HUMBOLDT EN TRINIDAD DE CUBA
Por Mayra Pardillo Gómez (Prensa Latina)
Trinidad, Cuba, (PL).- En una de esas antiguas casas de esta ciudad central de la Isla, Patrimonio Cultural de la Humanidad, se hospedó el insigne naturalista y geógrafo alemán Alejandro de Humboldt (1769-1859) en marzo de 1801.
Según el sabio "Se nos aseguró que la población de la Trinidad con la de las haciendas que la rodean, en un radio de dos mil toesas, subía a 19 mil almas".
De acuerdo con Francisco Marín Villafuerte, en su libro Historia de Trinidad (1944), "Observaba Humboldt cómo transcurría apaciblemente la vida trinitaria en forma pastoril, y cómo menudeaban las haciendas de crianzas".
También hablaría Humboldt de otros temas, como cuando se refiere a uno de los lugares más conocidos de la ciudad: "al extremo boreal, se halla la iglesia de Nuestra Señora de la Popa, sitio célebre de romería".
"Aquel punto me pareció de una altura de setecientos pies sobre el nivel del mar; y se goza allí, como en la mayor parte de las calles, de una vista magnífica al océano, a los dos puertos (puerto Casilda y boca Guaurabo), a un bosque de palmeros..."
Textos consultados indican que fue el eminente educador cubano José de la Luz y Caballero quien lo recibió en Cuba y con quien contrajo amistad, el que afirmó: "Colón dio a Europa un Nuevo Mundo; Humboldt se lo hizo conocer en lo físico, material, en lo intelectual y moral".
Por esas sobradas razones Luz y Caballero lo denominó el segundo descubridor de Cuba.
A pesar de su breve estancia en la nación caribeña Humboldt le dedicó a ésta dos libros titulados Cuadro estadístico de la Isla de Cuba, publicado en París en 1831 y su famoso Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, traducido al español y conocido aquí en 1827.
CALLE DEL CRISTO Y SUS ALREDEDORES
El Capitán José Tomás Muñoz, Administrador de la Real Hacienda, dio origen a una distinguida familia -acota Marín Villafuerte- que vivió en la calle del Cristo de la Veracruz No. 7, entre Rosario y Cañada, donde hasta nuestros días se conserva una cruz en la fachada sobre base de mampostería.
En esta vivienda de la villa colonial -fundada en 1514 por el Adelantado Diego Velázquez- se hospedó, en 1801, el célebre Barón de Humboldt, pero también sus alrededores, incluyendo otra de las casas y la hermosa Plaza Mayor, fueron conocidos por él.
Ensayo Político sobre la Isla de Cuba le permite a Humboldt recrearse en su estancia a la ciudad, al decir en una de sus páginas: "Pasamos una noche muy agradable en casa de Don Antonio Padrón, uno de los habitantes más ricos, en donde se hallaba reunido en tertulia todo lo principal de Trinidad".
Tras el banquete que le ofreció el Teniente Gobernador el Barón de Humboldt paseó por la Plaza Mayor -en vez del enrejado blanco "tenía murallones de florecido mirto"-, acompañado por Aimé Bonpland (médico y naturalista francés, 1773-1858) y Don José Tomás Muñoz, entre otros.
El ilustre y sabio visitante hizo observaciones cerca de la Parroquia y se dirigió con su comitiva hacia la mencionada casa de Padrón.
Acerca de ese momento diría: "Nos admiraron de nuevo la alegría y viveza de las mujeres de Cuba igualmente en la provincia que en la Capital. Son unos dones felices de la Naturaleza a los que, el refinamiento de la civilización europea puede dar más atractivo; pero que agradan ya en su sencillez primitiva".
Dejaría para la posteridad una interesante crónica sobre la ciudad: "Todas las calles de la Trinidad están muy pendientes y se quejan allí, igualmente que en la mayor parte de la América española de la mala elección del terreno que hicieron los conquistadores para fundar las nuevas ciudades".
El propio Humboldt precisa la fecha de su arribo (14 de marzo) y de su partida de la villa: "Dejamos la Trinidad en la noche del 15 de marzo".
Declara que la llegada fue muy diferente a la despedida, ya que en esta última ocasión llegó al embarcadero del río Guaurabo "en un hermoso coche guarnecido con damasco viejo carmesí".
Le asombró ver cómo aquel eclesiástico, también poeta, "vestido enteramente de terciopelo, a pesar del calor del clima, celebró en un soneto nuestro viaje al Orinoco".
ASOMBRO POR COCUYOS
Debe haberle llamado la atención igualmente observar a los cocuyos, por la forma en que plantea que "En ninguna otra parte he visto tan innumerable cantidad de insectos fosforescentes, porque las hierbas que cubren el suelo, las ramas y las hojas de los árboles resplandecían con aquellas luces rojizas y móviles..."
Más aún, detalla cómo "En la casa de los habitantes más pobres del campo, quince cocuyos, puestos en una calabaza agujereada, sirven para buscar objetos durante la noche".
Argumenta más adelante: "Una joven nos contaba en la Trinidad de Cuba, que durante una larga y penosa travesía a Tierra Firme, había sacado partido a la fosforescencia de los cocuyos siempre que por la noche tenía que dar el pecho a su niño".
Escribió asimismo acerca del puerto de Casilda y su muelle, del desarrollo creciente del cultivo de la caña de azúcar y del café, destacando que hacia Villa Clara (al centro del país) sí se cultivaban "los cereales de Europa".
Humboldt dejaría para la historia uno de sus pensamientos más interesantes: "Declaro la unidad de la raza humana. Me resisto a la insípida pretensión de admitir razas superiores y razas inferiores".
Trinidad, ubicada en el centro sur de Cuba, es una ciudad privilegiada, ya que además de conservar su patrimonio colonial tuvo la posibilidad de que un sabio alemán caminara por sus empedradas calles y dejara por escrito, como constancia eterna, la positiva impresión que le causó su breve estancia.
Trinidad, Cuba, (PL).- En una de esas antiguas casas de esta ciudad central de la Isla, Patrimonio Cultural de la Humanidad, se hospedó el insigne naturalista y geógrafo alemán Alejandro de Humboldt (1769-1859) en marzo de 1801.
Según el sabio "Se nos aseguró que la población de la Trinidad con la de las haciendas que la rodean, en un radio de dos mil toesas, subía a 19 mil almas".
De acuerdo con Francisco Marín Villafuerte, en su libro Historia de Trinidad (1944), "Observaba Humboldt cómo transcurría apaciblemente la vida trinitaria en forma pastoril, y cómo menudeaban las haciendas de crianzas".
También hablaría Humboldt de otros temas, como cuando se refiere a uno de los lugares más conocidos de la ciudad: "al extremo boreal, se halla la iglesia de Nuestra Señora de la Popa, sitio célebre de romería".
"Aquel punto me pareció de una altura de setecientos pies sobre el nivel del mar; y se goza allí, como en la mayor parte de las calles, de una vista magnífica al océano, a los dos puertos (puerto Casilda y boca Guaurabo), a un bosque de palmeros..."
Textos consultados indican que fue el eminente educador cubano José de la Luz y Caballero quien lo recibió en Cuba y con quien contrajo amistad, el que afirmó: "Colón dio a Europa un Nuevo Mundo; Humboldt se lo hizo conocer en lo físico, material, en lo intelectual y moral".
Por esas sobradas razones Luz y Caballero lo denominó el segundo descubridor de Cuba.
A pesar de su breve estancia en la nación caribeña Humboldt le dedicó a ésta dos libros titulados Cuadro estadístico de la Isla de Cuba, publicado en París en 1831 y su famoso Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, traducido al español y conocido aquí en 1827.
CALLE DEL CRISTO Y SUS ALREDEDORES
El Capitán José Tomás Muñoz, Administrador de la Real Hacienda, dio origen a una distinguida familia -acota Marín Villafuerte- que vivió en la calle del Cristo de la Veracruz No. 7, entre Rosario y Cañada, donde hasta nuestros días se conserva una cruz en la fachada sobre base de mampostería.
En esta vivienda de la villa colonial -fundada en 1514 por el Adelantado Diego Velázquez- se hospedó, en 1801, el célebre Barón de Humboldt, pero también sus alrededores, incluyendo otra de las casas y la hermosa Plaza Mayor, fueron conocidos por él.
Ensayo Político sobre la Isla de Cuba le permite a Humboldt recrearse en su estancia a la ciudad, al decir en una de sus páginas: "Pasamos una noche muy agradable en casa de Don Antonio Padrón, uno de los habitantes más ricos, en donde se hallaba reunido en tertulia todo lo principal de Trinidad".
Tras el banquete que le ofreció el Teniente Gobernador el Barón de Humboldt paseó por la Plaza Mayor -en vez del enrejado blanco "tenía murallones de florecido mirto"-, acompañado por Aimé Bonpland (médico y naturalista francés, 1773-1858) y Don José Tomás Muñoz, entre otros.
El ilustre y sabio visitante hizo observaciones cerca de la Parroquia y se dirigió con su comitiva hacia la mencionada casa de Padrón.
Acerca de ese momento diría: "Nos admiraron de nuevo la alegría y viveza de las mujeres de Cuba igualmente en la provincia que en la Capital. Son unos dones felices de la Naturaleza a los que, el refinamiento de la civilización europea puede dar más atractivo; pero que agradan ya en su sencillez primitiva".
Dejaría para la posteridad una interesante crónica sobre la ciudad: "Todas las calles de la Trinidad están muy pendientes y se quejan allí, igualmente que en la mayor parte de la América española de la mala elección del terreno que hicieron los conquistadores para fundar las nuevas ciudades".
El propio Humboldt precisa la fecha de su arribo (14 de marzo) y de su partida de la villa: "Dejamos la Trinidad en la noche del 15 de marzo".
Declara que la llegada fue muy diferente a la despedida, ya que en esta última ocasión llegó al embarcadero del río Guaurabo "en un hermoso coche guarnecido con damasco viejo carmesí".
Le asombró ver cómo aquel eclesiástico, también poeta, "vestido enteramente de terciopelo, a pesar del calor del clima, celebró en un soneto nuestro viaje al Orinoco".
ASOMBRO POR COCUYOS
Debe haberle llamado la atención igualmente observar a los cocuyos, por la forma en que plantea que "En ninguna otra parte he visto tan innumerable cantidad de insectos fosforescentes, porque las hierbas que cubren el suelo, las ramas y las hojas de los árboles resplandecían con aquellas luces rojizas y móviles..."
Más aún, detalla cómo "En la casa de los habitantes más pobres del campo, quince cocuyos, puestos en una calabaza agujereada, sirven para buscar objetos durante la noche".
Argumenta más adelante: "Una joven nos contaba en la Trinidad de Cuba, que durante una larga y penosa travesía a Tierra Firme, había sacado partido a la fosforescencia de los cocuyos siempre que por la noche tenía que dar el pecho a su niño".
Escribió asimismo acerca del puerto de Casilda y su muelle, del desarrollo creciente del cultivo de la caña de azúcar y del café, destacando que hacia Villa Clara (al centro del país) sí se cultivaban "los cereales de Europa".
Humboldt dejaría para la historia uno de sus pensamientos más interesantes: "Declaro la unidad de la raza humana. Me resisto a la insípida pretensión de admitir razas superiores y razas inferiores".
Trinidad, ubicada en el centro sur de Cuba, es una ciudad privilegiada, ya que además de conservar su patrimonio colonial tuvo la posibilidad de que un sabio alemán caminara por sus empedradas calles y dejara por escrito, como constancia eterna, la positiva impresión que le causó su breve estancia.
0 comentarios:
Publicar un comentario