordantes, que lejos de aportar paradojas, amplían la cosmovisión, el bagaje cultural, la más amplia artisticidad.

VARIACIONES INFINITAS

La familia López-Gavilán Junco disfruta la construcción de una amplia atmósfera creativa. El hogar es el primer conservatorio. Más allá de la dedicación a partituras, ensayos y conciertos, los une el amor filial, un disfrute en común del que forman parte Daiana García, talentosa directora de orquesta, esposa de Aldo, y sus dos hijas jimaguas de dos meses.

Anécdotas, imágenes inolvidables, alegrías, reflexiones, afloran durante el intercambio, en el que Guido toma la batuta. Al rememorar sus inicios en la enseñanza, evoca vivencias que considera fascinantes. La mayoría influyeron en su crecimiento profesional en edades tempranas, así como en el magisterio que realza con sus aportes al movimiento sinfónico y orquestal juvenil cubano.

“A los 16 años formé parte del primer contingente de maestros voluntarios que respondió a un llamado hecho por Fidel, con la finalidad de crear escuelas en las montañas y lugares más apartados del país. Nos correspondió hacer el campamento de Minas del Frío. Estuve en la comunidad El Queso, al frente de un grupo de maestros. De alguna manera esa fue mi primera orquesta.

“Más tarde, ya siendo estudiante de música, impartía clases. Primero en la escuela coral como asistente del profesor Manuel Ochoa, más tarde formé un coro infantil-juvenil junto a Carmen Collado. Las niñas de entonces eran María Felicia Pérez, Argelia Fragoso, Beatriz Márquez. Además, daba clases de Análisis Formal y otras asignaturas.

“En la entonces Brigada Hermanos Saíz surgieron mis primeros proyectos. Aproveché al máximo los cursos de postgrado que impartían profesores cubanos e invitados de otros países. Tuve la guía certera de dos maestros excelentes, en violín, del búlgaro Radosvet Boyadjiev, quien se radicó en Cuba; y en la dirección de orquesta, del soviético Daniil Tiulin.

“A partir de 1970 obtuve una beca en el conservatorio Chaikovski de Moscú. Esta experiencia me sirvió para perfeccionar la sólida base adquirida durante el proceso que llamo continuo espiral.

“He sido testigo y partícipe de la evolución del sistema de la enseñanza artística en Cuba. En los inicios se tomaron como modelos los grandes conservatorios europeos y lo que se hacía en el campo socialista.

“De manera paulatina organizamos un sistema que ha permitido el desarrollo de infinidad de talentos. No estamos satisfechos del todo. Cuando uno lo está, quiere decir que llegó al final del camino, detiene su avance.

“Diversos factores han lesionado la dinámica del proceso. Entre ellos, crisis económicas, dificultades materiales, falta de exigencia en ocasiones. Sobre todo el bloqueo que impone aislamiento, limita en cuanto a la compra de instrumentos y accesorios, afecta la información, el acceso a eventos importantes en el mundo.

“Durante todos estos años, no ha faltado el compromiso que mantienen los creadores con el arte y la enseñanza en general.

Forma parte de nuestro sentido de pertenencia.”

Teresita muestra su libro ¡Qué fácil es tocar el piano!, con el cual defendió su doctorado en el ISA. Retoma vivencias que, según reconoce, forman parte de su vida hace más de tres decenios.

“La clase de piano es un acto creador, a través del cual el profesor le transmite al alumno conocimientos, hábitos; dirige su desarrollo y educación. Pero todos los estudiantes no son iguales. Los que tienen más talento merecen que se haga un mayor énfasis en su preparación.

“La enseñanza artística requiere de un consciente trabajo individual por parte del maestro. Ahora mismo tengo dos alumnos muy diferentes: Marlon y Willanny. Están en segundo año, ya debutaron con la Orquesta Sinfónica Nacional y obtuvieron premios internacionales.

“Creo que debe existir una escuela donde estudien los niños y jóvenes más talentosos. Tenemos un valioso sistema de enseñanza artística, buenos maestros y deseos de mantener el rigor, requisito indispensable en el proceso de formación. Por otro lado considero que aún es preciso unificar criterios, perfeccionar programas y metodologías en el nivel elemental y medio.”

DE LAS RAÍCES AL ÁRBOL

La historia ancestral que une a Ilmar y Aldo los envía al recuento. De él extraen cuentos infantiles de amplias sonoridades —Prokofiev no puede faltar—, duendes reales que incentivan la imaginación, sueños interminables afianzados en descubrimientos.

Según Ilmar, “el violín estuvo entre los primeros juguetes que me regaló mi padre. Fue una trampa maravillosa, siempre se lo agradeceré. Recuerdo que una vez tiré el violín de verdad, el que tenía para estudiar, y mi querida maestra Alla Tarán, en la Escuela Elemental Manuel Saumell, le dijo a papá: ‘el muchacho tiene temperamento’. Por supuesto, no le recomiendo a mis alumnos que hagan eso.

“Conservo momentos muy intensos de aquella etapa. Desde entonces aprendí que había que estudiar de verdad. Cada lección necesita su tiempo, su dedicación. El hecho de violentar alguno de los pasos frustra la calidad del resultado.

“Son esencias que transmito a mis alumnos. Cuando me invitan para ofrecer clases magistrales en el ISA o en el conservatorio donde estudié, insisto en la técnica, la postura, la relajación. El aprendizaje necesita de una tutoría constante.

“Igual es imprescindible la confrontación con intérpretes de diferentes países. Esto no quiere decir que todo lo que viene de afuera es bueno. Se trata de ampliar la perspectiva musical. Hay que aprovechar festivales, eventos de todo tipo, los canales educativos podrían ayudar en esa necesaria confrontación.”

Aldo se sienta al piano. Improvisa, incita a una descarga inspirada en la más rica, variada fusión. “Busco lo autóctono. Me atrapan las raíces, lo más tribal, lo más elemental desde el punto de vista de la música. Considero que es fundamental el lenguaje del alma de cada cultura.

“Para mis alumnos en la academia donde enseño música clásica, evoco situaciones, momentos, lugares. Lo que realmente hace a la música grande es poder expresar las vivencias propias de una manera lógica, cabal.

“El lugar donde uno estudia es vital. Un espacio como el del ISA no creo que exista en otros sitios del mundo. La cercanía de la naturaleza, la tranquilidad, el ambiente favorable… Todo incita a la creatividad.

“Nunca se llega al final del camino. El piano es un toro indomable. Mientras más uno se acerca a la verdad, más lejos está.”

La savia del talento crece en esta familia, paradigma de la enseñanza artística en los 50 años de Revolución. Los periplos al alma propician hallazgos tan sorprendentes que superan los viejos sueños. “La música es algo muy serio”, define Guido al compartir, de nuevo, otras miradas sugerentes.

El misterio mayor, el de las conquistas, el que implica sobresaltos, emociones, continúa inserto de manera definitiva en la familia López-Gavilán Junco.


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